En resolución, todos los autores antiguos y modernos, nacionales y estrangeros, están discordes sobre este punto, puramente esperimental; y lo que hay de cierto en esto es que no puede señalarse número fijo, pues debe precisamente variar en razón de la edad, temperamento y robustez de cada caballo de por s í , y del cuidado con que se le trate antes de la monta y durante esta: por lo tanto me parece muy justo dejarlo al buen juicio y discurso del señor de yeguas ó de su mayoral; sin obligarlos por ninguna l e y , la cual e m pero deberá quedar vigente en el mismo número de diez y seis á .veinte que manda la citada ordenanza para con los caballos padres de concejo y para el abono del caballage en los casos de servirse de los de los particulares; á los que se les dejará en libertad cuando los dueños de yeguas lo paguen, pues á estos la necesidad de que no queden vacias, les hará juzgar bien del vigor de los caballos, y contendrán la avaricia del que fuese tan necio que por ganar algunos p e sos mas, arriesgase la salud y el crédito de su caballo. En los de concejo propios ó alquilados el interés individual no es tan directo; p o drán cuidarse mal; los dueños de las yeguas por falta de medios ó de otros caballos no podrán prescindir de aprovecharse de ellos, y a d e mas podrian cruzarse pasiones y errores que producirían perjuicios $i la ley no interviniese como dejo dicho. De la monta. H a y dos clases de monta. L a una se efectúa echando los caballos sueltos á las yeguas, que llaman vulgarmente á manta; y la otra dirigiéndolos y teniéndolos á los dos mas ó menos sujetos en el acto, que llaman d mano. De la monta en libertad 6 d a manta. Esta se hace de varias maneras: i . Cuando los caballos y las yeguas están todo el año juntos, como en los que se crian silvestres. Este método se practica en algunas partes, y se nota en él que los caballos defienden escelentemente de los lobos á las yeguas y sus crias; es á la verdad el mas natural; pero ademas de tener los inconvenientes que tiene toda monta hecha en libertad, tiene el gravísimo de ser casi imposible conocer el padre de cada potro, y también el de que muchas vezes antes de la edad conveniente se egercitan los m a chos y las hembras en la propagación; bien que esto podria fácilmente evitarse, y aun salvar lo otro, porque siendo todos los c a ballos buenos, ¿qué importa que se desconozcan los hijos de c a da cual ? 2. Cuando por la primavera se les echa á las yeguas los caballos a