La tensión entre explicación y comprensión

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Introducción al Pensamiento Científico
Documento de Cátedra
La tensión entre explicación y comprensión.
El problema de la explicación en las ciencias sociales
Gastón Beraldi
Introducción
En Argumentos y teorías. Aproximación a la epistemología de Carlos Asti Vera y Cristina
Ambrosini, encontramos que:
[…] el criterio que distingue entre ciencias naturales y sociales es menos firme que el que
diferencia a las ciencias formales y a las fácticas, ya que, a menudo no hay acuerdo acerca
de dónde ubicar la línea divisoria [entre un tipo de ciencia y otro], lo que también afecta a
las consideraciones sobre los métodos a emplear (2009, 189).
Esta cuestión de la metodología de las ciencias fácticas comienza a presentarse como
problemática desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX con las consideraciones
realizadas por Johann Gustav Droysen (historiador alemán, 1808-1884) y, fundamentalmente,
por Wilhelm Dilthey (filósofo alemán, 1833-1911). Hasta ese entonces las ciencias de la
naturaleza eran consideradas como las rectoras del conocimiento. El debate metodológico,
iniciado con la ciencia económica, se extiende a todo el edificio de las ciencias sociales,
entendiéndose que el método, modelo en las ciencias fácticas, era el de las ciencias naturales 1.
La idea de un único método para todas las ciencias, el patrón matemático que debía cumplir
toda formulación científica y la explicación de los hechos sociales mediante leyes, conformarían
el núcleo del Positivismo. Se sostenía la unidad de método tendiendo a subsumir el de las
ciencias sociales al de las naturales (reduccionismo), se establecía como ideal metodológico a
las ciencias físico-matemáticas con énfasis en la explicación y predicción, considerando que la
explicación es causal y legaliforme (conforme a leyes). La concepción metodológica que
supone la reducción o subsunción metodológica se ha conocido, en líneas generales, con la
Auguste Comte (sociólogo francés, 1798-1857) propone a la sociología o “física social” como la
disciplina que, utilizando los mismos métodos que las ciencias naturales -una metodología basada en
leyes causales-, pueda encontrar las leyes que gobiernan el comportamiento de los fenómenos sociales.
La influencia comteana en el campo social estaba fundada en su programa social basado en tres
principios: a) el monismo metodológico; b) el ideal matematizante; y c) la explicación legaliforme.
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Documento de Cátedra: La tensión entre explicación y comprensión – IPC – UBA XXI
denominación de monismo metodológico.2 La problemática de la distinción (pluralismo
metodológico3) o no (monismo metodológico) entre los métodos de la ciencias fácticas trae
aparejada la cuestión de si estas ciencias (tanto naturales como sociales) explican causalmente- o describen -para comprender-. Aquí nos encontramos con estas dos posiciones
epistemológicas: monismo y pluralismo.
Al inicio del capítulo 6 de Argumentos y teorías… (2009, 214) se indica que en las ciencias
fácticas hay una diferencia entre explicar y describir, dando cuenta de que la primera responde
a la pregunta del “por qué” y la segunda a la pregunta del “cómo”. Así, si examináramos cuál
sería el objetivo de la ciencia: explicar o describir, la posición mayoritaria dentro de la
comunidad científica se inclinaría por la afirmación de que la ciencia debe explicar y no
describir, incluso frente a las diferencias existentes entre ciencias naturales y ciencias sociales
o humanas o del espíritu.
Por otra parte, el campo del conocimiento social estuvo dominado por el Empirismo lógico de la
mano del conocido “consenso ortodoxo” hasta la aparición de un conjunto de teorías
epistemológicas que desde fines de los años 70 cambiaron el panorama al rechazar la idea de
que pudiera haber observaciones teóricamente neutrales.4 Este distanciamiento con el criterio
de neutralidad en el campo de la ciencia natural permitió que emergieran con renovada
vitalidad tradiciones ya existentes como la fenomenología y la hermenéutica. La primera
estaba representada fundamentalmente por Alfred Schütz (sociólogo y filósofo austríaco,
1899-1959). La segunda, por Georg Gadamer (filósofo alemán, 1900-2002) y Paul Ricoeur
(filósofo francés, 1913-2005) –quienes seguían y recreaban a Dilthey-, por un lado, y, por
otro, por Anthony Giddens (sociólogo inglés, 1938) -quien continuaba la línea de pensamiento
iniciada por Peter Winch (filósofo inglés, 1926-1997). Lo más importante de la situación
epistemológica de los últimos años es la consideración de la ciencia como una actividad
interpretativa y, entonces, los problemas de significado y comunicación adquieren una nueva
relevancia en la Epistemología.
2
Se entiende por “monismo metodológico” a la corriente epistemológica que sostiene que existe un único
método aplicable a las ciencias tanto naturales como sociales. En este sentido, toda posición monista es
reductivista (Asti Vera y Ambrosini, 2009,189).
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Se entiende por “pluralismo metodológico” a aquella corriente epistemológica que sostiene que para
cada tipo de ciencias fácticas, es decir, para las naturales y para las sociales, existe un método propio de
justificación de hipótesis o teorías (Ibídem), o un modelo propio de explicación de hechos. Monistas o
pluralistas son concepciones metodológicas aplicables tanto a la justificación de hipótesis o teorías
científicas como a la explicación de hechos naturales o acontecimientos sociales.
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El llamado “consenso ortodoxo” fue hegemónico en la sociología, la política y las ciencias sociales en
general desde 1945 en adelante. El consenso ortodoxo tenía tres características principales: 1) la
adhesión al marco de la filosofía positivista (en la versión desarrollada por filósofos como Carnap, Hempel
y Nagel), que sostenía que las ciencias sociales tenían que seguir el modelo de las ciencias naturales; 2)
la influencia del funcionalismo, que facilitaba el empleo de las analogías orgánicas (pensar la sociedad
como un organismo viviente, con funciones, etc.); y 3) la importancia de la teoría de la sociedad
industrial, que supone que la industrialización es la principal fuerza transformadora en el mundo
contemporáneo. El consenso ortodoxo dominó las ciencias sociales hasta la década de 1970 y proveyó
una relativa unidad al campo de las ciencias sociales. Su desaparición fue el efecto conjunto de la crisis
económica de los países capitalistas (que puso en cuestión a las teorías de la modernización) y de las
críticas teóricas al Positivismo y al funcionalismo. La crisis del consenso ortodoxo generó una situación de
dispersión en las ciencias sociales.
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1. El problema de la explicación en las ciencias fácticas
Particularmente respecto del problema de la explicación en las ciencias sociales, George
Henrick von Wright (filósofo finlandés, 1916-2003) indica que Carl Hempel (filósofo,
epistemólogo y lógico germano-estadounidense, 1905-1997), en su libro La explicación en la
ciencia y en la historia, sostiene que los dos tipos básicos de explicación científica -el modelo
nomológico-deductivo y el modelo estadístico-inductivo- sirven de soporte al modelo de
explicación característicamente histórico, defendiendo de esta manera que la explicación
histórica aspira además a demostrar que los hechos no ocurren por azar, sino que puede
esperarse su ocurrencia en vista de ciertos antecedentes o condiciones simultáneas (Von
Wright, 1979, 44). La imposibilidad de formular leyes generales en las explicaciones históricas
se debe, según Hempel, a la excesiva complejidad de tales leyes y a la insuficiente imprecisión
con que las conocemos. De esta manera, las explicaciones históricas constituyen esbozos de
explicación.
En similar sentido, Karl Popper (sociólogo y espistemólogo austro-británico, 1902-1994),
representante también del modelo de cobertura legal (nomológico-deductivo), afirma que la
razón de que las leyes no sean formuladas en las explicaciones históricas es que ellas son
demasiado triviales para merecer una mención explícita y que las damos implícitamente por
supuestas. Sin embargo, la cuestión acerca de si la ciencia, y particularmente las ciencias
sociales, deben explicar o describir no está zanjada. Respecto de esta querella, Von Wright en
Explicación y Comprensión (1979), emprende el tratamiento de la explicación en la historia y
en las ciencias sociales, y analiza las diferencias en los métodos explicativos entre las ciencias
humanas y las ciencias naturales. Desde el punto de vista metodológico, se suelen señalar dos
actitudes, como ya hemos anticipado, lo que se llama monismo metodológico (hay un solo
modelo tanto para las ciencias naturales como para las sociales) y lo que se denomina en
sentido contrario, pluralismo metodológico. Así, en la base de la discusión entre explicación y
comprensión está la cuestión de dónde reside el origen de la controversia.
1.1. Origen de la controversia
La dicotomía existente entre explicación y comprensión hunde sus raíces en la historia de las
ideas y se relaciona con el problema de si la construcción teórica es intrínsecamente un mismo
género de empresa tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales, humanas o
del espíritu. Se han distinguido así las ciencias nomotéticas (ciencias naturales), encargadas de
establecer principios o leyes generales acerca de fenómenos recurrentes, de las ciencias
ideográficas (ciencias sociales en general y, sobre todo, la historia) que tratan de comprender
un hecho único e irrepetible. Esta misma división es aceptada por Dilthey, sosteniendo además
que las ciencias histórico-sociales forman parte, junto con la psicología, de las “ciencias del
espíritu” (Geisteswissenschaften) contraponiéndose a las ciencias de la naturaleza, ciencias
que al condicionar la diversidad del método empleado caen en un reduccionismo metodológico.
Von Wright sostiene que el problema parte de dos tradiciones científicas en la historia de las
ideas. Una es la aristotélica y la otra la galileana que se remonta a Platón. La primera se
vincula a los esfuerzos del hombre por comprender las cosas teleológicamente, es decir,
comprender las cosas como tendientes a un fin, a un objetivo; y la segunda, por explicarlas
causalmente (Von Wright, 1979, 18). Considera que cuando el filósofo se cuestiona el tipo de
conocimiento se encuentra con estas dos tradiciones que difieren en el planteamiento de las
condiciones a satisfacer por una explicación científica. En el mismo sentido, en la historia de la
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ideas y, particularmente, de las ciencias, nos encontramos frente a dos corrientes
epistemológicas fuertes, la positivista y la antipositivista.
La enorme influencia del Positivismo tiene como contrapartida el surgimiento de una corriente
crítica surgida en Alemania a fines del siglo XIX: el historicismo del que Droysen y Dilthey son
algunos de sus máximos representantes 5. Si para el Positivismo es posible hablar de unidad de
los hechos de los que se ocupaba la ciencia natural, esta corriente, en cambio, da cuenta de la
diversidad de los fenómenos sociales e históricos. Así, al Positivismo se le opone
programáticamente el anti-Positivismo que tiende a sostener un contraste entre, por una
parte, las ciencias que al modo de la física, la química o la fisiología, aspiran a generalizaciones
sobre fenómenos reproducibles y, por otra parte, las ciencias que, como la historia, buscan
comprender las peculiaridades individuales y únicas de sus objetos, impugnando el enfoque
positivista de la explicación. Según von Wright, la corriente positivista -cuyos representantes
principales son Auguste Comte (sociólogo francés, 1798-1857) y John Stuart Mill (filósofo y
economista inglés, 1806-1873)- queda vinculada a la tradición galileana a través de su
monismo metodológico y, por otro lado, la antipositivista -cuyas figuras más significativas son
Droysen, Dilthey y Max Weber (filósofo, economista y sociólogo alemán, 1864-1920), entre
varios otros- representa una tendencia mucho más diversificada y heterogénea que el
Positivismo rechazando el monismo metodológico y rehusándose a establecer como patrón
metodológico a las ciencias naturales exactas como ideal regulador único y supremo de la
comprensión racional de la realidad. Von Wright para caracterizar a esta última corriente utiliza
el nombre de hermenéutica -cuestión que trataremos en detalle en los próximos parágrafos- y
la vincula con la tradición aristotélica (von Wright, 1979, 23-24). De esta última corriente,
Dilthey propone dar a las ciencias del espíritu -que conocemos también como ciencias
humanas o ciencias sociales, y en el habla inglesa por Moral Science-, una metodología y
epistemología propias tan respetables como las de las ciencias naturales, designando con ese
nombre (ciencias del espíritu [Geisteswissenschaften]) todo el dominio de aplicación del
método de comprensión (Dilthey, 2000, 21-3).
1.2. El problema del método y el reduccionismo
Antes de incursionar en las concepciones de la corriente comprensivista y en su enfoque
hermenéutico, debemos recordar que, según ya se ha indicado, desde el Positivismo se
sostiene la unidad de método tendiendo a reducir o subsumir el de las ciencias sociales al de
las naturales, estableciéndose como ideal metodológico las ciencias físico-matemáticas, con
especial énfasis en la explicación y predicción, dando cuenta de que la explicación es causal, y
rechazando a las explicaciones finalistas o teleológicas como acientíficas. Por otro lado, el antiPositivismo tiende a sostener un contraste entre las ciencias naturales, que aspiran a
generalizaciones sobre fenómenos reproducibles, y las ciencias sociales o del espíritu que como la historia, por ejemplo- buscan comprender los aspectos individuales y únicos de sus
objetos, impugnando de esta manera el enfoque positivista de la explicación.
Las ciencias sociales o humanas, no pueden, sostiene Dilthey, pretender la comprensión de la
vida a través de categorías externas a ella -como lo pretende el Positivismo-, sino a través de
categorías intrínsecas, derivadas de ella misma. Por tal motivo, no deben explicar sino
5
De la corriente historicista surgen dos soluciones divergentes: las de Wilhelm Windelband (filósofo
alemán, 1848-1915) y de Heinrich Rickert (filósofo alemán, 1863-1936), por un lado, exponentes del
neokantismo, y las de Droysen y de Dilthey, por otro, exponentes del neohegelianismo.
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comprender, y no lo pueden hacer mediante los métodos de las ciencias naturales sino
mediante los suyos propios. Por ello, estas ciencias emplean categorías que constituyen la
traducción a términos abstractos de las formas estructurales de la vida -categorías como las de
valor, significado, fin-. Ellas crean métodos particulares para remontarse desde cada
manifestación históricamente determinada hasta el espíritu de los hombres que la produjeron,
en lo cual consiste el procedimiento de la comprensión, análogo al de la introspección. Es
decir, para “explicar” (entre comillas, porque Dilthey utiliza “comprender”) la vida, para
comprender las estructuras de sentido de la vida, no podemos usar categorías, conceptos de
las ciencias naturales como leyes lógicas o razonamientos deductivos o inductivos, porque ellas
son construcciones formales realizadas por el hombre, y no son “la vida”, es decir, no
pertenecen a la categoría de la vida esas categorías científicas, ya que, son solo objetivaciones
que realiza el hombre para explicarla, pero no son categorías propias de ella. Las categorías
propias de la vida tienen que ver con lo que Dilthey llama “vivencias” (Erlebnis) y que son, a
grandes rasgos, lo que nos ocurre, y lo que nos ocurre históricamente. Son los
acontecimientos de la vida, el querer, el sentir y el representar. Por eso, para Dilthey, la
comprensión en las ciencias del espíritu se da porque la vida se exterioriza en textos que dan
cuenta de las vivencias del que lo escribió y, entonces, nos permiten comprender, además del
texto, a su autor. Como el hombre puede dar signos de su propia existencia, el hombre no es
radicalmente ajeno al hombre, como sí lo es respecto de las cosas, ya que comprender esos
signos es comprender al hombre, y esto es lo que el Positivismo ignora subsumiendo el mundo
psíquico al físico. Conocer al prójimo es posible porque la vida produce formas y se exterioriza
en configuraciones estables, los productos culturales. La vida espiritual se fija en conjuntos
estructurados susceptibles de ser comprendidos por otro (Dilthey, 2000, 33).
2. La comprensión en las ciencias sociales
La corriente antipositivista, y de diversas maneras, sostiene que el objetivo de las ciencias
naturales es explicar, y el de la historia y las ciencias sociales es comprender los fenómenos
que ocurren en su ámbito. Droysen introdujo tal dicotomía metodológica acuñando además los
nombres de explicación y comprensión. Estas ideas metodológicas fueron luego desarrolladas
con mayor profundidad y sistematizadas por Dilthey quien rechaza la tendencia de fundar un
conocimiento humano siguiendo los procedimientos de las ciencias naturales. Esta oposición
lleva a que la hermenéutica se encuentre separada de la explicación naturalista y reubicada del
lado de la intuición psicológica. Dilthey buscó en la psicología el rasgo distintivo de la
comprensión. Así, toda ciencia del espíritu, presupone una capacidad primordial de colocarse
en la vida psíquica de los demás. La diferencia de estatuto entre la cosa natural y el espíritu
preside la diferencia de estatuto entre explicar y comprender. Es el propio Dilthey quien, para
designar todo el dominio de aplicación del método de comprensión, se sirvió del término
“ciencias del espíritu” (Geisteswissenschaften) que conocemos también por ciencias humanas o
ciencias sociales (von Wright, 1979, 24). Con dicho término, Dilthey determina un ámbito de
investigación donde el objeto de estudio no es externo al sujeto que lo investiga, a diferencia
de las ciencias naturales. El objeto de estudio de las ciencias sociales es el hombre y sus
manifestaciones, objeto que es estudiado también por el hombre.
El uso cotidiano del lenguaje no hace una distinción aguda entre los términos “explicar” y
“comprender”, y así se podría decir que, cualquier tipo de explicación proporciona una
comprensión de las cosas.
Pero “comprensión” cuenta, además, con una connotación
psicológica de la que carece el término “explicación”. Para Dilthey, la comprensión es una
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captación de vivencias, una forma de empatía que permite la recreación en la mente
del investigador, del ambiente espiritual e intelectual de una época expresado o
fijado en las obras de la cultura. De esta manera, mantiene la conexión entre ciencias
sociales y consideración historiográfica, señalando a la comprensión como procedimiento
común a ambas. Así, se considera que la comprensión, como método característico de las
ciencias del espíritu, es según Georg Simmel (filósofo y sociólogo alemán, 1858-1918) una
forma de empatía o recreación en la mente del estudioso de la atmósfera espiritual,
pensamientos, sentimientos y motivos, de sus objetos de estudio. El hombre puede
comprender su mundo, el mundo histórico-social, porque forma parte de él y lo capta desde
adentro. La comprensión es posible porque el científico social interpreta a través de las
diferentes manifestaciones culturales (Dilthey, 2000, 25). Sin embargo, no es esta la única
característica que distingue a la comprensión de la explicación. Von Wright sostiene que la
comprensión se encuentra ligada además con la intencionalidad de una manera en
que la explicación no lo está. Se comprenden los objetivos y propósitos de un agente,
el significado de un signo o de un símbolo, el sentido de una institución social, de un
rito religioso. Esta dimensión intencional, sostiene el mismo von Wright, ha llegado a jugar
un papel relevante en la discusión metodológica más reciente a través de la hermenéutica (von
Wright, 1979, 24-28).
El gran objetivo de Dilthey consistió en desarrollar una metodología apropiada para el
“entendimiento-comprensión” (Verstehen) de las obras humanas, que eluda el reduccionismo y
mecanicismo de las ciencias naturales, ya que la vida debe ser entendida a partir de la propia
experiencia de vida. Así, como decíamos, las ciencias sociales o humanas, no pueden
pretender la comprensión de la vida a través de categorías externas a ella. En tal sentido es
central para Dilthey esta distinción entre ciencias naturales y ciencias del espíritu. Las primeras
descansan en el concepto de fuerza propuesto por la física y en las matemáticas, las ciencias
humanas, en cambio, se apoyan en el concepto de sentido y en la historia. En torno a la
distinción del posicionamiento del hombre frente a su objeto de estudio, es decir, un objeto
externo a él (la naturaleza) o un objeto no externo a él (lo histórico, lo individual, lo social), se
fundamenta la diferencia metodológica entre ambas ciencias (naturales y sociales), ya que
mientras las ciencias de la naturaleza intentan descubrir leyes para explicar los hechos, las
ciencias del espíritu pretenden alcanzar la comprensión del fenómeno social estudiado. Así, el
concepto clave de las ciencias del espíritu es el de “entendimiento o comprensión” (Verstehen).
Por otro lado, si el Positivismo asumía un monismo en términos metodológicos, el antiPositivismo historicista adopta un dualismo o pluralismo. Lo que distingue entonces a las
ciencias del espíritu de las ciencias de la naturaleza en el terreno metodológico es la antítesis
entre explicación y comprensión, entre la causalidad y el comprender. Si en sociología
(ciencia social), Comte era el principal representante del positivismo, Weber se orientaba hacia
el lado opuesto y de una manera más sólida que Comte. Uno de los elementos que aparecen
en la concepción weberiana del método científico es el de “comprensión” (Verstehen). Weber
vive y se educa en un ambiente tensionado entre el Positivismo y el historicismo. Había por
entonces una polémica entre las ciencias nomotéticas y las ciencias ideográficas, y Weber se
inclina por estas últimas, rechazando de esta manera el monismo metodológico:
Es sencillamente una ingenuidad, […] considerar que sea preciso, para la ciencia social
práctica, erigir ante todo “un principio”, demostrado científicamente como válido, a partir del
cual puedan deducirse luego, de manera unívoca, las normas para la solución de los
problemas singulares prácticos. (Weber, 1973, 46)
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Y la diferencia está dada porque:
[…] en las ciencias sociales trátase de la acción conjunta de procesos espirituales, cuya
“comprensión” por vía de revivencia es, naturalmente, de índole específicamente distinta de
aquella que pueden o pretenden resolver las fórmulas de las ciencias naturales exactas en
general. (Weber, 1973, 63)
Ya que las ciencias sociales buscan comprender los acontecimientos.
A diferencia de Dilthey, la comprensión weberiana eludía el componente romántico de la
intuición. De esta manera, la comprensión ya no excluye la explicación causal sino
que coincide ahora con una forma específica de esta, es decir, con la determinación
de relaciones de causa y efecto individuadas, ya que Weber entiende a la sociología
como una ciencia que intenta la comprensión de la acción social para alcanzar una
explicación causal. Esta comprensión no significa una identificación completa con el
sujeto investigado (como la comprensión romántica diltheyana), sino que, para
comprender, por ejemplo a Shakespeare, no necesito ser Shakespeare, pero sí tengo que
poder de alguna manera concebir qué puede estar pensando Shakespeare en una determinada
situación. Así, comprender es la capacidad que tiene cualquier ser humano de
entender a otro ser humano en una situación, aunque él no la haya vivido. Es, aunque
no en el más completo sentido, lo que comúnmente conocemos por, “ponerse en el lugar del
otro” para comprender una actitud, una acción, etc. De esta manera, Weber propone el modelo
de los tipos ideales. Weber indica que él utiliza el término “sociología” en el sentido que “[…]
designa la ciencia cuyo objeto es interpretar el significado de la acción social así como dar, en
su virtud, una explicación del modo en que procede esa acción y de los efectos que produce”
(Weber, 1969, 11). Las disciplinas pertenecientes al edificio del conocimiento histórico
constituyen su ámbito sobre la base de un cierto punto de vista.
Ya habíamos visto que las ciencias naturales pretendían explicar una multiplicidad de hechos
mediante la determinación de un sistema de leyes generales (sistema nomológico o
legaliforme), y por otro lado, tenemos ahora al conocimiento histórico que, a diferencia del
natural y a juicio de Weber, se sirve de las uniformidades, formuladas como reglas generales
del devenir, con el propósito de lograr una explicación de los fenómenos en su individualidad.
Para Weber, no es la presencia o la ausencia del saber nomológico el que permite distinguir
entre ciencias naturales y del espíritu, sino más bien su diversa función: en las ciencias
naturales las leyes constituyen el término de la investigación, mientras que en las ciencias
sociales e históricas, las leyes solo son un momento provisional. La explicación de
acontecimientos individuales presupone el saber nomológico, pero estas uniformidades están
constituidas por un proceso de abstracción que dan por resultado un tipo ideal. Los tipos
ideales se diferencian de la realidad, pero a la vez, deben servir como instrumentos para la
explicación de los fenómenos en su individualidad. Los tipos ideales son así un criterio de
comparación al cual debe ser referido el dato empírico. La comprensión sociológica se sirve de
conceptos para determinar el sentido de una conducta y poner de relieve sus uniformidades.
Esta será la base para caracterizar el campo de la investigación de la sociología
comprensivista, teniendo en la noción de conducta el punto de partida de tal procedimiento. La
tarea de la sociología comprensivista será entonces la de elaborar tipos ideales de conducta, es
decir, formas de acción social que pueden ser discernidas de manera recurrente en el modo de
comportamiento de los individuos humanos. La sociología para Weber es la interpretación del
significado de la acción social. El significado aquí es el sentido, el para qué, y podemos
alcanzar la captación de los significados de la conducta por el método de los tipos ideales.
En un sentido amplio, decimos que la tradición antipositivista procura sustituir las nociones
científicas de explicación, predicción y control por las interpretativas de comprensión,
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significado y acción. Sin embargo, las taxonomías nunca son exhaustivas. Resumiendo los
desarrollos iniciales tenemos: frente al paradigma positivista, monista, reduccionista y
explicacionista, presentado a partir de la concepción comteana, nos encontramos con el antiPositivismo alemán que se enfrenta a él con el modelo hermenéutico, netamente
comprensivista, romántico e historicista de Dilthey, por un lado, y con el modelo
explicacionista-comprensivista de los tipos ideales de Weber, por otro.
A modo de conclusión
Finalmente, podemos decir, en líneas generales, que el sentido propio de la comprensión (o
entendimiento) siempre se halla en un contexto de horizonte que se extiende hacia el pasado y
el futuro. La historicidad y la temporalidad son dimensiones inherentes e inevitables de toda
comprensión. Por ejemplo, si quisiéramos comprender a Sócrates y su pensamiento, lo que
deberíamos hacer es tender un puente con el pasado y con el presente, es decir, no podríamos
comprenderlo plenamente si solo lo analizáramos desde la actualidad, pero tampoco lo
podríamos comprender plenamente si solo lo analizáramos en su contexto, con lo cual, hay
que tender un puente entre pasado y presente, un puente que nos permita abrir y actualizar
las posibilidades del pensamiento de Sócrates. Lo que se establece así es una fusión de
horizontes, del pasado con el presente. El todo recibe su sentido de las partes y las partes solo
pueden comprenderse en relación con ese todo, conformando como diría Hans-George
Gadamer (filósofo alemán, 1900-2002), un círculo hermenéutico6. Para comprender la parte
que es el pensamiento de Sócrates, debemos estudiar y comprender el todo que es la obra de
Platón, su contexto histórico-político, los estudios críticos de la recepción del pensamiento de
Sócrates y de Platón, etc. Pero no podemos comprender ese todo si no lo hacemos desde un
horizonte particular, que es una parte de ese todo. Como sucede con una obra literaria, no
podemos comprenderla leyendo solo un capítulo (una parte), pero tampoco podemos
comprenderla completa si cada capítulo no le da un sentido unificador a la obra. El sentido es
histórico, dinámico, y contextual, es siempre parte de una determinada situación.
Por otro lado, algunos argumentan que, desde cierta posición crítica surgida de las ciencias
sociales, la pretensión de una metodología propia para esas ciencias refuerza el prestigio de
las ciencias naturales. Jürgen Habermas (filósofo alemán, 1929), por ejemplo, pretende
reclamar para las ciencias sociales una metodología propia y hasta una racionalidad propia.
Ello trae aparejado que las ciencias naturales queden exentas de crítica, obteniendo así una
ventaja. Otros, en cambio, como es el caso de Gadamer, han realizado una crítica que
podríamos considerar como más radical, y que ha llevado a los positivistas a sostener que la
racionalidad de las ciencias sociales es de una índole menor que la de las ciencias naturales.
La tensión entre explicación (ciencias naturales-positivistas) y comprensión (ciencias socialesantipositivistas), y el conflicto epistemológico por ella suscitado, en lugar de cerrar las
perspectivas, nos pone en el camino del debate y la apertura de las posibilidades. Como bien
indica von Wright, sería ciertamente ilusorio, creer que la verdad reside inequívocamente en
una de estas dos posiciones opuestas (explicacionista-comprensivista), sino que existe una
confrontación de base, y esta se funda en la elección de conceptos primitivos básicos para la
argumentación en conjunto. Podría calificarse esta elección de “existencial” consistiendo en la
opción por un punto de vista no susceptible de ulterior fundamento (Von Wright, 1979, 57).
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Este concepto de “círculo hermenéutico”, tan preciado para los hermeneutas, y al que Gadamer recurre
de manera constante, fue instituido por Friedrich Schleiermacher (filósofo y teólogo alemán, 1768-1834).
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Sin embargo, se puede considerar con Dilthey, que las ciencias del espíritu y, por ende, el
método de la comprensión, son epistemológicamente anteriores a las de la naturaleza, a las
que por lo demás abarcan, pues toda ciencia natural es también un producto histórico. La
cuestión aún no está zanjada, y la misma sigue en pie precisamente por ser un problema
filosófico.
En Teoría de las concepciones del mundo, Dilthey sostenía que “la lucha de las ideas del
mundo entre sí no ha llegado a una decisión en ningún punto capital” (Dilthey, 1997, 49). Por
tal motivo, creemos que precisamente lo fructífero de ello es no haber llegado, porque “haber
llegado” significaría poner un punto final. En este caso, la tensión explicación-comprensión
potencia todo un abanico de ideas que se van reconduciendo a partir de la tensión originaria,
desplegando nuevas tensiones y nuevas rupturas que no se clausuran. Impulsa la apertura a la
dimensión de la diferencia escapando a la clausura de la alteridad, y obturando asimismo
cualquier filosofía dogmática, que ponga un punto final, que propugne una verdad y universal,
abriendo así la dimensión del entre, de la tensión, dejando de lado los absolutismos, las
razones últimas, habilitando la posibilidad a una racionalidad del conflicto.
Referencias bibliográficas
Asti Vera, Carlos y Ambrosini, Cristina (2009), Argumentos y teorías. Aproximación a la
Epistemología, Buenos Aires, Educando.
Dilthey, Wilhelm F. (2003), La esencia de la filosofía, Buenos Aires, Losada.
Dilthey, Wilhelm F. (2000), Dos escritos sobre hermenéutica, Madrid, Itsmo.
Dilthey, Wilhelm F. (1997), Teoría de las concepciones del mundo, Barcelona, Altaya.
Von Wrigth, George Henrick (1979), Explicación y Comprensión, Madrid, Alianza.
Weber, Max (1973), Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu.
Weber, Max (1969), Economía y Sociedad, México, Fondo de Cultura Económica.
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