LECTURAS DE LA MENTE Por Juan Gerardo Martínez Borrayo Departamento de Neurociencias Universidad de Guadalajara Cuando la motivación muere Simpatía, empatía y apatía. Cuando estaba estudiando psicología, uno de mis profesores me dijo que estas palabras eran parte de un continuo con respecto a como nos sentimos hacia los demás. Pero la apatía no es solo eso; en términos más generales es la pérdida de la motivación para realizar cualquier cosa, incluso salvarnos a nosotros mismos, literalmente hablando. Existen casos extremos como es el de una persona que al meterse a nadar simplemente dejó de tener ganas de nadar, pero a pesar de que sabía que se estaba ahogando, no tenía interés en hacer nada al respecto. Esta es una rara, pero inquietante enfermedad al que se le conoce como “Síndrome PAP”, nombre proveniente del francés (perte d´auto-activation psychique) y que significa “pérdida de la autoactivación psíquica”, descrito por primera vez por Dominique Laplane, en 1981, cuando era doctor en el Hôpital de la Saltpêtrière en París. Desde entonces se sabe que este extraño síndrome se presenta ante la lesión de ciertas áreas cerebrales y que causa pérdida de la motivación (apatía), así como pérdida de la habilidad de tomar decisiones. A los pacientes que se les ha diagnosticado este síndrome, es porque se han vuelto tan apáticos que no se bañan, no se visten, no comen, pierden interés en sus planes a futuro, no tienen entretenimientos, solo están en su cuarto por días y días. Pero no se debe de confundir esto con la depresión, ni siquiera la depresión mayor; su falta de interés se extiende hasta sus más fundamentales necesidades; si no se les da de comer, ellos se mueren de hambre, sin jamás llegar a sentir necesidad de ingerir nada. Otra de las cosas que los distinguen de los depresivos es que ellos no sufren; no reportan sentirse mal; de hecho no reportan tener ninguna emoción; suelen desarrollar conductas obsesivas (actividades repetitivas y sin sentido, como prender y apagar luces) y tics (por ejemplo decir peores palabrotas que un carretonero, ya que, aunque usted no lo crea, en el contexto de esta enfermedad son un tic, ya que no implican su uso deliberado, como pasa con los que elegantemente se les llama coprolálicos). Para actuar, necesitan de un estímulo externo; y una vez iniciada su tarea la llevan a cabo como cualquier persona, si es que esa actividad no demanda mucho tiempo; por ejemplo, ellos permanecen callados hasta que se les habla y cuando lo hacen dan respuestas coherentes, por ejemplo sobre su extraña conducta; tampoco es un problema de inteligencia, puesto que pasan con buenas calificaciones las pruebas. Su principal problema es que los estímulos externos pronto pierden su facultad de mantener la actividad y en un lapso breve de tiempo regresan a su inmovilidad y apatía. Con el fin de precisar los lugares cerebrales responsables de esta conducta, se ha usado la resonancia magnética funcional, técnica que permite visualizar las regiones del cerebro que más trabajan en determinadas conductas. La conclusión a la que se ha arribado es que los lóbulos frontales y los ganglios basales tienen una gran parte de la responsabilidad en este síndrome; los frontales se encuentran detrás de la frente (por eso son frontales) y se les relaciona con la solución de problemas, la toma de decisión y la planeación, mientras que los ganglios basales están relacionados con el movimiento voluntario. El problema debe de encontrarse en la conexión entre estas dos estructuras de tal manera que se pierde la habilidad de iniciar acciones voluntarias derivadas de la decisión conciente de hacerlo. Es obvio que si responden bien ante estímulos externos para hacer tareas, aunque sea por poco tiempo, es porque existen otras vías que tienen que ver con la motivación. Por ejemplo, los frontales se comunican con las áreas encargadas del lenguaje y por eso pueden responder a las preguntas que se les hacen, como comentamos antes. Hay muchas cosas por investigar con estos pacientes, por ejemplo como es que les podrían ayudar ciertas drogas; por mientras tanto médicos como familiares solo pueden ver como en ocasiones pueden retomar su vida normal en pequeños destellos de autodeterminación. Comentarios y sugerencias favor de dirigirlos a la redacción de EL OCCIDENTAL, o bien a la siguiente cuenta de correo electrónico: [email protected]