EDITORIAL El Tesoro más Valioso Si fuéramos capaces de trabajar en serio en auténticos Equipos de Trabajo nos comeríamos la mayoría de los mercados. Pero, no nos alegramos del éxito ajeno, y en lugar de compartir con el compañero la alegría del invento que acaba de hacer lo criticamos, porque en el fondo desearíamos haberlo hecho nosotros mismos. El resultado de estos comportamientos organizacionales destructivos es el estancamiento creativo y la mediocridad. Nadie inventa nada por miedo a llevarse mal con los demás y a ser criticado por sobresalir más de la cuenta. Los que siempre triunfan en este sistema son los inquisidores de la tradición. Al final ni nuestras organizaciones ni nuestras sociedades avanzan, pero como llevamos tanto tiempo sumergidos en este estado de cosas, olvidamos que una vez fuimos grandes y geniales. A pesar de estos insidiosos fantasmas que tanto daño nos hacen, el mundo hispanoamericano es profundamente creativo e ingenioso. El problema que padecemos es que no conseguimos canalizar adecuadamente, en grupo, esa energía que tenemos a raudales. En lugar de ponerla al servicio de la colectividad, en la que pasamos la mayor parte de nuestra vida, la proyectamos en otras direcciones más individualistas. Pero el día que decidamos poner a disposición de los demás nuestra pasión creadora sin recelos y seamos capaces de disfrutar “los éxitos ajenos” como propios, estaremos ante una revolución sin precedentes en nuestras organizaciones. Cuando lo pensamos fríamente, nos damos cuenta que podríamos hacer una gran cantidad de cosas buenas juntos si quisiéramos, pero no queremos. Creemos que ello es imposible y que al trabajo solo se puede venir a “sufrir”. No le ponemos pasión a las cosas que hacemos, y no sentimos que la empresa, la intitución o el lugar de nuestras actividades sea algo nuestro que construimos todos los días. Al final ésta acaba convirtiéndose en un sitio inhumano, injusto y distante, pero la responsabilidad solo es nuestra. Si en lugar de ello pensáramos de otra forma con respecto al trabajo, este podría convertirse en algo divertido, igual que lo es hacer deporte o practicar nuestra afición favorita. Ocurre que cuando transitamos por la realidad con unos mapas mentales erróneos que nos llevan una y otra vez a tropezar en la misma piedra, deberíamos darnos cuenta de lo que nos sucede para remediarlo. Ser creativos es ponerle pasión a la vida y beberla intensamente. Ser creativos es reinventar el mundo todos los días y no dar nada por sentado, porque tenemos una infinita capacidad de experimentar, indagar, y sobre todo de “jugar”. Si fuéramos capaces de ir al trabajo con la misma ilusión con la que nos despertábamos de niños el día 6 de enero, y jugáramos con nuestras máquinas como lo hacíamos con nuestros juguetes recién estrenados, para desmontarlos y volverlos a montar una y otra vez, seguro que encontraríamos nuevas formas de hacer las cosas un poco mejor. Vivir es reinventar el mundo todos los días, y trabajar es perfeccionarlo haciendo que funcione cada vez mejor. Pero en lugar de ello, nos movemos en una rutina asfixiante que nos desposee de nuestros mejores atributos de seres humanos y nos termina convirtiendo en prolongaciones de la maquina, o del sistema, que nosotros mismos hemos creado. Mi maestro me enseño que a las personas se las dirigía como si fueran masas inertes que hay que arrastrar de un sitio a otro, pero que ese método ya no era válido. Entonces escribió en el rotafolios E = m c2 y nos explicó que cuando’ un electrón conseguía alcanzar el núcleo de un átomo, se produce una energía ilimitada, y que así sucedía también con las personas. Que cuando llegamos al corazón de la gente se produce una reacción en cadena incontenible. Y ese, y no otro, es el mayor tesoro que se esconde en las organizaciones, y que muy pocas son capaces de aprovechan en todo su potencial’. Necesitamos nuevas metáforas e imágenes mentales en concordancia con los conocimientos actuales que poseemos sobre las organizaciones. Si, además, hiciéramos de estas imágenes una nueva forma de vivir en sociedad con los demás seres, combinando tradición e innovación, estaríamos sembrando las bases de un nuevo orden social más evolucionado que el actual. Todos los días me pregunto por qué no damos ese pequeño salto cualitativo que nos separa de hacer las cosas en grupo un poco mejor, en lugar de hacerlas siempre igual, si todo lo que necesitamos para ello ya está dentro de nosotros o a nuestro alcance. Porque... ¿Cuánto pierden las organizaciones por la falta de Coordinación Interna, que ellas mismas fomentan? ¿De donde proviene el miedo de creer que si pedimos a nuestros colaboradores que sean más creativos y constructivos todo acabará mal? ¿En definitiva, no somos nosotros mismos los que creamos, con nuestra inadecuada forma de pensar, los problemas que luego nos inmovilizan? Hay que buscar en el interior de nosotros, no fuera, pues allí se esconde la autentica riqueza. Por: Carlos Samaniego. Fuente V&B Consultores, Internet