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Comunicación: ¿Misericordia o destrucción?
Este domingo, 8 de mayo, con la Ascensión del Señor, como Iglesia, hemos renovado el envío que el Señor nos ha
hecho para comunicar su mensaje a todos los pueblos. Debemos anunciar el Evangelio de Cristo con nuestra palabra,
pero ante todo, con nuestro testimonio.
En ese contexto, celebramos también la 50ª Jornada Mundial de las Comunicaciones bajo el lema “Comunicación
y Misericordia: un encuentro fecundo”. En pleno Jubileo, el Santo Padre nos invita a reflexionar sobre la profunda
relación que existe entre la misericordia y la comunicación para que los creyentes en Cristo, y todos los hombres de
buena voluntad, hagamos de la misericordia el rasgo distintivo de todo nuestro ser y nuestro actuar. “Lo que decimos
y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería expresar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con
todos.”
Ya en la bula ‘Misericordiae vultus’ -con la que convocó el Año Santo de la Misericordia- Francisco nos decía: “La
Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe
alcanzar la mente y el corazón de toda persona “ (MV 12).
Pero este mensaje quiere alcanzar también nuestras relaciones sociales. En una sociedad dividida y polarizada el
Papa nos recuerda que la comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión: “Es
hermoso ver personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones,
curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos.
Esta propuesta del Santo Padre tiene una repercusión particular en nuestra realidad nacional al observar un peligroso
proceso, cada vez más acentuado, de intransigencia e intolerancia, de descalificación de quienes piensan distinto y de
imposición de intereses a cualquier costo. Diariamente venimos allanando y fertilizando el terreno de la confrontación.
En especial es alarmante cómo se violentan la esencia de las relaciones humanas y de la vida en comunidad al dejar
de lado el respeto por el otro, al punto de no considerar ni reconocer la dignidad de cada persona como tal.
Al respecto nos dice el Papa Francisco: “Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a
salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que
llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e,
incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación.”
Desde esta perspectiva, el Papa ha hecho un especial llamamiento al que hoy, desde nuestra realidad nacional, quisiera asumir como propio y que va dirigido, sobre todo, a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y
de formar la opinión pública para que “estén siempre atentos al modo de expresarse cuando se refieren a quien piensa o
actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y
alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación.”
Igualmente, señala el Papa, “también los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes sociales, los foros
pueden ser formas de comunicación plenamente humanas. El acceso a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada.”
Que estas inquietudes que el Santo Padre ha querido generar a partir de su mensaje no caigan en saco roto y que,
renovando nuestra adhesión y compromiso, cada uno de nosotros contribuyamos a la unidad y a la solidaridad en nuestras familias, ambientes y en la sociedad en general.
Mons. José Rafael Quirós
Arzobispo Metropolitano
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