Juan José Trujillo - Plaza de Toros de Las Ventas

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HABLANDO EN PLATA
Juan José Trujillo:
“La colocación es una de las
claves para una lidia ordenada”
Malagueño hasta la cepa, Trujillo es de esa vieja escuela no escrita, pero consuetudinaria, que siempre tuvieron los formidables banderilleros de la Costa del Sol. Físico fuerte y ágil, y con una clara concepción del toreo:
poderío y pureza con el capote y las banderillas.
Debutó en 2002, ¿lo recuerda?
Con David Galán, en una novillada, ese
año lo pasé colocado con él. Y en 2003
me fui con Salvador Vega hasta el
2006.
Texto: David Plaza
Foto: Juan Pelegrín
E
l trato con Juan José Trujillo es extrovertido pero templado, un puntito vehemente y al mismo tiempo reposado. Explica su profesión sin dificultad, con la misma fluidez que utiliza las telas y los palos. Es uno de los
más cotizados y admirados.
Y llegó 2007, comienzo de ciclo con
Manzanares.
Fueron siete temporadas. Viví una etapa de triunfos de José Mari: Sevilla, Madrid… Tardes extraordinarias en todas
las ferias y, sobre todo, viví el toreo.
Éramos un equipo muy bueno, nos conocíamos muy bien porque pasábamos
mucho tiempo juntos los tres banderilleros.
Pregunta | Antes de banderillero,
vistió de oro. ¿Recuerda cuándo decidió ser torero?
Respuesta | Empecé con once años y fue
mi padre, muy aficionado, el que me
metió la fiebre esta del toro.
¿La preparación invernal la hacían
juntos?
Siempre.
¿Le dieron oportunidades?
Había más novilladas sin caballos y con
caballos, hoy en día tal y como se ha
puesto el tema económico apenas se
celebran.
Y le apoderó José María Recondo,
matador de toros donostiarra que
llevaba afincado muchos años en la
Costa del Sol.
Así es. Recuerdo que le brindé un novillo en una novillada en Mijas y el regalo fue invitarme a un tentadero. A
partir de ahí no paró de ayudarme y de
estar a mi lado hasta el día de mi alternativa. Después nunca perdimos el
hilo, siempre estuvo cerca de mí hasta
que falleció en 2006.
Tomó la alternativa en Málaga…
Sí, en 1994. Y fue de casualidad.
¿Por qué?
Porque por circunstancias era para otro
torero y me llamaron a mí. No lo dudé
ni un segundo y tiré para adelante.
Desde aquella tarde en la feria de
Málaga pasó siete temporadas de
matador de toros.
Y al acabar la de 2001 me quité y de-
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cidí hacerme banderillero para empezar en 2002.
¿Cuáles fueron las razones?
Bueno, toreaba poco, buscaba comenzar a situarme en la vida: vivir con mayor desahogo y crear una familia. Recondo fue el que me convenció porque
mi mente estaba puesta en dejar el mundo de los toros. Me dijo que había luchado mucho y que me veía con cualidades para poder funcionar como banderillero.
Sin ningún rencor…
¡Qué va! Lo dejé porque había varias
temporadas que me pasaba toreando
una única corrida en Málaga; y entrenando, entrenando… sin ver nada. Puedo decir que ahora mismo soy el hombre más feliz del mundo, me han ido
bien las cosas, me lo he ido ganando, y
tengo el reconocimiento de los compañeros. Todo esto para mí es una responsabilidad, porque hoy en día hay un
nivel tremendo, pero sin ningún rencor.
Esos largos períodos de entrenamiento serían clave.
Claro que lo fueron, porque con una
sola mirada reconocíamos lo que
cada uno quería. Esa sincronización
nos facilitaba todo, era realmente difícil despistarse, al contrario, iba todo
en orden.
¿Manzanares les daba libertad?
Sí, sin problemas. Además, con una mirada suya sabíamos lo que quería, incluso lo que estaba pensando.
En 2014 llegó Alejandro Talavante,
¿por qué cambió?
Cada persona tiene que saber lo que le
interesa o apetece y a mí me llamó
Alejandro para ofrecerme la colocación y acepté. Con José María no había pasado nada, de hecho le tengo un
gran cariño. Buscaba un cambio de
aire que a veces viene bien y, la verdad, es que estoy muy contento. Con
Alejandro estoy viviendo cosas nuevas y, personalmente, me está viniendo bien para crecer como torero y
como persona.
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En qué momento ve a Talavante, desde fuera muchos
tienen la sensación de que
ha evolucionado artísticamente.
La verdad es que ha pegado un
cambio muy bueno. Yo lo viví
nada más entrar con él en el viaje a México. Tenía muy claro
que iba a sorprender cuando llegara a España. Es curioso, aquel
fue mi primer viaje a las órdenes
de Alejandro y tuve la mala
suerte de que me dieran dos cornadas en las dos primeras corridas, casualmente las dos únicas que me han pegado de banderillero.
Y para coger el capote
Siempre igual. Hombre, hay días
con mucho viento que lo coges
más cortito, más reunido, pero
siempre igual.
Juan José, ¿para usted qué es
torear bien con el capote?
Uf, cada uno somos distintos y
tenemos nuestra forma y concepto del toreo. Para mí la colocación en la plaza hace mucho,
después hacerle las cosas despacio, tener la cabeza muy clara y adaptarse a lo que es el toro
que hay en la plaza.
Y cómo es su forma de banderillear.
Dicen que me dejo llegar mucho
a los toros, pero no sé hacerlo
de otra manera, me gusta clavar
en la cara y apoyarme en los palos para salir de allí. Mientras
siga así y me vaya bien no creo
que cambie.
¿Cambia mucho el toro pese
a que sea del mismo encaste?
Cada ganadería es un mundo,
pero el denominador común
con todos los toros es que tienes que hacerles las cosas muy
bien.
En general, al toro hay que
poderlo.
Hay toros que sí, aunque a cada
uno de distinta manera, la que te
marque. Al toro con poder hay
que bajarle las manos, pero nunca abusar. Después hay toros que
no tienen fuerza y que hay que
lidiar a su altura sin levantar las
manos porque a mí no me gusta subir los brazos. Como decía,
la colocación es una de las claves
para tener una lidia ordenada y
en condiciones.
¿En dónde queda el temple?
En la seguridad personal que
tengas, que te encuentres fuerte.
El temple está en la persona; hay
días que te pilla el cuerpo un
poco ‘nublado’ y no lo tienes tan
definido. Pero yo creo que no
solo lo tienes en el toreo sino
también en la vida, hagas lo
que hagas se notará.
Con los palos tiene fama de
hacer las cosas con mucha
pureza.
Sinceramente, el tercio de banderillas lo intento hacer sin dejarme ver demasiado y rápido,
pero al mismo tiempo me gusta
hacerlo bien. Luego hay toros
que se dejan más y otros que menos, pero es de la forma que
aprendí a banderillear cuando
quería ser torero.
¿A quién ha admirado de los
que están retirados?
Me gustaba mucho Antonio
Caba porque era muy poderoso
y sincero en la plaza. De chico
recuerdo a Cruz Vélez como
uno de los banderilleros puros de
verdad y como capoteros Martín
Recio, Corbelle… muchos
¿Y de los de ahora?
Ahora hay muy grandes banderilleros, con un nivel muy fuerte. Mi compañero Curro Javier,
Valentín Luján que anda con la
capa fenomenal… Carretero…
Jarocho, Miguel Martín, pedazo
de torero en todos los aspectos;
y que me perdonen los demás
porque todos los días veo algo
bueno en la plaza.
Y cuando se acabe como
banderillero, ¿se acabará
para siempre?
No, para nada. Nosotros nos
podemos jubilar muy pronto,
con 55 años, y cuando llegue
ese momento me gustaría seguir manteniendo mi vínculo
con el mundo del toro de alguna manera, que es lo que he
mamado desde chiquitito y es
mi vida.
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