Juan Pablo II: Tres días para revivir el misterio de la salvación

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Juan Pablo II: Tres días para revivir el misterio de la salvación
Meditación sobre el Triduo Pascual pronunciada en la audiencia general
CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 5 abril 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la
intervención de Juan Pablo II en la audiencia general de este miércoles dedicada a
meditar en los acontecimientos que revivirán los cristianos en el Triduo Pascual que
comienza este Jueves Santo.
***
1. Jesucristo «se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por
lo cual Dios le exaltó» (Filipenses 2, 8-9). Acabamos de escuchar estas palabras del
himno de la Carta a los Filipenses. Nos presentan de manera esencial y eficaz el
misterio de la pasión y muerte de Jesús; al mismo tiempo, nos permiten entrever la
gloria de la Pascua de resurrección. Constituyen, por tanto, una meditación introductiva
a las celebraciones del Triduo Pascual, que comienza mañana.
2. Queridos hermanos y hermanas, nos disponemos a revivir en los próximos días el
gran misterio de nuestra salvación. Mañana por la mañana, Jueves Santo, en toda
comunidad diocesana, el obispo celebra junto con su propio presbiterio la Misa Crismal,
en la que se bendicen los óleos: el óleo de los catecúmenos, el de los enfermos y el
santo Crisma. En la tarde, se hace memoria de la Última Cena con la institución de la
Eucaristía y del Sacerdocio. El «lavatorio de los pies» recuerda que, con este gesto
realizado por Jesús en el Cenáculo, anticipó el Sacrificio supremo del Calvario, y nos
dejó como nueva ley --«mandatum novum»-- su amor. Según la tradición, tras los ritos
de la Misa en la Cena del Señor, los fieles permanecen en adoración ante la Eucaristía
hasta adentrarse en la noche. Es una vigilia de oración singular, pues está unida a la
agonía de Cristo en Getsemaní.
3. El Viernes Santo la Iglesia hace memoria de la pasión y de la muerte del Señor. Se
invita a la asamblea cristiana a meditar sobre el mal y el pecado que oprimen a la
humanidad y sobre la salvación realizada por el sacrificio redentor de Cristo. La Palabra
de Dios y algunos ritos litúrgicos sugerentes, como la adoración de la Cruz, ayudan a
recorrer las diferentes etapas de la Pasión. Además, la tradición cristiana ha dado vida,
en este día, a manifestaciones de piedad popular. Entre estas, destacan las procesiones
penitenciales del Viernes Santo y el «Via Crucis», que ayudan a interiorizar el misterio
de la Cruz.
Un gran silencio caracteriza al Sábado Santo. No se prevén, de hecho, liturgias
particulares en este día de espera y de oración. En las Iglesias, todo calla, mientras que
los fieles, imitando a María, se preparan para el gran acontecimiento de la Resurrección.
4. Al caer la noche del Sábado Santo, comienza la solemne Vigilia Pascual, la «madre
de todas las vigilias». Después de haber bendecido el fuego nuevo, se enciende el cirio
pascual, símbolo de Cristo que ilumina a todo hombre, y resuena gozoso el gran
anuncio del «Exsultet». La comunidad celestial, al ponerse a la escucha de la Palabra de
Dios, medita en la gran promesa de la liberación definitiva de la esclavitud del pecado y
de la muerte. Siguen, después, los ritos del Bautismo y de la Confirmación para los
catecúmenos, que han recorrido un largo itinerario de preparación.
El anuncio de la resurrección irrumpe en la oscuridad de la noche y toda la realidad
creada se vuelve a levantar del sueño de la muerte para reconocer el señorío de Cristo,
como lo subraya el himno de san Pablo del que toman pie estas reflexiones: «Al nombre
de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua
confiese que Cristo es Señor (Filipenses 2,10-11).
5. Queridos hermanos y hermanas: estos días son particularmente oportunos para hacer
más viva la conversión de nuestro corazón a Aquél que por amor murió por nosotros.
Dejemos que sea María, la Virgen fiel, quien nos acompañe: detengámonos con ella en
el Cenáculo y permanezcamos junto a Jesús en el Calvario para encontrarnos con él
finalmente resucitado en el día de Pascua. Con estos sentimientos y auspicios, os deseo
una gozosa y santa Pascua a todos los que estáis aquí presentes, a vuestras comunidades
y a vuestros seres queridos.
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, un
colaborador del Papa leyó esta síntesis en castellano]
Queridos hermanos y hermanas:
Los próximos días celebraremos el gran misterio de nuestra salvación. Mañana, Jueves
Santo, se conmemora la Última Cena, con la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio;
el recuerdo del mandamiento nuevo del amor y el gesto del lavatorio de los pies, signo
la vocación cristiana a servir. Se invita después a los fieles a visitar y adorar el
Santísimo Sacramento.
El Viernes Santo está dedicado a revivir la pasión y muerte de nuestro Señor y a venerar
la Cruz, fuente de nuestra Salvación. Para la piedad popular es el gran día del Vía
Crucis.
El Sábado Santo es día de silencio y espera, a imitación de María. Al terminar el día, se
celebra la Vigilia Pascual: la nueva Luz de Cristo, los cantos, el recuerdo de la historia
de Salvación y las promesas que ahora se cumplen, los signos bautismales. Es la fiesta
litúrgica por excelencia para la Iglesia, pues, por su misterio pascual, Cristo ha
rescatado del pecado y la muerte a la humanidad, abriéndole las puertas de la gloria
eterna en el seno de Dios.
[A continuación, el Papa saludó a los peregrinos de lengua española]
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo del Colegio Pureza de
María, de Barcelona. Invito a todos a vivir intensamente estos días santos, junto con la
Santísima Virgen, para encontrar a Jesús resucitado el día de Pascua. Feliz y santa
Pascua para vosotros, vuestras familias y comunidades.
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