Finalmente, si se considera a los niños que permanecen en el sistema pero cuyos niveles de aprendizaje igualmente son bajos y además muestran desinterés por continuar aprendiendo, claramente el fracaso escolar toma una dimensión institucionalizada, cuya responsabilidad es compartida y la búsqueda de soluciones debe impulsarse desde sistema educativo, la sociedad y el Estado. Referido al contexto del sistema educativo español, Ana Rubio y María Sedeño (2006), expresan que es importante quitar la carga negativa que agrega el término fracaso al hablar de resultados escolares, como si nada pudiera salvarse, como si lo avanzado no valiera nada. En realidad, lo que proponen es una visión del fracaso y el éxito como fenómenos dinámicos, transitorios, complementarios, modificables; en síntesis, una visión menos fatalista que permita buscar posibilidades de mejorar. En la misma línea de pensamiento y referido también al sistema español, Julio Carabaña (2004) se refiere al fracaso escolar en un sugestivo título: “Ni tan grande, ni tan grave, ni tan fácil de arreglar”. Al respecto de lo primero opina que los informes de PISA han mostrado en varias ocasiones que las diferencias entre los países europeos son El fracaso escolar es una realidad contextual, histórica, construida socialmente, dinámica, y por ende, susceptible de transformar pequeñas, así que España obtiene resultados similares al resto de países pero con una diferencia de menor inversión, por lo que son muy eficientes. En cuanto a la gravedad del problema, presenta información que le permite afirmar que en el caso de España, el fracaso escolar no implica exclusión social, ya el hecho de encontrar trabajo en condiciones favorables no depende de la escolaridad, sino que está determinado por las condiciones 12