La celda del amor está siempre abierta La celda del Padre Kolbe

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Meditación 14 de octubre de 2013
La celda del amor está siempre abierta
La celda del Padre Kolbe está siempre abierta porque es alimentada por el fuego de la zarza
ardiente. Es alimentada por el fuego del amor. Pero no queda en el vacío, nos encaminamos hacia el
Monte Sinaí y aquí nos detenemos para hacer memoria de una realidad antigua y siempre nueva:
¡Dios tiene memoria! Se recuerda del hombre, de cada hombre.
El recuerdo de Dios es una actitud fundamental de la alianza, estipulada entre Yahweh e Israel
mediante Moisés. El Señor anuncia el deseo de estipular el pacto de alianza con Israel para que de la
esclavitud del Faraón llegué al Sinaí – monte divino – donde hará experiencia de la “zarza ardiente”:
Dios (fuego) habita en la zarza (arbusto). Dios entra en la humanidad quedándose Dios y hombre, si
bien arbusto, no se consume, porque Dios alimenta su fuego de amor. Aquí en el Sinaí el hombre es
llamado en su fragilidad a ser lugar elegido para que Dios habite. Yahweh es el Dios de Israel e Israel
es el pueblo de su señor. En el Sinaí se hace experiencia de la zarza ardiente: el amor arde sin
consumirse. El amor de Dios es para siempre.
La imagen del fuego devorante sirve al autor para decir la irrupción de Dios en la vida de Moisés.
¿Por qué la zarza arde y no se consume? Los rabinos, a través de los siglos, se han preguntado y han
intentado dar alguna respuesta. Para el Rabino José “la zarza es el árbol de los dolores y Dios sufre
cuando sufren los hebreos”. Y el Rabino Nahman: “la llama quemaba pero la zarza con se consumía
porque el dolor será eterno en Israel, pero Dios no quiere que su pueblo se consuma.” (Shemot
Rabba, II.5).
En el mismo texto midráshico dice que Dios dice a Moisés: “¿Te das cuenta de cómo participo en el
sufrimiento de Israel? Yo te hablo circundado de espinas como si participara directamente de tu
dolor. Es como si Dios dijera: “Moisés, estoy dentro de tu dolor, al dolor de tu pueblo”. Dios está
siempre dentro del dolor de su pueblo. De todo tiempo.
¿Dónde estaba Dios en Auschwitz?
Como la zarza ardiente así la celda del amor – la celda del martirio del p. Kolbe – está siempre
abierta, porque el amor arde sin consumirse y, como amaba decir nuestro padre Faccenda, “Es la
tumba que no contiene los restos mortales de San Maximiliano, sino que queda siempre abierta
para mostrar al mundo de hoy y de mañana el celestial mensaje de amor”.
El fuego que devora, el amor de Dios, arde en el corazón del padre Kolbe. Es fuego que quema y no
se puede contener, como aquel fuego que arde en Jeremías: “había en mi corazón un fuego
ardiente encerrado en mis huesos; me esforzaba de contenerlo, pero no podía” (Jer. 20,9).
El corazón del padre Kolbe arde de amor. Arde por el amor que Dios ha derramado en él. Con su
cuerpo està en medio de la humanidad herida y maltratada y, con su corazón participa en los
sufrimientos de “su” gente. Participa no por heroísmo, sino porque es incapaz de contener el fuego
del amor que “Cuando se enciende - como él había dicho – no puede quedarse encerrado en los
límites del corazón, sino que se extiende afuera e incendia, devora, absorbe otros corazones…”2
En el campo de Auschwitz padre Kolbe no está solo, la Inmaculada está con él para acompañarlo
hasta el amor más grande.
La Madre está presente, vela por el padre Kolbe y sobre cada uno al punto que un prisionero de
Auschwitz esculpe su imagen en un pedazo de madera, de 17 cm y hoy es llamada “Virgen detrás
del alambre de púa”. También la Madre, por lo tanto, no está afuera del alambre de púa. Está en el
campo del dolor para estar al lado de cada hijo que sufre.
Dios está en Auschwitz!
Sí, Dios Padre está presente con el fuego de su amor. Está presente también la Madre que “detrás
del alambre de púa” se hace prisionera con los prisioneros.
El padre Kolbe tiene la certeza que “Dios está dentro de su dolor, dentro del dolor de su gente” y,
con la Inmaculada a su lado, toma a sus hermanos con él hacia espacios que sólo el amor conoce.
Dios irrumpe en la vida de Moisés, irrumpe en la vida del padre Kolbe y en nuestra vida para
decirnos: Yo estoy siempre contigo, estoy donde tú estás, para que tú no desfallezcas en el camino
de la vida. Para inflamarte con mi fuego, para que tú puedas testimoniar que el amor vence. “Sólo el
amor crea”.
Angela Esposito
Por la Comunidad de Harmęże
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