OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES Uno de los objetivos de la Iglesia en nuestro tiempo es la opción preferencial por los pobres. Ante esta opción, evangélica plenamente, hacemos una breve reflexión. ¿Qué es la “opción preferencial por los pobres”? Juan Pablo II, en dos de sus documentos, nos ofrece la respuesta: “Esta es una opción o forma especial de primacía en el ejercicio del amor cristiano del que da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Afecta la vida de todo cristiano en cuanto trata de imitar la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y por tanto a nuestra manera de vivir y a las decisiones que deben tomarse respecto de la propiedad y uso de los bienes” (Sollicitudo rei socialis, 42). “Recordando que Jesús ha venido a evangelizar a los pobres, ¿cómo no subrayar con más decisión la opción preferencial por los pobres y marginados?” (Tercio milenio adveniente, 51). El mismo Juan Pablo II nos describe la triste realidad de la pobreza que malvive al lado mismo de nuestra opulenta sociedad: “Inmensas muchedumbres de hambrientos, mendigos, sin techo, sin cuidados médicos y, sobre todo, sin esperanza en un futuro mejor. No se puede olvidar la existencia de esta realidad. Ignorarlo sería parecernos al “rico epulón”, que fingía no conocer al mendigo Lázaro, postrado a su puerta”. (Sollicitudo rei socialis, 42). “En los países occidentales existe la pobreza múltiple de los grupos marginados, de los ancianos y enfermos, de las víctimas del consumismo, y más aún la de tantos prófugos y emigrados” (Centessimus annus, 57). Mucho antes, en las páginas de la Escritura, se nos habla del mismo tema. En el Antiguo Testamento se muestra el amor permanente de Dios para con los pobres: “Por la miseria de los desvalidos y el gemido de los pobres me levantaré ahora, dice el Señor” (Sal 11, 6). El amor de Dios a los pobres compromete al hombre a seguir su ejemplo: “Sus ojos miran al pobre y sus cejas interrogan a los hijos de los hombres”. (Sal 10, 5). La oración del creyente aclama al Dios de los pobres: “Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados” (Judit 9, 12). Jesús, ya en el Nuevo Testamento, afirma que ha sido enviado a “anunciar a los pobres la Buena Noticia” (Lc 4, 18). El Maestro nos revela que esta misión va a ser necesaria hasta el final de los tiempos. Así lo anuncia en el Evangelio: “Siempre tendréis pobres entre vosotros” (Mt 26, 11). Más aún, Jesús se identifica con los pobres: “Tuve hambre y no me disteis de comer” (Mt 25, 31). Benedicto XVI, en su primera encíclica, habla de la caridad social como un verdadero deber de la Iglesia: “La misión de los fieles es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad. Aunque las manifestaciones de la caridad eclesial nunca pueden confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la actividad de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como caridad social” (Dios es amor, 29). Jon Sobrino, promotor de la opción fundamental por los pobres, evocando la parábola del buen samaritano, dijo: “Todo ser humano se encuentra con un herido en el camino y ante él solo hay dos reacciones posibles: o pasar de largo e ignorarlo o acercarse a él, curarle y llevarle a lugar seguro. Esto último es el contenido de la opción por los pobres”. Florentino Gutiérrez. Sacerdote Salamanca, 12 de noviembre de 2011 www.semillacristiana.com