ÓPERA EN EL MET por Daniel Lara Infinita de recursos, Ekaterina Gubanova hizo con potente voz, gran temperamento dramático y casi nada de refinamiento una Eboli que triunfó en su aria final por la vehemencia que impuso a su canto. Los comprimarios mostraron gran profesionalismo y solvencia. En excelente forma, el coro de la casa brilló en cada una de las ocasiones en que lo tuvo como protagonista. Al frente de la orquesta del MET, no quedó muy claro si Yannick Nezet-Seguin estuvo más propenso en sacar a la luz muchos de los detalles orquestales que posee la partitura o si buscaba darle a cada uno de los cantantes el apoyo necesario. El resultado fue una lectura con grandes momentos pero de tiempos lentísimos. Ernani en Nueva York Del elenco vocal, quienes lograron darle a la noche algo de tensión fueron Dmitri Hvorostovsky y Ferruccio Furlanetto, quienes le sacaron chispas a sus intervenciones cada vez que se cruzaban en la escena. Como Rodrigo, Hvorostovsky destacó por su excepcional autoridad escénica y una línea de canto de sublime elegancia, que sobre todo en los momentos de canto legato subyuga por su perfección. La belleza de su aterciopelado timbre, su solvencia técnica y su gran sensibilidad artística completaron una caracterización que sin temor a equivocarse puede ser calificada de modélica. Mayo 31. El hecho de presentar una vez más esta temporada —con ésta es la tercera consecutiva—Ernani de Verdi en el escenario del Met debió buscarse en el deseo del la dirección de este teatro por no quedarse afuera de la cruzada que ha emprendido Plácido Domingo por debutar roles de la tesitura de barítono. Y si es posible que el debut se haga en esa casa… ¡mejor! Pues bien, Domingo debutó el rol de Don Carlo sobre la escena neoyorquina con un resultado no demasiado diferente de lo que han sido sus últimas presentaciones en la casa, incursionando en el repertorio de su nueva cuerda. La voz fue demasiado clara para la tesitura de barítono que intentó abordar, con demasiados límites en el grave, sin los colores requeridos en la zona media y con un agudo que se perdió en las escenas de conjunto. En los momentos de canto legato, el fiato corto le obligó a cortar las frases restándole intensidad y la posibilidad de darle aquellos acentos que en otros tiempos eran todo un sello de la marca Domingo. A pesar de todo lo escrito, la inteligencia y la sensibilidad de un artista de su talla le dieron a la parte una intencionalidad que no dejó de conmover y que terminó dándole cierta dignidad a su caracterización que, viniendo de Domingo, se le terminó perdonando cualquier cosa. Pletórico de medios, Furlanetto encontró en la parte del rey Filippo II un terreno fértil donde lucir un patrimonio vocal opulento —particularmente rico en la zona central—, de gran sonoridad, noble de acentos y de refinada expresividad, que hizo las delicias del público, sobre todo en el aria ‘Ella giammai m’amò’ y por la que fue merecidamente festejado por el publico. A cargo del rol protagonista, Francesco Meli no pudo evitar verse eclipsado por la figura de Domingo, lo que en parte le vino bien para disimilar un comienzo no demasiado brillante en su aria ‘Come rugiada al cespite…’, más bien dubitativo e irregular. Lo mejor de su caracterización vendría sin embargo en los actos siguientes, donde su canto destacó por el brillo, el refinamiento y Ferruccio Furlanetto como Filippo II Foto: Ken Howard Don Carlo en Nueva York Al infante de Yonghoon Lee deben reconocérsele una voz interesante de tenor lírico con cierto toque spinto, una gran entrega escénica y una dicción que le envidiarían muchos tenores italianos. Su timbre es homogéneo, flexible y muy afinado y, aunque frasea con gusto sus limitaciones de recursos expresivos, no pueden dejar de pasarse por alto. Cumplió sí, pero con lo justo. ¿Debemos conformarnos con tan poco en la escena del Met? Como Il Grande Inquisitore, el veterano James Morris no tuvo una noche muy afortunada. Hizo lo que pudo y supo a muy poco. Pensar en la jubilación no sería desaconsejable. En lo que concierne a las voces femeninas, Barbara Frittoli fue una Elisabetta di Valois de gran corrección, sobre todo en lo que respecta a la intencionalidad en su canto y a su gran prestación escénica. Debido en buena parte a sus incursiones en un repertorio más pesado, la voz ha perdido en parte su homogeneidad, los agudos tendieron en no pocas ocasiones a sonar estridentes y los graves resultaron en su mayoría descoloridos. julio-agosto 2015 Plácido Domingo (Don Carlo) y Angela Meade (Elvira) en Ernani Foto: Marty Sohl pro ópera el depurado estilo de un timbre seductor. Completando el elenco de solistas masculinos, el bajo Dmitry Belosselkiy ofreció una prestación intensa y vibrante del resentido Don Ruy de Silva, luciendo una voz robusta que prodigó con generosidad y mucho gusto. Como en las dos temporadas pasadas, Angela Meade reasumió el rol de Elvira —en el que por cierto se mueve como pez en el agua— con mucha más entrega escénica que en las anteriores ocasiones. Vocalmente, su labor fue intachable, sobre todo en aquellos momentos en los que hizo gala de esa descarada facilidad para abordar los pianissimi y enfrentarse a la coloratura que le son tan propias. El coro volvió a brillar de la mano de Donald Palumbo. Desde el podio, James Levine hizo una lectura impecable de la primera a la última nota, seguido con devoción por una orquesta que en sus manos alcanza un nivel de calidad estratosférico. Con sus pocos más de 30 años a cuestas, la imponente escenografía, el muy cuidado vestuario de época y una sapiencia mayúscula en la dirección de los solitas —cualidades no muy comunes en estos tiempos— hicieron que la producción escénica que firmó para la casa Pier Luigi Samaritani resultase un marco ideal para el desarrollo de la acción. creando con gran sapiencia y buenos recursos técnicos un ambiente de gran opresión y oscuridad a través un cuidado y dinámico decorado que convino perfectamente a los requerimientos de continuidad exigidos por la trama. Por la sincera convicción con la cual se fundió con su personaje, Nadja Michael obtuvo un merecidísimo triunfo personal demostrando ser la perfecta idealización física de Judith, personaje que cantó con opulencia vocal, fluidez de línea canora y una rica paleta de colores. Aunque un tanto eclipsado por su esposa, el Barbazul de Mikhail Petrenko tuvo un inicio sin demasiada relevancia, pero a medida que fue avanzando la ópera hizo crecer su personaje y lució un patrimonio vocal de noble esmalte, gran sonoridad y robustez. Desde el foso, Valery Gérgiev tuvo una gran noche, primero seduciendo plenamente con una lectura plena de detalles y de vibrante pulso teatral de la partitura en estilo fabulesco de Tchaikovsky y luego extrayendo de la orquesta de la casa toda la angustia y la fuerza expresionista que emana de la partitura de Bartok a través de sonidos exuberantes, enérgicos y plenos de tensión. o Iolanta y Bluebeard’s Castle en Nueva York En lo vocal, no pudo desearse una mejor elección de intérpretes. En un rol que calza a la perfección, Anna Netrebko fue una Iolanta superlativa, de vocalidad radiante, amplia y de una expresividad a flor de piel que convirtió en oro cuanta nota canto. No se quedaron atrás el ardiente príncipe enamorado Vaudemont de un Piotr Beczala en estado de gracia y electrizante en cada replica que dio a la diva rusa, ni el magnífico Robert de un Alexey Markov toda delicadeza y sensualidad vocal. Del resto del elenco dejaron una muy grata impresión tanto Alexei Tanovitski como Elchin Azizov, componiendo al rey René y el médico moro IbnHakia, respectivamente. Para la segunda parte del programa, Trelinski trasladó la trama a la actualidad —los interpretes ingresaron en auto a la escena— y Piotr Beczala (Vaudemont) y Anna Netrebko (Iolanta) Nadja Michael (Judith) Foto: Marty Sohl Foto: Marty Sohl pro ópera julio-agosto 2015