Los docentes, conciencia educativa de la sociedad

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Los docentes, conciencia educativa de la sociedad
La sociedad ha cambiado, nuestros alumnos han cambiado, la escuela ha cambiado y los
profesores debemos cambiar. Pero ¿hacia dónde, de qué manera, cuáles de nuestras
competencias tradicionales deben modificarse y cuáles deben permanecer? La calidad
del sistema educativo depende en gran parte –aunque no únicamente, por supuesto- de
la calidad de los docentes. Al revisar las reformas educativas emprendidas en todo el
mundo en los últimos decenios, se comprueba que han tenido éxito las que se basaban
en una mejora del profesorado y han fracasado las demás. Reflexionar sobre nuestra
profesión me parece imprescindible y urgente. Más todavía en una situación como la
española en que el profesorado sufre una crisis de identidad y de desánimo. Por todo lo
cual, aplaudo la iniciativa del Consejo Escolar del Estado de abrir este debate y espero
que se prolongue.
La profesión docente se ha hecho cada vez más amplia y más compleja. Una sociedad
heterogénea, con cambios acelerados, que basa su prosperidad en la técnica y el
conocimiento, se ha convertido en realidad en una sociedad del aprendizaje continuo, lo
que da al sistema educativo un protagonismo aún mayor que el que ha tenido en otras
épocas. En un mundo globalizado, ferozmente competitivo y precario, nuestros alumnos
van a sufrir unas formidables tensiones y tenemos que prepararles para ello. Nuestras
responsabilidades aumentan, y nuestras competencias tienen que aumentar también.
Tenemos que explicar a la sociedad que somos un cuerpo de élite, que sería importante
que los mejores talentos se dedicaran a la educación. Y eso, en primer lugar, nos lo
tenemos que creer nosotros.
En esta revista se tratan muchos y variados aspectos de este problema inmenso. Sólo
quiero subrayar tres:
1.- Durante años se pensó que la introducción masiva de las nuevas tecnologías en
el aula reduciría la labor docente a una especie de asesoramiento y vigilancia. Cada
alumno aprendería a solas con su ordenador, diseñando sus propios programas, a
la velocidad elegida por él mismo de acuerdo con sus intereses y capacidades. Esto
puede ser así en el campo cognitivo, pero la educación es mucho más. La educación
es instrucción + formación del carácter. El aprendizaje de la convivencia, la educación
ética, la resolución de algunos problemas emocionales que claramente influyen en el
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aprendizaje, la solidaridad y la cooperación forman parte también de nuestro cometido y
hacen más necesarias que nunca la presencia y la acción del profesor.
2.- Se ha acabado el tiempo del profesor aislado. Es el centro educativo el que educa,
y los docentes tenemos que ser expertos en colaboración. En primer lugar, con los
otros profesores. El claustro es el principal agente educativo. En segundo lugar, con las
familias. Por último, con el resto de agentes sociales, porque, como dice el proverbio
“Para educar a un niño, hace falta la tribu entera”. Los docentes somos la conciencia
educativa de la sociedad, y debemos ejercer una pedagogía social, saber explicar lo
que hacemos, y sensibilizar a la sociedad acerca de la importancia de la educación. No
olvidemos que en las encuestas nunca aparece la educación entre los diez asuntos que
preocupan a los españoles.
3.- Mi última propuesta ronda la megalomanía. El sistema educativo ha sido siempre
“transmisor” de la cultura, su tarea ha sido “reproducir” lo que había. La creación se
hacía fuera de la escuela. En este momento, creo, se nos presenta a los docentes un
reto inaudito. Lo he llamado “La Nueva Frontera Educativa”. Debemos convertirnos en
la vanguardia de la sociedad, porque somos los encargados de cuidar su futuro. Nadie
sabe lo que hay que enseñar en la escuela. La ciencia, las nuevas tecnologías, las
ideologías políticas y religiosas, los nuevos descubrimientos de la neurociencia hacen sus
propuestas, que son siempre sectoriales o sectarias. ¿Quién puede integrar tanto saber
disperso?¿Quién puede conjugar el pasado con el futuro, el individuo con la sociedad,
las ciencias con las humanidades?. Tradicionalmente ha sido la filosofía la encargada
de hacerlo, pero necesitamos una filosofía práctica enfrentada valerosamente con el
porvenir. Y esa es la ciencia de la educación, que debe ser la gran actividad creadora
porque, al fin y al cabo, lo que nos caracteriza a los humanos es que somos la única
especie que educa a sus crías. Los docentes –como decía mi maestro Husserl- somos
funcionarios de la Humanidad, y deberíamos prepararnos para poder realizar esta labor
reflexiva y fundamentadora. Ya les advertí que era una propuesta megalómana. Ahora
añado: y necesaria también.
José Antonio Marina
Catedrático de Bachillerato
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