16 Jorge López Álvarez / Luis Fernando Agüera Ortiz dad del ánimo” o “dejadez, indolencia, falta de energía”. Si las primeras definiciones de las culturas clásicas hacían mención en exclusiva a la falta de emoción, las definiciones más modernas y el concepto de apatía en el imaginario colectivo se focalizan tanto en la falta de emoción como en la falta de conducta. La primera descripción de la apatía como entidad clínica la realizó Marín en 19911. Para este autor la apatía consistía en una “pérdida de motivación, no justificable por discapacidad intelectual, disminución del nivel de conciencia, deterioro cognitivo o estrés emocional”. Con esa definición operativa se podía establecer una diferencia entre un síndrome apático propiamente dicho y síntomas de apatía en el contexto de otras entidades clínicas, como un delirium de tipo hipoactivo o un trastorno depresivo mayor. Además, Marin1 estableció la presencia de tres dimensiones en torno a las cuales estaría articulada la apatía. Esas tres son las dimensiones conductual, cognitiva y emocional. Para Marín en la apatía habría una reducción de las conductas, de la actividad cognitiva y de las emociones, dirigidas a un objetivo concreto. Levy y Dubois2 redefinen la apatía como un déficit persistente de la motivación y una ausencia o disminución de los sentimientos, emociones o intereses que desembocan en una reducción significativa de conductas autogeneradas y dirigidas a una meta concreta. Para estos autores2 en la apatía ocurre una “reducción cuantitativa de conductas voluntarias dirigidas a un fin comparadas con comportamientos previos”. Así, la apatía sería para estos autores un síndrome conductual, observable y cuantificable, en el que se podría encontrar una disminución de la activación conductual de las personas frente a estímulos internos (autoactivación) y/o frente a estímulos externos (heteroactivación). La apatía conductual es una disminución en la autoactivación en donde las respuestas automotivadas son llamativamente disminuidas Informaciones Psiquiátricas 2014-n.º 216 en contraposición a las respuestas inducidas por estímulos externos. La apatía cognitiva es una disfunción de las funciones cognitivas necesarias para elaborar planes de acción. Eso provocaría un déficit en la memoria de trabajo y de planificación, dificultando la adopción de nuevas estrategias. La apatía emocional presenta una reducción de comportamientos dirigidos por objetivos propios debido a una disfunción del procesamiento emocional-afectivo de los actos. Así habría una incapacidad para asociar señales emocionales con los comportamientos. En la Tabla 1 se recogen los criterios diagnósticos de apatía en la enfermedad de Alzheimer y en otros trastornos neuropsiquiátricos propuestos por el grupo de trabajo de Robert3. Apatía versus depresión Durante años, la presencia de síntomas apáticos en la depresión y la catalogación de la apatía como un criterio mayor de depresión mayor en clasificaciones internacionales como el DSM-IV-TR4, indujo a pensar que toda apatía estaba dentro de un contexto depresivo, es decir, que no podía haber apatía sin depresión. Autores como Levy y Cummings5 señalaron que la apatía es un síndrome neuropsiquiátrico diferente de la depresión. Hay estudios que remarcan la evidencia de validez sindrómica de la apatía6. Los estudios científicos confirman que apatía y depresión tienen distintos sustratos neurobiológicos y diferente respuesta terapéutica7, lo que se ha encontrado en otras enfermedades neurodegenerativas diferentes a la enfermedad de Alzheimer como pueden ser la enfermedad de Parkinson8 o la enfermedad de Huntington9. Un reciente estudio europeo multicéntrico halló que la apatía es un síndrome independiente y frecuente en todos los subtipos de demencia10. En pacientes con deterioro cognitivo leve y con demencia se