Estrellándole en el suelo, Con cuya lucha entre primos Tuvo lugar el estreno De la tragedia de sangre Que luego, andando los tiempos, Había de repetirse De vez en cuando en el pueblo. ¡Cuántas veces en la historia, Sin comerlo ni beberlo. Juegan á coces los burros Y la pagan los arrieros! ¡Cuántas otras, divididos Por los cuidados ágenos, Alzamos á la Discordia Estúpidos monumentos!.... Otra vez, há muchos años (Setenta y dos nada menos) Siendo alcalde de la villa El que después fué mi abuelo. Se hospedó aquí un rey de España Llamado Fernando Séptimo, Con su esposa y su ministro Doña Amalia y Don Tadeo. No tiraron de su coche Engalanados mancebos Como lo han visto mis ojos Con rubor en algún tiempo: No se pondría en escena El Alcalde Zalamero, Ni habría tantos faroles Como otras veces, es cierto; Pero les dijeron cosas ¡Qué de cosas les dijeron Sobre el idioma y la raza. Sobre el origen del fuero. Sobre leyes y costumbres,.... Todo en música y en verso! De los huéspedes se cuenta Que les gustó mucho aquello Y que en sus mismas narices Se repitió, que es lo bueno; (Y eso que el rey fué llamado Narizotas por sus siervos Y que á Calomarde, es fama Se le hinchaban al momento). Si hoy como ayer se dijeran Tan inocentes conceptos. N o es para dicha la suerte Del músico y del coplero; Pedirían su cabeza Todos los peces del puerto Para segarles al punto Por bizkaitarras el cuello. N o contaré otras visitas, Ni pintaré otros festejos De caciques, gargantúas. Gigantones y muñecos, Ni de cabos, ni de golfos Hablaré, pues me mareo. N o digo en el mar salado,.... ¡Sólo por cruzar el Ebro! Creo que todos me entienden, Y como el bilbaíno neto Tiene un paladar tan fino. Tan delicado y selecto. Que si vá á comer sardinas. No bien las dá el primer beso. Distingue una de Santurce Entre dos mil de Laredo; Paladar al que no burlan Boticarios ni drogueros Aunque le doren la pildora, Si lleva el acíbar dentro; Paladar muy exquisito, Muy vigilante y despierto Al que no engañan sorpresas, Ni celadas, ni embelecos, Seguro estoy de que todos Los hijos del buen Don Diego Que hacen de la gula un arte Y del comedor un templo. Sabrán sacar, al servirse De este manjar indigesto. La crema del canutillo Y la sustancia del hueso Perdona, lector piadoso, (Como lo fué el caballero Que entre Begoña y San Roque Puso tu cuna al sereno) Perdona que este convite Haya sido tan modesto; Yo te juro que otro día Será más caro el cubierto, Serán los chimbos perdices. Será la merluza mero, Serán gloria las angulas, Será el chacolí Burdeos, Habrá calurosos brindis Por el Dante y por Guillermo, (Aquellas constelaciones Que en tu génesis lucieron ) Y en fin, cuando yo me vista Otra vez de cocinero. Si está el horno para bollos Te vas á chupar los dedos. NICANOR DE Z U R I C A L D A Y . Bilbao, 1900.