La educación sentimental a través de la óptica de Georg Lukács

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La educación sentimental
a través de la óptica de Georg Lukács
Olga Janneth García Ortegón
Universidad Cooperativa de Colombia
“Soy un detractor de
cualquier gobierno.
Me gustaría destruirlos a
todos”
Gustave Flaubert
La Educación Sentimental, escrita por Gustave Flaubert en 1868, ha sido
catalogada por Georg Lukács, como la “novela psicológica de la desilusión”.
En un escenario histórico, Gustave Flaubert traza a un héroe con unos rasgos
que, a diferencia de Don Quijote, tiene un alma que supera en amplitud de
metas al mundo que le toca vivir. Frédéric hace de su existencia algo
inacabado. Esto lo convierte en sujeto del ser y sujeto del hacer (historia).
De tal forma que para el presente ensayo, se tendrá en cuenta la estrecha
relación que hay entre la historia y la novela y el conflicto del héroe
novelesco en tanto sea un referente del conflicto existencial del hombre
moderno.
La novela, a partir de la concepción de Lukács, el héroe novelesco da
sentido a la vida a través de la subjetividad y de la intersubjetividad y de la
consideración del destino como problema del ser humano. Para este autor, la
totalidad es la configuración dialéctica y, por tanto ambigua entre el
sujeto/objeto, sociedad/individuo, principio/fin, causa/efecto,
inmanencia/trascendencia, esencia/existencia.
En este sentido, la poética novelesca lucaksiana va articulada a una
concepción histórica, presidida por la influencia de las ciencias del espíritu.
Para este autor, la totalidad es una categoría estética necesaria para
comprender la obra de arte como expresión de una concepción histórica y
filosófica del universo. Partiendo de este supuesto, se intentará reflexionar
sobre el héroe novelesco y su relación con el mundo en La educación
sentimental del novelista francés Gustave Flaubert.
Recordemos que los supuestos de Lukács son los siguientes:
1. La novela es la búsqueda de sentido de la vida humana en un mundo
degradado y sin sentido.
2. Su visión se fija en la Historia, como una nostalgia del pasado. Lo
que indica que además, hay un reconocimiento de la función del
tiempo en la novela.
3. Hay una visión de totalidad, esto es, lo que puede ser perfecto y
cerrado. Si para los griegos era la esencia el principio rector de la
totalidad (hombres y dioses comparten el mismo mundo, todo es
homogéneo. El mundo divino es eterno, invariable), es en la tragedia
que la vida comienza a perder la inmanencia divina y se somete a la
substancia, a través de un juego dual entre lo divino y lo humano. Ya
al hombre moderno, al héroe novelesco tendrá que verse a sí mismo,
solo, sin la ayuda de los dioses.
4. La totalidad en el hombre moderno se refiere a un mundo ancho y
ajeno, finito, peligroso y el hombre pierde la certeza, no hay
evidencia de nada; lo que quedan son preguntas sin respuestas y lo
que se conoce es el primer paso que se ha de dar. Si hasta el
momento la totalidad era dada, ahora es producida, es decir, es
producto histórico y psicológico.
5. Entre sujeto y objeto ya no hay identidad sino conflicto; el sujeto se
hace problemático porque el mundo se ha degradado y el hombre no
puede ser garantía de totalidad. La única posibilidad que le queda es
recoger fragmentos. Aquí, la totalidad novelesca se expresa como
forma y fragmentación.
6. La novela, a diferencia de la épica y el drama, responde a la
categoría de totalidad/forma como producto de la elaboración
racional humana; es decir, la totalidad es formada, razonada,
producto de la reflexión, luego no es inmanente.
7. El hombre produce la novela como expresión de la imposibilidad de
alcanzar la esencia de la vida. Esta expresión vale como intento de
darle esencia a esa vida inscrita en las coordenadas histórica y
psicológica del hombre.
8. Hay un reflejo artístico de la realidad. El papel del arte es “retratar”
al hombre total, que vive una existencia histórica, inscrita en la
totalidad del mundo social como individual. La obra de arte crea una
imagen sintética de la realidad, donde lo expresado y lo vivido
forman realidad sincrética, indisoluble.
9. El autor no puede ser neutral y debe expresar las contradicciones de
la realidad, optando por un punto de vista estético que decide actuar
sobre los determinismos y transformar las condiciones que los
fenómenos expresan.
10. La novela es forma cambiante, ambivalente y ambigua, cuyo
significado retórico es siempre abierto.
11. La forma interna en la novela corresponde al conflicto en que el
individuo nostálgico de la transcendencia, acosado por los problemas
de poder y de saber, no alcanza a comprender la realidad, pero trata
de dar sentido de vida a su existencia. La vivencia es la medida del
mundo novelesco, a diferencia de la vida, cuyos límites: nacimiento y
muerte, no son los de la novela.
12. La novela es la biografía de la nostalgia, es la expresión de la
ambivalencia del hombre como sujeto, escindido entre el mal y los
valores, entre la historia y la utopía.
A parte de estas características, la estructura de la novela en Lukács se
organiza en torno a dos elementos:
A. El héroe novelesco
B. El mundo
El héroe novelesco es conflictivo, no tiene de dónde sostenerse una vez ha
optado por zafarse de la mano de Dios, ha perdido el sentido de la
trascendencia. El hombre comienza una búsqueda de valores, pero el mundo
le es extraño. El héroe novelesco es el hombre de la crisis, es un ser que
busca, que intenta abrirle caminos al destino.
El mal del héroe novelesco es la falta de claridad absoluta, la ausencia de
un destino claro, la carencia de respuestas, la vida llena de interrogantes. Su
vida es un proceso de degradación, de escisión, de búsqueda sin hallazgos,
sin objeto, sin meta final.
Por otro lado, el mundo, en la novela, se ha fragmentado. El espíritu
siempre está en trance de dar forma a este mundo, en un proceso que jamás
termina. El mundo se presenta ante el héroe novelesco como algo cerrado,
que le cierra los caminos de realización personal. La forma artística se llena
de vida cuando se abre para recibir la incidencia del quehacer humano, en
donde el sujeto se desarrolla y cobra conciencia de su devenir. La novela no
tiene otro camino que ser proceso.
RESUMEN DEL TEXTO
Frédéric Moreau es un bachiller recién graduado en quien la madre tiene
puestas todas sus ilusiones. Será un doctor, se casará con una mujer de buena
dote y ascenderán socialmente. Tiene 18 años, cabellos negros y es guapo.
Sale de su ciudad en 1840. En el barco que realiza la travesía, conoce al
señor Arnoux, comerciante de arte y a su esposa, la señora Marie Arnoux,
“mientras el arpista tocaba una romanza oriental que hablaba de puñales,
de flores y de estrellas”. Frédéric se enamoraría profundamente de esta
señora, va a ser su amor imposible: La primera visión que tuvo de ella “fue
como una aparición, talle seductor, piel morena, dedos finos”. Con ella
sentía que “el deseo de la posesión física desaparecía incluso bajo un ansía
más profunda, en una dolorosa curiosidad sin limites” (42).
La relación que mantendrá Frédéric será platónica y para toda su vida. He
aquí una visión verdaderamente romántica del amor: puro, imposible,
apasionado: “Él le envió una mirada en la que había tratado de volcar toda
su alma” (46). Esta señora va a ser el personaje principal en La educación
sentimental del provinciano y que además coincide con una época importante
para la historia de Francia: la revolución de 1848.
Una vez instalado en una pensión para estudiantes en París, empieza a
cavilar que para conquistar a la señora Arnoux, él debe hacer una fortuna,
tanto o más que la ofrecida por el esposo. En eso pasa gran parte de su
tiempo, cavilando, pero sin trabajar y viviendo de la renta que su madre le
envía para la manutención. En lugar de convertirse en un personaje
importante, abandona los estudios de derecho, tal como lo hiciera el propio
autor de la novela; tiene pretensiones literarias, pero sin decidirse a trabajar
en este campo. Frédéric pasa sus días pensando en su gran pasión,
aparentando una posición social, y haciendo visitas inoficiosas y por sobre
todo, intentando entrar en el mundo de la alta sociedad.
Cuando por fin se hace amigo de la casa Arnoux, donde es tratado con toda
confianza, en un diálogo declara su amor, pero en la propia espontaneidad de
la charla la señora Arnoux rechaza las pretensiones del muchacho -dada la
posición de mujer casada:- . Para ella, una relación basada en la infidelidad
es inconcebible ya que “a la mujer casada se la evita y aunque no sean
insensibles al amor son sordas cuando es necesario” (269). Pero finalmente,
ella se da cuenta de la pasión de Frédéric e intenta corresponderle, se ponen
una cita a la que no asiste porque su hijo ha caído enfermo. Esta
circunstancia es interpretada por ella como un castigo divino y se retracta. El
tormento de Frédéric continúa y al verse plantado en su primera cita siente
que el mundo es su enemigo, ve en las calles testigos ofensivos de su desaire
“hasta los objetos se transformaban en irónicos espectadores” (370). Ese
tono afectado de Frédéric permanecerá a lo largo de la obra, tanto que se ve
envuelto en un duelo con unos nobles porque ofendieron, supuestamente, el
honor de la señora Arnoux.
En el tercer capítulo comenzamos a entender por qué los críticos de la
época no valoraron la novela: no pasa nada, aparentemente. Es una
descripción de la vida cotidiana que irrita a los lectores, por su falta de
acción. Se hace evidente el desánimo de Frédéric, ni siquiera tiene claridad
sobre su vocación profesional, pretende convertirse en escritor, tanto que
comienza a escribir una novela, pero no se vuelve a hablar de ella en ningún
otro momento. Más adelante declarará ser pintor. Por amor a la señora
Arnoux definió su vocación de pintor, para estar cerca de ella, pero tampoco
trabaja en este campo.
En el quinto capítulo Flaubert une el alto valor artístico con el histórico, de
esta manera la estética sirve de cauce al flujo de una época
Ya a la altura del capítulo sexto, en su corta carrera de derecho, Moreau se
mezcla con las primeras revueltas estudiantiles a las que asiste, estamos
hablando de 1840: la izquierda trata de democratizar el sistema electoral: el
derecho al voto sólo lo ejercía el que pudiese cancelar 200 francos de
impuestos, nos informa el narrador. En este momento, se da un capítulo muy
apasionante dada su información histórica: la revolución de 1848, Frédéric,
que es amigo de varios de los protagonistas de la revuelta y que tiene la dicha
de estar cerca a ellos, pero como hombre desazonado, es un protagonista
invisible, observa, memoriza, rescata y sirve de copista de los
acontecimientos. Los deseos más íntimos de los jóvenes, sus vidas, se
desarrollan en una época clave, lo que permite comprender que detrás del
fondo de una historia de amor imposible hay un gran trabajo de investigación
histórica por parte del autor y por sobre todo, se plasma el pensamiento de
una generación que ha tenido la posibilidad de vivir momentos históricos, y
también, desilusionarse de ellos. Para Albert Thibaudet:
La educación sentimental es un magnífico cuadro novelístico que
permite conocer el estado del espíritu de toda una generación, la que
vivió la revolución de 1848.
(A.T en, Gustave Flaubert. Gillimard, París. 1935, 139).
Hay sarcasmos de todo tipo, desde político hasta de gustos artísticos. Sobre
la escuela romántica, por ejemplo dice “esos poetas no tenían sentido común
ni de corrección y sobre todo, no escribían francés, Frédéric se sintió
mortificado en sus gustos” (75). La pintura también es una de las pasajeras
en el viaje de La Educación sentimental, y el señor Arnoux, que congrega los
pintores de más éxito de la época (a los que no, también, pues aprovecha para
comprarles obras baratas y venderlas a buen precio). Habla del retratista de
los reyes (Antenor Braive), el retratista de la colonia francesa de Argelia
(Jules Birrieu) de la caricatura (Sombaz), y del paisaje oriental (Ditmer, su
inventor) De igual forma, habla Flaubert de sus gustos particulares: Goya,
Rembrandt, Callot, Miguel Angel, Shakespeare. También sienta su postura
ante la prensa: para un político era indispensable fundar o por lo menos
apoyar un periódico, como lo hizo Pellerin con Le National, diario de
oposición burguesa. Desde allí, “buscaba la emancipación de las artes, lo
sublime a buen precio” (79). Pero Flaubert era rígido en sus opiniones y
pensaba que el novelista debía vivir como un burgués y pensar como un
semidios ya que “un novelista con hambre, caería irremediablemente en la
política y el periodismo”.
En la segunda parte de la obra, Frédéric vuelve a París después de haberse
ausentado por tres años. Su madre le confiesa que están en la ruina En el
transcurso de ese tiempo hereda una dote de un familiar. Aquí se trasluce un
Frédéric interesado y calculador, que se alegra con la muerte de su familiar.
Pero este hecho le hace tomar impulso nuevo para pretender lanzarse a la
conquista de la señora Arnoux. Con su riqueza espontánea, hizo su entrada
triunfal en la “dulce vita”, acompañando al señor Arnoux a una fiesta de
clase alta. A partir de entonces, empieza a “codearse” con personajes de la
política y del arte, lo que finalmente resultará un fiasco para él pues cada uno
ve la posibilidad de beneficiarse del dinero de su nueva herencia.
Frédéric entra a gastar más de lo que tiene y comienza a vender parte de la
herencia: “con el lujo que les rodeaba realzaba cada vez más la miseria de la
conversación”, pero se refugiaba de la vulgaridad en los libros “volvía a su
buhardilla y buscaba en los libros el alimento de sus sueños” (197). Su vida
transcurría entre sus charlas con Senecal (socialista) y la asistencia a los
actos culturales como por ejemplo, a la obra de teatro La Reina Margoth,
basado en la novela de Alejandro Dumas, estrenada en París en 1847.
El héroe novelesco (Lukács) es un ser en continuo conflicto existencial,
“Frédéric afirmaba que también su existencia se hallaba frustrada... Él
respondía con amargas sonrisas; pues, en vez de expresar el verdadero
motivo de su pesadumbre, fingía tener otro, sublime, que hacía de él una
especie de Antony, el maldito; lenguaje que no desnaturalizaba por completo
su pensamiento” (236).
El sufrimiento interno de Frédéric se alivia cuando se convierte en amigo
íntimo de la casa de los Arnoux. Se ganó la confianza de la señora Arnoux,
de sus dos hijos y, por supuesto, la del señor Arnoux, quien a su vez le
invitaba a la casa de su amante. Se convirtió en el confidente de Rosanette y
así pasaba sus días y sus noches viviendo la vida de Arnoux. En este
momento Flaubert describe a su personaje como un romántico con tinte
nihilista,
Hay hombres para quienes la acción es tanto más impracticable
cuanto más fuerte es en ellos el deseo. La desconfianza en ellos
mismos les embaraza, el temor a disgustar les espanta; además, los
afectos profundos se parecen a las mujeres virtuosas, que temen ser
descubiertas y pasan por la vida con los ojos bajos (237).
Su romanticismo le lleva a no tener ninguna mujer durante todo el tiempo
transcurrido en París. En el capítulo III es arrastrado por la corriente
reformista
Empiezan los cambios políticos en la ciudad. Él es un observador que no
toma partido, su posición de amigo de los distintos bandos le hace tomar
distancia y si en algún momento se emocionó por la democracia, gracias a
sus amigos revolucionarios; el desencanto que le produce la nueva situación
política se refleja en su interioridad, elige una mujer como compañera, pero
sin pasión, tiene un hijo al que no quiere ni muestra afecto; se deja arrastrar
por la ambición: le propone matrimonio a una chica provinciana, amiga de la
infancia, pero se enfrasca en una relación con la esposa del aristócrata
Deambreuse. La posibilidad de consumar su amor con la señora Arnoux se
aleja cada días más. El señor Arnoux le pide prestado una gruesa suma de
dinero que termina perdiendo porque no se atreve a dejar en mala situación
económica a su amor platónico.
Más adelante, Frédéric empieza a dibujarse como un personaje ridículo.
Pretende acostarse con Rosanette. pero ésta en cambio le hace pagar toda la
cuenta del restaurante para ella y sus amigos para finalmente, decidirse por
Cisy, el aristócrata ignorante, pero con dinero y título de nobleza. Además de
esto, Frédéric se enfrasca en un duelo con un noble porque ofendieron el
honor de su heroína; su ridículo se consolida cuando aparece en un diario
como “un pobre diablo provinciano, un oscuro mentecato que trata de
abrirse paso entre los grandes señores…” (317).
Otros hechos comprometen a Frédéric, como el encarcelamiento por delitos
de terrorismo político de su amigo Senecal. Frédéric, “un hombre de todas
las debilidades, se contagio de la demencia universal”(398), señala
irónicamente Flaubert, como burlándose de sí mismo.
Este hombre siente que su cambio no obedece a su voluntad sino a las
circunstancias: después de preparar ceremoniosamente el hotel a donde
llevaría a su doncella, termina allí con Rosenette y ella pensando que
Frédéric la ama intensamente; hasta las palabras que tenía preparadas para la
una se las dice a la otra: “es el exceso de felicidad”, le dice maquinalmente.
Y empieza un juego de cinismos de ires y venires que lo llevan a prometer a
tres mujeres amor y matrimonio.
Las revueltas políticas marchan paralelas a sus sentimientos internos, hay
un distanciamiento de personajes, como diciendo afuera llueve, pero no me
importa. Se narra una masacre luego de la caída de Guizot a raíz de las
protestas: 33 muertos y 47 heridos, dato sacado por Flaubert de los diarios de
la época, pero esto es apenas un ruido de la descarga que despierta a los
amantes en su primera noche. Como un observador invisible, se une a los
protagonistas de la reyerta. Marcha a París y llega hasta el Palais Royal: “el
pueblo se adueñó de cinco cuarteles. La monarquía se disolvía rápidamente”
(382).
Frédéric continúa deambulando como un fantasma. Habla con quienes
disparan pero sin sentir su cuerpo, es una figura demasiado gaseosa como
para que sea percibido. No está allí, pero es protagonista “se redoblan los
tambores para la carga, se levantan gritos agudos y hurras triunfales, un
continuo remolino hacia oscilar la multitud (383). “Caían los heridos, caían
los muertos, tenía la impresión de asistir a un espectáculo”. Después de esto,
se narra otro de los hechos confrontados por Flaubert en los periódicos de
aquel entonces: entran los soldados a la corte y él, por azar, entra a formar
parte de los reformistas: “lanzan el sillón del trono por la ventana e
inmediatamente lo recoge la muchedumbre rumbo a La Bastilla para
quemarlo”. Tiene el protagonista momentos de excitación, la que le falta en
su relación con su pareja: “a mí el pueblo me parece sublime”, dice a
Dussardier, “el magnetismo de las masas entusiastas había hecho presa de
él” (389), su emoción se equiparaba a un orgasmo (relatado en la página
390).
Después de la tempestad vendría la calma y un poder sería suplantado por
otro “pues sin orden no se puede vivir”. Toussenel, llamado El Balzac de los
animales propuso que el Estado monopolizara la banca y los seguros.
Frédéric ve rechazadas sus ideas propensas al nuevo orden ante Rosenette,
quien como afectada, no le gusta el cambio, ella funcionaba mejor dentro del
otro sistema político, dice de Lamartine “cómo quieres que un poeta
entienda de política”. Frédéric ve que mientras su amante asume la posición
de burguesa, su amiga Vatnaz, asume la de filosofa. El cambio también
afecta a Arnoux, ahora es soldado de la guardia y pasa a ser el segundo
amante de la Rossenette, pues Frédéric es el principal. Lo acepta así tanto la
amante como Arnoux ya que Frédéric posee más dinero que el primero.
Al tiempo que avanza el desarrollo político, la desilusión del gran mundo
social a que aspiraba Frédéric es patética: ya no se siente a gusto en el lugar
de sus sueños, le irritan las reuniones con los aristócratas, pelea verbalmente
con los Dambreuse por sus convicciones políticas: “todos consideraron
inexcusables los crímenes políticos, pero Frédéric invoca el derecho a la
resistencia consagrado en la Constitución“(323). Flaubert refleja una gran
variedad de posturas políticas e intelectuales en torno a las revueltas: La
Vatnaz se decide por el feminismo y dice que la emancipación del
proletariado no es posible sino a través de la mujer. En medio de la
turbulencia y del cambio, Frédéric se deja tentar por la política y se lanza de
candidato en provincias, pero es apabullado y sacado a empujones, le gritan
que no ayudó a fundar un periódico y que es amigo de aristócratas.
Casi todo se ha transformado: los ricos se convirtieron en obreros, en
progresistas como intentando acomodarse a la nueva situación: “se veía a
veces a un aristócrata de modales humildes que decía expresiones plebeyas y
que no se había lavado las manos para hacerlas parece callosas” (401). Sain
Just, Danton, Marat, Blanqui, Roberspierre, eran ídolos a los cuales se
imitaba, la canción que se cantaba:”Ante mi gorra, quítate el sombrero/abajo
la rodilla ante el obrero “(405).
Pero los obreros también tienden a aburrirse después de su revolución
debido a la falta de empleo. Fundan los “clubes de la desesperación”, que son
reuniones de obreros en los bulevares en las que se hablaba largamente
(421). Luego vendría una contrarrevolución, donde es herido Dussadier,
Frédéric siente que tiene que regresar, pero su amante, también llamada La
Maríscala, se lo impide.
Flaubert critica las diversas posturas de la gente, por ejemplo, de la Vatnaz;
dice que:
“Era una de esas solteronas parisienses que cada tarde, cuando han
dado ya sus lecciones o tratado de vender dibujos o unos manuscritos,
regresan a sus casas con la falda sucia de barro, cenan solas, y luego,
con los píes sobre un maridillo, a la luz mortecina de una lámpara,
sueñan con un amor, una familia, un hogar, la fortuna, con todo lo que
les falta. Por ello, como otras muchas, La Vatnaz había saludado en la
revolución el advenimiento de la venganza; y se entregaba a una
propaganda solicita desenfrenada (397).
Unido al desencanto político va el conflicto existencial: La Maríscala queda
embarazada de Frédéric, pero éste es padre sin querer. Con la llegada de la
criatura él siente que pierde a la señora Arnoux, no se siente capaz de
comprometerse con alguien, pero sí acepta las ataduras de su amada señora
Arnoux. El chico, llamado Eugene, está al cuidado de otra persona, no resiste
la vida y muere más o menos a los dos años de edad. Frédéric no se
conmueve. Se compromete en matrimonio con una amiga de la infancia,
Louise, cuando siente que está perdiendo su patrimonio, y ella es una forma
de asegurar algo, pero no cumple. Siempre escurridizo, soltero empedernido.
Empieza a cortejar a la señora Delambreuse, pero cuando el esposo de ésta
fallece ya no le interesa la mujer por dos razones, la primera, porque no
posee la fortuna que él creía, y finalmente, porque sigue pensando en su
amada de ensueños.
La suerte de Deslauriers resume el cambio de pensamiento (479). Ni con
los conservadores ni con los republicanos. Había sido víctima de los dos
bandos”. Había llamado a las puertas de la democracia, ofreciéndose a
servirla con su pluma, su oratoria y sus actos, “en todas partes le habían
rechazado; desconfiaban de él que había tenido que vender su reloj; su
biblioteca y hasta su ropa interior (480). Y más adelante se desahoga
diciendo:
“Ah!, estoy harto de toda esa gente que alternativamente se inclina
ante el cadalso de Roberspierre, las botas del Emperador, el paraguas
de Luis Felipe, ante quien le eche un pedazo de pan en la boca” (481).
Una vez comprobado el fracaso de la revolución, Dambreuse, después de
adular la teoría de Lamartine y Proudhon, se siente seguro de la acción de los
militares al mando de Cavaignac, respira porque siente el regreso al «orden»,
Hussonet busca apoyo financiero para publicar una revista dedicada al
mundo financiero. Luego será nombrado censor de prensa durante el imperio,
Martinon, es elegido senador, Frédéric es amante de la señora Dambreuse.
En medio de los disturbios, Senecal asesina al idealista Dussardier.
Frédéric observa el ascenso de Napoleón y el golpe de Estado de 1851.
Abandona a sus amantes y a sus ideales. Su amor imposible se pierde en la
niebla de los años, hasta que mucho tiempo después, en una escena única en
la literatura francesa, ella lo visita, se confesaran mutuamente un amor
que ya está muerto. Las ataduras de toda la vida han desaparecido, pues ella
ha enviudado, pero él no la desea con la misma intensidad y muy
cortésmente la rechaza. Ella es diez años mayor que él, como un
enamoramiento que tuvo el propio Flaubert durante toda su vida con la poeta
Elisa Schélésinger y quien según los críticos, fue la musa inspiradora de su
personaje Madame Arnoux.
Deslauries se casa con Louise Roque, la antigua prometida de Frédéric,
quien lo abandona y se fuga con un cantante. La señora Dambreuse se casará
con un banquero inglés, Rossennete también se casará y tendrás un hijo,
Frédéric busca la paz provinciana, entre la «gente ingenua y sencilla».
Se encuentra en Nogent con su amigo de la infancia Deslauries, la ciudad
de donde había salido en 1840. Se sientan a hablar de la educación
sentimental que han hecho los dos a lo largo de su existencia : “yo tenía
demasiada lógica y tú, demasiado sentimiento”, (545) dice su amigo. El
último tono de la atmósfera es de realismo, de ensoñación y de nostalgia. Los
dos se dedican a recordar lo que han hecho, a quiénes han conocido.
Recuerdan la visita a un prostíbulo como una hazaña.
LOS PERSONAJES
El señor Arnoux asume una doble postura: comerciante de arte y un poco
artista. En su luna de miel por Italia. Flaubert lo describe desde su luna de
miel por Italia así:
“Pese a su entusiasmo por el paisaje y las obras maestras del arte,
Arnoux no había hecho más que quejarse de los vinos, y para
distraerse, organizaba comidas a escote con los ingleses. Algunos
cuadros bien revendidos le llevaron al comercio del arte. Luego se
había entusiasmado por una manufactura de cerámica. Otras
especulaciones le tentaron ahora; y cada vez iba haciéndose más vulgar
y estaba adquiriendo costumbres groseras y dispendiosas. Ella le
reprochaba menos sus vicios que sus acciones” (236).
Sin embargo, es un hombre de una gran presencia vital y al lado de la
debilidad en las maneras de Frédéric, el señor Arnoux parece un ser muy
masculino. Posee el don de la vitalidad y gustos materiales mientras que
Frédéric es la observación y el remilgo. Su labor es el comercio y cuando no
le va bien, no se deja amilanar sino que por el contrario, emprende una nueva
empresa. Tiene de amante a Rosanette y a la Vatnaz. Rosanette lo ama,
aunque esto no le impide tener otras relaciones, su esposa también lo ama.
Frédéric es descrito como un dandy, gusta de la buena vida, la lectura, las
amistades en buena posición económica y cultural. En París, comienza a
educarse sentimentalmente, conoce en este tiempo a la mayoría de los
amigos que le acompañarán en su vida y a todos aquellos que participan en la
primera batalla con el proletariado. Todos ellos tienen sueños de grandeza;
desean sepultar lo clásico en sus respectivos campos y asumir el nuevo
clasicismo. Sus otros amigos son: Senecal, un matemático pobre, extremista;
Pellerin, el pintor que quiere superar el clasicismo e iniciar la revolución
impresionista, Regimbart, vive de su mujer y representa la opinión pública de
Francia, Hussonet, el arribista dramaturgo y periodista que sueña con
destronar a Moliere, compró el periódico al señor Arnoux llamado L´Art, de
tendencia literaria. Leía a Víctor Hugo y Lamartine. Ambicionaba triunfar en
el teatro, escribía canciones.
Frédéric tiene una gran capacidad de leer la sociedad y desde el primer
momento se da cuenta que la pedagogía académica es una estafa: una vez
inscrito a la carrera de derecho, su primera impresión de las clases es que
producen gran apatía en parte por la metodología utilizada:
“Trescientos jóvenes con sombrero llenaban un anfiteatro en el que
un viejo de toga roja disertaba con voz monótona, las plumas rascaban
el papel...El mismo tedio. Durante quince días mantuvo su asistencia,
pero aún no había llegado al artículo tercero cuando abandonó el
código civil, dejando el instituto en la summa divisio personarum (61)
Con este acto con el cual empieza a tomar forma el sentido del título de la
obra de Flaubert, el viaje de Frédéric en París no va a significar una
educación profesional sino una educación sentimental.
Pellerin es uno de los artistas que conoció Frédéric en casa de Arnoux. Este
hombre, según él mismo decía, “leía obras de estética para descubrir la
verdadera teoría de la belleza”. Era un eterno artista, nunca hallaba la forma
de materializar su obra. Con ansías de gloria, perdía sus días en discusiones
sin fin. Frecuentaba el teatro. A través de este personaje Flaubert deja ver su
gusto personal por la buena mesa, por los viajes, por el teatro, por la
bohemia. Pellerín era un socialista que pensaba que el arte debía servir para
moralizar al pueblo.
El gran amigo de Frédéric es Deslauriers, amigo desde el colegio, éste es un
provinciano inteligente, pero que reniega de su mala suerte en la escala
profesional debido a su origen.
Deslauriers era un hombre preocupado en su juventud por las cuestiones
sociales: la economía social, la revolución francesa decía “estamos hartos de
constituciones, de sutilezas, de mentiras (54). Era un joven muy pobre, pero
gracias a él, Frédéric, que no se comprometía con ninguna causa, empezó a
tener una postura política de pensamiento. Deslauriers vivía de la fabricación
de tesis. Hablaba de sí mismo estoicamente y de los otros con amargura.
Compartió el apartamento de Frédéric sin pagar renta, fue retratado como
una persona “tenida” con el dinero. En los capítulos finales Deslauriers,
convertido en abogado, se presenta a suplantar a Frédéric en casa de los
Arnoux: cobra un dinero sin consentimiento y se declara a la señora Arnoux.
Con este hombre Frédéric comparte la reflexión del final de su vida.
Otros personajes son:
Dussardier, un joven empleado idealista, cuya utopía es participar en la
construcción de una república celestial donde se cumplen los anhelos de
todos los obreros; el señor Dambreuse, el antiguo un conde de Ambreuse,
aristócrata que “desde 1825 había ido abandonando poco a poco su nobleza
y su partido para orientarse a la industria” (58), oportunista porque se
adapta con rapidez a los cambios de poder, pero es un conservador en
ideología, su esposa representa la manipulación femenina dentro del poder.
Rosanette, hija de obreros de Lyón, empleada de tienda, vivía en un arrabal
obrero cuando era niña. Sus padres la vendieron a un hombre y la encauzaron
por la prostitución. Había sido amante de Arnoux y de Delmar. Rivalizaba
con La Vatnaz por el amor del actor. Era una cortesana que vivía de los
hombres ricos. Ella fue la amante permanente de Frédéric y quien casi lo
lleva a la ruina. Frédéric se acercó a ella porque veía que si no tenía a la
esposa de Arnoux por lo menos tendría a su amante.
Cisy, es un aristócrata afeminado, con título de nobleza, pero ignorante y
un poco tonto.
El señor Roque, tío de Frédéric “vivía amancebado con su criada”, era un
mediador entre la clase alta, era administrador del conde Dambreuse, quien
además era oficial de la Legión de Honor. Este personaje refleja la manera de
adaptabilidad de los hombres de poder a los cambios políticos. Frédéric lo
miraba inalcanzable. Su esposa era una mediadora entre la nobleza y los
políticos.
Y finalmente, la señora Marie Arnoux, la musa de Frédéric, su razón de
vivir, como ya se ha descrito anteriormente, era una mujer hermosa, de tez
canela y pelo negro, díez años mayor que él, o sea que tendría 28 años. Es el
amor eterno Frédéric porque no la puede poseer y no la puede poseer porque
es casada. Pero cuando por fin puede hacerla suya porque es viuda, él no la
ansía con la misma pasión. Es considerada como una mujer conformista,
dependiente de su esposo, retrato de la mujer en la sociedad de la época.
De los personajes femeninos en Flaubert describe Ernesto Sábato lo
siguiente:
Y no vayas a creer que Flaubert escribió la historia de aquella pobre
diabla porque se lo pidieron: escribió porque tuvo la súbita intuición de
que en aquella historia policial podría escribir su propia y secreta
historia policial, ridiculizándose a sí mismo con la crueldad con que
solo un gran neurótico puede hablar de su yo...Los sueños convertidos
en torpes realidades, los amores sublimes transformados en irrisorios
lugares comunes.1
RESUMEN HISTORICO DE LA REVOLUCIÓN DE 1848 EN FRANCIA
Todos los textos dedicados a investigar la vida y la obra de Gustave
Flaubert coinciden en su referencia histórica y biográfica. Este autor, nació el
12 de diciembre de 1821, en la época de la Restauración de Luis XVIII,
tenía, por tradición familiar, ideas volterarianas, recibió una educación
burguesa, en medio de comodidades económicas y de viajes (lo que le
significaría volverse un agudo observador de las costumbres). Además, era
un hombre apasionado por la historia, sus biógrafos cuentan que en sus viajes
llevaba consigo unos 1.200 volúmenes de libros. Sin embargo, mantuvo su
independencia tanto de la clase dominante como con los socialistas y
republicanos. Era un librepensador. “soy un detractor de cualquier gobierno.
Me gustaría destruirlos a todos” decía el propio Flaubert en casa de
Mathilde, prima de Napoleón III. Su posición política era bien interesante
pues pertenecía a una clase social a la que él mismo criticaba.
Los instrumentos investigativos que Flaubert utilizó en la elaboración de
esta novela son propios de los investigadores sociales, tales como las
agobiantes consultas en bibliotecas, viajes a los sitios donde sucedieron los
hechos, entrevistas con los protagonistas, etc. Sin embargo, pese a que
Flaubert fue totalmente escrupuloso en todos los datos históricos, al escribir
La educación sentimental (entre 1864 y 1869), él deseaba contar una historia
de amor con un fondo histórico tenue: «Quiero hacer una historia moral de
los hombres de mi generación, «sentimental» será más correcto». Pero
también su obra resulto siendo un documento biográfico del autor que
comenzaría en 1843, primera versión, fecha que entre otras cosas, coincide
con la reprobación del examen de segundo año de derecho Flaubert. En este
año, también logra entablar relaciones con el matrimonio Schlésinger, los
había conocido en 1836, cuando era apenas un adolescente (Jacques Suffel,
Gustave Flaubert, México, Fondo de Cultura Económica, 1896, 167).
En este sentido, podría pensarse, con Barthes, que en Flaubert “las
imágenes, léxico y alocución, nacen del cuerpo y del pasado del escritor y
poco a poco se transforma en el automatismo de su arte”, Flaubert, al igual
que otros escritores, no separa vida de escritura, carne de letra, por el
contrario, hay una transubstanciación entre lo que vive y lo que esribe.
Julio Ramón Ribeyro insiste en que hay un paralelismo entre el autor y
Frédéric. Hay una etapa interesante y es la que se refiere a la preparación
intelectual, en el cultivo de la sensibilidad, elementos que se dan tanto en la
juventud de Flaubert como en la de Frédéric. El autor escribió Noviembre a
la edad de veinte años. En ella se ve a un adolescente en pleno vigor de
lecturas, de aspiraciones, de voluntad de amar, tal como el bachiller que parte
de su provincia natal hacia París.
Una segunda fase tiene que ver con la decepción y la renuncia,
especialmente a partir de 1845 (en plena etapa de creación de La educación
sentimental). En este momento, Gustave Flaubert tiene una enfermedad que
lo obliga a aislarse y renunciar a las pasiones de la vida para consagrarse al
arte. Algunos de sus biógrafos consideran que esta decisión tiene que ver con
la imposibilidad de concretar su amor con la señora Schlésinger. A su vez,
Frédéric también se aleja de sus pretensiones de pertenecer a la alta sociedad,
entre otras cosas porque ya lo ha conseguido, ha interrelacionado con quienes
él consideraba prestigiosos y se ha decepcionado. Finalmente, Frédéric
regresaría a su pueblo natal, con la fortuna diezmada y sin la mujer que ama
ni con ninguna de las que lo han amado. Flaubert vivirá encerrado en la
Quinta de Croisser. Es un escritor que muestra una gran indiferencia por la
vida esplendorosa y los honores, por la política, por las finanzas, por las
transformaciones sociales. Su renuncia a este tipo de vida no significó sin
embargo, claudicar a su gran talento que es la observación aguda de la vida.
En La educación sentimental, logró ridiculizar gran parte de las decisiones y
las actividades del hombre, en especial las que hacen referencia a las grandes
decisiones políticas, lugares comunes en la mayoría de sus personajes.
Ribeyro lo define de la siguiente manera:
Amando los viajes y detestando el movimiento; no creyendo en el
amor y guardando hasta el fin de sus días una pasión de la infancia;
denunciando la mediocridad y dejándose seducir por ella, este enemigo
del romanticismo que se enternecía leyendo versos de Víctor Hugo,
este antipatriota que lanzaba anatemas contra los alemanes, este
descreído que invocaba a Dios en su correspondencia, fue, en realidad,
un cúmulo de contradicciones. La última de todas es que su obra, que
podría definirse como una teoría del desengaño, pueda deducirse una
filosofía de la ilusión (Ribeyro, 1986).
Lo cierto es que la temática histórica, que se presentaba como tenue
adquirió una importancia posterior que el novelista no pudo desconocer. He
aquí, un resumen histórico que para el caso nos sirve como herramienta para
comprobar que lo que Flaubert hace es prácticamente la reconstrucción de un
rompecabezas de la historia de Francia.
En 1846 Francia se vio abocada a una crisis: escaseaban los alimentos y el
hambre comenzó a hacer estragos en París. Los saqueos comenzaron y el
descontento popular se unió al descontento de burgueses y republicanos que
quería ingresar a la Cámara y mayor participación política. La única forma
de hacerlo era tener mucho dinero, ya que había que pagar 200 francos por
derecho a voto y por lo tanto, la democracia era sólo para aristócratas y alta
burguesía. El gobierno respondió con mano dura: encarcelamientos y censura
de prensa y corrupción en la clase dirigente, todo esto hizo que el 22 de
febrero de 1848 estallara la chispa que provocaría una revolución. Los
precedentes de esta revolución y lo que sigue a ella lo narra Flaubert en su
Educación Sentimental: Como por ejemplo, la célebre escena de los soldados
revolcándose en las camas de la monarquía en el Palacio Royal se relata en la
página 387:
«Los obreros y los burgueses se abrazan... ¡Que hermoso es esto!..
¡Se ha proclamado la República!
¡Ahora seremos felices!...!Se acabaron los reyes! ¡Toda la tierra libre,
libre! (¡Se acabaron los reyes! ¡Toda la tierra libre, libre!) (389)
Relato que concuerda con las descripciones históricas de este
hechizamiento colectivo:
“…Toda la gente unida (burgueses, estudiantes, obreros, mujeres
emancipadas, desempleados) formaron barricadas en el barrio latino y
en el Boulevard de Capuchines. La tropa temerosa, bajó las bayonetas
y comenzó a abrazarse con la tumulta enardecida. Luis Felipe, el “rey
burgués” escapó de la Tullerias por un túnel secreto rumbo a Inglaterra
(2).
El 24 de febrero de 1848 se iniciaba la Segunda República, experimento
que no tendría éxito. Se trataba de un gobierno provisional formado por
republicanos de centro y de izquierda integrado por los socialistas LedrúRollin y Louis Blanc y por el atemorizado obrero Albert. Durante este
periodo se suspendió la censura de prensa (surgieron 300 periódicos en seis
meses), se amplió el cuerpo de electores al declarar universal el sufragio - de
doscientos cincuenta mil votantes se pasó a diez millones -, se liberó a los
esclavos de las colonias (Argelia); se abolieron los castigos corporales y la
cárcel por deudas. Además, se instauró la idea de Blanc de formar talleres
para crear un millón de empleos para obreros y campesinado sin
capacitación. Aprovechando los momentos de confusión e inexperiencia de
la nueva clase política, Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del gran
emperador, se presentó de candidato apoyado por la burguesía. El
experimento de Blanc fracasó, los burgueses no querían seguir apoyando las
«fábricas de vagos», estaba desgastado el presupuesto para pagarles y se
llegó a la decisión que esos nuevos «empleados» deberían enrolarse como
soldados del ejercito para defender al Papa expulsado de Roma por Garibaldi
y los republicanos, otro de los hechos históricos inmortalizado por Flaubert
en La Educación sentimental:
“En junio el gobierno dice que todos deben enrolarse en el ejército,
Los obreros se enfrentan y el resultado es más de 3000 de ellos
muertos. Frédéric está desesperado con las traiciones del poder: «La
razón pública quedó profundamente perturbada. Personas inteligentes
se quedaron idiotas para toda la vida” (444).
Como los obreros no aceptaron, bajo la consigna de «pan o plomo», la
Asamblea encargó al general Cavaignac del atroz aplastamiento: Durante
cuatro días el ejército arremetió contra el pueblo de París, dejando 15.000
muertos, otros tantos arrestados y sometidos a consejos de guerra ilegales y
otros 5000 deportados a Argelia o Guyana. Este hecho, según el historiador
francés Bertler de Savigny significo «el origen del odio del obrero hacia
burgués y el terror del burgués, tanto liberal como conservador, ante el
socialismo. El impulso fraternal de 1848 iba a dar lugar a la lucha de clases.
Posteriormente, la burguesía convocó a una nueva Constituyente y en 1848,
en cinco meses elaboró una nueva Carta en donde se elegía presidente por
voto popular para un periodo de cuatro años. Como los candidatos eran el
sangriento general Cavaignac y Luis Napoleón, ganó este último por
abrumadora mayoría: seis millones de personas votaron por él.
Luis Napoleón, que quería ser emperador, militarizó Paris, militarizó sus
enemigos y dio un golpe de Estado el 2 de diciembre de 1851 que le
concedió amplios poderes ejecutivos. Nuevamente los obreros salieron a
protestar y nuevamente fueron aplastados brutalmente, los diputados
socialistas fueron expulsados, más de diez mil personas fueron deportadas a
Argelia. El autoproclamado Napoleón III gobernaba soberanamente,
omitiendo a todos los que había luchado por la nueva República
(republicanos, socialistas, orleanistas y legitimistas).
Esta odisea de la esperanza obrera aplastada se consagró con de Luis
Napoleón como Napoleón III, de Francia, príncipe y presidente y la
Asamblea, volvieron a establecer las censuras de prensa, a restringirse el
voto y la enseñanza se entregó al clero.
Gustave Flaubert, utilizando la técnica del contrapunto, nos revela las ideas
de los partidarios del régimen. Para los felipistas no pasa nada en verdad,
salvo que la chusma «tiene ese deseo moderno de elevarse por encima de su
clase y de vivir en el lujo» (224 Vol. 2). Tanto industriales como banqueros,
diplomáticos, comerciantes y altos funcionarios del gobierno, y los jóvenes
conservadores Martinon y Cisy creen que trabajando honestamente, todos
pueden llegar a vivir dignamente. Pero no hay empleo, Dambreuse dice:
Lo peor son estos hombres que sueñan con la subversión de la
sociedad.
Piden la organización del trabajo- dijo el otro- ¿puede concebirse tal
cosa?...
¿Para traernos qué? ¡La República! ¡Como si esta fuera posible en
Francia! (224 Vol.2)
EL AUTOR NOVELESCO
El público francés esperaba ya esa especie de Cervantes que hiciera
con el romanticismo empalagoso de las novelas de amor lo que aquél
había hecho con las novelas de caballería. Y Flaubert se dispuso al
sacrificio, no a pesar de ser él mismo un romántico sino justamente por
eso, como un místico puede poner una bomba en una iglesia
pervertida.
(Ernesto Sábato, El escritor y sus fantasmas. Barcelona, Seix Barral,
1979, p. 131).
Flaubert era un romántico frustrado -o autosuperado- que consideraba como
meta desenmascarar la crueldad y la estupidez de su tiempo. El mismo se
consideraba muy lúgubre, «la vida me enmierda cordialmente» (G.F.
Correspondencia Volumen 3, París), 1929. Sartre lo consideraba un
«reaccionario pasivo», pero en realidad era un anarquista liberal. En una
carta a George Sand manifiesta: «todas las banderas están sucias de sangre y
mierda» (Correspondencia Vol 2 178. Citada por Carlos Sánchez).
Decididamente a Flaubert no lo desvelaba la política: ningún partido o
doctrina política posterior a 1830 le convencía. Tanto al socialismo - al que
consideraba una variante del catolicismo y le «apestaban a gañan»- como el
monarquismo, o el liberalismo positivista, le parecían «asquerosos y
mezquinos».
Flaubert era agrio, crítico y ferozmente irónico, «su habitual estado de
espíritu era siempre el de la duda filosófica y el escepticismo, el del sarcasmo
como actitud previa a todo. Su visión de la vida es ya bastante negra»
(Maurice Nadeau, citado por Carlos Sánchez Lozano2).
Para Flaubert, un ser burgués es «todo hombre que piensa, siente y obra en
función del utilitarismo», sin importar la clase social a la que pertenezca
(Nadeau), tan burgués es un banquero de levita como Dambreuse. La
burguesía es un estado del espíritu y no un estado del bolsillo. Burgués es
una actitud ideológica conservadora, pensaba, aunque hubiese sido testigo de
una revolución que:
«No se trata de soñar por más tiempo en la mejor forma de gobierno,
puesto que todas son iguales, sino de hacer prevalecer la Ciencia... la
política y el gobierno de un país deben ser una sección de la Ciencia y,
tal vez, la menos importante»
(Correspondencia. Vol 2. 45).
Se reafirma en su tesis de que había que vivir como un burgués y pensar
como un semidiós e insistía que un novelista con hambre, pensaba, caería
irremediablemente en la política y el periodismo.
Para Flaubert el sentido de la vida consistía en llevar una existencia
estética, tal como lo reclamara Nietzsche por esos años. El arte salvaba y
redimía del fracaso de la vida histórica. La revolución de 1848 había
fracasado, pero quedaba La educación sentimental, publicada en 1869, veinte
años después de estos sucesos, testimonio fiel de lo que esa generación soñó
y no pudo llevar a la práctica.
También conocemos por La Educación sentimental el escepticismo de
Flaubert que se comprueba en la frase que le envió por correspondencia a
Turgeniev. «Usted es el único hombre con quien me gusta charlar. No veo ya
a nadie más que se ocupe de arte y de poesía. El plebiscito, el socialismo, la
internacional y otras basuras atiborran todos los cerebros».
Flaubert sintetiza su nihilismo cuando Frédéric resume la vida infructuosa
de alguien que no se comprometió con toda su carne con alguna propuesta
estética, es decir, que en su vida no le apostara a algo de trascendencia; este
diálogo interno lo realiza ante el cadáver del conde Dambreuse:
“Había tocado a su término esa existencia llena de agitación.
¡Cuántas visitas a los despachos, cuantas cifras amontonadas. Cuantos
enredos de negocios y cuántos informes oídos, cuántos discursos
huecos, cuantas sonrisas y reverencias! Pues él había aclamado a
Napoleón, a los Cosacos, a Luis XVIII, al 1830, a los obreros, a todos
los regímenes. Amaba al poder con tal pasión que habría pagado para
venderse (491)
En este estado, los valores, la ideología, el dinero, la clase social, no
significa nada para el hombre.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
“La literatura es todo aquello
que sirve para crear una cosa que
no existía en la realidad”.
Antonio Caballero Holguín
“Pocos autores habrá que se
hallan vengado tan a fondo del
miserable mundo, de su estulticia
y su mezquindad, como lo hizo
Flaubert al ajusticiar con el hacha
afilada de la presunta objetividad
a los personajes de sus novelas.
El odio, sobre todo el odio que
concebía contra la burguesía a la
que pertenecía por origen y aún
por hábito, era la fuente de sus
inspiraciones y el llamado
método objetivo apenas era el
dique que levantó para
defenderse de un mundo que
literalmente lo hacía temblar de
indignación y desprecio”.
Gûnter Blôcker, Gustave
Flaubert. En Eco, Tomo V Nº 29,
septiembre de 1962, P. 466-467
Frédéric es una hoja al viento en el torbellino de la vida. Volátil, que puede
ir a muchos lugares o no ir a alguno en absoluto. No elige viajar a País en su
adolescencia, pero lo hace y empieza su carrera de derecho, lo hace por su
madre, tampoco decide salirse, pero pierde su cupo. Su voluntad no es tanta
como para conquistar a la mujer que ama ni establecer algún tipo de
compromiso político, pero termina implicado de alguna manera.
La relación de Frédéric con el mundo es ambigua e indefinida y esto es lo
que hace de él un personaje interesante, tan anti héroe para su época y tan
cercano al hombre contemporáneo. En este sentido se aprecia una sintonía
entre el hombre actual y el Frédéric de 1848, lo que lleva a catalogar a
Flaubert como un visionario que se adelantó a su época.
En el mundo planteado por Flaubert el hombre pierde la certeza tanto en el
aspecto político como el sentimental. Pierden la certeza los monarquistas, los
republicanos y los revolucionarios. No hay evidencia de nada; lo que queda
es desazón y una visión sin sentido de la vida. No vale la pena estar en ese
mundo, tanto que Frédéric, no solamente ya no le interesa hacer realidad sus
sueños sino que prefiere la ignorancia y el mundo de la gente sencilla que
vive en la provincia de donde salió y a la cual retornara finalmente. El
mundo que deja Frédéric a sus espaldas es el producto histórico de las
acciones, pensamientos y sentires del hombre. Pero es un mundo que puede
desplomarse, desaparecer.
Frédéric no se ajusta al tipo del hombre requerido en el momento histórico,
perdiendo el sentido de la trascendencia. En su búsqueda de valores
profesionales y culturales el mundo le es agresivo. Siempre en crisis, declara
después de participar en uno de los momentos históricos de Francia que
realmente lo valeroso de él se circunscribe a su visita a un prostíbulo, dato
que resulta en cierto modo autobiográfico:
“Prostitutas: necesarias en el siglo XIX para contraer la sífiles,
enfermedad sin la cual nadie podría afirmar que era un genio. Entre
otros portadores de la Roja Enseña del Valor destacan Flaubert,
Daudet, Maupassant, Jules de Goncourt, Baudelaire, etc ¿hubo algún
escritor que no la padeciese? Si lo hubo seguramente era homosexual”
(Julian Barnes, El loro de Flaubert, Editorial Anagrama, 1986, P. 190).
Con el pensamiento de Frédéric, se refleja un hombre nihilista, cuyo
compromiso es no tener compromiso: su finalidad en el mundo es no tener
una meta final. Sufre por lo que no tiene, y sin embargo, se muere de
aburrimiento cuando lo consigue.
“¿Quién está menos solo que el solitario? Todos los caminos
salen de él y tienen por estrella su corazón. Pero de una estrella a
otra está el insondable rechazo del silencio”.
Edmond Jabés. El libro de las preguntas, Madrid, Editorial
Siruela, 1990, P.35
NOTAS:
1. Ernesto Sábato. Abaddón, el exterminador, Buenos Aires, Editorial
Suramericana, 1974. p. 130.
2. Sánchez Lozano Carlos, Flaubert y la revolución de 1948, p.8
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1984.
BARTHES, Rolad. El grado cero de la escritura. México, Siglo XXI
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octubre/diciembre de 1987.
CARDENAS PÁEZ, Alfonso. Grandes teóricos de la novela. Texto
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Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Literatura, septiembre de
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NABOKOV, Vladimir Vladimirovich. Lecciones de literatura.
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NABOKOV, Vladimir. "Gustave Flaubert. Madame Bovary". En,
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RIBEYRO, Julio Ramón, “Gustavo Flaubert y el Bovarismo”. En, La
caza sutil. Lima, Editorial Milla Batres, 1976.
SABATO, Ernesto. Abaddón, el exterminador. Buenos Aires, Editorial
suramericana, 1974.
——. El escritor y sus fantasmas. Barcelona: Seix Barral, 1979.
SÁNCHEZ LOZANO, Carlos. Flaubert y la revolución de 1948.
Texto inédito. Biblioteca Luis Ángel Arango (Bogotá).
SOMERSET MAUGHAM, William. Diez novelas y sus autores.
Editorial Norma, Bogotá, 1992.
SUFFEL, Jacques. Gustave Flaubert. México, Fondo de Cultura
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© Olga Janneth García Ortegón 2004
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
2010 - Reservados todos los derechos
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