Historia de España 1 Historia de España 2 ANDALUCÍA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina Opción A El documento 1 es un fragmento del libro España tal como es, publicado en París en 1886 por el político catalanista Valentí Almirall. Se trata de una fuente primaria de carácter histórico-político. El texto describe con crudeza el sistema electoral existente en la España de la época y lo califica de farsa. En 1886, año de la publicación del libro, el régimen canovista llevaba vigente once años, y ya se habían enquistado las prácticas electorales fraudulentas que caracterizaron el sistema político de la Restauración. Algunas de ellas se indican en el texto: control de los procesos electorales por el ministro de Gobernación, corrupción y clientelismo, extendidos en todos los niveles del Estado, manipulación de las listas electorales y suplantación de la identidad de personas fallecidas «convertidas en votantes». Valentí Almirall (1841-1904) inició su carrera en el seno del republicanismo federal. Fue uno de los principales representantes del catalanismo del siglo XIX. En 1879 publicó el primer periódico en catalán (El diari catalá) y en 1882 fundó el Centre Catalá. De su primera época conservó sus convicciones democráticas, lo que explica la crudeza del texto. El documento 2 es un grabado, probablemente publicado en la prensa de la época, en el que se representa la llegada a Madrid de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II, en enero de 1875. El acontecimiento marcó el inicio de la Restauración canovista, período histórico que se prolongó hasta 1902, y supuso el regreso de la dinastía de los Borbones al trono español tras el paréntesis del Sexenio Democrático (1868-1874). El grabado muestra una imagen favorable del acontecimiento. La entrada del monarca en la capital de España es triunfal. Montado en un caballo blanco y rodeado de soldados —no en vano su acceso al trono fue precedido por el pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (diciembre de 1874)—, desfila por una calle engalanada con banderas mientras saluda a la multitud que se agolpa en la calle y en los balcones de los edificios. En la parte inferior del grabado, un hombre conversa con una mujer mientras un niño trata de llamar su atención; un perro corre al lado del niño y sobre él una chistera de origen misterioso vuela antes de caer al suelo. La escena sirve de contrapunto a la solemnidad del momento y con ella se pretende captar la simpatía del espectador. El documento constituye una fuente primaria histórico-política. Analizados conjuntamente, ambos documentos representan la ambivalencia del sistema canovista. El grabado ilustra las expectativas que generó el nuevo régimen político y el ansia de dar paso a una época de paz y estabilidad después de la inestabilidad vivida durante el Sexenio Democrático (1868-1874). El texto de Almirall describe las lacras de este régimen, que no pudieron superarse mientras se mantuvo vigente. © Oxford University Press España, S. A. El pronunciamiento protagonizado en Sagunto por el general Martínez Campos en diciembre de 1874 acabó definitivamente con el régimen republicano, vigente desde febrero de 1873, y permitió el regreso de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII. De esta forma, se abría en España una nueva etapa histórica, conocida como la Restauración. El joven monarca instauró un sistema político con el que se trató de cerrar el ciclo de inestabilidad que había caracterizado a la historia española desde el acceso al poder de los gobiernos de corte liberal. El artífice de este sistema fue Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), un político de amplia experiencia, que había sido miembro de la Unión Liberal de O’Donnell y que durante el Sexenio Democrático encabezó la facción de los moderados partidarios de la legitimidad borbónica encarnada en el hijo de Isabel II. En diciembre de 1874, poco antes del golpe de Martínez Campos, Cánovas había hecho firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst (nombre de la academia militar británica donde estudiaba el heredero al trono), documento en el que se trazaban las líneas básicas de su programa político. El objetivo de Cánovas era dotar a la monarquía restaurada de un sistema liberal y autoritario que permitiera la alternancia pacífica en el Gobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierda —sin sobrepasar los límites del liberalismo moderado—, que no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrección o al pronunciamiento para acceder al poder, como había ocurrido en tantas ocasiones durante el reinado de Isabel II. Los partidos antimonárquicos, antiliberales o antinacionales quedaron excluidos, en primer lugar por una cuestión de principios y, además, porque el funcionamiento del sistema político, manipulado desde el poder, impedía de manera fraudulenta la participación de las formaciones que se mostrasen contrarias al sistema canovista. Los pilares del nuevo régimen Los pilares sobre los que se sustentó el sistema político de la Restauración fueron la pacificación del país, la promulgación de una nueva Constitución (1876) y la formación de los dos grandes partidos sobre los que se articularía la acción de gobierno. En lo que respecta a la pacificación del país, en el momento en que Alfonso XII accedió al trono estaban en curso la Tercera Guerra Carlista (1872-1876) y la primera Guerra de Cuba (1868-1878). La conclusión de ambos conflictos constituyó un gran éxito para el Gobierno, entonces presidido por Cánovas. Sin embargo, no se resolvieron los problemas que los habían provocado. Los carlistas habían sido neutralizados como fuerza militar, pero la supresión de los fueros e instituciones vascas (1876) fue una de las causas del posterior surgimiento de un nacionalismo reivindicativo, pese a que el Historia de España 3 ANDALUCÍA País Vasco conservó su autonomía fiscal gracias a la concesión de los conciertos económicos en 1878. En cuanto a la guerra de Cuba, la paz de El Zanjón de 1878 tuvo un carácter provisional; el conflicto rebrotó en 1895 y desembocó en la guerra con Estados Unidos y la independencia de la isla en 1898. La Constitución de 1876 fue otro de los pilares del sistema político de la Restauración. Inspirada en la ley fundamental moderada de 1845, permaneció en vigor hasta 1931, aunque fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones. El texto constitucional establecía un modelo de Estado centralista en el que el rey y las Cortes compartían soberanía. El catolicismo era la región oficial, aunque se mantenía la tolerancia hacia otros cultos y la declaración de derechos de la Constitución de 1869. En la práctica, no existía una clara división de poderes, y el rey tenía un predominio indiscutible sobre el Parlamento. El monarca era el mando supremo del Ejército, elegía el Gobierno y tenía autoridad para disolver las Cortes. Asimismo, podía vetar los proyectos de ley y ejercer la iniciativa legislativa. En definitiva, era el árbitro del sistema. La Constitución de 1876 estableció además unas cortes bicamerales. El Congreso fue elegido por sufragio censitario hasta 1890; a partir de ese año se instauró el sufragio universal o, más precisamente, general masculino. En cuanto al Senado, parte de sus miembros eran elegidos por la Corona y el resto por las corporaciones y los mayores contribuyentes, mediante un sistema indirecto que favoreció la formación de oligarquías. El juego de partidos de la Restauración se articuló en torno a dos grandes formaciones: el Partido Liberal Conservador, situado en la derecha moderada, y el Partido Liberal, llamado inicialmente Partido Fusionista, que agrupaba a la izquierda liberal. El primero fue liderado por Cánovas hasta su muerte en 1897, y posteriormente por Francisco Silvela. Agrupó a liberales moderados, antiguos miembros de la Unión Liberal, ex progresistas (como Romero Robledo) y algunos tradicionalistas (Alejandro Pidal). El líder del Partido Liberal fue Práxedes Mateo Sagasta, un político veterano, al igual que Cánovas, que había dirigido el Partido Constitucionalista durante el reinado de Amadeo I y era jefe de Gobierno cuando tuvo lugar el pronunciamiento de Sagunto. En el Partido Liberal se integraron antiguos progresistas y demócratas del Sexenio Democrático como Montero Ríos, Moret o Martos. Algunos republicanos moderados, como Castelar, se acercaron a él pero sin ingresar en sus filas. Ni el Partido Conservador ni el Partido Liberal eran organizaciones de masas sino partidos de notables. Las diferencias ideológicas entre ambos eran escasas y su composición social e intereses, prácticamente idénticos. Su fortaleza no dependía tanto de la cohesión interna de sus miembros como de la influencia de su líder y su capacidad para mantener unidas las distintas facciones del partido. Mientras vivieron sus fundadores no hubo problemas graves de cohesión interna, aunque con el cambio de siglo afloraron con frecuencia. Hasta 1923, ambas fuerzas se alternaron en el poder, en lo que se conoció como el turno de partidos, mecanismo que en última instancia era activado por el monarca, no por la voluntad © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 popular. La alternancia en el poder se inauguró en 1881, cuando Alfonso XII encomendó la formación de Gobierno a Sagasta, en lugar de a Cánovas, y se oficializó tras la muerte de Alfonso XII en 1885. Su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada de quien sería Alfonso XIII, asumió la regencia. Cánovas, presidente del Gobierno cuando murió el rey, acordó con Sagasta cederle el poder durante los primeros años de la regencia (Pacto de El Pardo). El mecanismo de funcionamiento del turno de partidos era el siguiente: el candidato a presidir el Gobierno debía ser designado por el rey y contar con una mayoría sólida en las Cortes. De no ser así, el monarca obtenía de estas el decreto de disolución y promovía la celebración de unas elecciones a la medida para el candidato favorecido por él. Este procedimiento fue una fuente constante de corrupción y supuso una perversión de la vida política española, tal y como denuncia Almirall en el documento 1. Las lacras del sistema A finales del siglo XIX, la sociedad española era fundamentalmente agraria, con una población urbana relativamente escasa y una opinión pública poco desarrollada. Al mismo tiempo el Estado era débil. Ambos factores propiciaron la aparición del caciquismo, gracias al cual una minoría pudo controlar la vida política y los mecanismos del poder del Estado. El caciquismo fue más eficaz en las zonas rurales que en las urbanas, donde la opinión pública y los votos eran más difíciles de controlar. Una vez que el rey impulsaba la celebración de nuevas elecciones, se ponían en marcha los mecanismos de falseamiento del voto. Los partidos del turno contaban con una red de clientes o «amigos políticos» que les prestaban su apoyo a cambio de cargos, concesiones o privilegios. Estos «amigos políticos», que por razones familiares o por tener propiedades controlaban determinadas comarcas o circunscripciones, movilizaban a sus clientes para obtener los votos necesarios en su zona. Para ello se compraba o presionaba a los electores y a los poderes locales (jueces, gobernadores, guardias civiles), se falseaban las listas electorales o se manipulaban los resultados. En su conjunto, estas prácticas fraudulentas recibieron la denominación de «pucherazo». El proceso se controlaba desde el Ministerio de Gobernación, institución que administraba el «encasillado», sistema por el que conservadores y liberales decidían, antes de las elecciones, qué cargos debían corresponder al partido del Gobierno y cuáles a la oposición. Este sistema restó legitimidad al régimen canovista y tuvo como consecuencia el que un sector importante de las clases populares dejase de votar, al considerarlo, como Almirall, una farsa. El desarrollo político Pese a las deficiencias del sistema del turno de partidos, conservadores y liberales tomaron decisiones importantes. En primer lugar se impulsaron una serie de medidas liberalizadoras, especialmente durante el llamado Parlamento Largo (1885-1890), dominado por los liberales. Se aprobaron la libertad de prensa e imprenta, la de cátedra y la de asociación (Ley de Asociaciones de 1887), que propició la Historia de España 4 ANDALUCÍA aparición de los sindicatos, como la UGT (1888). También se promulgó la Ley del Jurado (1888), que permitía a la sociedad participar en la administración de Justicia, y el Código Civil (1889). La culminación del proceso fue la instauración del sufragio general masculino (1890). Por otra parte, se realizaron algunos esfuerzos por acercarse a los problemas sociales y a la condición obrera. Ese fue el objetivo de la Comisión de Reformas Sociales, precedente del Instituto de Reformas Sociales (1903), que daría lugar, posteriormente, a la constitución del Ministerio de Trabajo. En el ámbito económico, destacó el debate entre los partidarios del proteccionismo y del librecambismo, que se saldó con la adopción de medidas proteccionistas para proteger los intereses de la industria catalana y vasca, de la minería asturiana y de los productores de cereal castellanos. Fuera del sistema se desenvolvían las formaciones antidinásticas. Los carlistas, derrotados en 1876, se dividieron entre quienes eran partidarios y opuestos a colaborar con el régimen. En el otro lado del espectro político, los republicanos ejercían una gran influencia en los mayores núcleos urbanos, pero mantuvieron la división que les caracterizó durante el Sexenio Democrático entre los posibilistas de Castelar, los radicales de Ruiz Zorrilla y los federales de Pi i Margall. A la existencia de estas fuerzas hay que añadir el surgimiento de dos movimientos políticos opuestos al sistema canovista, el movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. En el primer caso, se dividió en dos tendencias: el socialismo (fundación del PSOE en 1879 y de la UGT en 1888) y el anarquismo, escindido entre quienes estaban a favor de la acción legal y quienes eran partidarios la «propaganda de CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 los hechos», es decir, del terrorismo. Estos últimos llevaron a cabo en la década de 1890 numerosos atentados; el propio Cánovas fue asesinado en 1897 por un anarquista italiano. En lo que respecta a los nacionalismos periféricos, los dos principales focos fueron Cataluña y el País Vasco. En el primer caso se produjo un largo proceso de formación del catalanismo político en las décadas de 1880 y 1890, período en el que tuvieron lugar acontecimientos importantes, como la formación del Centre Catalá de Valentí Almirall (1882) y de la Unión Catalanista (1891), la publicación de las Bases de Manresa (1892) —el primer programa político explícito del catalanismo— y la constitución de la Lliga Regionalista (1901). En el País Vasco, Sabino Arana fundó el Bizkai Buru Batzar en 1895, origen del Partido Nacionalista Vasco (PNV). En Valencia y Galicia también se desarrollaron movimientos regionalistas. Aunque eran evidentes las carencias del sistema, el edificio político de la Restauración canovista se sostuvo sin graves problemas mientras vivieron sus dos principales líderes (como se ha visto, Cánovas fue asesinado en 1897; Sagasta murió en 1902). La crisis provocada por el desastre del 98 dio origen al regeneracionismo, y desde los propios partidos del turno, con nuevos líderes y bajo el arbitrio del recién coronado Alfonso XIII (1902-1931), se intentaron emprender reformas que regenerasen el sistema político y modernizasen la sociedad española. Sin embargo, la Constitución de 1876 impulsada por Cánovas y buena parte de las lacras de su sistema político se mantuvieron vigentes, bajo una presión creciente por parte de republicanos, nacionalistas y el movimiento obrero, hasta el golpe de Estado protagonizado por el general Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923. Opción B El documento 1 es un fragmento del discurso de investidura pronunciado por José María Aznar en el Congreso de los Diputados el 3 de mayo de 1996, tras la victoria electoral del Partido Popular en las elecciones generales celebradas dos meses antes. Se trata, por consiguiente, de una fuente histórico-política de carácter primario. Después de subrayar su respeto a los procedimientos constitucionales, Aznar expone su interpretación de los deseos de los españoles manifestados a través de las urnas (renovación de la vida pública, modernización del país, mayores cotas de bienestar) para superar las dificultades vividas durante el anterior mandato socialista (1993-1996), marcado por la corrupción, los escándalos políticos y una profunda crisis económica. A continuación, reconoce la necesidad de un mayor diálogo, como una manifestación del cambio político que él considera necesario en la nueva fase política y como mecanismo clave para la gobernabilidad, ya que, pese a la victoria de su partido, no dispone de mayoría absoluta. El documento 2 es una fotografía en la que aparecen cuatro de los cinco presidentes del Gobierno que han ejercido el cargo desde la instauración de la democracia en España. De pie, en el centro, se encuentra Adolfo Suárez (1932), quien © Oxford University Press España, S. A. ocupó el puesto entre 1976 y 1981 (desde 1977 fue líder de la Unión de Centro Democrático, UCD); a su izquierda, su sucesor, Leopoldo Calvo-Sotelo (1926-2008), también de UCD, fue presidente del Gobierno en el período 1981-1982. A la derecha de Suárez se encuentra Felipe González (1942) —líder del PSOE desde el Congreso de Suresnes, celebrado en 1974, hasta 1997—, que ocupó la jefatura del ejecutivo en cuatro legislaturas consecutivas (1982-1996). Finalmente, sentado en el centro, se encuentra José María Aznar (1953), líder del Partido Popular (1989-2004) y presidente del Gobierno entre 1996 y 2004. El documento es una fuente gráfica de carácter histórico-político. No se trata de un retrato institucional sino de una fotografía destinada a su publicación en la prensa. Los protagonistas aparecen con una actitud espontánea, y de ella quizá puedan extraerse algunos mensajes, frecuentes en este tipo de documentos. La posición de Aznar, en el centro y rodeado de sus predecesores, indica que él es el presidente del Gobierno en ejercicio. Se mantiene atento y tenso, mientras sus compañeros de fotografía muestran una actitud más relajada. La imagen de González, de espaldas a la cámara y bromeando con Suárez, ilustra sobre la buena relación que mantuvieron ambos líderes, especialmente desde la salida del segundo Historia de España 5 ANDALUCÍA del Gobierno en 1981. Calvo-Sotelo, con su seriedad característica, se mantiene algo alejado, aunque su gesto parece indicar que trata de seguir discretamente la animada conversación de Suárez y González. El año 1978 representa la culminación de un proceso de reformas institucionales y políticas que, pilotado por el rey Juan Carlos I y Adolfo Suárez, permitió la liquidación del régimen franquista mediante una rápida sucesión de iniciativas políticas entre las que destacan la Ley para la Reforma Política (noviembre de 1976), la legalización de todos los partidos políticos, incluido el PCE (abril de 1977), la celebración de las primeras elecciones democráticas en 41 años (junio de 1977), el restablecimiento de la Generalitat catalana (septiembre de 1977) y la aprobación de una Constitución democrática (diciembre de 1978) que reconocía las aspiraciones de los nacionalismos históricos y establecía un Estado autonómico. Al mismo tiempo, 1978 constituye un punto de partida, ya que quedaba pendiente el desarrollo legislativo que materializase los preceptos constitucionales, la construcción del Estado autonómico, la consolidación del régimen democrático, el control de los movimientos involucionistas, la lucha contra el terrorismo, especialmente el de ETA, y el ajuste de la posición del país en el ámbito internacional. En ese momento, la principal fuerza política era la Unión de Centro Democrático, que había logrado la victoria en las elecciones generales de 1977. Su líder, Adolfo Suárez, presidía el Gobierno desde 1976. A su derecha se situaba Alianza Popular, dirigida por Manuel Fraga, mientras que la izquierda la ocupaban el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), segunda fuerza política en el Parlamento, y el Partido Comunista de España (PCE), dirigido por Santiago Carrillo. Entre los partidos nacionalistas destacaban el Partido Nacionalista Vasco y Herri Batasuna (País Vasco), Convergencia i Unió y Esquerra Republicana de Catalunya (Cataluña), el Bloque Nacionalista Galego (Galicia), el Partido Socialista Andaluz, luego Partido Andalucista (Andalucía) y Unió Valenciana (Valencia). Los gobiernos de UCD Aprobada la Constitución, se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones generales en marzo de 1979. Ganó por segunda vez UCD, sin lograr la mayoría absoluta, tal y como había ocurrido dos años antes. El principal objetivo del nuevo Gobierno presidido por Suárez fue el desarrollo del mapa autonómico y municipal. En abril de 1979 se celebraron las primeras elecciones municipales, que permitieron el acceso de la izquierda a las alcaldías de las principales ciudades del país. En lo que respecta al desarrollo del Estado de las Autonomías, terminó de fijarse el mapa autonómico, se impulsó el proceso de elaboración y aprobación de los diferentes estatutos de autonomía, y se celebraron elecciones para constituir los respectivos parlamentos autonómicos. El proceso se inició en 1979, con la aprobación de los estatutos de Cataluña y el País Vasco, y culminó en 1995, durante la etapa de gobierno socialista. Paralelamente, se llevó a cabo una importante labor legislativa, en la que destacan la aprobación del Estatuto de los Trabajadores en 1980 y la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas ese mismo año. © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 Sin embargo, la acción del Gobierno y la posición política de Suárez sufrieron una constante erosión como consecuencia de la división que reinaba en la UCD, en cuyo seno se disputaban el poder socialdemócratas, liberales, democristianos y conservadores. A ello se añadió la derrota de la opción defendida por UCD en el referéndum sobre la vía de acceso de Andalucía a la Autonomía, celebrado en febrero de 1980, el constante goteo de atentados terroristas, el malestar en el Ejército y el endurecimiento de las críticas del PSOE, que presentó una moción de censura en mayo de 1980; esta tenía un carácter simbólico pero incidió negativamente en el liderazgo político de Adolfo Suárez. Finalmente, Suárez dimitió como presidente del Gobierno en enero de 1981. En la sesión de investidura de su sucesor al frente del Gobierno (23 de febrero de 1981) se produjo un intento de golpe de Estado; su fracaso resultó decisivo para afianzar la democracia en España. Durante el mandato de Calvo-Sotelo tuvo lugar el juicio contra quienes había participado en la intentona golpista del 23 de febrero, se decidió el ingreso de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y se aprobó la Ley de Divorcio (1981). La descomposición interna de UCD siguió su curso y en las elecciones generales de octubre de 1982 el PSOE alcanzó una victoria de proporciones históricas. UCD prácticamente desapareció del mapa político, disolviéndose en 1983. Los gobiernos del PSOE Bajo el liderazgo de Felipe González, el PSOE logró la victoria en otras tres elecciones generales (1986, 1989, 1993); solo en la última perdió la mayoría absoluta. En este período los diferentes gobiernos socialistas conjugaron medidas liberales y socialdemócratas, ambivalencia que permitió al partido mantener durante mucho tiempo el apoyo de amplios sectores sociales. Entre sus objetivos iniciales figuraron la consolidación del régimen democrático y la culminación del Estado de las Autonomías, la plena integración de España en Europa, el desarrollo de un Estado de bienestar y la lucha contra los efectos de la crisis económica de los años setenta. En este aspecto se emprendió una política de ajuste encaminada a controlar el déficit exterior y la inflación. Las políticas económicas de los gobiernos del PSOE incluyeron además otras medidas de austeridad, como la moderación salarial y una dura reconversión industrial que afectó a sectores poco competitivos, como la siderurgia, la minería y la construcción naval. En el ámbito de la política social, se realizó un gran esfuerzo en la mejora de los servicios públicos. En el campo de la asistencia sanitaria, se estableció un sistema nacional de salud universal a través de la Ley General de Sanidad (1986). En lo que respecta a la educación, se incrementó la escolarización en las enseñanzas media y universitaria, y se democratizó la estructura de los centros docentes mediante la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE, 1985) y la Ley de Reforma Universitaria (LRU, 1990). Además, con la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE, 1990) se amplió la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años y se estableció la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). Debe añadirse que la política educativa de los gobiernos del PSOE provocó Historia de España 6 ANDALUCÍA una amplia campaña de protestas por parte de profesores y alumnos de los centros públicos en la segunda mitad de los años ochenta. Por último, en esta época se mejoró el sistema de pensiones contributivas y no contributivas y se mejoraron las prestaciones por desempleo. En el ámbito de la política exterior, los acontecimientos más importantes fueron la integración de España en la Comunidad Económica Europea y la polémica sobre la permanencia en la OTAN. Los Gobiernos de UCD habían iniciado las negociaciones de ingreso en la CEE en 1977, pero la posición francesa, cuyos agricultores presionaban para retrasar la entrada española, dificultó el proceso que, finalmente, concluyó en junio de 1985 con la firma de un Tratado de Adhesión que entró en vigor el 1 de enero de 1986. Paralelamente, se produjo un giro radical en la posición del PSOE con respecto a la OTAN. Mientras en la campaña electoral de 1982 defendió la convocatoria de un referéndum sobre la salida de España de dicha organización, en los años siguientes la posición del Gobierno fue cambiando progresivamente hasta llegar a propugnar la opción contraria. Finalmente, el Gobierno convocó el referéndum prometido el 16 de marzo de 1986, pero defendiendo no la salida de la OTAN sino la permanencia en ella. Un 52 % se pronunció a favor de la postura del Gobierno y un 39 % se manifestó contrario. El resultado de la votación constituyó otro éxito personal de Felipe González. A partir de este momento, decayó el impulso reformista en el PSOE. El crecimiento económico de la segunda mitad de los años ochenta puso al descubierto prácticas económicas realizadas por grupos próximos al poder poco edificantes o contrarias, teóricamente, a los principios socialistas; además, comenzaron a salir a la luz casos de corrupción, como el que acabó con la dimisión del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. UGT pasó a criticar abiertamente al PSOE y junto con CC OO convocó una huelga general en diciembre de 1988, que constituyó un enorme éxito y obligó al Gobierno a dar un giro a su política. La celebración en 1992 de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Exposición Universal en Sevilla dio un cierto respiro al Gobierno, que además asestó un duro golpe a ETA al capturar a sus principales dirigentes y profundizó en su política de integración europea con la firma del Tratado de Maastricht. En virtud de este tratado se creaba la Unión Europea en sustitución de la antigua CEE y se obligaba a los países signatarios a adoptar un programa de convergencia económica que permitiera la Unión Económica y Monetaria y la introducción de una moneda común, el euro. Sin embargo, tras los fastos de 1992, la economía sufrió una profunda recesión (la tasa de desempleo se situó en torno al 24 % en 1993) y continuaron saliendo a la luz numerosos escándalos. El llamado caso GAL —relacionado con la guerra sucia contra el terrorismo de ETA y por el que fue juzgada y condenada la cúpula del ministerio del Interior de los primeros gobiernos de González—, provocó un gravísimo daño al PSOE y a su líder. Pese al enorme desgaste sufrido por el PSOE, el PP no logró vencer en las elecciones generales celebradas en junio de 1993. Se abrió entonces una legislatura dominada por la © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 crisis económica y las vicisitudes del caso GAL, además de las relacionadas con un gran número de escándalos políticos que dificultaron o hicieron imposible la acción del Gobierno. En 1996 se convocaron elecciones anticipadas y el PP, liderado por José María Aznar, logró la victoria, aunque por escaso margen. El primer Gobierno del PP Al no disponer de mayoría absoluta, José María Aznar tuvo que gobernar con el apoyo de otros grupos, especialmente de CiU y PNV (en este caso, solo en una primera fase). Además, el PP desarrolló una política centrista y dialogante que le permitió llegar a acuerdos con otras fuerzas sociales, hasta el momento muy críticas con el PP, como los dos principales sindicatos, CCOO y UGT. Las medidas impulsadas en esta época confirmaron la validez de la derecha española como una alternativa democrática. Así, el Gobierno del PP facilitó la transferencia de competencias a favor de las comunidades autónomas, silenció a los líderes antinacionalistas del PP (sobre todo en Cataluña y el País Vasco), acordó con los sindicatos reformas del mercado de trabajo respetando derechos laborales, y mantuvo el poder adquisitivo de las pensiones y el equilibrio financiero de la Seguridad Social (que peligraba con una población cada vez más envejecida). Un último aspecto importante de la acción política del Gobierno de Aznar fue la supresión del servicio militar obligatorio y el inicio del proceso para establecer un Ejército profesional, concluido en 2002. En el ámbito económico, el Gobierno aplicó severas medidas de austeridad para cumplir las condiciones del Tratado de Maastricht, y pudo entrar en la Unión Económica y Monetaria europea, adoptando, como la mayoría de los estados miembros de la UE, el euro, que se puso en circulación en enero de 2002. Además, la tasa de desempleo descendió hasta el 10 %. También se produjeron descensos importantes en los tipos de interés, el déficit público y la inflación. El crecimiento anual del PIB en España fue, en general, superior al de los países de su entorno. En el campo de la lucha antiterrorista, el primer Gobierno del PP logró algunos avances sustanciales gracias a la desarticulación de comandos terroristas y a la movilización social en el País Vasco y el resto de España. La reacción de la sociedad española tras el asesinato en 1997 de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua (Vizcaya), fue espectacular. Aunque ETA declaró una tregua (1998-1999) bajo la cobertura del pacto de Lizarra (Estella), los atentados continuaron, combinados con la violencia callejera. Consecuencia de las políticas impulsadas por el primer Gobierno de José María Aznar fue la victoria electoral del Partido Popular en las elecciones generales celebradas en marzo de 2000, esta vez por mayoría absoluta. Los objetivos planteados por los primeros Gobiernos de la transición —consolidación de la democracia, modernización del país, equiparación del nivel de vida en España con el de los países de su entorno, integración plena en la UE y en los organismos internacionales— se habían cubierto. El cambio de milenio marcaba también el paso a una nueva fase en la historia de España. Historia de España 7