VI. LA CREACIÓN Y LA APLICACIÓN DEL DERECHO: LA LEY Y EL

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VI. LA CREACIÓN Y LA APLICACIÓN DEL DERECHO:
LA LEY Y EL REGLAMENTO,
EL PODER JUDICIAL Y LA ADMINISTRACIÓN
La Constitución no sólo es norma directamente aplicable y, por lo tanto, fuente del
Derecho; es también norma que regula la creación de otras normas, fuente de las fuentes
del Derecho. Porque, naturalmente, no todo el Derecho que regula la vida social está
contenido en la Constitución, aunque todo el ordenamiento jurídico deba resultar
conforme a ella. La materia de las fuentes del Derecho, esto es, de las formas concretas
que encauzan la creación del Derecho, es uno de los asuntos centrales del Derecho
constitucional, y tiene en nuestra Constitución gran complejidad: junto a la ley ordinaria
y la ley orgánica, hay otros dos tipos de normas elaboradas por el Gobierno con rango
de ley, los Decretos Legislativos y los Decretos-Leyes, que son por tanto diferentes de
los Reglamentos que el Gobierno aprueba en virtud de su potestad reglamentaria; a ello
deben añadirse los tratados internacionales, así como la competencia legislativa
atribuida a las Asambleas de las Comunidades Autónomas, mientras que sus gobiernos
ejercen no sólo la potestad reglamentaria, sino que, en algunos casos, gozan de la
posibilidad de dictar normas con rango de ley.
Aquí recogemos una exposición esquemática procedente de dos libros, uno más
elemental (de Javier Pérez Royo) y otro, de Ignacio de Otto, que ha alcanzado en
nuestra asignatura el rango de clásico. A ellos nos remitimos para profundizar en este
tema, así como a F. Balaguer Callejón, Fuentes del Derecho (especialmente el tomo II,
Madrid: Tecnos, 1992). La fuente del Derecho que ocupa una posición de centralidad en
el ordenamiento jurídico, inmediatamente subordinada a la Constitución, es la ley. Su
naturaleza y régimen jurídico han sido objeto de una particular atención por los
constitucionalistas. Cabe destacar los estudios de A. Garrorena Morales, El lugar de la
Ley en la Constitución española, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1980; L.
M.ª Díez-Picazo Giménez, “Concepto de ley y tipos de leyes. ¿Existe una noción
unitaria de ley en la Constitución española?", Revista Española de Derecho
Constitucional nº 24; y C. de CABO, Sobre el concepto de ley, Madrid: Trotta, 2000.
Los jueces y tribunales son los encargados de resolver litigios interpretando y aplicando
el Derecho vigente; tal función, de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, recibe la genérica
denominación de potestad jurisdiccional. Sobre ella, además del texto extractado, puede
consultarse la obra más extensa del propio autor Régimen constitucional del Poder
Judicial, Madrid: Civitas, 1991, así como los libros de I. de Otto, Estudios sobre el
Poder Judicial, Madrid: Ministerio de Justicia, 1989, y de J. F. López Aguilar, La
justicia y sus problemas en la Constitución: justicia jueces y fiscales en el Estado social
y democrático de Derecho, Madrid: Tecnos, 1996; también resultan de interés los
artículos de L. López Guerra, “La legitimidad democrática del juez”, Cuadernos de
Derecho Público n.º 1, y de M. A. Aparicio Pérez “Jueces y Justicia en la Constitución
española”, en J. Asensi Sabater (coord), Ciudadanos e instituciones en el
constitucionalismo actual, Valencia: Tirant lo Blanch, 1997.
“La Administración Pública sirve con objetividad los intereses generales y actúa (...)
con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho” (artículo 103 CE); por su parte, es el
Gobierno quien dirige la Administración (art. 97 CE). Todo ello coloca a la
Administración, encargada de ejecutar las leyes en formas diversas, en una compleja
relación de dependencia respecto del poder legislativo, del Gobierno, e incluso del
poder judicial. Pero, en un momento en que el poder público interviene de manera
profusa en la vida social, las Leyes eventualmente se limitan a atribuir a la
Administración potestades de uso discrecional y a establecer condiciones genéricas para
su ejercicio; éste depende entonces de la propia iniciativa de su titular, y tanto en la
valoración de los hechos que pone en marcha la actividad estatal como en la
determinación de la concreta respuesta que corresponde conforme a Derecho existe un
variable margen de apreciación o de discrecionalidad. La ejecución postula así una
previa planificación, orientada, en primer lugar, a los aspectos técnicos y organizativos;
exige la ordenación de los procesos y la configuración de órganos aptos para
desarrollarlos. Pero comprende además una definición y ordenación de los objetivos de
la actuación administrativa, dado que la coordinación social y estatal depende de las
prioridades que la Administración establezca. Esa tensión entre la regulación jurídica,
garantizada por el control judicial, y los ámbitos de discrecionalidad administrativa,
caracteriza el desarrollo del Derecho administrativo. En España, éste ha sido
decisivamente marcado por la autoridad de E. García de Enterría (pueden destacarse,
entre sus muy numerosas publicaciones, Reflexiones sobre la Ley y los principios
generales del Derecho, Madrid: Civitas, 1986; Revolución Francesa y Administración
contemporánea, Madrid: Civitas, 1994; La lucha contra las inmunidades del poder en
el Derecho administrativo, Madrid: Civitas, 1995; Democracia, Jueces y control de la
Administración, Madrid: Civitas, 1996). Pero igualmente merece la pena tener en cuenta
las posiciones de A. Nieto ("La Administración sirve con objetividad los intereses
generales", en VV. AA., Estudios sobre la Constitución Española. Homenaje al
profesor Eduardo García de Enterría, Vol. I, Madrid: Civitas, 1991) o L. Parejo
Alfonso (Crisis y Renovación en el Derecho Público, Madrid: CEC, 1991).
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