Nació en 1929, año en que estalló la Gran Depresión, y creció entre

N
ació en 1929, año en
que estalló la Gran
Depresión, y creció
entre Madrid y París, durante
la Guerra Civil Española.
En 1954, en compañía de su
cámara Olympus y de su amigo
Jaime Cavero, recorrió África
rastreando a una hermosa
desconocida desde Egipto hasta
Ciudad del Cabo. En otro viaje,
camino a Costa Rica, aterrizó
en la Cuba revolucionaria y
terminó adentrándose en la Sierra
Maestra, donde tomaría las fotos
emblemáticas de dos jóvenes
revolucionarios barbudos: Fidel
Castro y Ernesto Guevara.
Enrique Meneses fotografiado por Jaime Cavero en la planicie de Uganda, circa 1954
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La obra de Enrique Meneses
conforma un registro íntimo
de una época convulsa: la Cuba
revolucionaria, el Egipto de
Nasser, la tensión entre Kennedy
y Kruschev, las vidas de artistas,
políticos, músicos, toreros y otros
protagonistas del siglo xx.
Su ímpetu aventurero y encanto
persuasivo le permitieron acercarse
hasta donde otros fotógrafos ni
soñaban llegar. En palabras de
Chema Conesa, editor gráfico
de Meneses, la vida de un reportero,
“su teleobjetivo son sus piernas
y su instinto periodístico llena el
contenido de sus imágenes”. De
ese libro, próximo a ser publicado
por La Fábrica, se ha tomado esta
muestra de la obra del fotógrafo
español, fallecido en enero pasado.
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Henry Fonda durante un acto
en la Feria de Nueva York, 1964
El torero Luis Miguel Dominguín charla con Pablo Picasso antes de una corrida en Arlés
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Muhammad Ali, leyendo sus poemas en un café de Nueva York
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Charles Aznavour, durante un evento social en Nueva York
James Hood y Vivian Malone, el 16 de junio
de 1963, cuando se convirtieron en los primeros
estudiantes negros de la Universidad de Alabama
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Ernesto Guevara en la Sierra Maestra, 1958
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Nasser y Anwar el-Sadat recorren las calles de El Cairo, aclamados por la multitud, en 1956
Martin Luther King, el 28
Modelos bailando ula-ula
de agosto de 1963, minutos
antes de pronunciar su más
famoso discurso
frente a la Gran Esfinge de
Guiza, 1960
“Han asesinado la Navidad”, exclamó Dalí, echado sobre un abeto en una calle de Manhattan
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