El ensayo del siglo XVIII. Jovellanos.

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Tema 1. Ensayo del siglo XVIII. Jovellanos
A. Marco cultural
El siglo XVIII se conoce como siglo de la Ilustración porque se pretendió “ilustrar” a la
población sobre los nuevos conocimientos científicos y filosóficos con la finalidad de mejorar la
vida de las personas. Esta corriente tuvo su origen en pensadores del XVII (Bacon, Locke,
Descartes, Spinoza) y se propagó desde Francia a lo largo del siglo XVIII.
El movimiento ilustrado se basa en la plena confianza en la razón por encima de la fe como
medio para alcanzar el progreso (racionalismo), con el consiguiente desarrollo de la ciencia
experimental (empirismo) y el consiguiente replanteamiento de los postulados tradicionales
(reformismo y espíritu crítico), todo ello enmarcado en un contexto de fuerte pragmatismo y
utilitarismo. La convicción de que este progreso lleva a la felicidad humana desemboca en el
llamado optimismo humanista que marcará la época. En materia política, esta ideología se
materializará en el despotismo ilustrado, modelo sustentado en una monarquía absoluta que
cuenta con el apoyo de una élite culta que busca el progreso económico, social y educativo de
la masa, sin la participación de ésta, dada su falta de instrucción, la cual se pretende paliar
(“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”).
El espíritu ilustrado propiciará, pues, la fundación de instituciones creadas al servicio del
estudio (Biblioteca Nacional [1712], Real Academia de la Lengua [1713], Museo del Prado
[1758], Sociedades de Amigos del País, etc.) y fomentará el ideal del hombre cultivado capaz
de ejercer su espíritu crítico como librepensador, desarrollándose de este modo medios de
difusión de opiniones como el ensayo o el periodismo (El pensador, El censor). Surge también,
dentro de este afán de saber, el enciclopedismo, que busca recopilar en una obra singular
todo el conocimiento de la época. Destaca al respecto La Enciclopedia francesa, en cuya
elaboración intervinieron los más importantes intelectuales de la época: Voltaire,
Montesquieu y Rousseau, bajo la dirección de Diderot y D ‘Alembert.
B. Marco literario
El siglo XVIII, desde el punto de vista literario, arranca inmerso en un período de transición
entre los postulados barrocos y las nuevas tendencias neoclásicas, el cual abarca desde 1680 a
1725. En esta etapa la literatura barroca convive con una nueva mentalidad que augura el
cambio y se opone al retoricismo propio del siglo anterior (antibarroquismo).
El neoclasicismo, que será predominante a lo largo del siglo XVIII, abarca el periodo
comprendido aproximadamente entre los años 1726 y 1780, y se caracterizará por una serie de
rasgos de identidad influidos por el pensamiento ilustrado:
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Imitación de modelos y autores clásicos.
Didactismo: su fin es enseñar unos determinados valores filosóficos, sociales o morales.
Racionalismo: lo racional se antepone a lo emocional y sentimental.
Antitradicionalismo: se cuestionan las ideas y valores tradicionales con renovado espíritu
crítico.
Propugna el regreso a los ideales de equilibrio y mesura de la literatura clásica, buscando
la contención y la expresión comedida de los sentimientos.
Sometimiento a la observancia de reglas (regla de las tres unidades, separación de
géneros, etc.), que priman sobre la originalidad y la imaginación.
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•
El arte debe servir a fines utilitarios y ser verosímil, respetando el concepto de decoro y
empleando un estilo claro y comprensible, alejado del retoricismo excesivo.
Por último, los años finales del siglo se enmarcan dentro del llamado Prerromanticismo, un
período que anuncia la llegada del Romanticismo posterior en el que se va dando preminencia
a las cuestiones sociales, al tema de la libertad y a las pasiones.
C. El ensayo ilustrado
El ensayo (nacido en el siglo XVI con los Essais de Montaigne) fue el género literario que mejor
expresaba los propósitos de los escritores de la Ilustración por sus características: temas
diversos con intención divulgativa y didáctica, estructura abierta, enfoque personal y subjetivo,
originalidad en el tratamiento del contenido y un estilo ameno, cuidado y personal. En el siglo
XVIII, el término ensayo no estaba definido, por lo que los ensayos adoptaron formas diversas:
epístolas, autobiografías, memorias, informes o libros de viajes.
Algunos de los temas recurrentes en los ensayos de esta época son los siguientes:
•
La decadencia de España. Análisis de las causas y proposición de soluciones.
•
La educación. Imprescindible para remediar los males del país y liberar a los ciudadanos
de los prejuicios adquiridos y de las malas costumbres. Critican la inutilidad de la filosofía
tradicional y la cultura basada en la erudición.
•
La mujer. Revalorizan la función social de la mujer y reclaman para ella un papel más
activo en la sociedad (derecho al estudio, al trabajo, al casamiento por voluntad propia),
pero no defienden la igualdad entre sexos (algunos de estos temas están presentes, por
ejemplo, en la obra teatral El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín).
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La dignificación del trabajo. Se esfuerzan para que el trabajo manual no sea considerado
deshonroso y dignifican labores manuales (sastre, zapatero, etc.). Critican igualmente a las
clases ociosas.
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La religión. Se confiesan católicos pero critican la excesiva autoridad del clero o el engaño
y el fraude en la religión. Proponen una religión basada en las vivencias íntimas, en la
amistad y en la filantropía (amor al género humano). En relación a estas cuestiones,
tuvieron que luchar contra la oposición de la Inquisición.
D. Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744 – Navia, 1811)
Es el personaje que, de forma más acabada, representa la Ilustración española. En lo que
respecta a su biografía, fue poeta, dramaturgo, ensayista, político y jurista. Estudió Leyes y
Filosofía, y ejerció como magistrado en Sevilla y Madrid. Durante el reinado de Carlos III su
actividad reformista se desarrolla con intensidad, pero, con la llegada al poder de Carlos IV, cae
en desgracia y es desterrado a Gijón, donde pone en práctica sus ideas pedagógicas.
Posteriormente es nombrado Ministro de Justicia, pero las presiones conservadoras hacen que
sea encarcelado en el castillo de Bellver (Mallorca). Durante la ocupación francesa, José
Bonaparte le ofreció el cargo de Ministro del Interior, que rechazó, oponiéndose a pacto
alguno con los franceses. Formó parte de la Junta Central (Gobierno opuesto a los franceses).
Tras la caída de la Junta, sufre todo tipo de reproches y acusaciones en una etapa final de su
vida de incomprensión y escepticismo.
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La producción escrita de Jovellanos es amplia. Compuso poemas con los que trató de difundir
las aspiraciones ilustradas. El más conocido es la Sátira a Arnesto, en la que critica el majismo
(imitación por parte de clases altas de costumbres populares). También compuso dos piezas
teatrales: Pelayo (1769), tragedia de tema nacional; y El delincuente honrado (1774), en la que
defiende la aplicación humanitaria de las leyes y critica con dureza el empleo de la tortura.
No obstante, donde Jovellanos destaca es en sus escritos ensayísticos en prosa, en los que
aborda los problemas más importantes del país y expone sus ideas para solventarlos,
empleando un estilo natural y claro, con estructura lógica y ordenada, y un léxico rico y culto.
•
Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas (1790). Análisis histórico de las
diversiones y espectáculos en España. Propugna que las formas de entretenimiento estén
incluidas en los planes ilustrados de reforma, dado que son imprescindibles para el pueblo,
siempre y cuando cumplan una función de utilidad pública. Critica espectáculos
sangrientos como el de las corridas de toros, defiende la libertad en los bailes y fiestas
populares y postula un tipo de teatro que se ajuste a las reglas neoclásicas.
•
Informe sobre el expediente de la ley agraria (1794). Análisis de las causas del atraso de la
agricultura española (exceso de burocracia, desprecio popular por el trabajo manual,
carencia de infraestructuras, etc.) y propuesta de soluciones: reducir el número de leyes,
introducción de nuevas formas de cultivo, suprimir los privilegios que permitían la
acumulación de tierras, abrir las leyes que impedían la venta de tierras de propiedad
eclesiástica o aristocrática, etc.
•
Memoria sobre la educación pública (1802). Para Jovellanos la educación es la base de la
prosperidad de la nación, por lo que ésta ha de ser extendida a toda la población. Insiste
en la necesidad de dar prioridad a los métodos experimentales y defiende que la
enseñanza se realice en castellano y no en latín. También considera fundamental el
aprendizaje de lenguas extranjeras modernas y el empleo de bibliotecas.
Otras obras de este autor incluyen la Memoria en defensa de la Junta Central, que recoge el
ideario político de Jovellanos en un intento de justificar su actuación en este organismo; el
Elogio de Carlos III, reflexión sobre la decadencia de España y la necesidad del despotismo
ilustrado; la Descripción del castillo de Bellver, las Cartas y los Diarios, ambos de carácter más
personal y subjetivo.
E. Otros ensayistas de la época
•
José Cadalso (1741-1782). Nacido en Cádiz, compaginó la carrera militar con su
vocación literaria. Viajó por diversos países de Europa, adquirió una sólida
formación cultural y participó en las tertulias literarias más importantes de la
época. En su producción destacan tres obras:
o Los eruditos a la violeta (1772), obra satírica en la que critica a los jóvenes
pedantes que “pretenden saber mucho estudiando poco” (falsos intelectuales).
o Cartas marruecas (1789), obra de carácter epistolar en la que tres
personajes se intercambian cartas que permiten al autor mostrar la realidad
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española desde otros tantos puntos de vista: a) visión desde fuera: la del
extranjero curioso y observador Gazel, joven marroquí que viaja por
España; b) visión desde dentro: la de Nuño, nativo conocedor de su país; y
c) visión generalizadora: la de Ben-Beley, sabio marroquí amigo de Gazel. En
ellas Cadalso critica ideas y costumbres de la sociedad española que
chocaban con los postulados reformistas (la nobleza inútil, el excesivo
número de religiosos, el desprecio por la ciencia, etc.). Cadalso ofrece para
estos males soluciones basadas en la tolerancia y la educación. Se trata de
una imitación de las Cartas persas de Montesquieu.
o Noches lúgubres (1789-90), obra dialogada de carácter prerromántico que
muestra la desesperación del autor por la pérdida de su amada, la actriz Mª
Ignacio Ibáñez.
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Fray Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro (1680-1768). De origen gallego, pasó
gran parte de su vida como monje benedictino en un convento de Oviedo, en cuya
universidad fue profesor. Llevó una vida retirada, lo que le permitió poseer una
vasta cultura, que nutre sus escritos y le convierte en un prototipo de verdadero
ilustrado. Creía necesario actuar sobre la mentalidad del país para sacarlo de su
atraso, difundir ideas europeas y fortalecer una fe no supersticiosa. Afirmaba que
la verdad se halla en la razón y la experiencia; no en las creencias ni en el criterio
de autoridad. Sus ideas y reflexiones se recogen en dos obras: Teatro crítico
universal (1726-39) y Cartas eruditas (1741-60). En estas dos obras arremete contra
las supersticiones, las opiniones infundadas y la cultura barroca que todavía pervivía. Su
estilo, familiar y cercano, le sirve para tratar temas muy variados: el bien común, la
libertad, el trabajo (defensa de una sociedad trabajadora frente a la ociosidad de los
nobles), la educación (que ha de combinar las ciencias humanas y los saberes técnicos),
etc.
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José Francisco de Isla (1703-1781). Su obra más conocida es Historia del famoso
predicador fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, una sátira de los malos
predicadores y del clero de la época, en la que denuncia las supersticiones y las
falsas creencias.
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Ignacio de Luzán (1702-1754). Escribió una Poética (1737) en la que defendió la
literatura al servicio de los hombres y de las buenas costumbres. En ella establece
los preceptos que deben guiar las obras que se ajusten a los nuevos ideales
neoclásicos (separación de géneros, unidades clásicas, etc.).
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Diego de Torres Villarroel (1694-1770). Fue catedrático en la Universidad de
Salamanca y un personaje peculiar al que se tuvo por adivino, pues fue muy
famoso por sus almanaques y pronósticos. Su obra más conocida es una especie de
autobiografía novelada al estilo de la picaresca: Vida, ascendencia, nacimiento,
crianza y aventuras del doctor don Diego de Torres Villarroel (1743-1759).
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