“Tendré el (gozo) la alegría de abrir la Puerta Santa en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. En ese día, la Puerta Santa vendrá a ser una puerta de la Misericordia a través de la cual todos los que entren experimentaran el amor de Dios quien consuela, perdona, e infunde esperanza.” Papa Francisco, Misericordiae Vultus, 2015 Desde el año 1300 cuando el Papa Bonifacio VIII declaro el primer Año Santo, regularmente la Iglesia Católica ha celebrado “Años Santos,” ordinariamente, cada veinticinco años (por lo menos desde 1470), excepto en circunstancias especiales, cuando un papa va a designar un “Año Santo Extraordinario”. Un aspecto importante del Año Santo es el de la peregrinación a Roma (a la Puerta Santa) para hacer reparación por los pecados y para renovar la conversión de la vida de alguien. Un importante acto simbólico hecho por cada peregrino ha sido el pasar por la Puerta Santa. Cristo se identifico a si mismo como “la puerta” Jesús dijo, “Yo soy la puerta”, (Juan 10:7) a fin de que quede claro que nadie puede ir al Padre sino es por El. Esta designación que Jesús se aplica a si mismo testifica el hecho que solo El es el Salvador enviado por el Padre. La entrada a esta vida de comunión con Dios se abre de par en par mediante Jesús, el único y absoluto camino a la salvación. Por consiguiente, pasar a través de la Puerta Santa es pasar de este mundo a la presencia de Dios, al igual que en el antiguo Templo de Jerusalén, el Sumo Sacerdote en la fiesta de Yom Kippur pasó a través del velo cubriendo la entrada del Santo de los Santos para entrar en la presencia de Dios y ofrecer el sacrificio de expiación. Además, pasar por la puerta es confesar con firme convicción que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Señor y el Salvador que sufrió, murió, y resucito por nuestra salvación. Con gran valentía una persona decide libremente cruzar el umbral, dejando atrás el reino de este mundo para entrar a la nueva vida de la gracia del Reino de Dios. Al abrir la puerta, el Santo Padre tradicionalmente ha golpeado la puerta tres veces con un martillo de plata. El golpear la puerta también tiene un significado simbólico: Moisés golpeo la roca para que brotara el agua milagrosamente para saciar la sed del pueblo (Números 20:6-11); el Año Santo es un tiempo en el que Dios derrama abundantes gracias para saciar la sed de nuestras almas. Dios golpeo la tierra para liberar a San Pablo y a Sillas de la prisión, lo que resulto en que los carceleros y su familia pidieron ser bautizados (Hechos 16:25-34); Dios ha tocado a nuestros corazones abriéndolos a sus gracias, empezando con la gracia salvadora del Bautismo. Así como a nuestro Señor colgado en la cruz, los soldados golpearon su costado y de él broto sangre y agua, símbolos de la sagrada Eucaristía y del Bautismo (Juan 19:31-34) el cual alimenta nuestras almas. Ante todo esto, el golpe de la puerta simboliza el don de las gracias, que brota abundantemente para los fieles. Además, cuando la puerta se abre, los obstáculos que se oponen al paso de nuestro Señor son eliminados. Durante el Año Santo, esperamos y oramos para que los obstáculos de las debilidades personales, tentaciones, y pecados sean eliminados de modo que tengamos una unión santa con el Señor, Sources: CatholicStraightAnswers.com & Misericordiae