Gustave Flaubert

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Gustave Flaubert
¡Ah! Qué gran hombre era esta mujer
Por Ángela San Lorenzo
Indiscutible su reconocimiento como uno de los mejores
novelistas occidentales. Aunque uno de sus libros más
destacados y que recomendamos leer fue “Madame Bovary”
publicado en 1857, una magnífica obra que desnuda el alma
femenina, que mostraba a una atrevida mujer que acostumbraba a
vestir ropa de hombre.
Pero uno de los libros que no deberían faltar en la biblioteca
es “Correspondencia”, de Gustave Flaubert y George Sand. Un
libro que se forjó hacia el final de su vida cuando Flaubert
abrió un baúl en que guardaba su correspondencia y se pasó
toda la noche en vela destruyendo y clasificando cartas.
Gustave Flaubert nació el 12 de diciembre de 1821 en Rua, Alta
Normandía. Se sitúa entre la generación romántica, la
generación realista y la generación naturalista. George Sand,
francesa, nació en 1804 y ese era el seudónimo literario de
Amandine Aurore Lucile Dupin, fue la primera mujer novelista
que se consagró ocultándose bajo un nombre masculino.
George Sand y Gustave Flaubert se vieron por primera vez el 30
de abril de 1857 en un teatro de París, seguramente unas
palabras corteses sellaron el encuentro. A ese encuentro
siguieron, en septiembre del mismo año, unas páginas en el
Courier de Paris que declaraban públicamente la admiración de
Sand por Madame Bovary. Y muy poco más, en esos años, apenas
un encuentro documentado, en 1859, en el cuarto piso del Nº 2
de la Rue Racine, vivienda parisina de Sand en ese tiempo.
Hasta ese momento, cualquiera – y,
protagonistas mismos- podría pensar
ambos era de carácter literario, en
cortés y nada personal o íntima. Tras
para empezar, los dos
que la relación entre
cualquier caso social,
leer las cartas que se
intercambiarían en los trece años siguientes descubrimos que
la realidad fue después casi a la inversa: Sand y Flaubert
casi nunca coincidieron en lo literario, pero sus sentimientos
no dejaron de acercarlos.
Hasta tal punto fue intenso el intercambio en esta amistad,
que Flaubert, poco antes de la muerte de Sand, estaba
convencido de la influencia “moral” de su maestra (así la
llamaba) en su cuento “Un corazón simple”.
El filosofó André Comte-Sponville dijo del libro en cuestión:
“Las cartas que se intercambiaron Geroge Sand y Gustave
Flaubert no se dirigen más que a ellos dos: constituyen una
verdadera correspondencia, con todos los riesgos que ello
supone, las interrupciones, las reanudaciones, los relatos,
las confidencias, los sobreentendidos, los guiños, las
discusiones, los conflictos tal vez, y sobre todo, entre dos
escritores de valor desigual y de ideologías opuestas, esa
mezcla tan arara de afecto y admiración, de complicidad y de
asombro, de generosidad y de humor, de ternura y lucidez.”
No es un libro para leer de un tirón, es para ir saboreándolo
de a poco, tal cual lo haríamos con un buen vino o un gran
amor.
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