6.- La Estafa MÁs Grande

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La Estafa Más Grande
Nombre: Elizabeth Rojas Jalil
Centro Escolar: Antares
Número telefónico: 22393474
Número de célular: 98510250
Domicilio: Lomas del Mayab, Calle Uinal, Case 1551. Tegucigalpa, Honduras.
Número de Pasaporte: 445721327
“¿Gabriela Colindres?”
Una muchacha de veintitrés años volteó a ver hacia atrás. Estaba sentada en
su escritorio, traduciendo unos papeles del portugués al francés. Ese era su
trabajo, traducir documentos. Y gracias a su conocimiento de seis diferentes
lenguajes (no incluyendo el español), se le facilitaba.
“¿Sí?” contestó la joven.
Daniel, uno de los secretarios de la jefa, le informó, “La Señorita Katherine te
quiere hablar en su oficina.”
Talvez sea un ascenso, pensó Gabriela, mirando a sus papeles ya traducidos.
Había trabajado con la compañía Sound, la fabricadora de celulares más rica
de todo el continente Americano, por dos meses ya. Gabriela consideraba su
trabajo traduciendo digno de darle un ascenso –o sea, una paga más grande.
Gabriela se dirigió a las oficinas de Katherine Carrazas, la heredera de la
compañía. En el momento, eran sus abuelos quienes dirigían todo, ya que los
padres de Katherine se habían muerto cuando ella tenía trece.
Al encontrarse en frente de la puerta de la jefa, se arregló y tocó la puerta.
“¡Pase!” exclamó Katherine.
Lentamente, Gabriela abrió la puerta. “¿Me quería ver jefa?”
“Sí, por favor cierra la puerta al entrar,” contestó la jefa.
Gabriela hizo como se lo pidieron antes de dirigirse hacia el escritorio de
Katherine. La muchacha era solo unos años mayor que Gabriela, pero
aparentaba ser mucho mayor, gracias a su manera seria y profesional de tomar
las riendas de su futura compañía.
“Por favor toma asiento,” Katherine ordenó.
Justo cuando Gabriela se sentó, Katherine sacó unos papeles.
“Haz estado trabajando con nosotros por dos meses y medio,” comenzó
Katherine. “Y haz hecho un maravilloso trabajo, Gabriela.”
Gabriela sonrió. Ya podía oler el ascenso que venía.
“Pero,” Katherine continuó, poniendo unos papeles en frente de la traductora.
“Me has estado estafando.”
La sonrisa de Gabriela desapareció por completo. Miró los papeles que la jefa
había puesto en frente de ella, y sus ojos se abrieron con sorpresa. Eran
transacciones que Gabriela había hecho sin el permiso de la jefa. En otras
palabras, estaba robando de la compañía.
Hora de confesar. Gabriela no sólo era una joven que traducía documentos.
Desde hace un año, ella y dos amigos más, Andrés y Julia, se habían dedicado
a engañar y robar a los demás. Y su corta edad no les impedía ser buenos en
eso, ya que desde pequeños habían sido buenos mentirosos y actores.
Gabriela no sabía que decir. Nunca habían sido descubiertos, y ciertamente, el
trío no esperaba que fuera ella. Es más, Gabriela y Julia habían apostado de
que sería Andrés, ya que él era el más inexperto del grupo.
“Lo-“
“No te disculpes,” interrumpió Katherine.
Gabriela frunció el ceño con preocupación. “Jefa… ¿Iré a la cárcel?”
“Estaba pensando en eso,” le informó Katherine con un tono serio. “Pero tengo
otro trabajo para ti.”
Gabriela estaba más que atónita. Después de haber sido descubierta como
una ladrona, ¿Katherine le daría otro trabajo? Talvez no es tan inteligente
como creí, pensó Gabriela.
Katherine suspiró. “Hace unas semanas, me visitó una detective privada. Me
confesó que mis abuelos le habían estado robando a mis padres antes de
morir.”
“Lo siento-“
“Déjame terminar,” interrumpió Katherine.
Gabriela asentó con la cabeza.
“Cuando estaba muy pequeña, tuve una hermana menor. Lastimosamente,
murió a los tres años,” prosiguió Katherine. “Pero a mis abuelos se les ha
metido a la cabeza de que está viva, y ahora tienen a un detective privado
buscando a mi hermana. Le piensan dar una gran cantidad de dinero a Laurel,
que así se llamaba, si la logran encontrar. Así que, después de pensarlo bien,
creo que esto sería la oportunidad perfecta para vengarme de ellos.”
Gabriela ya podía predecir lo que venía después, así que comenzó a formular
la cantidad de paga que le pediría a Katherine.
“Quiero que finjas ser mi hermana, para que así te den el dinero a ti, y yo se los
pueda robar,” concluyó Katherine.
Gabriela asentó la cabeza, una sonrisa creciendo en sus labios. “Me parece un
muy buen plan, jefa. Pero… ¿Yo que gano?”
“¿Además de no ir a la cárcel?” contestó Katherine. “Te daré el 30% de el
dinero que gane Laurel.”
“¿No cree que el 30% es una cantidad demasiado pequeña? Es decir, estoy
engañando a una pareja mayor de edad-“
“Bueno, esperemos que tu familia y amigos te vayan a visitar a la cár-“
Gabriela ni dejó terminar a Katherine. Rió nerviosamente. “Sólo estaba
bromeando jefa, me parece un muy buen trato. ¿Cuándo empiezo?”
-x“¡Te descubrieron!” Julia exclamó, botando sus naipes.
Gabriela asentó con la cabeza, tranquilamente recolectando las cartas de Julia.
Era una tradición jugar un juego de cartas todos los viernes, pero al parecer,
sus amigos ya no tenían ganas.
“¿Cómo es que estás tan tranquila?” Andrés preguntó, claramente nervioso.
“Te pueden meter a la cárcel… ¡Nos pueden meter a la cárcel!”
“Tranquilos,” Gabriela comenzó. “No iré a la cárcel. Después de todo, Katherine
me dio otro trabajo.”
“¿Te dio otro trabajo?” Andrés repitió. Se le notaba que no lo podía creer.
Julia rió. “¡La gente rica puede ser tan tonta! ¿Y… de que trabajarás esta vez?”
Gabriela les dio una sonrisa misteriosa. “No puedo decir. Katherine me dijo que
lo mantuviera secreto, ya que son cuestiones de familia.”
Julia frunció el ceño. “¿Y cómo es eso de que no nos puedes decir? ¡Nunca
mantenemos secretos entre nosotros!”
“Pues esta vez tendrá que ser así,” Gabriela contestó, guardando sus naipes.
“¿A sí?” Julia dijo. Claramente, no estaba feliz con eso. “Pues yo no te diré mi
nuevo trabajo.”
“¿Tienes un nuevo trabajo?” Andrés preguntó.
“¡Sí, tonto!” Julia exclamó. “¿Por qué diría tener uno si no es así?
Especialmente uno que me va a dar mucho dinero.”
Andrés sonrió. “Suena bueno. ¿A mí sí me puedes contar, no?”
“¡No!” Julia contestó, dándole miradas feas a Gabriela. “Al menos que ella diga
cual es su trabajo.”
“Nunca sabrán,” simplemente contestó Gabriela.
“Allí tienes tu respuesta, cabeza hueca,” le dijo Julia a Andrés.
“Bueno, si es así,” comenzó Andrés. “Yo tampoco les diré cual es mi nuevo
trabajo.”
Julia echó a reír. “¡Cómo si nos importara! Tus trabajos siempre son los más
ridículos. Y nunca consigues suficiente dinero.”
“Pues este no es ridículo,” se defendió Andrés. “Es más, pienso que es mucho
mejor que el de las dos.”
“Ay, claro,” contestó Julia.
“¡Es cierto!” Andrés exclamó. “Hasta puedo apostar mis ganancias a que sí.”
“¿En serio?” preguntó Julia en un tono burlesco. “Pues hagamos eso, Andrés.
Si tu trabajo es mejor que el mío, te doy mis ganancias. Si el mío es mejor, tu
me das las tuyas. ¿Qué te parece?”
Andrés estrechó la mano. “Hecho.”
Gabriela solo rió, negando con la cabeza. Después de terminar de guardar sus
cartas, se paró. “Chicos, tengo que ir a empacar.”
Julia la miró extrañada. “¿Empacar?”
“¿Adónde vas?” preguntó Andrés.
“Mi trabajo requerirá que yo viva en otro lugar por un tiempo,” explicó Gabriela.
“Así que por ahora, este es el adiós. Nos veremos en unas semanas.”
-x“Aún no lo puedo creer,” susurró la abuela, lágrimas brotando de sus ojos. Era
una mujer muy agradable, que se vestía muy elegantemente. “Laurel, mírate.
¡Cómo haz crecido!”
Gabriela sonrió, lágrimas brotando de sus propios ojos. Eso de llorar siempre
se le había hecho muy fácil. “Nunca pensé que llegaría a conocer a mi
verdadera familia.”
Katherine volteó los ojos.
Según la jefa, los abuelos tenían entendido que Laurel había sido secuestrada
del hospital por el doctor. Gabriela aún no podía creer que los abuelos se
habían creído esa tontera.
“Ay, Diosito,” la abuela comenzó, limpiándose las lágrimas. “Espera a que tu
abuelo te vea. ¡Estará tan feliz!”
“Yo también lo estaré,” contestó Gabriela.
Como si fuera planeado, las puertas de la mansión de los Carrazas se abrieron.
Entró un hombre mayor de edad, quien vestía como si volviera de un partido de
golf.
“Buenas-“ levantó su vista, y al ver a Gabriela, frunció el ceño. Después miró a
su esposa, quien seguía llorando. “Lilian ¿Ha pasado algo?”
La abuela negó con la cabeza, sin poder controlar las lágrimas. “¡Algo bueno
ha pasado, Héctor! Laurel ha vuelto.”
Gabriela sonrió misericordiosamente al ver al abuelo, quien tenía la boca
abierta. “¿Tú eres mi abuelo?”
El abuelo estaba atónito. “¿Laurel?”
Gabriela comenzó a llorar de alegría, lo cual causó otro volteo de ojos de parte
de Katherine.
“¡Abuelo!” comenzó Gabriela.
El abuelo sonrió, y Gabriela corrió hacia él, abrazándolo lo más fuerte posible.
“No lo puedo creer,” rió el abuelo, también abrazando a Gabriela. “¡Mi nieta ha
vuelto a su casa!”
La abuela comenzó a llorar histéricamente.
Un sentimiento raro apareció dentro de Gabriela. Era algo que nunca había
sentido antes… un sentimiento que le pedía parar toda la farsa. De repente,
Gabriela se recordó de aquellos tacos que se había comido antes de llegar a la
mansión. Fijo era indigestión.
“¡Hay que celebrar!” exclamó el abuelo.
“Eso es una excelente idea, Héctor,” comentó la abuela. “¿Y si vamos a aquel
restaurante nuevo por el centro comercial?”
“¿Restaurante de Cristal?” preguntó muy asombrada Gabriela. “Dicen que allí
hasta el refresco es caro.”
La familia se echó a reír, excepto Katherine, quien sólo quedó viendo a
Gabriela indiferentemente.
“¡No importa, querida Laurel! ¡Es una ocasión importante!” la abuela comentó.
Gabriela sonrió, aunque aún seguía preocupada por la cantidad de dinero que
saldría en la cuenta. Luego se recordó. La familia Carrazas es más rica que
cualquier otra persona en América, ¡No importaría la cantidad de dinero!
“Ay, bueno pues, vámonos ya,” Gabriela dijo. “No puedo esperar para hablar
con mi familia después de todos estos años.”
-x“¿Katherine?”
Katherine se dio la vuelta. Su abuelo estaba bajando de las escaleras, ya en su
ropa de dormir.
“¿Qué haces despierto tan de noche, abuelo?” preguntó Katherine.
“¿Qué haces tú despierta a esta hora?” respondió el abuelo, riendo.
Katherine le dio una pequeña sonrisa. “Cuestiones del trabajo…”
La verdad, no podía dormir. Al ver a sus abuelos tan felices en el restaurante
por Gabriela, no podía evitar de sentir un gran remordimiento. Algo que era
inusual para ella.
“Bueno, ya que estamos aquí,” comenzó el abuelo. “Solo te quería decir lo
agradecidos que estamos tu abuela y yo por lo que has hecho. Laurel nos
contó que nunca paraste de buscarla.”
“¿A sí?” contestó Katherine. Estaba sorprendida por Gabriela. Además de que
actuaba muy bien, había logrado acercarse bastante a la familia en sólo un día.
El abuelo asentó con la cabeza. “Eso es todo.”
Katherine no podía mirar a su abuelo, así que fingió estar leyendo documentos.
“Bueno, como veo que estás ocupada, me iré a dormir,” el abuelo dijo. Sonrió.
“Una última vez, gracias Katherine.”
Katherine se quedó callada.
Cuando estaba segura que el abuela se había ido, suspiró. Ahora sí se sentía
mucho peor.
Pero luego, se recordó de lo que la Detective Julia le había contado. La
evidencia que la detective había presentado era muy clara para dudar de ella.
A los abuelos no les había importado el bienestar de ella o de sus padres al
robarles el dinero. ¿Por qué debería de sentirse mal por ellos?
-xHabían pasado un par de días desde que Gabriela comenzó su trabajo nuevo
para Katherine, y ya se sentía más que feliz con los abuelos. Nunca alguien la
había tratado con tanto amor como ellos.
En ese instante, el abuelo le estaba enseñando a jugar golf a Gabriela. Aunque
la joven tenía que admitir, el abuelo no era muy bueno en ello. Pero eso no
importaba. Aún así, el abuelo la hacía reír.
“Oye, ¿Qué tal si tomamos un descanso?” el abuelo sugirió. “Ya empezó a
hacer calor.”
Gabriela sonrió. “Claro. ¿Te gustaría que te invite a un refresco?”
“Me encantaría,” contestó el abuelo, sonriéndole a Gabriela.
El sentimiento de indigestión nuevamente apareció en Gabriela.
Mientras los dos se dirigían hacia la cafetería del club de golf, Gabriela
comenzó a pensar en el día en el que Katherine confesaría todo a sus abuelos.
Ya que las intenciones de la jefa eran puramente venganza, se imaginaba que
lo haría de la manera más pesada posible. En verdad, Gabriela no quería que
llegara ese instante. No quería ver a los abuelos tristes y traicionados. Los
quería ver feliz, como eran en esos momentos.
El teléfono del abuelo sonó, por lo cual se tuvo que excusar.
Por mientras Gabriela esperaba en una mesa, Katherine entró a la cafetería. Al
parecer, a la joven también le gustaba jugar golf. Justo miró a Gabriela,
Katherine se dirigió hacia su mesa.
“Buenos días, Gabriela,” saludó la jefa.
Gabriela sonrió. “Hola, jefa. ¿Jugando golf?”
“Unos amigos me invitaron a un partido,” contestó. Se sentó en el asiento en
frente de Gabriela. “¿Y el abuelo?”
“Hablando por teléfono,” respondió Gabriela.
Katherine asentó con la cabeza.
Gabriela, recordándose de sus pensamientos previos, suspiró. “Te tengo una
sugerencia.”
Katherine se veía curiosa. “¿Sugerencia?”
Gabriela asentó la cabeza. “Estaba pensando… estaba pensando en que le
confesáramos todo a los abuelos de la manera más gentil posible. Y si se
puede, lo más pronto posible.”
“¿Disculpa?”
Gabriela sabía que a la jefa no le había gustado. “Es que… no sé, esto de
engañar a los abuelos no me está gustando.”
“¿Y?” Katherine preguntó. “No parecía importarte cuando le estabas robando a
la compañía.”
“Yo sé,” Gabriela contestó, sintiéndose culpable. “Pero esto es diferente.”
Katherine frunció el ceño.
“Además, tú quieres vengarte de ellos por robarles a tus padres,” prosiguió
Gabriela. “Pero estás actuando igual que ellos, porque no sólo quieres
vengarte, sino que robarles la herencia de tu difunta hermana. No tiene sentido.
Estás enojada con ellos por algo que tú planeas hacerles.”
“¿Y tú que sabes?” preguntó Katherine. Estaba claramente enojada. “Ya te
conté lo mal que trataron a mis padres, robándoles su fortuna.”
“¿Y quién te dijo eso? Porque es la tontería más grande que he escuchado.”
“Una detective muy confiable,” finalizó Katherine. Agarró su bolso, y sin
despedirse, se fue de la cafetería.
Pocos instantes después, el abuelo volvió.
“Me temo que tendremos que volver a la casa, Laurel,” explicó. “El detective
que me informó de tu presencia nos estará esperando en la mansión, ya que
se ha dado cuenta de tu presencia, quiere asegurar que eres en verdad mi
nieta.”
Gabriela suspiró, aún molesta por la situación con Katherine. “Muy bien,
vamos.”
-x“¡Julia!”
Julia volteó sus ojos. “¿Qué quieres?”
Andrés vino corriendo desde su cuarto, sonriendo. “Iremos a la casa de los
Carrazas, que son con los que estoy trabajando.”
“¿Los Carrazas?” exclamó muy sorprendida Julia.
Andrés asentó con la cabeza. “Así es. Fui con una evidencia falsa a las oficinas
de el Señor Héctor y la Señora Lilian, asegurándoles que una de sus nietas
que había sido presumida muerta estaba viva, ya que un doctor la había
secuestrado cuando estaba muy enferma. Me creyeron y me pagaron grandes
cantidades para buscarla.”
Julia ignoró el hecho de que Andrés había encontrado la excusa más tonta en
el universo para decir que la nieta estaba viva. “¿Estás seguro que son los
Carrazas?”
“Sí,” dijo Andrés. “Y ahora me llamó para identificar a una joven que está
fingiendo ser su nieta. Le informaré que ella no es la tal „Laurel‟, y me pagará
aún más dinero para seguir buscándola.”
Julia quedó atónita. No por el trabajo de Andrés, sino porque ella también
trabajaba para los Carrazas. Le había mentido a la heredera, Katherine,
diciéndole de que sus abuelos le estaban robando el dinero a sus padres antes
de morir. Katherine había estado tan angustiada, que le había pagado a Julia
para que investigue bien el asunto y pueda desenmascarar a sus abuelos.
“Te dejaré que vengas, para que veas que mi trabajo es mejor que el tuyo,”
Andrés prosiguió. “Pero fingirás ser mi asistente.”
Julia estaba más que angustiada. Si iba a la casa de los Carrazas, Katherine la
vería… y la descubrirían. “No puedo.”
“¿Qué?” Andrés contestó. “¿Tienes miedo de que mi trabajo sea mejor que el
tuyo?”
“¡Claro que no!”
“Pues entonces, vamos.”
-xGabriela estaba sentada en el sillón de la sala principal, esperando a el tal
detective. En verdad, estaba nerviosa. Obviamente, este detective era un
farsante. Así que habían dos opciones de lo que él podía hacer ese día: una,
fingir que Gabriela si era Laurel para no seguir metiéndose en problemas, o
dos, admitir que Gabriela no era Laurel.
Gabriela suspiró, tratando de calmar sus nervios.
Muy pronto, escuchó la voz de su abuelo, charlando con otro hombre.
Específicamente, con un joven cuya voz sonaba familiar.
De repente, el abuelo y Andrés entraron a la sala, riendo como si fueran viejos
amigos.
“¡Andrés!” exclamó Gabriela, saltando a sus pies.
“¿Gabriela?” Andrés contestó, boquiabierta.
“¿Gabriela?” repitió el abuelo. “¿No querrás decir Laurel?”
Julia apareció detrás de Andrés.
“¡Gabriela!” exclamó.
“Julia,” contestó Gabriela, confundida.
En ese momento, Katherine entró al cuarto, claramente sintiéndose culpable.
“Abuelo… necesito hablar de algo contigo-“ en ese momento paró al ver a
Julia. “Detective Julia, ¿Qué hace aquí?”
“¿Detective Julia?” Gabriela, Andrés y el abuelo dijeron al mismo tiempo.
“Sí, es la detective que me confesó que tú le habías estado robando a mis
padres,” contó Katherine, sonando un poco más enojada.
La abuela apareció en la escena. “¿Qué está sucediendo? ¿Quiénes son estas
personas, Héctor?”
“¡Robando! ¡Yo nunca haría tal cosa!” el abuelo exclamó, dándole una mirada
nada amigable a Julia. “¡Además, eso no tiene sentido!”
Katherine miró a Andrés, muy extrañada. “¿Y ese quién es?”
Andrés se sonrojó, volteando a ver hacia abajo, claramente avergonzado.
“Es el Detective Andrés, el que me contó sobre mi nieta,” el abuelo contestó.
Miró a sus alrededores muy enojado. “Si es que es verdad.”
Gabriela suspiró, lentamente negando con la cabeza. “Héctor… nada es
verdad. Laurel no está viva, y ahora me doy cuenta de que tus abuelos nunca
te robaron, Katherine. Julia y Andrés son mis amigos, y los tres nos dedicamos
a lo mismo. Engañamos y robamos.”
Hasta Julia estaba avergonzada.
El abuelo se miraba traicionado. “¿Entonces me estaban mintiendo?”
Katherine dio un paso hacia el frente. “Perdóname abuelo. Todo es mi culpa…
por intentar vengarme de algo que ni siquiera hiciste, he causado este lío.”
Gabriela suspiró, triste de haber herido al abuelo. Él había sido tan bueno…
“Pensaba robarme el dinero de la herencia de Laurel, al igual que ustedes
habían supuestamente hecho con mis padres,” Katherine admitió. “Pero… pero
Gabriela me dijo algo que me hizo darme cuenta que estaba actuando mucho
peor. Lo siento.”
Hubo un silencio. Hasta que el abuelo lo interrumpió. “Te perdono… porque
veo de donde vienen tus acciones. ¡Pero ustedes!” Señaló a el trío, quienes se
miraban muy asustados. El abuelo suspiró. “July o como te llames, trabajarás
limpiando la casa por cuatro meses. Andrés, serás mi asistente de golf por
cuatro meses –me servirás por mientras juegue golf. Y Gabriela… quiero que
seas mi secretaria.”
Gabriela estaba sorprendida. “¿No nos mandará a la cárcel?”
El abuelo negó con la cabeza. “Creo que ya aprendieron la lección de que
robar y engañar es malo… además, les quiero dar otra lección, algo que
también causó este lío.”
El trío estaba confundido, hasta que el abuelo finalizó. “Aprender a perdonar.”
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