Todos los Santos, ciclo B LA LÓGICA DE LAS BIENAVENTURANZAS por ARMAND VEILLEUX, abad del monasterio trapense belga de Scourmont Este día en que celebramos la memoria de todos los santos, proclamamos el texto de las bienaventuranzas. Nos recuerda que para conseguir la santidad —a la que todos somos llamados— tenemos que asumir plenamente en nuestras vidas las enseñanzas de Jesús. [...] Lo primero a tener en cuenta es que todas estas bienaventuranzas son en plural. No es una receta para la eterna salvación privada, una lista de cosas para hacer en la tierra para estar seguros de entrar en el cielo después de la muerte. Es una misión dada a sus discípulos para la salvación de toda la humanidad. El comienzo del texto de Mateo es digno del mejor director. Todo el gentío sigue a Jesús. Él sube al monte, ante la multitud. Entonces sus discípulos se le acercan y él les da este mensaje. Al final concluye: Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo. Hemos oído el mismo mensaje de salvación universal en el texto del Apocalipsis, donde una gran multitud de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas proclamaban: La salvación ha sido dada por Dios... Este es también un tema importante del mensaje del Concilio Vaticano II, que tiene que ser preservado contra viento y marea: la Iglesia no existe para sí misma sino para el mundo. Otra cosa a destacar es que Jesús muestra aquí lo que será el centro de toda su predicación durante los tres años de su vida pública: el Reino de Dios. No es una recompensa después de la muerte prometida a los que han sufrido aquí; es un reino que durará por los siglos de los siglos si empieza aquí. La primera y la última de las bienaventuranzas están en presente: Bienaventurados los pobres de espíritu: el Reino de los cielos es para ellos y Bienaventurados los que sufren persecución a causa de la justicia: suyo es el Reino de los cielos. Se trata, pues, del Reino del cual Jesús también dijo: Está dentro de vosotros. Está en ti. Según Gregorio de Nisa, cuando Jesús dijo: Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios, no quiere decir que la suya es una luz purificada que les permite ver a Dios allí en el cielo, fuera de sí mismos. Quiere decir que será capaz de percibir la imagen de Dios en ellos. Tenemos aquí un tema muy apreciado por todos los Padres de la Iglesia: hemos sido creados a imagen de Dios. Esta imagen está en nosotros como la simiente de la vida divina y siempre permanece ahí, pidiendo solamente crecer en toda su plenitud, a pesar de nuestra negligencia o de nuestros pecados que la han podido tapar con polvo e incluso con barro. El camino hacia la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias para ganar el cielo después de la muerte. Se trata de dejarnos transformar gradualmente a imagen de Dios, trabajar con él y como él, en la venida de su Reino, un Reino donde los que lloran serán consolados, los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados. Por ello que consideramos nuestra vida monástica, desde la entrada al monasterio hasta la muerte, como una transformación gradual a la imagen de Cristo, con los medios de la ascesis monástica; y también se ha de entender así la formación de todo cristiano y de toda cristiana: llegar a ser cada vez más parecidos a nuestro Padre celestial, viviendo según la lógica de las bienaventuranzas. MONESTIR DE SANT PERE DE LES PUEL·LES