planta entre ellas, y por decirlo asi, criándose al abrigo de los ve

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planta entre ellas, y por decirlo asi, criándose al abrigo de los vejétales espinosos y yerbas anuales, puedan crecer los tiernos arbolillos,
robustecerse, y llegar hasta aquel estado de fuerza en que por medio
de su sombra y espesura hagan perecer á las mismas plantas que les
sirvieron de cuna en su primera edad, guareciéndolos y preserván­
dolos de las injurias del tiempo y del diente devorador de los ani­
males.
Los que de ramos se ponen (dice el citado autor mas adelante,
» y como en apoyo de la misma opinión), críanse mas presto y há»cese el árbol casero muchas vezes, aunque sea el ramo de árbol no
» casero." Error que manifiesta claramente las pocas observaciones del
Crecentino. L a estaca, el mugrón, el acodo, el barbado y el injer­
to no varían la especie; antes por el contrario, son los medios sega­
ros de conservar estas y sus variedades sin degradación ni alteración
alguna. E l cultivo y los diversos terrenos, climas y esposiciones mas
favorables mejoran muchas vezes las producciones de las plantas, y
perfeccionan los frutos; pero jamas cambian los caracteres y cuali­
dades esenciales que las distinguen: solo las semillas proporcionan
especies agronómicas nuevas o variedades distintas, que unas vezes
esceden en bondad á la que las produjo, y otras vienen en degrada­
ción , perdiendo los signos ó notas apreciables de la variedad á que
corresponden.
De los sexos de las plantas.
Queriendo el autor manifestar el modo de conocer en los árboles
el macho y la hembra, se esplica de este modo: , , E n muchos lina­
jes de árboles hay machos y hembras: conócese el macho en tener
las hojas menores, mas angostas, mas duras y agudas, el fruto me­
nor, el cuesco ó pepitas mayores, menos carne ó pulpa en el fruto;
y brotan ó florecen mas aina."
Desde la mas remota antigüedad se había y a observado que una
palma producía pocos ó ningunos dátiles si estaba sola, ó muy dis­
tante de otros ciertos pies de la misma especie. Esta observación, que
no podia dejar de atenderse entre los numerosos pueblos que cuida­
ban de un árbol, cuyo fruto era su principal sustento, dio sin duda
origen á la sospecha de que las plantas se reproducían de algún mo­
do á semejanza de los animales; y con efecto, los autores antiguos
llamaban á unas hembras y á otras machos; pero por falta de la de­
bida inspección de las partes que las componen, y de la compara­
ción de las menudísimas que se hallan en sus varios géneros, espe­
cies é individuos, ignoraban ó se habían formado ideas tan poco
exactas de los órganos destinados á la generación, que en las obras
asi de los agricultores como de los botánicos, se nota muchas vezes
la equivocación de tener por separados los sexos en algunas plantas
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