hacer por estar siempre a la altura de la finura de su condición

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hacer por estar siempre a la altura de la finura de su condición, siempre m u y deli­
cada y difícil de dominar con nuestros pobres recursos.
E l bisturí, las tijeras y las agujas enmangadas, a pesar de su apariencia fina, no
dejan de ser unos toscos instrumentos cuando se utilizan para disecar el ser vivo.
E n ellos pesa el estigma de su condición de armas metálicas, pese a los últimos
perfeccionamientos de la técnica. Cualitativamente considerados, no difieren en modo
esencial de la primitiva hacha de piedra, y sus efectos sobre los delicados tejidos vivos
son tan destructores y tan contundentes como el primitivo instrumento humano.
E n efecto: para poder proceder con la debida delicadeza sobre los cuerpos vivos
sería preciso comenzar por situarnos en su plano y utilizar recursos que partici­
pasen de las características esenciales de la vida. De otro modo, nuestra actuación
será violenta y desgarraremos y destruiremos lo más esencial que v a buscando la
técnica empleada, muriendo en la punta del bisturí o en el filo de las tijeras la esencia
del problema planteado que se intenta resolver.
E s t a imagen, que representa fielmente, por desgracia, toda la realidad de nues­
tra tosca actuación, sirve para poner en guardia y advierte que se debe renunciar a
toda violencia cuando de estudiar los seres vivos se trata. Todo el caudal de finura
y de sensibilidad que derrochemos cuando queramos estudiar las plantas, será poco.
A fuerza de mucha finura hemos llegado a una concepción de la botánica que está
m u y lejos de reflejar fielmente la realidad.
Y otro tanto sucede con nuestro método científico, que se vale de signos y de
símbolos representativos de unas ideas que difícilmente encierran el hondo y complejo
sentido de los seres vivos.
L a biología, con toda su pretendida autoridad, no es sino un tosco concepto que
interpreta rudamente el sutilísimo tema de la vida.
Naturalmente que, por el momento, el hombre no dispone de instrumentos me­
jores para tener una representación de la Naturaleza; pero h a y que confiar en que el
hombre del futuro sabrá hallar procedimientos más próximos a la calidad de las cues­
tiones abordadas para lograr representaciones más fieles, certeras y eficaces en la
interpretación y representación del mundo de la realidad.
Estas consideraciones me han llevado a insistir sobre este punto a manera de pre­
paración capital de quien desee hacer luz por sí mismo en el negro laberinto que su­
pone para nosotros el secreto de la vida.
UNA POLÍTICA BOTÁNICA
E l 15 de junio de 1936 me cupo el placer de escuchar la conferencia de Juan
R a m ó n Jiménez, leída en el Auditorium de la Residencia de Estudiantes, de Madrid,
y que se titula "Política poética".
T a l v e z la identidad de títulos del trabajo del poeta y de este capítulo mío haga
pensar en la influencia del uno sobre el otro. Por mi parte, no puedo decidir si en mi
subconsciente ha pesado la influencia juanramonista, si bien deliberadamente desde
luego no, aunque sea factor esencial, al menos para mí, este de la poética contempla­
ción que exige el estudio de los seres verdes.
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