Tiempos Difíciles Azuzó los caballos, que emprendieron una alocada carrera hasta que avistó el lugar elegido, entonces paró el carro en el medio del campo. allí había un montecillo tupido, con buena leña. debía cortar algunos troncos para alimentar el fuego, ya que el invierno venía duro y Catalina no se encontraba bien. Casi no había dormido en toda la noche. El embarazo de su mujer presentaba complicaciones. Tenían ocho hijos y estaban esperando el noveno. Eran tiempos difíciles. A la tierra parecía costarle que le arrancaran sus frutos; a veces era la sequía, otras podía ser la langosta, pero las buenas cosechas no abundaban. A la derecha divisó el campo que “Pechi” dejó preparado el día anterior. Todavía no había podido comprar la semilla. Posiblemente lo haría esa semana. Pedro recordó diecinueve años atrás, cuando contrajo enlace en un pueblito lejano, distante a muchas leguas de allí y convenció a su esposa que fueran a vivir a “Los Guasunchos”, tratando de encontrar un venturoso porvenir para su descendencia. Desde aquel entonces tuvieron muy poco contacto con sus familiares, a no ser por algunas cartas; debido a la lejanía, los malos caminos y el transporte precario con que contaban. Ya vendrían tiempos mejores y podría mandar a su mujer a visitar a los suyos, pues últimamente notaba que los estaba extrañando mucho. Esa tarde había llevado consigo a su hijo de siete años y mientras el cortaba los gruesos troncos, con sus pequeñas manitas, Erwin trataba de arrimarlos al carro, donde pacientemente esperaba el caballo moro. De pronto sintió un galope a los lejos y vio una nube de polvo que envolvía al jinete, sin poder reconocerlo hasta que llegó a su lado. Era Mendrado, quien con voz entrecortada, casi a los gritos le dijo : _Mamá esta muy mal, tata, venga pronto_y espoleando a su cabalgadura emprendió el regreso. Rápidamente subieron al carruaje. El niño iba calladito a su lado, sintiendo que un terrible presagio se cernía sobre ellos. Antes de detenerse totalmente el carro en el patio, saltó del mismo y corriendo entró a la humilde vivienda que habitaba con su familia. Allí encontró a cinco de sus hijos rodeando a la madre, con los ojos arrasados en lágrimas. Matilde, la mayor salió a su encuentro y abrazándose a el le comentó: _Llamamos a la comadre. Está muy mal, creo que no respira. Pedro se dio cuenta de la amarga situación y al instante supo que su mujer había encontrado la paz eterna, y con ella se fue la vida de su hijito, el que ni siquiera podía enterarse si era niña o varón. Un rencor sordo corrió por sus venas. ¿ Por qué no había un medico cerca de donde vivían ? ¿ Por qué no tenían los medios necesarios para acudir a un profesional cuando padecían un problema de salud ? Por qué ?... ¿ Por qué ? Salió con el corazón transido de dolor y observó a una palomita blanca, posada en la copa del árbol que estaba justo frente a la puerta del rancho; la que prestamente levantó vuelo. Se quedó mirándola alejarse hacia lo alto e imaginó que era el alma de su bebé, volaba al cielo. Volvió a la habitación y comenzó a preparar el lugar para el velatorio; mientras una lágrima furtiva corría por sus mejillas. Si por lo menos no viviera en esos parajes inhóspitos, donde todo era tan difícil. ¡ Si hubiera escuchado los ruegos de sus esposa ...Pero ya no era hora para lamentos. Olga Catalina Schmidt