UnescándaloenAIGdeteriora aúnmáslaimagendeWallStreet

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56 LA VANGUARDIA
ECONOMÍA
JUEVES, 9 OCTUBRE 2008
Crisis financiera Allí donde empezó la crisis
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Las autoridades de Estados Unidos acababan de gastarse 85.000
millones de dólares para evitar la
quiebra de AIG, la mayor aseguradora del país. La Reserva Federal,
en una decisión sin precedentes,
rescató la aseguradora con dinero
del contribuyente.
Nada grave. Unos días después,
ejecutivos de la empresa disfrutaron de una semana de descanso en
el Saint Regis Resort, un centro de
vacaciones de lujo en Monarch
Beach, en el sur de California. El
premio, planeado hacía meses, costó a la aseguradora –ahora bajo
control estatal– 442.000 dólares
(323.000 euros), incluidos 150.000
en comida y 23.000 en el spa.
El escándalo ha salido a relucir
esta semana, durante las comparecencias de varios responsables de
la crisis financiera ante el comité
de Control y Reforma Gubernamental de la Cámara de Representantes, que el columnista de The
New York Times Joe Nocera ha llamado “comité J'Accuse”.
Es la hora de la venganza. Después de aprobar un plan de rescate
de 700.000 millones de dólares para los bancos responsables del seísmo financiero, los legisladores estadounidenses –y los ciudadanos–
buscan culpables.
El martes, los directivos de AIG,
cuyas apuestas arriesgadas vinculadas a las hipotecas basura precipitaron su caída, fueron humillados
públicamente. El lunes, fue el turno de Richard Fuld, el jefe de Lehman Brothers, cuya bancarrota, el
15 de septiembre, precipitó el seísmo. Fuld –imagen estos días de la
arrogancia de Wall Street– se negó
El lunes fue el turno
de Richard Fuld, jefe
de Lehman, que no
asumió culpa alguna
a asumir la culpa por lo sucedido.
Los legisladores temen salir perjudicados ante sus electores por haber aprobado un plan de rescate
que muchos han percibido como
una recompensa a Wall Street, pese a su mal comportamiento. Esto
explica también el ensañamiento
de estos días, en los que los responsables de AIG y Lehman Brothers
STAN HONDA / AFP
La venganza. El Congreso llama a declarar a los responsables
de la crisis financiera. En la foto, Barack Obama
El crédito se
degrada a gran
velocidad
]La calidad de los gran-
des créditos (más de 20
millones de dólares) concedidos en Estados Unidos
se ha degradado de forma
considerable en el 2008,
según la agencia federal
encargada de asegurar los
depósitos bancarios
(FDIC). En concreto, un
5,8% de los créditos concedidos encaja en la categoría de “deudas mediocres,
dudosas o perdidas”. La
del 2008 es la tasa más
elevada desde el 2003, año
en el que este indicador
alcanzó un pico de 9,3%.
La tasa en el 2007 fue la
más baja, con un 3,1% de
los grandes créditos considerados dudosos.
han tenido que enfrentarse a acusaciones graves, desde enriquecerse
mientras arruinaban a sus empresas hasta ocultar información a los
inversores, lo que podría tener consecuencias penales.
Martin J. Sullivan y Robert B.
Willumstad, los últimos ejecutivos
de AIG, se enfrentaron durante cinco horas a los reproches de los congresistas, encabezados por el demócrata de California Henry Waxman, jefe del comité y gran inquisidor del proceso, que hace seis años
ya participó en los interrogatorios
por el escándalo Enron.
Aunque ni en el caso de Lehman
Brothers ni en el de AIG las remuneraciones de los directivos fueron el detonante de la crisis, es lo
que más irritación ha suscitado entre los estadounidenses de a pie,
que temen una recesión profunda.
Tanto las remuneraciones como
la semana de reposo de los ejecutivos de AIG en California plantean
interrogantes. ¿Puede recompensarse el fracaso? ¿Podrán las empresas fichar a los mejores si no les
ofrecen incentivos? c
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TRIBUNA
Miguel Trias Sagnier
Catedrático por Esade. Cuatrecasas
Reyes sin trono
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MARC BASSETS
Nueva York. Corresponsal
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Un escándalo en AIG deteriora
aún más la imagen de Wall Street
Ejecutivos del grupo gastan 323.000 euros en lujos tras el rescate
TORONTO
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A las 22 h
NUEVA YORK
ada crisis nos hace entrar en un trance de
autoanálisis en el que nos preguntamos
cómo es posible lo que ha sucedido. En
esta nos sorprenden los niveles de riesgo
que fueron capaces de asumir los bancos de inversión y otras entidades financieras estadounidenses.
Un fenómeno de las dimensiones del que estamos
viviendo no tiene una única explicación y son muchos los ángulos desde los que hay que observarlo
para ir poco a poco entendiendo sus diferentes causas. Quiero llamar aquí la atención sobre el sistema
de incentivos de los directivos de las compañías que
cotizan en bolsa en Estados Unidos.
El puesto de primer ejecutivo –chief executive officer (CEO)– es probablemente el más codiciado que
hay por los ingentes beneficios económicos que
otorga y la notoriedad pública que atribuye a quien
lo ocupa. El CEO estadounidense se caracteriza por
una fuerte concentración de poder, ya que las más
de las veces desempeña al mismo tiempo el cargo de
presidente del consejo de administración y dirige
con amplia autonomía los destinos de una empresa
de dimensión y relevancia planetarias. Se trata de
un poder omnímodo y, en gran medida, incontrolado. Las muchas reformas adoptadas en materia de
gobierno corporativo durante los últimos años no
han logrado todavía establecer un sistema de contrapesos eficiente para supervisar su labor.
En este contexto, el CEO tiene normalmente un
amplísimo margen de actuación. Pero no está exento de presión. Esta rara vez viene del consejo de administración, que no goza aún de la deseada independencia y de suficiente información para ejercer
su función de la manera esperada. El severo tutor
que tiraniza al CEO es el mercado de valores. Las
sociedades cotizadas deben dar
avances trimesEl ciclo de vida
trales de sus redel primer ejecutivo
sultados y los
mercados entiende Estados Unidos
den mal que las
es cada vez más corto empresas no
ofrezcan datos
cada vez mejores. Dos trimestres con decepciones pueden suponer un claro aviso para la continuidad del CEO. Porque, siendo como es una persona poderosa, ocupa
una posición tan volátil como la bolsa.
Cada vez es más corto el ciclo de vida del primer
ejecutivo norteamericano, en la actualidad menos
de tres años de promedio. En este contexto, la presión por ofrecer resultados positivos significa una
marcada propensión al riesgo. El sistema de retribución, frecuentemente ligado a la evolución de la acción, suele exacerbar esa tendencia. La presión que
el CEO recibe de los mercados se capilariza a toda la
organización, a la que se pide que cumpla con los
presupuestos como sea. Cuando la burbuja inmobiliaria empieza a pinchar, afloran todos los excesos
cometidos, pero el CEO no pierde lo que ya ganó
cuando dio buenas noticias al mercado. Ahora se evidencia el cóctel explosivo. De nuevo se demuestra
que el gobierno corporativo sigue siendo una asignatura pendiente.
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