Los problemas legales más frecuentes sobre la tutela, asistencia y

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«LOS PROBLEMAS LEGALES
MÁS FRECUENTES SOBRE LA
TUTELA, ASISTENCIA Y
PROTECCIÓN DE PERSONAS
MAYORES»
(Procedimientos de
incapacitación, internamiento,
protección de la persona y del
patrimonio)
ROSA Mª DE COUTO GÁLVEZ
Editorial: Departamento de Publicaciones
de la Universidad Pontificia de Comillas.
Madrid
Serie: Documentos técnicos de Acción Social.
Madrid, 1999
El envejecimiento de la población constituye una importante realidad en nuestras
sociedades avanzadas. Sin lugar a dudas, es
el resultado del importante avance sociosanitario y cultural vivido en los países occidentales. La esperanza de vida es cada vez
,
mayor, en España se sitúa en 74 2 años para
,
los hombres y 81 4 años para las mujeres. En
nuestro país, los mayores de 65 años repre,
sentaban en 1996 el 15 6% del total de la
población, estableciéndose un proceso de crecimiento progresivo tal y como lo reflejan las
tendencias de población. En este sentido, hay
que señalar la proyección de futuro para el
año 2010, donde se plantea que se puede llegar al 18% de la población con una edad superior a los 65 años1.
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Sin embargo, esta realidad, a todas luces
satisfactoria y resultado de políticas activas
de protección, supone la aparición de nuevas
necesidades y problemas que requieren la
articulación de estrategias novedosas y creativas. Este es el caso de los ancianos que presentan problemas derivados de, como señala
1
Los datos recogidos en este trabajo proceden de
«Las personas mayores en España». Informe 2000,
MTAS, IMSERSO.
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la autora del libro «falta de autogobierno», es
decir, personas que pierden la capacidad de
forma total o parcial para obrar y decidir con
plenas capacidades psíquicas. A lo que se
debe unir el fenómeno de la soledad de nuestros mayores como una realidad presente y
manifiesta, importante preocupación social
principalmente en las grandes ciudades. En
Madrid, más del 22% de los mayores vive
solo.
El mayor grado de longevidad que ha experimentado la población en general supone,
como consecuencia directa, el crecimiento en
el número de persona mayores que conforman hoy nuestra sociedad y a su vez, incide
en que exista cada vez un mayor número de
personas mayores que sufren procesos de
deterioro físico y psíquico. En este caso, por el
propio contenido del libro, nos preocupan las
circunstancias de ámbito psíquico que van a
incidir en la capacidad de entendimiento y de
voluntad de la persona, es decir, como se ha
indicado anteriormente, en la falta de autogobierno del sujeto. Esto legitimará, como veremos mas adelante, las actuaciones de internamiento involuntario e incapacitación
según el caso y las circunstancias.
El libro que nos ocupa constituye un interesante instrumento para conocer el marco
jurídico que legitima las actuaciones y procedimientos de incapacitación, internamiento,
protección a la persona y del patrimonio del
anciano. A su vez, nos proporciona una visión
de dichos procedimientos más amplia que la
meramente jurídica y sobre todo, propone y
clarifica aquellos criterios que deben guiar al
profesional cuando interviene en dichas
situaciones.
En este sentido, la autora plantea claramente un criterio de actuación consistente en
intervenir cuando se busca la protección del
mayor, es decir, el internamiento y/o incapacitación deben servir como instrumentos que
posibilitan articular acciones de protección al
mayor, porque su conducta ocasione perjuicios, no sólo a otros sujetos, sino sobre todo a
sí mismo. Esto significa, por tanto, que no es
necesario actuar en todas las situaciones en
las que el individuo sufre un déficit o ausencia de autogobierno. Esto supone, a su vez, la
propuesta de un nuevo criterio de actuación,
referido a la necesidad de desarrollar intervenciones individualizadas y particularizadas, es decir, no es adecuado proceder a modo
de generalizaciones y mucho menos de forma
discrecional. Por el contrario, los profesionales deben analizar cada situación y proceder
según convenga. En muchos casos, los medios
de comunicación, la sociedad e incluso algunas instancias públicas y políticas solicitan el
desarrollo de medidas generales con relación
a ciertas conductas personales del mayor que
supuestamente incomodan a terceros. Sin
embargo, siguiendo a la autora del libro, no se
trata de actuar simplemente ante conductas
más o menos llamativas. La actuación se justifica ante la necesidad de protección que
requieren ciertas personas que sufren circunstancias de carácter psíquico que favorece
su vulnerabilidad personal y social.
El capítulo primero se centra en el estudio
de las normas jurídicas aplicables para la
protección de las personas mayores. Desde la
Constitución, ley marco de nuestro sistema
normativo, hasta el desarrollo normativo
específico promulgado por algunas Comunidades Autónomas, las cuales, en el marco de
sus competencias asumen el papel de protección social y jurídica de los mayores residentes en su territorio. En este sentido, presenta
las iniciativas surgidas desde la Comunidad
de Madrid, Principado de Asturias y Comunidad de Castilla-La Mancha. En todos los
casos, realiza la presentación de recursos
públicos que tienen como finalidad la protección de los mayores (Agencia Madrileña para
la Tutela de Adultos, El Defensor del Anciano
en el Principado de Asturias y la Comisión de
tutela en Castilla-La Mancha). Se trata de
estructuras nuevas y surgidas con la única
finalidad de posibilitar actuaciones específicas de protección institucional al colectivo de
mayores. Son muy útiles para aquellos casos
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en los que no existen familiares y/o redes de
apoyo social próximo que puedan asumir el
referido papel de protección al mayor.
En el capítulo segundo, se realiza un análisis del régimen jurídico aplicable en el procedimiento de incapacitación de una persona
mayor. En este sentido, hay que hacer referencia específica al actual Código Civil, el
cual, desde su reforma en 1983, se constituye
en el instrumento jurídico en el que se definen los procesos y condiciones para desarrollar el procedimiento de incapacitación. Como
se ha indicado anteriormente, la profesora
Rosa María de Couto Gálvez insiste en la condición de carencia o dificultad de autogobierno como causa para iniciar el proceso de incapacitación. Afirmando, además, que debe
plantearse como una medida excepcional de
protección a la persona y siempre que se busque su beneficio. Hay que tener presente que
la incapacitación supone una restricción de la
capacidad de obrar que toda persona tiene,
realizada dicha limitación a través de una
sentencia judicial. Por tanto, nos apunta la
necesidad de evaluar de forma rigurosa las
situaciones y condiciones que justifican esta
medida.
El artículo 200 del Código Civil establece
con claridad los presupuestos para que una
persona, en nuestro caso mayor, requiera el
inicio de un proceso de incapacitación. En
este sentido, señala como causas que justifican dicha decisión, las «enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico que impidan a la persona gobernarse
por sí misma». Esto supone el establecimiento de un primer requisito para iniciar el proceso, consistente en la necesidad de contar
con los correspondientes informes médicos,
aunque no siempre sean necesarios, si constituyen un importante elemento que jugará un
papel clave en todo el procedimiento, ya que
permitirá conocer y evaluar las causas y
características del proceso por el que un ciudadano pierde la capacidad de autogobierno.
Sin lugar a dudas, como sucede en otros
ámbitos de la protección a los mayores, en
202
este caso, se requiere la actuación coordinada
del conjunto de Subsistemas de Protección
Social, en primera instancia, tal y como podemos observar por el propio procedimiento de
incapacitación, el sistema sanitario, el social
y el judicial. Más adelante se requerirá la
participación de los sistemas de prestaciones
económicas, de las redes sociales, etc.
El texto realiza una exposición clara sobre
los «sujetos legitimados para promover este
procedimiento». En este sentido, los artículos
202, 203, 204 y 205 del Código civil definen y
establecen quién tiene dicha capacidad. Se
señala que no son sólo los familiares los que
tienen este papel. Por supuesto, en primer
lugar le corresponde a las personas con vínculo parentesco más cercano al presunto
incapaz. Del mismo modo, el Ministerio Fiscal tiene dicho papel, lo cual, supone una
modificación con respecto a la situación que
existía antes de la reforma de 1983. Esto
supone, tal y como señala la autora del texto,
una doble vía para promover la incapacitación. La privada, es decir, la promovida desde
la familia y en segundo lugar, la vía institucional/pública. Esta ultima opción puede ser
muy útil para su articulación y promoción
desde los profesionales que trabajan en las
redes de protección sanitaria y social, cuando
éstos conozcan algún tipo de situación personal de pérdida de la capacidad de obrar y que
requiera el desarrollo de medidas «externas
de protección», siguiendo en todo caso lo establecido en la normativa vigente.
En ambos casos, la legitimidad familiar y
pública para promover la incapacitación
supone constituirse en parte del proceso, es
decir, tienen un papel activo en todo el proceso e incluso, de no proceder al inicio de este
procedimiento, pueden tener responsabilidad
ante los daños que produzca el sujeto incapacitable.
El capítulo finaliza señalando la responsabilidad que las autoridades y funcionarios
públicos tienen de poner en conocimiento del
Ministerio Fiscal (art. 203) las posibles situa-
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ciones que requieran la incapacitación. Se trata de una interesante y clarificadora diferenciación entre los dos pasos señalados, es decir,
la capacidad de inicio del proceso y la de poner
en conocimiento. Esta última posibilidad es la
que debemos utilizar los profesionales que
prestamos nuestros servicios en los equipamientos que atienden a los mayores y que por
nuestra labor, tenemos la capacidad de detectar y conocer posibles situaciones personales
que justifiquen la toma de dicha decisión.
El capítulo tercero está dedicado a tratar
el régimen jurídico del internamiento de una
persona mayor. Se trata de un mecanismo
jurídico que en etapas anteriores a la reforma
de 1983 era utilizado, en algunas ocasiones,
como un instrumento de control y represión
del Estado. Por el contrario, con el marco
Constitucional como garante de la libertad
individual, la reforma del 83 define, en su
artículo 211, las condiciones para realizar lo
que denominamos como «internamiento involuntario». En este caso, sólo está autorizado
el juez para proceder a utilizar dicha medida.
Exclusivamente, en situaciones de urgencia,
se puede desarrollar por un facultativo, informando en el menor plazo posible al juez. La
ley concreta el tiempo máximo para comunicar esta decisión en veinticuatro horas. Desde
mi punto de vista, esta situación resulta más
adecuada que la anterior. Sin embargo, hay
que reconocer, tal y como señalan importantes juristas. Se produce ciertas dudas de
interpretación y de articulación. Cabe señalar en este sentido, que en algunos casos los
médicos generales y/o de cabecera entienden
que sólo son los psiquiatras los profesionales
competentes para tomar esta decisión. Sin
embargo, la ley señala sólo la condición de
facultativo, ello supone que cualquier médico
puede proceder en consecuencia siempre y
cuando observe razones de salud para realizar el referido internamiento. De igual modo,
la literatura específica sobre este tema señala otras indefiniciones sobre la regulación de
los internamientos involuntarios: los traslados, la temporalización de los ingresos,...
El texto hace una especial referencia a la
situación específica de los internamientos
involuntarios de menores, aspecto que en
este resumen no se va a comentar ya que
nuestro interés se centra, en este caso, en el
ámbito de nuestros mayores. Sin embargo, si
es necesario reconocer y tratar dicha situación de forma muy específica.
Otro aspecto interesante que se plantea es
la cuestión de la delimitación del internamiento del mayor, donde se hace necesario
establecer el correspondiente equilibrio entre
la libertad del individuo y las reglas del internamiento. Esto supone razonar y justificar si
realmente es necesario en todos los casos
hacer uso de esta medida para responder a
las necesidades del mayor. Se trata, en definitiva, de evitar el abuso en la utilización de
esta vía de respuesta, para lo cual es necesario la intervención del órgano judicial. El texto realiza una exposición detallada de aquellos principios que deben guiar esta decisión,
los cuales parten de recomendaciones que en
su momento estableció el Consejo de Europa.
Son bastante clarificadoras y útiles. Como
criterio común, se parte del interés preferente por responder de forma adecuada al mayor
y que se respete sus derechos fundamentales.
En este capítulo se realiza un interesante
desarrollo de los supuestos de internamiento.
El voluntario, es decir, aquel en el que el individuo presta su consentimiento expresamente. En segundo lugar, el ingreso solicitado por
sujetos legitimados para ello, es decir, el forzoso o involuntario.
En el primer caso, el voluntario, no presenta grandes dificultades, no requiere la
autorización judicial, aunque en muchos
casos sea procedente no excluir un cierto grado de control judicial para evitar fraudes en
la utilización de dicha figura. En este caso, la
práctica aconseja proceder realizando lo que
en algunas Comunidades Autónomas denominan como «contrato de hospedaje», es decir,
documento escrito en el que se señalan los
requisitos y condiciones del ingreso. Del mis-
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mo modo, parece adecuado revisar periódicamente la situación con la persona que ha solicitado dicha medida.
Por el contrario, el internamiento involuntario constituye una materia más compleja
en su abordaje. Se reconoce explícitamente en
el artículo 211 del Código civil. Se trata de un
eficaz instrumento para aquellas situaciones
de deterioro en las que la capacidad de obrar
se reduce y/o se elimina. Se plantea la existencia de dos modalidades de ingresos; ordinarios y urgentes. En el primer caso, se trata
de una medida que puede ser programada y
ejecutada en la medida que se produce el proceso progresivo de deterioro del mayor. En el
segundo caso, está referido a los ingresos forzosos de urgencia, en los que a diferencia del
anterior supuesto, no es necesaria la autorización previa del juez. Se requiere la intervención por vía de urgencia de un facultativo
que procederá en consecuencia y posteriormente informará a la autoridad judicial de la
medida tomada. Esta posibilidad está igualmente reconocida en el referido artículo 211.
No cabe duda que el término urgencia puede
ser ambiguo y en algunos casos de difícil delimitación. El legislador buscaba el establecimiento de medidas de actuación inmediata
para aquellas conductas no previstas y que
suponen riesgo para sí mismo, y para los
demás.
En el capítulo se detallan aquellos elementos generales que se han de tener presente en
los supuestos de internamiento:
– La autorización judicial como presupuesto fundamental.
– El dictamen del profesional sanitario.
– La comunicación de esta circunstancia
por el juez al Ministerio Fiscal.
– El control del internamiento.
– Duración y terminación del internamiento.
– Los problemas de coordinación efectiva
entre el principio de libertad individual
y las reglas del internamiento.
204
Por último, el capítulo tercero realiza una
interesante recopilación de jurisprudencias
sobre la incapacitación y el internamiento de
personas mayores, es decir, de alguna forma,
utilizando la terminología actual de la investigación social, se trata de la presentación de
«buenas prácticas» con relación a esta materia. Se presentan varios autos judiciales donde se abordan las diferentes cuestiones que
nos pueden preocupar e interesar en el desarrollo de la práctica de ambos supuestos
(incapacitación e internamiento). Se presentan autos que van desde la necesidad de ejercer medidas de seguimiento a las personas
internadas, hasta autos en los que se plantea
la necesidad de la intervención judicial para
aquellos casos en los que el anciano no tiene
capacidad de expresar sus deseos e intenciones. En conjunto, resultan muy útiles y clarificadores por la diversidad de temas presentados y por los modelos de abordaje que nos
detalla en cada auto judicial.
Muchos de los autos presentados inciden
en la importancia de la intervención del juez
como garante de los derechos del mayor sobre
el que se plantea las medidas especiales de
incapacidad y sobre todo, cuando se procede a
realizar el internamiento involuntario o forzoso. Conviene realizar su lectura y análisis
con relación a diversos supuestos que nos
pueden suceder en nuestra práctica profesional. Sin lugar a dudas, como una interesante
tarea de futuro se podría plantear la realización de un catálogo de buenas prácticas de
coordinación socio-sanitaria y judicial, en las
que se observara la actuación de dichos subsistemas de protección de forma conjunta
ante las situaciones de desprotección y desgobierno de nuestros mayores.
El libro finaliza con una interesante relación bibliográfica de libros en castellano y de
contenido específico sobre esta materia.
Suponen un complemento de contenido jurídico al texto analizado.
DARÍO PÉREZ MADERA
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