24 X SEGUNDO

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Lilia Valdés
Primera entrega
Mundo Cuántico Mundo Real
24 X SEGUNDO
Uno de los mayores intereses de la ciencia a través de los siglos, más aún a fin del
anterior y en lo que va de este, ha sido el de los avances tecnológicos en la
comunicación. Para ello (como cualquier ciencia) han sido necesarios los cálculos
matemáticos exactos y precisos para el éxito absoluto de cualquiera de estas
investigaciones. Tomaré un ejemplo que en mi opinión resultaría extremadamente
preciso, en el cual pocas décimas de segundo concluyen en resultados completamente
distintos.
A raíz de esta perfección matemática ha nacido lo que en el mundo actual y entre las
esferas cinéfilas se conoce como “el celuloide”, es decir la película fotosensible con la
que se ruedan las películas, la cual se ha ido modificando con precisión matemática
hasta lograr engañar a una maquina tan perfecta como es el ojo humano, estamos
hablando, por supuesto, de la velocidad de percepción. Si este “engaño” es posible lo es
gracias a la certeza y control absoluto del número de fotogramas que el ojo llega a
percibir en movimiento secuencial tal como si fuera un movimiento real. De modo que
se ha calculado el número exacto, ni uno más ni uno menos, para que el ojo mande la
señal con la información de las imágenes percibidas al cerebro como si estas estuviesen
en movimiento continuo. Para llegar a esta perfección se ha tenido que averiguar
primero el tiempo necesario para que la vista hilase una foto con otra de manera que
fuese percibida por el cerebro como si se estuviese viendo una sola secuencia y como si
en realidad esas imágenes no fuesen una serie de fotogramas, sino una única imagen en
movimiento que al fin y al cabo es lo que los humanos logramos percibir.
Por lo tanto, la exposición exacta es de 24 fotogramas por segundo, es decir, una
película que por cada segundo de exposición a la luz pasa 24 fotogramas frente al
proyector. Así es como el contenido de eso fotogramas proyectados sobre un fondo
blanco se nos aparece como real, por ejemplo: los personajes que observamos tal como
personas en situaciones reales con movimientos reales, cuando en verdad nuestra vista y
mente han sido engañados. Por supuesto sabemos que detrás de esas imágenes hay un
mecanismo, pero la ilusión de la creencia es tan grande que rápidamente nos olvidamos.
Sin embargo, si estos mismos fotogramas fuesen expuestos a una velocidad diferente,
nuestra vista percibiría esas mismas situaciones como no reales, es decir, donde la
acción se desarrollaría a una “velocidad anormal”. La fórmula proporcional es muy
simple: a mayor número de fotogramas expuestos por segundo, mayor sensación de
lentitud; y a menor número de fotogramas expuestos por segundo mayor sensación de
rapidez.
Por ejemplo, a 36 fotogramas x seg. el ojo humano percibe una situación en lo que hoy
en día se conoce como cámara lenta, mientras la misma imagen, o los mismos
fotogramas, si se reproducen a un número menor de 24, por ejemplo a 18 fotogramas
por segundo, nos da como resultado que logremos percibir esas mismas situaciones en
cámara rápida, es decir, tanto los personajes como las actividades que estos desarrollan.
El único detalle que ha cambiado es que por delante del proyector pasan menos
exposiciones por segundo de los mismos fotogramas anteriores, es decir 23, 22, 21 …
etc., pero es a partir de 18 cuando comenzamos a notar la evidencia de la rapidez.
Concluyendo, gracias a la precisión de este cálculo cada vez que asistimos al
espectáculo de la gran pantalla, confirmamos lo bueno o lo malo de la película sin
detenernos a imaginar que vemos en realidad algo que no existe. 24 y sólo 24.
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