¡QUÉ BUENO Y HERMOSO QUE LOS HERMANOS ESTÉN

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¡QUÉ BUENO Y HERMOSO QUE LOS HERMANOS ESTÉN JUNTOS!
Apertura del IV Capitulo de las Esteras under ten OFM
(Guadalajara, México, 2 de junio 2012)
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general, OFM
Queridos hermanos under ten, queridos hermanos y amigos todos: ¡El Señor os dé la paz!
¡Que bueno y hermoso que los hermanos estén juntos! (Sal 133, 1). ¡Qué bueno y hermoso
que nos encontremos aquí reunidos en Capítulo hermanos provenientes de todos los Continentes y
de los más diversos países y culturas! ¡Qué bueno y hermoso es que podamos llamarnos hermanos y
manifestarnos como tales! El Señor nos dio hermanos (cf. Test 14), y nosotros hoy alzamos los ojos
en torno nuestro, y viendo tantos hermanos nuestro rostro se vuelve radiante y nuestro corazón se
dilata por el gozo que nos inunda, y por la abundancia de la gracia que el Señor reparte sobre
nosotros (cf. Is 60, 1-5).
¡Que bueno y hermoso que los hermanos estén juntos! Y como Francisco acogía a sus
hermanos en los Capítulos de las esteras en los orígenes de nuestra Orden, así os acojo yo hoy en su
nombre, y, como él hacía, también yo os abrazo y bendigo.
¡Que bueno y hermoso que los hermanos estén juntos! Y, como los primeros frailes que se
reunían en Capítulo en torno a la Porciúncula, nos saludamos con el ósculo de la paz y nos
alegramos por los dones que el Señor reparte a manos llenas entre nosotros.
Bienvenidos, queridos hermanos under ten a este IV Capítulo de las Esteras de los jóvenes
frailes de toda la Orden, representados aquí por vosotros. ¡Que el Señor bendiga nuestro encuentro
y Ntra. Sra. de Zapopan y la Reina del Tepeyac nos acompañe en estos días y siempre!
Hemos escuchado el texto de las bienaventuranzas en la versión que nos ofrece el
evangelista Mateo (cf. Mt 5, 2-12); texto que hemos escogido como guía de nuestro encuentro, y
desde el cual queremos reflexionar sobre nuestra identidad. Las bienaventuranzas son la síntesis
más antigua de la enseñanza de Jesús, el corazón del discurso de la montaña, el núcleo central del
Evangelio, el espejo en el que ha de mirarse todo discípulo, por ser el retrato del mismo Jesús.
¿Queremos saber quién era y cómo era Jesús? Miremos al texto de las bienaventuranzas. Él
es el verdaderamente pobre, el manso por excelencia, el que llevó la compasión por los pecadores y
los que sufren hasta las últimas consecuencias, el único con entrañas verdaderamente
misericordiosas, el que vivió la disponibilidad al proyecto del Padre sin fisura alguna y por ello es el
verdaderamente puro de corazón, el constructor de la paz por excelencia, pues reconcilió la
humanidad con el Padre, el perseguido a causa de la justicia, hasta morir en la cruz. En él las
bienaventuranzas no son solo un programa de vida y una meta a alcanzar. En Él las
bienaventuranzas son una realidad ya vivida en plenitud, Él es la encarnación misma de las
bienaventuranzas.
¿Queremos saber quién es discípulo y cómo debe comportarse el discípulo? Miremos a las
bienaventuranzas. El discípulo, cada uno de nosotros, estamos llamados a ser pobres, es decir: a
dejarlo todo para seguir a Jesús; estamos llamados a ser mansos, o lo que es igual: a vencer el mal
con el bien; somos llamados a llorar, es decir: depender totalmente de Dios y a compartir las
tristezas, las angustias y las esperanzas de nuestras gentes; somos llamados a mantener viva el
hambre y la sed de justicia, una justicia que es amor desmedido hacia nuestros semejantes, amigos o
enemigos, cercanos o lejanos, propios o extraños, ricos o pobres; somos llamados a tener un
corazón limpio de tal modo que podamos adherirnos plenamente a la voluntad del Señor; somos
llamados a ser constructores de paz, de fraternidad; somos llamados a aceptar la persecución por la
justicia, por amar al Padre y a los hermanos, por combatir el mal en todas sus formas. Las
bienaventuranzas que suponen ciertamente una alternativa de vida a lo que promete el mundo e
incluso a la ley dada en el monte Sinaí a Moisés –Jesús en la versión de Mateo aparece como el
nuevo Moisés-, son, como diría san Agustín, “la perfecta norma de vida de la vida cristiana” que
solo se puede entender y vivir desde la fe y el seguimiento, como da a entender la versión e Lucas
(cf. Lc 6, 12-16).
Ese es, mis queridos hermanos under ten nuestro programa de vida como discípulos del
Señor y como Hermanos Menores: ser espejo de Jesús, encarnando en el aquí y en el ahora las
actitudes que tuvo Jesús hacia el Padre y hacia la humanidad. Esa es la buena noticia que estamos
llamados a llevar a cuantos nos rodean, que los sabios no pueden entender, pero que el Espíritu da a
entender a los pobres y sencillos, como la dio a entender a Francisco, nuestro padre y hermano. El
programa de las bienaventuranzas es ciertamente un programa que comporta exigencias radicales,
pero ese radicalismo, que a su vez exige conversión, es lo que realmente hará significativa nuestra
vida de Hermanos Menores y seguidores de Jesús. Y ese radicalismo será, por extraño que parezca,
el camino de nuestra felicidad.
¿Queréis ser felices? Vivid el espíritu de las bienaventuranzas y la promesa de felicidad que
ha hecho Jesús a cuantos vivan según este programa, no tardará en realizarse en vuestras vidas.
¿Queréis ser felices? Vivid todo para el Señor y todo para los demás, como nos piden las
bienaventuranzas. ¿Queréis ser felices? Vivid la radicalidad del Evangelio al estilo de Francisco,
siendo pobres, mansos, compasivos, misericordiosos, constructores de paz…, asumiendo el precio
que hay que pagar por ello: la persecución, la incomprensión… Vivir el Evangelio comporta pagar
un precio: beber el cáliz que ha bebido Jesús: Hoy Jesús os pregunta, mis queridos jóvenes, como
un día preguntó a Santiago y a su hermano: ¿Estáis dispuesto a vivir como yo he vivido? ¿Cuál es
vuestra respuesta?
Mis queridos hermanos under ten: No tengáis miedo a las exigencias radicales del Evangelio
y de nuestra forma de vida. Tened miedo solo a la mediocridad, a la falta de pasión por el Señor y
por la humanidad, a una falta de fidelidad creativa a cuanto hemos prometido por la profesión. De
eso sí tened miedo, aún más, tened pánico; no de las exigencias radicales del seguimiento de Jesús,
pues, si confiáis en Él, también vosotros podréis decir con Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me
da la fuerza” (Filp 4, 13).
¡Que vivamos este encuentro en clima de verdadera fraternidad, de escucha a cuanto el
Señor y los hermanos nos quieran decir, de oración y reflexión, y de franciscana alegría!
En el nombre del Señor, queda abierto oficialmente el IV Capítulo Internacional de las
Esteras de los hermanos under ten OFM.
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