A fin de adentrarnos en los dos siglos de dominación española en Lombardía, podemos servirnos de algunas imágenes que evocan aquel periodo. En el actual escudo de España figuran las columnas de Hércules con el lema Plus Ultra. El célebre emblema del emperador Carlos V fue diseñado en octubre de 1516 en Bruselas por el médico milanés Luigi Marliani. Este humanista, que llegó a ser obispo de Tuy, formaba parte del séquito lombardo del emperador Maximiliano I, que alentaba la expulsión de los franceses del Estado de Milán. Entre 1512 y 1513, los ejércitos aliados desalojaron a los Valois de la Lombardía. Maximiliano y Fernando el Católico llegaron a plantear que el ducado de Milán fuera concedido a Carlos o Fernando de Austria, aunque se acabó imponiendo el criterio de reponer a los Sforza en Milán. Durante las dos décadas siguientes continuó el debate en la corte de Carlos V sobre la conveniencia de que la Casa de Austria tomara posesión de la Lombardía para neutralizar la amenaza francesa sobre los dominios imperiales en el sur de Italia. Entre 1527 y 1529 tuvo lugar un primer ensayo de dominio directo de la Lombardía por parte de Carlos V, actuando como gobernador Antonio de Leyva. Tras la muerte del último duque Sforza en 1535, el Estado de Milán pasa de ser un ducado independiente a convertirse en un territorio dentro de los extensos señoríos del emperador. En este periodo, los españoles mantienen su protagonismo en el mando del ejército, pero el cargo de gobernador se confía a aristócratas italianos, mientras que los tribunales que administran el dominio están compuestos por togados lombardos. El Estado de Milán es una cantera de artistas al servicio de la Casa de Austria, encargados de moldear en las cortes la imagen de los soberanos. En este sentido se pueden destacar las trayectorias de la pintora Sofonisba Anguissola y los escultores Pompeo Leoni, Juanelo Turriano y Giacomo Trezzo, entre otros, si bien la contribución lombarda a la propaganda cortesana de los reyes hispanos tenía ilustres precursores como Pedro Mártir de Anglería. En 1554 el futuro Felipe II comienza a regir el Estado de Milán, e impone el protagonismo de los aristócratas españoles, quienes detentan el puesto de gobernador y de capitán general. Asimismo, se reserva un tercio de las plazas en los tribunales a letrados españoles. El Estado de Milán, que jurídicamente era un feudo imperial, pasa a ser una provincia de la monarquía de España, regida desde la corte de Madrid, mediante el filtro del Consejo de Italia, al que pertenecen por parte del dominio un togado español y uno lombardo. La lejanía del rey-duque permite la configuración del patriciado en Milán, una forma peculiar de definir la oligarquía urbana, que trata de impedir el control del soberano sobre las familias que detentan la administración municipal de la urbe, y se reservan determinados puestos eclesiásticos con la complicidad de la corte romana. La revuelta de los Países Bajos alteró el significado estratégico del dominio lombardo, pieza clave del Camino Español que seguían los tercios hacia Flandes. Esta dimensión militar del Estado de Milán, concebido como plaza de armas de la monarquía, determinó el perfil del paisaje de la llanura lombarda, surcada de presidios y fortalezas con baluartes, según las modernas teorías de los ingenieros militares. La nobleza lombarda participó activamente en el arte de la guerra, formando parte del mando de algunos tercios. En tiempos de Felipe III, el Estado de Milán alcanzó su plenitud territorial con la agregación del marquesado de Finale, enclave situado en la costa ligur. La hostilidad del duque de Saboya provocó que la corte de Madrid reforzase el ejército, incrementando las cargas fiscales. La guerra abierta se hizo permanente durante las primeras décadas del reinado de Felipe IV. Los potentados vecinos, apoyados por Francia, intentaron conquistar y repartirse el territorio. En aquella coyuntura crítica se interrumpieron los envíos de tropas y dinero procedentes de España, sacudida por las revueltas provinciales de 1640. La nobleza lombarda tuvo que hacer frente a la guerra, a la vez que asumía un papel destacado en la dirección del gobierno. Mientras se sucedían las conjuras y rebeliones en los Países Bajos, Cataluña, Portugal, Andalucía, Aragón, Nápoles y Sicilia, la Lombardía permaneció fiel a la corona, manteniéndose la quietud social a pesar de los alojamientos de las tropas y el incremento de las cargas fiscales. La clave de esta actitud reside en el compromiso de la oligarquía lombarda con el mantenimiento del dominio español, prefiriendo un rey lejano a las ambiciones de los potentados vecinos. En Las Meninas, la infanta Margarita aparece rodeada de diversos personajes, entre los que se encuentra un bufón que incordia a un sosegado perro. El bufón se llamaba Nicolo Pertusati, y pertenecía a una humilde familia lombarda. Gracias a la influencia del bufón en la corte regia, los Pertusati protagonizarán una impresionante trayectoria de ascenso social, que les llevará a asumir la principal magistratura del Estado de Milán, la presidencia del Senado, y a ser una de las familias con más poder en Lombardía durante la primera mitad del siglo XVIII. Otras familias plebeyas del Estado de Milán consiguieron ascender en la jerarquía del honor y del poder sirviéndose de las oportunidades que les ofrecían los reyes de España, al vender títulos nobiliarios, feudos e incluso los puestos supremos de la Lombardía, como las plazas de senador, de cuestor y de abogado fiscal. Los advenedizos se integraban en la buena sociedad a través de alianzas matrimoniales con las antiguas familias del patriciado. Tras la Paz de los Pirineos, el Estado de Milán disfrutó de un largo periodo de relativa calma. Durante el reinado de Carlos II los lombardos incrementaron de forma sustancial su protagonismo en el gobierno político del territorio, así como en el mando supremo del ejército. En este contexto, el fallecimiento de Carlos II dio paso a la breve dominación borbónica de la Lombardía. Felipe V se trasladó a Milán para defender la integridad de sus dominios, pero el curso de la Guerra de Sucesión motivó la invasión austriaca del Estado de Milán, proclamándose soberano al archiduque Carlos de Austria. Desde la corte de Viena, los exiliados españoles que formaban parte del Consejo de España siguieron gobernando durante décadas la Lombardía, aunque la posición de los españoles en el territorio se fue debilitando lentamente. María Teresa de Austria les excluyó definitivamente de la administración, y en 1746 fracasó la última ocupación del ejército español de la ciudad de Milán.