ex jugador - El Mercurio

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El
jugador
EX JUGADOR
Fernando Meneses, seleccionado nacional, figura de Universidad Católica, hoy en
México, pasó ocho años de su vida peleando una batalla que le parecía imposible
de ganar: una severa ludopatía. Acá, sus amigos y conocidos cuentan dolorosos
detalles de esa lucha, y él mismo relata por primera vez cómo logró salvarse.
POR RODRIGO FLUXÁ RETRATO SERGIO LÓPEZ
Fernando Meneses
es un buey. Fernando Meneses es
un ciego. Fernando Meneses es un
chancho.
La casa donde Fernando Meneses
creció en Lontué, ubicada en la calle
Antártida, número 12, de dos pisos,
la mejor de la cuadra, ya no es de
la familia. Su padre, Víctor, un empresario de transporte que tenía una
pequeña flota de buses que circulaban
entre Lontué, Curicó y Molina, buses Meneses, la perdió ya hace años:
era aficionado a jugar brisca y a la
vida nocturna. Sus buses también
desaparecieron.
Pamela Cornejo, su ex esposa,
cuenta la historia en otra casa de la
calle, más pequeña, más antigua, que
su hijo le ha prometido varias veces
refaccionar. “Nos separamos cuando
Fernando tenía 13 años. Yo traté de
alejarlo de ese ambiente, pero se me
arrancaba de niño a los pool con el
papá. Y partía a buscarlo. Al año siguiente, con 14, se fue a Santiago”.
Fernando Meneses era un prodigio regional jugando fútbol. En
diciembre de 1999, su papá, que había sido futbolista aficionado, lo llevó
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a probarse a Colo Colo. Quedó. El
club lo ubicó en una pensión en Santiago, junto con Matías Fernández,
su gran amigo. Ambos cumplieron
todas las etapas formativas de un jugador de élite: selecciones menores,
mundial sub 20 de Holanda, ascenso al equipo profesional, el primer
contrato, el primer sueldo.
En 2006, Colo Colo lo envió a
préstamo a O’Higgins. En Rancagua,
con 20 años, conoció a Constanza
González, su mujer. Al año siguiente
partieron a Calama, a Cobreloa.
“Ahí empezó todo”, dice ella. “Nos
juntábamos con otros jugadores y
sus esposas en las noches. Nosotras
conversábamos en el living y ellos
se ponían a jugar póker en la mesa.
Estaban Cristián Canío y Esteban
Paredes, pero para ellos era un juego
nomás. Para Fernando, no”.
En un diario regional, Meneses
contó sus inicios en las apuestas. A
veces jugamos con algunos compañeros para
entretenernos en las concentraciones. Apostamos igual de a poco, como mil pesos. A veces
se gana y a veces se pierde, como en todos
lados. En Colo Colo jugaba playstation, acá
lo cambié por el póker. Más abajo en la
entrevista, el periodista le pregunta si
el juego le ayuda a mejorar su concentración. Meneses le dice que sí.
“Era muy inocente todo”, dice hoy
Meneses. “Y probablemente si no
hubiese sido futbolista, no habría pasado nada más, pero tenía demasiado
tiempo libre: entrenaba en la mañana
y a las 12:30 ya estaba listo”.
Entremedio, Meneses, cada
vez que podía, viajaba a Lontué.
Claudio Flores está casado con su
hermana mayor y es su principal
amigo y consejero en el sur.
“Al principio, ponía el computador
en el living y nos iba explicando cómo
era lo de las apuestas. Después se iba
del asado a cada rato para ir a ver la
pantalla. Al final, terminaba encerrándose en la pieza. Creíamos que
era como un juego de computador.
Yo le decía: ¿cómo vas a ser deportista
si pasas todo el día echado?”.
Meneses tuvo un final abrupto en
Calama: tras un partido en Santiago
se arrancó de la concentración para
ir a una discoteque. Jorge Sampaoli, recién llegado a Chile, entonces
en O’Higgins, lo recibió de vuelta
en Rancagua. El DT se obsesionó
con él: a su juicio tenía nivel para estar jugando en Europa, no entendía
qué hacía ahí. “Nos decía: le pasa
algo a Meneses, pero no sabía bien
qué”, dice Michael Kanaan, gerente general del club. “De a poco nos
fuimos haciendo una idea”.
Meneses, que ya ganaba más de
tres millones de pesos, solía ir a la oficina de la gerencia para pedir adelantos.
En los viajes en bus pasaba pegado al
notebook. Kanaan se le ponía al lado.
“Le decía: ‘¿Tú crees que hay alguna
opción real de que ganes algo? ¿Tú
crees que una máquina te va a dar las
cartas para ganar?’. Él se reía. Es un
cabro muy bueno, querible, siempre
tenía una salida”.
El peso de Meneses, con cierta
tendencia a engordar, era otra de
las preocupaciones de Sampaoli. El
mismo Kanaan le pidió una hora
con un deportólogo en Santiago
para afrontar el tema de manera
seria. La cita era en Las Condes;
el jugador vendría de Rancagua y
ambos se juntarían en una estación
del metro. Al momento de la hora,
Meneses no llegaba. Lo llamó un
par de veces, hasta que contestó.
“Se había quedado en la mitad” ,
dice Kanaan.
Había parado en el casino.
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