Sanmartín, Julia. (2003): "Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor", Lexicografía y Lexicología en Europa y América. Homenaje a Günter Haensch, Madrid, Gredos, Biblioteca Valenciana, pp. 603-614. LINGÜÍSTICA APLICADA Y ARGOT: LOS ÚTILES LEXICOGRÁFICOS DEL TRADUCTOR* JULIA SANMARTÍN SÁEZ Universitat de València (Grupo Val.Es.Co.) 0. A MODO DE PRESENTACIÓN La Lingüística Aplicada es una disciplina con un estatuto complejo, discutido y polémico (Slama-Cazacu 1984; Fernández 1996), cuyo tratamiento excede el objetivo de estas páginas; abarca, además, unos ámbitos de actuación muy variados y heterogéneos, que comprenden desde el análisis de las patologías lingüísticas o Lingüística Clínica, la automatización de textos, la enseñanza de segundas lenguas1, la lexicografía o la traducción, entre otros. Justamente el propósito de este artículo se centra en estos dos últimos ámbitos, o más concretamente, en estas líneas se pretende -desde la perspectiva del estudioso y conocedor del argot español-, por un lado, reflexionar sobre los escollos a los que se ve abocado el traductor2 cuando debe trasladar a la lengua de destino o meta un texto de la lengua de origen que emplea un vocabulario argótico; por otro lado, explicar algunas nociones teóricas y proponer unas herramientas lexicográficas que puedan ayudar al profesional de la traducción en su quehacer cotidiano. La primera cuestión que se debe aclarar reside en qué se entiende por argot, aspecto del que ya se han ocupado diferentes autores, entre los que destacan, por ejemplo, desde la obra clásica de E. Patridge (1977) a la escuela francesa, con representantes como P. Guiraud (1985) o D. François-Geiger (1989), cuya labor ha cristalizado en la creación de un centro de Argotología en la Sorbona de París; sin * Este trabajo se enmarca en el proyecto subvencionado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología (BFF 2000/1438), Elaboración de un diccionario de partículas. 1 Para la conexión entre argot y enseñanza de E/LE, véase, J. Sanmartín (2001) y para un acercamiento al léxico del español coloquial, remitimos al trabajo de A. Briz (2002). 2 Es más, la idea central de este artículo se origina en la invitación del Departamento de Español del Centro Europeo de Traducción (EKELME), para que se aborde en una sesión monográfica los problemas que supone el argot para el traductor. Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor olvidar, los trabajos pioneros en el marco hispánico peninsular de autores como R. Salillas (1896) o más recientes, como los de L. Martín Rojo (1994). A nuestro entender, con el término argot se alude a dos entidades lingüísticas un tanto distintas: el argot común o léxico coloquial y el argot de grupo. I. EL ARGOT COMÚN: CARACTERIZACIÓN E INCLUSIÓN EN DICCIONARIOS GENERALES Las palabras y expresiones características y singulares del registro o variante diafásica coloquial son conocidas o denominadas como jerga urbana o argot común3, si sigue esa tradición francesa anteriormente mencionada. Estas voces son conocidas por la mayor parte de los hablantes, lo cual justifica su integración en diccionarios monolingües generales o bilingües, en los que aparecen, como era esperable, anotadas con diversas marcas diafásicas4 como popular, familiar o coloquial, marcas excesivamente heterogéneas y ambiguas, y cuyo empleo no responde a unos criterios intrínsecos estables. Este hecho explica las profundas diferencias existentes entre la nueva edición del DRAE (2001) y el reciente Diccionario del Español Actual (abreviado como DEA), de M. Seco et alii (1999). Ahora bien, sin duda, y como ya se ha expuesto, la falta de acuerdo en torno a qué voces pueden considerarse como singulares o específicas de situaciones dominadas por el tono informal5 (derivado de la relación de proximidad entre los interlocutores, así como de su relación de igualdad social y funcional y de su conocimiento común compartido, o del espacio y el marco de interacción no marcados), por la temática cotidiana y por el tenor socializador, que son, entre otros, factores que delimitan o propician la aparición y el reconocimiento de 3 En diferentes lugares hemos definido el argot (Sanmartín 1998a), así como justificado la etiqueta de argot común (Sanmartín 1998b), quizá un tanto ambigua, puesto que también podría utilizarse para referirse únicamente a las voces del argot de grupo que han traspasado las fronteras de ese mismo grupo y son de uso generalizado. Por último, cabe insitir en que con el término argot (jerga) ya se alude a este conjunto de voces coloquiales, incluso sin necesidad del adjetivo común, tal y como se aprecia en F. Lázaro Carreter (1974) o señala P. Daniel (1992: 14). 4 Como después se precisará, estas voces aparecen en diccionarios de argot, como el de V. León (1992) o J. Sanmartín (1998) sin marcas, ya que en estas obras tan sólo se muestran como etiquetadas las voces propias de los argots de grupo. 5 Inversamente, estas voces resultan inapropiadas en situaciones dominadas por la formalidad (Bajo 2000: 31; Borrego Nieto 2002). Julia Sanmartín Sáez un registro coloquial (Briz y Grupo Val.Es.Co 2002), obedece a que no existen unos rasgos específicos para identificar estas voces (François-Geiger 1990: XII). Tan sólo se puede destacar que este argot común o léxico coloquial, por un lado, nombra generalmente realidades ya lexicalizadas. Predominaría, por consiguiente, un tipo de neologismo connotativo (como pasta para referirse al dinero) si bien también surgen neologismos designativos que no poseen equivalentes léxicos en un español neutro (como sucede con gorronear, dominguero o maruja). Cabe precisar que muchos de estos términos no se consideran realmente como “neologismos”, puesto que ya se han integrado en la lengua y han perdido su carácter neológico. Por otro lado, este argot común recurre a unos procedimientos de creación6 léxica, entre los que destacan aquellos en los que el sujeto impregna con su emotividad o subjetividad el discurso; de ahí que tanto el DEA como el DRAE7 añadan en algunos términos las marcas despectivo y humorístico: 6 Como caracterizaciones generales, se pueden consultar las introducciones de P. Daniel (1992: 10-23) y la nuestra, J. Sanmartín (1998b). En relación con este tipo de metáforas o sufijaciones, véanse, entre otros estudios, los versados sobre un corpus conversacional coloquial, Sanmartín (1999b, 2000a y 2002b). 7 Casi todos los términos mencionados aparecen documentados en el DRAE (2001) y en el DEA (1999); sin embargo, no deja de sorprender, como ya se indicó en otro lugar (Sanmartín 1997), la gran disparidad de marcas entre ambos diccionarios o incluso en el mismo diccionario, que supone, sin duda, un problema complejo al que debe enfrentarse el traductor. Desde su perspectiva, el DEA es más rico en unidades léxicas consideradas como argóticas, dado su carácter descriptivo. Por su parte, en el DRAE no se llega a entender el motivo que ha llevado a suprimir la marca coloquial en algunos lemas, frente a ediciones anteriores en las que sí se mantenía, como, además, presenta el DEA. El signo ø indica que dicha unidad léxica no se registra: DRAE (2001) DEA (1999) alunizaje ø jergal armario (salir del) ø ø asno sin marca literario (quizá por error) body ø juventud butrón ø ceporro coloquial cerdo coloquial chasis (quedarse/ estar en) sin marca chocolate chorar dominguero farolillo rojo coloquial vulgar despectivo coloquial jergal coloquial coloquial coloq. y humorístico jergal jergal despectivo humorístico. Frec.deportes Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor -el acortamiento afectivo de mani por manifestación; -la sufijación apreciativa de viejales o guaperas; -las metáforas intensificadoras (acentúan la cantidad o la cualidad con propósitos estratégicos), humorísticas (ya que suponen un choque entre realidades pertenecientes a dominios cognitivos muy dispares), heurísticas (explican una realidad abstracta en términos más concretos) y muchas de ellas “degradantes”, ya que, por ejemplo, convierten al ser humano en animal (como se comprueba en las múltiples metáforas que designan cualidades atribuidas al sujeto, así cerdo, asno o ganso, o aluden a partes del cuerpo, como zarpas por manos), en vegetal (ceporro para referirse al sujeto torpe o ignorante) o en objeto (faros para ojos, o chasis, para cuerpo, en la expresión quedarse o estar en el chasis); -préstamos con huellas o connotaciones de modernidad, tanto del inglés (money o body), como del francés (rúe), o con rasgos connotativos marginales o estigmatizados, como del caló (chorar); -o incluso también se toman como préstamo voces pertenecientes a vocabularios específicos, etiquetados como argots de grupo (así el de la droga, como chocolate para nombrar el hachís), en especial cuando no existen palabras lexicalizadas en la lengua general como sucede con ciertas especialidades delictivas, alunicero y butronero, o para indicar el hecho de dar a conocer un homosexual su identidad como tal, salir del armario. En general, estos préstamos experimentan ciertos cambios de sentido al utilizarse en otros contextos; esto sucede en la expresión deportiva, ser el farolillo rojo, que supone quedarse el último pero no necesariamente en una competición deportiva; o en la faros ganso ø sin marca ø coloquial gorronear guaperas mani coloquial despectivo y coloq. ø sin marca coloquial juvenil marrón maruja money juvenil coloquial y despectivo ø juvenil despectivo y coloquial coloquial pasta rúe viejales zarpas coloquial festivo. coloquial festivo coloquial (echar la zarpa) coloquial coloquial. humorístico despectivo coloquial y humorístico Julia Sanmartín Sáez voz marrón, que convierte la condena o los años de presidio del recluso en un simple asunto enojoso. Todas estas voces otorgan a su vez mayor fuerza al tono de informalidad. El léxico también ayuda a crear el contexto situacional y propicia un determinado marco de interacción entre los interlocutores, como se aprecia también, por ejemplo, con las fórmulas de tratamiento. Estas se negocian o pactan al principio de la interacción y condicionan en cierta manera el tono que planea sobre el discurso. En este sentido, es evidente que las voces anteriormente comentadas son más frecuentes y características del registro coloquial, al mismo tiempo que contribuyen a crear un tono informal. De hecho, estas voces suelen aparecer en una variada tipología de discursos dominados por ese tono de informalidad: desde aquellos más prototípicos que emplean un canal fónico y se planifican sobre la marcha, como es la conversación; hasta aquellos también con una planificación también sobre la marcha, pero con un soporte gráfico, esto es el chat o la denominada conversación tecnológica; o los que presentan un soporte gráfico pero tienen una mayor elaboración, las cartas personales, los mensajes en correos electrónicos o los grafitos de algunos aseos y paredes. Por supuesto y paradójicamente, el discurso más elaborado aparece en tres tipos de textos: en los medios audiovisuales, como las películas, cuando un guion intenta recrear o hacer verosímil un discurso como si fuera una muestra extraída de una conversación coloquial; en los textos literarios, cuando el escritor pretende dotar de realismo al lenguaje empleado por sus personajes; o finalmente, en la publicidad o en los titulares y secciones, en especial la de economía o deportes de algunos periódicos a modo de estrategia para llamar la atención del lector, como se constata en la siguiente noticia: En pocos días, Juan Villalonga ha dado un giro a la estrategia de la compañía. A TELEFÓNICA SE LE CRUZAN LOS CABLES. (El País, 25-8-1996, Negocios, p.13). Desde la perspectiva del traductor, se hace necesario, como no podía ser de otra forma, seleccionar equivalentes léxicos en el mismo nivel de habla para obtener un texto perteneciente a la misma variante diafásica o registro. En principio, esto no presenta mayor dificultad, dado que en general este léxico aparece en los diccionarios generales con sus respectivas marcas o en diccionarios bilingües, en los que se suelen ofrecer equivalencias léxicas en ese mismo nivel de habla; esto se documenta en las entradas del Diccionario moderno español-inglés Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor English-Spanish de la editorial Larousse (1976: 150): burro Donkey, ass. // fig. y fam. Ass, dunce, fol: (este chico es muy burro, this boy is a real dunce /Lout, brute (tosco). Sin embargo, surgen en ocasiones determinados escollos que complican este proceso de traslación de una lengua a otra: a) La falta de equivalente léxicos, esto es, las voces argóticas que no presentan equivalentes léxicos en la lengua meta. Esto acontece sobre todo con los clasificados como neologismos designativos y, en particular, se aprecia en las metáforas animalizadoras, que no siempre tienen un equivalente metafórico en esa lengua meta. Como muestra, se puede citar la expresión dominguero o maruja, que quizá nombran personajes muy fijados en la cultura hispánica. En estos casos, el traductor debe tener suma precaución en no perder o suprimir los semas connotativos asociados a estas voces. b) La creación y pérdida de unidades léxicas, o en otras palabras, las voces argóticas recientes que todavía no se han incorporado o registrado en los diccionarios, pero que son conocidas por un sector importante de la población, como sucede con las metáforas cosificadoras, bollicao o cuerpos danone, motivadas, además y respectivamente, por la edad de los consumidores (jóvenes, sobre todo chicas) o por la publicidad relacionada con estos productos (personas de aspecto atractivo). Desde la perspectiva contraria, muchas de estas voces coloquiales poseen en sentido figurado “fecha de caducidad” y dejan de utilizarse en determinados momentos históricos, por ello, sería aconsejable que el traductor utilizase versiones actualizadas de diccionarios tanto bilingües como monolingües; y entre estos últimos, decidirse por aquellos que se caracterizan por una tendencia descriptiva antes que normativa, como acontece en el DEA. c) La diversidad diatópica existente en este tipo de voces, por ejemplo, entre el español europeo y el español de América, en especial si se compara con un tipo de léxico más estándar y neutro. Este hecho se comprueba fácilmente si se revisan los tres primeros tomos del Nuevo Diccionario de Americanismos, publicado en 1993, y coordinados por los lexicógrafos G. Haensch y R. Werner, que como analiza y señala M. Aleza (2000: 34), muestran por primera vez en este tipo de diccionarios marcas referidas al léxico coloquial, así como jergales o juveniles, y además indican los equivalentes léxicos del mismo registro en español peninsular, dado su criterio metodológico Julia Sanmartín Sáez de constrastividad: chuparse colq. Echarse atrás en algún asunto, por temor o inseguridad (E; acojonarse; E, Col +: acobardarse, achantarse, amilanarse; Col: V: agallinarse). (NDA, de Colombia). Así pues, el traductor no sólo tendrá en cuenta la variedad diafásica a la que pertenece un lexema en cuestión, sino que también atenderá la variedad diatópica del texto objeto de traslación o la vigencia cronológica de las voces. II. EL ARGOT DE GRUPO: DICCIONARIOS PARCIALES DESCRIPCIÓN E INCLUSIÓN EN La voz argot, como ya se ha señalado, también se emplea para aludir a las palabras propias y exclusivas de ciertos grupos humanos (como los delincuentes, soldados, prostitutas, homosexuales o camioneros), integradas en los denominados argots de grupo, sociolectos o variantes diastráticas. Véase como muestra, jurdós, sirlar o tequi, voces que designan en el argot de la delincuencia el dinero, la acción de robar con la ayuda de una navaja o el coche. Otro criterio para reconocer el argot de grupo es su reducción a determinadas esferas conceptuales o campos léxicos, esto es, por utilizarse sobre todo para nombrar los referentes propios de estos colectivos (así, las actividades delictivas, sirlar, butronero o esparramador; los servicios de las prostitutas, griego, francés, traje de saliva, lluvia dorada o cubana; o los funcionarios de prisiones, jicho o boqueras, entre otros). Finalmente, estas voces adquieren una doble función simultáneamente: refuerzan la cohesión entre los sujetos integrantes de ese grupo, se convierten en una especie de seña de identidad; y sirven para denominar realidades específicas de su ámbito (Sanmartín 1998a). Estas voces presentan una triple relación con el argot común o léxico coloquial. En primer lugar, estas piezas léxicas se suelen insertar en un registro considerado como coloquial8, cuyo tono se 8 De hecho, cuando el argot se emplea en contextos dominados por la formalidad, suele provocar cierta inadecuación, como sucedió con una sentencia redactada por un juez con léxico argótico, que suscitó una gran polémica, recogida como noticia en diferentes periódicos: Una sentencia inolvidable. (…) Así que, <<la pena mínima y la cuota mínima y eso porque no le puedo absolver, porque no me deja el juez que llevo dentroy porque el Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor explica por la relación de proximidad social y vivencial entre los interlocutores (todos ellos son miembros del grupo de referencia, por ejemplo). Además, el discurso prototípico se planifica sobre la marcha (por consiguiente, es hablado), con una toma de turno no planificada (conversacional) y emplea un soporte fónico, lo cual, como en el caso del argot común, no excluye que se puedan encontrar textos escritos que utilicen el argot, bien de un modo “natural” (como los anuncios de prostitución o las cartas y revistas penitenciarias), bien como procedimiento “estilístico” elaborado con un fin estratégico, como sucede con las obras literarias o con el intento de traducir los evangelios al argot (Alonso y Gómez 1994). En segundo lugar, este argot de grupo cede o presta algunas de sus voces al léxico coloquial, como ya se ha indicado. Por último, los procedimientos de creación léxica son similares a ambos tipos de argot, y sólo se singularizan en cada uno de los diferentes argots de grupo, así en el léxico de la delincuencia abundan los préstamos del caló, por ejemplo, y en el del drogadicto, los del argot inglés. A pesar de estas analogías, el argot de grupo se reconoce por un rasgo específico: en general sólo es conocido por los integrantes de ese grupo de referencia, lo cual explica que no se documente en diccionarios generales. Cuando se incluye en estos, se añaden marcas específicas como jergal, argot, prostitución o germanía, aunque estas marcas, en principio, permiten una doble lectura o interpretación: bien tan sólo remiten al origen o ámbito inicial de uso de la voz que en ese momento ya es conocida entre amplios sectores de la población; bien, como señala el DEA, indican todavía su pertenencia a estos grupos específicos. Así pues, como herramienta de uso en su actividad profesional, el traductor puede acudir a diccionarios parciales, esto es, a diccionarios de argot, que sólo incluyen este vocabulario con marcación diafásica y diastrática. En el marco de la lexicografía argótica en español europeo, se diferencian tres hitos a partir de las características microestructurales de estos repertorios y de su fecha de publicación (Sanmartín 2002b). Un primer período comprenderá las obras pioneras de principios de siglo, en las que cabe destacar dos recopilaciones esenciales, muy distintas entre sí, ya que se van configurar como dos fiscal (que es muy buena gente, pero es fiscal) se va a cabrear y con razón. (Levante, 14-51999, 25) Julia Sanmartín Sáez modelos del quehacer lexicográfico: el estudio de R. Salillas (1896), El delincuente español. El lenguaje (estudio filológico, psicológico y sociológico, con dos vocabularios jergales), centrado en un léxico específico (el argot de la delincuencia) y con preocupación por las fuentes; y la recopilación de L. Besses (1905=1990), Diccionario de argot español (ó lenguaje jergal, gitano, delincuente profesional y popular), el cual incorpora tanto el léxico coloquial como el argot de grupo y, sin duda, resulta más útil para el traductor que la obra anterior, dada la amplitud del corpus documentado, aunque no explicita las fuentes utilizadas. Otra etapa englobará los repertorios publicados hasta los ochenta. Desde los años sesenta hasta el trabajo más destacado y relevante de Víctor León, Diccionario de argot español, editado en 1980, parece producirse una explosión de trabajos sobre el argot, tal vez motivada por los cambios políticos, sociales y también lingüísticos, vividos en la España democrática. Estos cambios se concretan en el surgimiento de una contracultura, de un lenguaje juvenil y pasota (Rodríguez 1987), que adquiere una notable difusión en los distintos medios de comunicación. Se distinguen tres tipos de publicaciones con diferente rigor metodológico en este período: a) un primer tipo son los estudios lingüísticos que parten del análisis de textos literarios y añaden un listado de voces, así el libro de M. Seco (1970), Arniches y el habla de Madrid; o la tesis de licenciatura inédita de M. Millá Novell (1975), El argot de la delincuencia, en la que se explican un conjunto de voces, atestiguadas en novelas posteriores a 1950. En cada entrada se suele incluir un fragmento de la novela en que se documenta el lema en cuestión. b) como segundo tipo aparecen los glosarios de voces, ya sean de textos literarios marginales con una escueta definición de cada palabra, tal es el caso de J.L. de Tomás García (1985), en La otra orilla de la droga, o el de A. Alonso y J. Gómez (1994), El chuchi, los colegas y la basca; ya sean estudios de carácter social o antropológico, como el de C. Núñez y J. González (1977), Los presos, con 236 voces. El principal mérito de estos glosarios, frente a los estudios lingüísticos anteriores, reside en recoger una serie de palabras usadas en el mundo de la delincuencia aparentemente en un contexto real, puesto que sus autores, dada su experiencia personal han entrado en contacto con este ambiente delictivo. Próximo también al glosario es el libro de los periodistas Yale y Sordo, J. (1979), Diccionario del pasota, tanto por Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor la metodología empleada como por el corpus recogido: 392 voces; o la obra del novelista F. Umbral, Diccionario cheli, publicada por la editorial Grijalbo en 1983, en la que se reúnen las voces peculiares de un sociolecto, el cheli, considerado como un dialecto juvenil. c) Ya como tercer tipo de repertorio, más extenso y complejo en cuanto al corpus recogido, surgen diversos diccionarios con distintos objetivos y metodología: el del filólogo J. Martín (1979), Diccionario de expresiones malsonantes del español. Léxico descriptivo, y el de V. León (1992), Diccionario de argot español y lenguaje popular, editado por primera vez en 1980 y con una segunda edición ampliada en 1992, que se convierte en la segunda obra más importante de esta etapa y va a servir de referencia para cualquier trabajo posterior, un diccionario riguroso y bien estructurado desde la perspectiva metalexicográfica, que se hubiera podido enriquecer notablemente con la adición de ejemplos de uso real o de la documentación de la fuente donde el lema se ha atestiguado. Otros diccionarios posteriores, como el de J.M. Oliver (1991), Diccionario de argot, publicado por la editorial Sena en 1985, que consta de alrededor de 4.700 voces, intentan seguir la estela de la obra de Víctor León, pero presentan serias desventajas frente al modelo seguido. Por último, otra obra de interés, surgida a finales del siglo XX, es la recopilación del polifacético J.R. Martínez Márquez, más conocido como Ramoncín, El tocho cheli. Diccionario de jergas, germanías y jerigonzas, publicada en 1993. Como novedad de esta etapa y de interés para el traductor, se constata la inclusión de ejemplos, supuestamente reales y orales, en la obra de J. Martín; los sinónimos argóticos del repertorio de Ramoncín, situados generalmente en la propia definición; el comentario o reflexión lingüística o social en las diferentes entradas del glosario de Umbral; y, en especial, la indicación de sinónimos argóticos de voces del español estándar o neutro en el diccionario de V. León, ya que dicha recopilación presenta una segunda parte en la que se recoge el argot pero con dirección inversa: español-argot. En una tercera etapa, han visto la luz dos modelos de recopilación lexicográfica. La primera, desde el punto de vista cronológico, nuestro trabajo, J. Sanmartín, Diccionario de argot, publicado por Espasa en 1998, que incluye tanto las voces de argot de grupo como otras voces más coloquiales, pertenecientes al denominado argot común. Las primeras se etiquetan con sus marcas diastráticas correspondientes y, Julia Sanmartín Sáez en principio, no son de conocimiento general entre amplios sectores de la población, según el juicio de la autora y el contraste con otros repertorios lexicográficos. En la microestuctura de esta obra se indica la antigüedad de las voces, es decir, si se documentan en las obras de principios de siglo de L. Besses (1905) y R. Salillas (1896); al igual que se intenta establecer su vigencia en la actualidad a partir de la documentación en fuentes reales, sobre todo, orales; y finalmente, se señala, con mayor o menor acierto, el procedimiento de creación de los diferentes lemas. Además, en determinadas entradas se lleva a cabo algún comentario sobre cuestiones sociales, como pueden ser las relacionadas con los tipos de droga, con las actividades delictivas o las que reflejan el ambiente de la prostitución, que de algún modo ayudan a entender mejor este lenguaje y este “mundillo”, como muestran las entradas de campaña, para aludir a los años de condena y conectada con el lenguaje militar, o la de hacer una plaza, tomada del ámbito taurino, que designa un tipo de desplazamiento efectuado por una prostituta.. Un segundo tipo de obra de esta etapa son dos recientes diccionarios, cuya nota distintiva reside en la adición sistemática de ejemplos en todos los lemas, siguiendo la estela de diccionarios generales, como el DEA. El primero de ellos es de D. Carbonell Basset, Gran diccionario del argot. El so(h)ez, publicado por la editorial Larousse en 2000, que toma 2.500 citas del CREA, así como otras 18.000 de su recopilación, según se indica en el “Prólogo”. Se centra en ese argot común o léxico coloquial, similar, como Carbonell también reconoce, al slang inglés, si bien en su obra se halla incluso léxico más propiamente marginal, aunque no se marca como tal. Cabe destacar como acierto el intento de establecer una especie de diccionario del español al argot, pero sin crear una agrupación al margen. Para ello, coloca un asterisco en la palabra que pertenecería al español estándar en la que ofrece una serie de equivalentes léxicos en un registro más informal, lo cual puede ser muy provechoso para la labor del traductor: *padre cf. (afines) papá, papi, papuchi/ *pagar cf. (afines) a pachas, acoqui, aflojar, aflojar la mosca, aforar, apoquinar, escupir, explicarse, pagar a escote, pagar un huevo, pagar mierda, pagar religiosamente, pagar un ojo de la cara, rascarse el bolsillo, retratarse, de rositas, sinsopa, soltar. La segunda recopilación es la de C.Ruiz, Diccionario ejemplificado de argot, publicado en 2001 por Ediciones Península-Cilus. Esta obra Lingüística Aplicada y argot: los útiles lexicográficos del traductor incorpora únicamente voces procedentes y originarias de sectores sociales marginados o marginales (droga, delincuencia, prostitución), voces que permanecen confinadas en estos sectores o bien ya han “logrado una cierta extensión en registro comunicativos informales o desenfadados o han sido aceptados en la lengua general” (Ruiz 2001: 11), si bien sorprende que no utilice ningún tipo de marcas para diferenciar ambos tipos de voces. Como en el diccionario anterior, se ejemplifica cada acepción con “fuentes escritas de muy diversa índole y finalidad, aunque todas tienen en común la descripción, fabulación o estudio de actividades, situaciones y comportamientos relacionados con lo que tradicionalmente se ha denominado <<mala vida>>“ (Ruiz 2001: 11). En concreto, se toma como corpus 570 referencias bibliográficas, de las que 470 son posteriores a 1975. En relación con la labor del traductor, las obras de este periodo actualizan el corpus anterior; además, unas nos permiten conocer mejor las características lingüísticas del argot y su vigencia cronológica (Sanmartín 1998) y otras ofrecen ejemplos de un modo sistemático (Carbonell 2000 y Ruiz 2001). Además, también se incorpora la dirección español-argot, de gran ayuda cuando se trata de traducir un texto que presente como lengua de llegada el español. Por supuesto, también sería útil la consulta de diccionarios bilingües de argot, obra apenas elaborada en nuestro ámbito lingüístico, si exceptuamos algún diccionario como el de D. Carbonell (1997). En suma, la tarea del traductor encuentra en los repertorios lexicográficos una herramienta útil, siempre y cuando dichos diccionarios se encuentren actualizados, en especial si incorporan argot, y presenten una marcación diafásica y diastrática, lo más aproximada a la realidad de uso de la lengua. Se trata de otorgar verosimilitud argótica al discurso traslado, y para ello hay que intentar emplear unidades léxicas equivalentes en ambas lenguas, aunque esta actividad nos conduzca a los referentes enciclopédicos propios de cada cultura9, como las marujas o los domigueros, o a internarnos por la senda de aquel vocabulario que transita en lares periféricos y 9 Así por ejemplo, lo casposo, documentado en diferentes textos: Ya es frecuente verla al volante de coches de gran cilindrada, aunque también se da la variedad de las que arrean con cochecillos pequeñajos e incluso casposos; pero, eso sí, a toda pastilla, o sea al límite de lo que dan, roooooar, y que en la primera curva, lógicamente se van a tomar por saco (El Semanal, Sección Patente de Corso, de A. Pérez Reverte, 22-4-2001, p.8): Julia Sanmartín Sáez marginales, de lumis o butroneros, difíciles de aprehender entre las páginas de un diccionario. BIBLIOGRAFÍA ALEZA, M. 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