Domingo 6º del tiempo ordinario (C) Pobres con Cristo pobre… Lucas 6, 17. 20-26 1. Oración inicial Dios de compasión, querríamos permanecer a la escucha de tu Espíritu Santo, con tal confianza que pudiéramos abandonarnos en ti en cualquier situación Amén. (Hno. Roger de Taizé) 2. Una posible división del texto Lucas: 6,17: Coloca la acción de Jesús en el tiempo Lucas: 6,20-23: Las cuatro bienaventuranzas Lucas: 6,24-26: Las cuatro amenazas 3. Notas para profundizar el texto 1. La selección que se ha hecho de los textos de Lc para la liturgia dominical en el ciclo C, nos hace pasar de la vocación de los primeros discípulos al discurso de las bienaventuranzas. No hacer una lectura continuada del evangelio, hace que queden fuera algunos pasajes que nos pueden ayudar a encajar adecuadamente el texto de hoy. El más significativo será el del enfrentamiento de Jesús con los fariseos a causa de su relación amistosa con los publicanos y pecadores y la curación del hombre con del brazo atrofiado. El texto de las bienaventuranzas de este domingo, comienza con una introducción que prepara la escena, contemplando a Jesús que baja del monte con dos Doce (v.17), y va al encuentro de un grupo grande de discípulos de diversas procedencias que le esperaban en el llano (v. 17). Al discurso de las bienaventuranzas, de forma novedosa, añade Lc cuatro “ayes” que ponen en guardia a los ricos (vv. 24-26), antítesis, al parecer, de las cuatro bienaventuranzas. 2. Lc marca una diferencia situacional con Mt, cuyo evangelio es anterior al suyo: el “llano” es donde Lc sitúa el discurso de las bienaventuranzas. La composición lucana, a modo de síntesis, concluirá con un parangón pedagógico: la diferencia entre los que construyen su casa sobre arena o sobre roca (cf. Lc 6, 20-49). De entrada observamos que el discurso de Lc es más breve que el de Mt (Cf. Mt 5-7; Lc 6, 20-49) y el tono de Lc parece ser de examen mezclado con elementos doctrinales (“ayes”; los pobres herederos privilegiados del Reino). No es difícil adivinar que la pretensión de Lc sea distinta de la de Mt: las bienaventuranzas en Lc no tienen el carácter programático que tienen en Mt. Para Lc, la predicación de Nazaret (4, 16 ss), representa la Carta Magna de la misión y el ministerio de Jesús como el Mesías-Cristo. Las dos redacciones de Mt y Lc conservan, además otra diferencia que conviene apuntar: los destinatarios en Mt son los discípulos, en Lc es el pueblo. 3. Lc al igual que Mt comienza con la bienaventuranza de los pobres pero no apostilla “de espíritu”; Lc dirige su bienaventuranza a los indigentes, los que viven en la miseria y en el sufrimiento físico (v.21: los que ahora…) Son ellos los destinatarios de la buena noticia (Lc 4, 18; 7, 22), llamados a la cena mesiánica donde les aguardan los primeros puestos (Lc 14, 21). El pobre Lázaro es la imagen que Lc identifica con los destinatarios las bienaventuranzas de Jesús en contraposición al rico Epulón que ya recibió su paga y sobre quien recaerían los “ayes” también pronunciados por Jesús. La última bienaventuranza de Lc: “dichosos los perseguidos”, también concuerda con la de Mt. El contenido de esta bienaventuranza tiene una fuerte resonancia escatológica (vv. 22-23); los perseguidos 1 a causa de la buena noticia del Reino se convertirán también en marginados de la sociedad (v. 22), Pedro, Juan, Esteban, Pablo Bernabé son una buena prueba de ello. “Será grande vuestra recompensa”… (v.23) para Lc, los pobres deben considerarse ya felices porque en este mundo comienzan a experimentar la intervención real de Dios que tiene suma solicitud por sus hijos más necesitados y se les hace palpable esta experiencia de solicitud del Padre en la predilección de la que gozan y están llamados a gozar en el “grupo de los creyentes”. Una felicidad que se prolongará y llegará a plenitud en la vida nueva de los redimidos de la que Lázaro es prototipo en el Ev de Lc (16, 14-31). Los ricos, por el contrario, deben temer el futuro que les amenaza, sus vidas corren en oposición a la llamada del Reino, su oportunidad está exclusivamente en aprender a compartir y comenzar a poner sus riquezas al servicio de todos (Lc 19, 1-10; 10, 25-37). 4. El lugar privilegiado para acceder a Jesús son los pobres, en sus formas más variadas. Sólo en la pobreza, el encuentro con Jesús se revela salvador. Él, el absolutamente rico, se da para enriquecernos en nuestra indigencia (Cf. 2Co 8, 9) y para que socorramos también a los que son sacramentos de su presencia en medio de nosotros: los humildes, los pecadores, las prostitutas... que nos precederán en el Reino (Mt 21, 31). Jesús toca nuestras propias pobrezas, las que están escondidas, las que nos hacen gritar en lo íntimo, nuestra necesidad de Él… dentro de cada uno de nosotros vive un hijo pródigo real y una oveja perdida que necesita ser encontrada y acogida para repetir esos mismo gestos con los hermanos (Lc 15, 5). ¡Bienaventurados los verdaderos pobres que no tienen otra riqueza que el amor incondicional de su Señor, y con Él y por Él, se entregan a sus preferidos! (Jn 13, 35). 5. Para Francisco el nombre de las bienaventuranzas es fraternidad. Una forma de vida con los hermanos y con uno mismo que tiene connotaciones maternas de ternura, misericordia y paciencia. Una llamada ligada a la desapropiación de sí para dejar que sea el amor el que recomponga la vida. Las admoniciones son una filigrana de cuanto venimos diciendo, ¡son la sazón de la vida! No tienen el corsé de los textos jurídicos… “dichoso aquel siervo… que nada se apropia… que se compadece…que no se escandaliza del pecado ajeno… que no se enaltece en su carne… “ 4. Orar con el texto: Bajó Jesús del monte con los doce y se paró en un llano Con un grupo grande de discípulos y de pueblo Levantó los ojos hacia sus discípulos y les dijo Dichosos los pobres porque vuestro es el Reino de Dios Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados Dichosos los que ahora lloráis porque reiréis Dichosos vosotros cuando os odien, os excluyan y os insulten por causa del Hijo del Hombre Estad alegres, vuestra recompensa será grande en el cielo ¡Ay de vosotros los ricos… los que estáis saciados… los que reís… ay si todo el mundo habla bien de vosotros!... Eso hacían vuestros padres con los falsos profetas 5. Textos útiles: Sal 126; 49; 113; 1Sam 2, 1-10; Is 61, 1 ss; Lc 1, 46-55; Hch 2, 42-48; 4, 32-37; Mt 5, 1-42 Adm 5; 9; 11; 12; 13; 14; 16; 17; 18 6. Oración final Señor Jesús, alcánzanos con tu compasión, toca nuestras pobrezas y sánalas. Enséñanos que el camino de la misericordia y del compartir es el que nos lleva a encontrarnos contigo en los últimos. Amén 2