Grupalidad e instituciones educativas El "fracaso en la escolarización" Víctor A. Giorgi Si bien la expresión "instituciones educativas" incluye un conjunto heterogéneo de organizaciones que conforman el llamado" sistema educativo", o "sector educación" podría afirmarse que su forma prototípica, prolongada a través del tiempo e inscrita en el "imaginario social", está dada por la "institución escolar" o "escuela". En este cambio de siglo, caracterizado por la diversidad y la heterogeneidad de modelos vinculares y formas de organización familiar, la escuela continúa siendo uno de los espacios institucionales más homogéneos (y hegemónicos) y aquel por el cual transitan prácticamente la totalidad de los niños en los países que tienen un aceptable nivel educacional. Sin embargo, las experiencias y registros subjetivos que cada uno incorpora en ese pasaje son singulares y disímiles. PLANTEO DEL PROBLEMA Una primera gran clasificación muestra que mientras unos logran completar el ciclo escolar en tiempo y forma, otros experimentan repeticiones múltiples, deserciones, inadaptaciones varias que no permiten completar el ciclo, al menos dentro de los parámetros esperados. Suele hablarse de "escolaridad exitosa" y de "fracaso escolar" respectivamente. La expresión "fracaso escolar" fácilmente se desliza a "fracaso del escolar", o sea del niño, atribuyéndolo a carencia de recursos o potencialidades intelectuales. La escolarización es una tarea compartida entre la escuela -como representante del Estado y del conjunto de la sociedad-, la familia y el propio niño. Por tanto, el fracaso involucra a un conjunto de actores individuales y colectivos con diferentes niveles de responsabilidad y genera consecuencias sociales y subjetivas en todos ellos. En una investigación realizada por la Facultad de Psicología (Larroca - Giorgi, 198994) hallamos que de cada 10 niños que ingresan a escuelas públicas en zonas pobres (donde 35 - 40% de los hogares tienen necesiddes básicas insatisfechas -NBI-), sólo 4,5 completan el ciclo escolar en los tiempos y con las edades esperadas y tres cumplen trece años sin haber llegado a 5° año. Mientras tanto en zonas con menores índices de pobreza (5-10% de los hogares con NBI), nueve de cada diez tienen "escolaridad exitosa". Históricamente el acceso universal a la educación ha sido una conquista asociada al desarrollo y la democratización de la sociedad. Estas cifras muestran una nueva forma de discriminación: todos acceden al sistema educativo, pero mientras unos realizan un real proceso de escolarización, otros, provenientes en su mayoría de los hogares pobres, ingresan para fracasar, con las consiguientes marcas sociales y subjetivas que esto provoca, configurando un punto de inflexión en los procesos de exclusión social. MARCO TÉORICO E HIPOTESIS EXPLICATIVA Desde ese entonces hemos continuado investigando y pensando acerca de este fenómeno. En este marco nos preguntamos: ¿cuáles son las causas de tal fracaso en la escolarización? Si bien las situaciones individuales tienen un alto grado de diversidad, de los seguimientos realizados surge que la gran mayoría de los reveses no corresponde a deficiencias intelectuales ni a los llamados "problemas específicos de aprendizaje". Tampoco existe una deficiencia en la capacidad de aprendizaje en general. Estos niños demuestran en su vida cotidiana capacidades para adquirir habilidades y destrezas. El problema radica en su relación con la escolarización. Nuestra hipótesis es que estos niños quedan literalmente atrapados en la intersección de dos universos simbólicos diferentes y contrapuestos. Experimentan una colisión de enunciados, pertenencias, valores y expectativas que les impide integrar el "universo escolar" con su "universo cotidiano". Los "bloqueos", transgresiones, conductas inadaptadas, expresión de violencia y otros "síntomas" que emergen en el ámbito educativo, actuadas y contra-actuadas por niños, familias y educadores, estarían dando cuenta de este conflicto subyacente. Aproximarnos a la comprensión de esta problemática requiere "corrernos" del punto de vista tradicional sobre la escuela, caracterizado por la descontextualización del "acto docente", el sentido unidireccional de la comunicación y la toma de decisiones; el énfasis en los aspectos formales e instituidos de la organización escolar, para, desde un nuevo lugar, habilitar una mirada diferente capaz de penetrar en la compleja dinámica de la relación entre esos universos simbólicos y las redes de vínculos y grupalidades donde esos significados se producen y por los cuales circula. Se trata de producciones imaginarias, en tanto modos subjetivos con eficacia material, que operan dentro y en torno a las instituciones sociales. LA COMPLEJIDAD DEL TEJIDO SOCIAL En este intento de pensar la escuela como un sistema social abierto, atravesado por los aconteceres de su contexto con amplias zonas de intersección con las familias y la comunidad, reconocemos una serie de elementos que escapan a la visión "organizacional-formal" y que dan cuenta de la complejidad y riqueza del tejido social y simbólico-discursivo que conforma el escenario del aprendizaje. Pasaré a enumerar algunos de estos elementos, organizándolos en tres ejes: I - UNA DIVERSIDAD DE FORMACIONES GRUPALES EN INTERACCION Cuando se habla de grupos en la educación solemos referirnos a los grupos de educandos constituidos por la propia institución. Poco se habla de grupos de educadores y menos aun de una serie de configuraciones grupales que trascienden los límites formales, que actúan, interactúan y retroactúan entre sí, generando afiliaciones y pertenencias múltiples y cruzadas que atraviesan las subjetividades. A modo de ejemplo: grupos de niños cuya existencia trasciende los límites institucionales, grupos de madres y de maestros que no se comunican entre sí, alimentando recíprocamente imágenes distorsionadas "del otro", diferentes grupos de vecinos con historias de enfrentamientos y pertenencias excluyentes. En toda institución, la existencia de espacios grupales se transforma en un elemento cuestionador. El grupo constituye un potencial analizador de los conflictos silenciados a nivel institucional. Habilita una diversidad de miradas que se confrontan y potencializan, movilizando la burocracia institucional. Cuando las instituciones educativas convocan espacios grupales, ejercen sobre ellas un fuerte control y les imponenen un modelo único, de modo de marcar imperativamente su funcionamiento. Tal es el ejemplo de las Comisiones de Padres, o las reuniones con padres donde se reproduce, como en una caricatura, la relación del maestro con los educandos. Esto infantiliza a los padres. Nos comenta una madre: "Mi hijo y yo temblamos cada vez que hay reunión porque allí nos dicen las notas y a nosotros no nos va bien". Todo parece indicar que se trata de una institución que no tolera grupossujetos, autónomos en pensamiento y en acción. Renuncia así al aporte renovador que estos pueden realizar y a los puntos de vista que divergen con la "mirada institucional". En el material clínico producido en entrevistas con las madres vemos cómo su relación con la escuela a la que concurren sus hijos y las personas que la representan, aparece interferida por la transferencia de escenas que remiten a su propia experiencia escolar, induciendo un fenómeno de isomorfismo y repetición transgeneracional de la experiencia. No obstante, esto solo es explicitado -dichocuando se abre un espacio de verdadera comunicación. Dentro de la dinámica habitual, sólo se actúa. En esta diversidad no podemos dejar de lado las complejas y heterogéneas configuraciones vinculares, que asumen funciones tradicionalmente asignadas a las familias. Verdaderas "redes sociales" por las que circulan múltiples intercambios, que sustituyen el vacío dejado por la familia tradicional y que no suelen ser reconocidos ni valorados, a veces ni siquiera percibidos por una mirada institucional que solo registra el modelo familiar preestablecido, el que a su vez solo ocasionalmente coincide con la realidad de estos sectores. II - PROYECTO EDUCATIVO, PROYECTO PARENTAL Y PROYECTO SOCIAL Proponemos pensar estas articulaciones a través de las nociones de "enunciado identificatorio" y "contrato narcisista". Los "enunciados identificatorios " (Kaes, 1996) tienen la capacidad de articular las formaciones inconcientes estructurantes de la subjetividad y las socioculturales provenientes del grupo social de referencia. Dichos enunciados -expresados originalmente por las figuras parentales- son luego retomados por otros portavoces del discurso social. Son juicios de contenido valorativo que asignan al nuevo miembro de la comunidad un destino, expresan en forma codificada una expectativa relativa a su proyecto de vida. Cuando el sujeto -en plena etapa de socialización- experimenta la pertenencia a dos universos simbólico-culturales diferentes, y en muchos aspectos contrapuestos, los enunciados provenientes de uno y de otro configuran un "doble mensaje", cuya resolución exige un trabajo psíquico excesivo y del cual escapa a través del desconocimiento de uno de ellos, por lo general aquel que siente más ajeno a su cotidianidad. La noción de "contrato narcisista", propuesta por Piera Aulagnier (1997) para comprender la construcción del sujeto a partir de su grupo familiar, es aplicable al vínculo con las instituciones educativas. Según dicho "contrato", el sujeto es portador de la misión de asegurar la continuidad de las generaciones, asumiendo un lugar impuesto por la tradición, que remite al mito fundador. A cambio de esto se lo inviste narcisísticamente. Las instituciones aceptan al educando, lo continentan, ponen en él la energía y el afecto necesarios para el aprendizaje, con la expectativa de que en el futuro sea un digno representante de la institución y la cultura que ella representa, funcionando así como una prolongación narcisista de esta. Es lo que suele llamarse un "alumno gratificante". En nuestra experiencia hemos comprobado casos en los cuales, ante el "alumno problemático", se produce de parte de la institución escolar una retracción de la energía y de las expectativas puestas en él. Se procuran justificaciones tendientes a atenuar los efectos del fracaso, al tiempo que se renuncia a las metas iniciales. Entre los encargos que se realizan al psicólogo, a través de la solicitud de informes diagnósticos, suele aparecer la búsqueda, justificación y exoneración de responsabilidades ante el fracaso. En niños provenientes de este universo sociocultural, el "proyecto parental" (que a su vez sostiene su propio contrato narcisista) no incluye necesariamente una "escolaridad exitosa", sino que enfatiza aspectos instrumentales y habilidades que, desde su perspectiva, le permitirán sostener la lucha por la vida. En este contexto el niño no consigue significar el aprendizaje escolar ni la escuela logra particular su propuesta con la cotidianeidad del educando y su familia. Se genera así una brecha insalvable que, después de un largo y costoso proceso termina con la exclusión del niño. III - LOS PROCESOS DE EXCLUSION-INCLUSION La exclusión es un proceso gradual que, a través de un juego de asignaciones y asunciones, coloca al sujeto en una posición de creciente diferenciación con el grupo de referencia, alcanzando un punto de inflexión en el cual los vínculos quedan limitados a aquellos que comparten su misma condición, lo que empobrece el acceso a modelos identificatorios socialmente valorados por su grupo de referencia original (Matza, 1981). En nuestro caso, la creciente estigmatización que sufren estos niños en el ámbito escolar los empuja a la deserción. Esta constituye el "punto de inflexión" del proceso de exclusión. Pero quien es excluido no cae en el vacío. Todo proceso de exclusión conlleva la inclusión en una sub-cultura donde el sujeto pasa a tener un lugar, a ser alguien dentro del nuevo universo de significaciones. Se le abre así un nuevo espacio social, sancionado por la cultura hegemónica pero que opera como grupo de pertenencia y referencia, y que ofrece experiencia y modelos que alimentan su proceso de identidad. Nuestra práctica con personas de dichos sectores nos permite ver cómo la integración a estos "grupos excluidos" opera como intento de satisfacción de necesidades de afecto, inclusión, protección, identidad, autoestima, que han sido sistemáticamente ignorados en los espacios sociales instituidos por los que han transitado. De este modo el sujeto es atrapado por una red que funciona"por fuera" de la cultura hegemónica y que le imprime una cierta forma de sentir, pensar y actuar. Estas reflexiones son apoyadas por abundante material clínico que informa de niños cuya integración a la cotidianeidad familiar los coloca ante una colisión de modelos y expectativas con la propuesta proveniente de la institución escolar. Esto también se observa en las percepciones recíprocas entre madres y maestros, en los diferentes registros en que hablan, en la "percepción anticipada "y prejuiciosa que impide la comunicación. En los maestros suele reflejarse una actitud de incomprensión, de impotencia ante situaciones que desbordan su instrumentación, que repercuten en sus relaciones en el interior de la institución, donde expresan de diversas formas "malestar": rutinización, inhibición de la creatividad, escepticismo en el logro de metas, naturalización del fracaso. Todo lo expuesto es la expresión de una escuela "desempotrada", o sea una que ha roto las ataduras con su entorno y que funciona en conexión con espacios culturales "centrales", cada vez más alejados de la realidad local. LINEAS PARA UNA PROPUESTA ALTERNATIVA Nuestra propuesta apunta a la necesidad de reconstruir el tejido social vinculante entre escuela, familia y comunidad a través de procesos dialógicos' de reconocimiento mutuo, rescatando la heterogeneidad de saberes e intereses, en un clima de respeto por lo diferente. Esto implica, entre otras cosas, comenzar por hacer posible una mirada diferente capaz de penetrar la complejidad de ese "tejido social" informal que con su universo simbólico constituye el escenario del proceso de aprendizaje. Requiere una disposición al cambio, pensado no unilateralmente, sino con la activa participación de todos los agentes involucrados, metas y objetivos comunes y significativos para todos ellos. Dicha participación no puede ser exigida unilateralmente, sino co-construida, para lo cual se hace necesario una valoración recíproca del "aporte del otro", de su experiencia, saberes y opiniones. Se debe superar la lógica de unidireccionalidad de los aportes, para generar una cultura de "encuentro en la heterogeneidad". Se requiere abordar un complejo y trabajoso proceso en que los actores involucrados deben abrirse para producir nuevas posibilidades de conexión, procurando la interpenetración de los espacios sociales. La inclusión de lo cotidiano en la educación permitirá, a su vez, la significación del aprendizaje.desde el universo familiar, generando puentes que permitan atravesar la brecha que hoy existe. El niño debe sentir que los temas de su vida cotidiana no son "tabúes" en el espacio escolar, que puede compartirlos, que él es aceptado tal como es, con su lenguaje y su mundo. La escuela debe dejarse penetrar por esa realidad para trabajar a partir de ella. Tomar la identidad del niño y, a partir de ella, abrir el horizonte rescatando su propia experiencia. Son solo algunas ideas tendientes a construir una escuela inserta en el mundo que la rodea, capaz de tomar como punto de partida de su tarea educativa las situaciones de vida que acontecen en su territorio. En última instancia, se trata de involucrarse con la vida para recuperar su sentido dentro de ella. Referencias: Aulagnier, P. "La violencia de la interpretación". Amorrortu. Buenos Aires,1977 Kaës, R. et al. "Transmisión de la vida psíquica entre generaciones". Amorrortu Buenos Aires, 1996. Larroca, Jorge, Giorgi, Víctor. "Escolaridad y Competencia". Investigación realizada por la Facultad de Psicología. período 1988–1994. Inédito. Matza, David. "El proceso de desviación". Taurus. Madrid, 1981.