Sentencia 894/2007 del Tribunal Supremo, Sala de lo Penal

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Nº de Resolución:
Procedimiento:
Ponente:
Tipo de Resolución:
28079120012007100896
Tribunal Supremo. Sala de lo Penal
Madrid
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10403/2007
894/2007
PENAL - APELACION PROCEDIMIENTO ABREVIADO
MANUEL MARCHENA GOMEZ
Sentencia
Resumen:
INVIOLABILIDAD DEL DOMICILIO: el registro de las dependencias de una embarcación de
recreo en la que se agolpan más de tres toneladas de hachís y en las que es imposible desarrollar
cualquier acto de la vida privada, no requiere autorización judicial.PRESUNCIÓN DE INOCENCIA.
Doctrina general.
SENTENCIA
En la Villa de Madrid, a treinta y uno de Octubre de dos mil siete.
Esta Sala, compuesta como se hace constar, ha visto el recurso de casación por infracción de Ley y
quebrantamiento de forma, interpuesto por la representación procesal del acusado Roberto contra sentencia
dictada por la Audiencia Provincial de Granada (Sección Primera) de fecha 27 de febrero de 2007, en causa
seguida contra Roberto , por delito contra la salud pública, los Excmos. Sres. componentes de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo que al margen se expresan se han constituido para Votación y Fallo bajo la
Presidencia del primero de los citados y Ponencia del Excmo. Sr. D. Manuel Marchena Gómez. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal y el recurrente representado por la Procuradora Sra. Galán Padilla.
I. ANTECEDENTES
Primero.- El Juzgado de Instrucción número 2 de Almuñecar, incoó Procedimiento Abreviado número
25/2006, contra Roberto o y, una vez concluso, lo remitió a la Audiencia Provincial de Granada (Sección
Primera) que, con fecha 27 de febrero de 2007, dictó sentencia que contiene los siguientes HECHOS
PROBADOS
"PRIMERO.- Son hechos probados que en la mañana del día 22 de marzo de 2006, agentes del
Servicio de Vigilancia Aduanera de Motril observaron, en el muelle de espera del Puerto Deportivo de
Marina del Este (La Herradura), la embarcación "El Mago", matrícula 6ª PM-1-12-02, que presentaba su
línea de flotación por debajo de su nivel, siendo su patrón y arrendatario Roberto o, el cual transportaba en
su interior un total de 128 fardos de arpillera y bolsos de viaje que contenían sustancia estupefaciente que,
tras ser analizada, resultó ser hachís, con un peso neto de 3.659.280 gramos (THC 2,68%), valorada en
17.594.000 euros, la cual iba a ser destinada por el acusado al tráfico ilícito. La embarcación referida tenía
cedida la explotación por el propietario a la empresa de alquiler CVK Boatcompany SL, de Almerimar
(Almería), a la que fue devuelta provisionalmente la misma. Igualmente le fueron intervenidas una tarjeta
prepago de Holanda de 20 euros, seis microchips de tarjetas de teléfono de la Compañía Vodafone, uno de
la Compañía Movistar, uno de la Compañía Ortel Mobile (Holanda), dos de la compañía TM (Italia), uno de
la Compañía Orange (Rumanía), uno de la Compañía Meditel (Marruecos) y 371,30 euros en efectivo que
han sido ingresados en la cuenta de consignaciones del Juzgado.
Segundo.- La Audiencia de instancia dictó el siguiente pronunciamiento
"FALLO: Que debemos condenar y condenamos a Roberto o, como autor responsable del delito
contra la salud pública ya descrito, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad
criminal, a la pena de prisión en extensión de cuatro años y seis meses, con la accesoria de inhabilitación
especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, a la(sic) de multa en cuantía
de veinte millones de euros, con una responsabilidad personal subsidiaria en caso de impago de seis meses
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de privación de libertad y al pago de las costas procesales.
Para el cumplimiento de la pena de prisión le abonamos todo el tiempo en que ha estado privado de
libertad por esta causa.
Se aprueba, por sus propios fundamentos el auto de declaración de insolvencia que el Sr. Instructor
dictó en el ramo de responsabilidad civil.Tercero.- Notificada la sentencia a las partes, se preparó recurso de casación por el recurrente, que
se tuvo por anunciado, remitiéndose a esta Sala Segunda del Tribunal Supremo las certificaciones
necesarias para su substanciación y resolución, formándose el correspondiente rollo y formalizándose el
recurso
Cuarto.- La representación del recurrente Roberto o, basa su recurso en los siguientes MOTIVOS DE
CASACIÓN
I.- Al amparo del art. 849.1 de la LECrim , en relación con el art. 5.4 de la LOPJ respecto de
vulneración de precepto constitucional, art. 24 CE, presunción de inocencia. II .- Al amparo del art. 5.4 LOPJ
(RCL 1985, 1578, 2635 ), por vulneración de derechos fundamentales reconocidos en el art. 18.2 CE (RCL
1978, 2836 ), sobre registro domiciliario, con el efecto previsto en el art. 11.1 de la LOPJ. III .- Al amparo del
art. 849.2 de la LECrim , en relación con el art. 5.4 LOPJ . Error en la apreciación de la prueba, basado en
documentos obrantes en autos que acreditan la equivocación del juzgador
Quinto.- Instruido el Ministerio Fiscal del recurso interpuesto, la Sala lo admitió a trámite quedando
conclusos los autos para señalamiento de deliberación y fallo cuando por turno correspondiera
Sexto.- Hecho el señalamiento del fallo prevenido, se celebró la deliberación de la misma el día 29 de
octubre de 2007
II. FUNDAMENTOS DE DERECH
PRIMERO.- La representación legal de Roberto o formula dos motivos al amparo de los arts. 5.4 de la
LOPJ y 852 de la LECrim. En el primero de ellos, denuncia vulneración del derecho constitucional a la
inviolabilidad del domicilio (art. 18.2 CE ), toda vez que el registro del buque El Mago, se realizó sin
autorización judicial, no constando tampoco que el consentimiento del usuario se verificara en las
condiciones exigidas por la jurisprudencia de esta misma Sala. No existió flagrancia y, en consecuencia, la
principal prueba obtenida -el alijo de 3.659.280 gramos de hachís- ha de considerarse ilícita. Con
independencia de lo anterior -razona el recurrente-, se vulneró el derecho a la presunción de inocencia del
art. 24.2 de la CE
I.- La protección constitucional del domicilio (art. 18.2 CE ) reconoce a cualquier ciudadano la
capacidad de definir áreas de exclusión frente a terceros y frente a los poderes públicos. Mediante su
reconocimiento se otorga el derecho a dibujar fronteras de exclusión de la injerencia de extraños en el
espacio físico en el que se ejercen aquellas funciones que son expresión de la intimidad. Su naturaleza
como derecho autónomo no es incompatible con su clara significación instrumental a la hora de hacer valer
el derecho a la intimidad personal.
En palabras de la jurisprudencia constitucional -cfr. STC 10/2002, 17 de enero - la norma
constitucional que proclama la inviolabilidad del domicilio y la interdicción de la entrada y registro domiciliario
(art. 18.2 CE ) constituye una manifestación de la norma precedente (art. 18.1 CE ) que garantiza el derecho
fundamental a la intimidad personal y familiar (por todas, STC 136/2000, de 29 de mayo, F. 3 ). De esta
construcción interrelacionada resulta que la protección de la inviolabilidad domiciliaria tiene carácter
instrumental respecto de la protección de la intimidad personal y familiar (STC 22/1984, de 17 de febrero, F.
5 ), si bien dicha instrumentalidad no empece a la autonomía que la Constitución española reconoce a
ambos derechos, distanciándose así de la regulación unitaria de los mismos que contiene el art. 8.1 del
Convenio europeo de derechos humanos (STC 119/2001, de 24 de mayo, F. 6 ).
Desde esta perspectiva, la protección constitucional del domicilio en el art. 18.2 CE se concreta en
dos reglas distintas. La primera se refiere a la protección de su «inviolabilidad» en cuanto garantía de que
dicho ámbito espacial de privacidad de la persona elegido por ella misma resulte «exento de» o «inmune a»
cualquier tipo de invasión o agresión exterior de otras personas o de la autoridad pública, incluidas las que
puedan realizarse sin penetración física en el mismo, sino por medio de aparatos mecánicos, electrónicos u
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otros análogos (STC 22/1984, de 17 de febrero, F. 5 ). La segunda, en cuanto especificación de la primera,
establece la interdicción de dos de las formas posibles de injerencia en el domicilio, esto es, su entrada y
registro, disponiéndose que, fuera de los casos de flagrante delito, sólo son constitucionalmente legítimos la
entrada o el registro efectuados con consentimiento de su titular o resolución judicial (STC 22/1984, de 17
de febrero, FF. 3 y 5 ); de modo que la mención de las excepciones a dicha interdicción, admitidas por la
Constitución, tiene carácter taxativo (SSTC 22/1984, de 17 de febrero, F. 3; 136/2000, de 29 de mayo, F. 3 )
Con carácter general, recuerda la STS 10/2002, 17 de enero , hemos declarado que «el domicilio
inviolable es un espacio en el cual el individuo vive sin estar sujeto necesariamente a los usos y
convenciones sociales y ejerce su libertad más íntima. Por ello, a través de este derecho no sólo es objeto
de protección el espacio físico en sí mismo considerado, sino lo que en él hay de emanación de la persona
y de esfera privada de ella» (SSTC 22/1984, de 17 de febrero, F. 5; 137/1985, de 17 de octubre, F. 2;
69/1999, de 26 de abril, F. 2; 94/1999, de 31 de mayo, F. 5; 119/2001, de 24 de mayo, FF. 5 y 6 )
En una delimitación negativa de las características que ha de tener cualquier espacio para ser
considerado domicilio hemos afirmado que ni el carácter cerrado del espacio ni el poder de disposición que
sobre el mismo tenga su titular determinan que estemos ante el domicilio constitucionalmente protegido. Y,
en sentido inverso, que tampoco la falta de habitualidad en el uso o disfrute impide en todo caso la
calificación del espacio como domicilio. Así, hemos declarado que no todo «recinto cerrado merece la
consideración de domicilio a efectos constitucionales», y que, en particular, la garantía constitucional de su
inviolabilidad no es extensible a «aquellos lugares cerrados que, por su afectación -como ocurre con los
almacenes, las fábricas, las oficinas y los locales comerciales (ATC 171/1989, F. 2 )-, tengan un destino o
sirvan a cometidos incompatibles con la idea de privacidad» (STC 228/1997, de 16 de diciembre, F. 7 ).
Igualmente, hemos señalado, que «no todo local sobre cuyo acceso posee poder de disposición su titular
debe ser considerado como domicilio a los fines de la protección que el art. 18.2 garantiza», pues «la razón
que impide esta extensión es que el derecho fundamental aquí considerado no puede confundirse con la
protección de la propiedad de los inmuebles ni de otras titularidades reales u obligacionales relativas a
dichos bienes que puedan otorgar una facultad de exclusión de los terceros» (STC 69/1999, de 26 de abril,
F. 2 ). Y, finalmente, hemos advertido sobre la irrelevancia a efectos constitucionales de la intensidad,
periodicidad o habitualidad del uso privado del espacio si, a partir de otros datos como su situación, destino
natural, configuración física, u objetos en él hallados, puede inferirse el efectivo desarrollo de vida privada
en el mismo (STC 94/1999, de 31 de mayo, F. 5; en sentido similar sobre la irrelevancia de la falta de
periodicidad, STEDH 24 de noviembre de 1986 , caso Guillow c. Reino Unido)
También la jurisprudencia de la Sala Segunda, ante la ausencia de un concepto legal de domicilio, ha
contribuido a la formación de una doctrina casuística que, en cada caso concreto, trata de dar respuesta al
nivel de protección que haya de dispensarse a cada uno de los recintos en los que se han descubierto
elementos de cargo de gran significación probatoria.
La jurisprudencia de esta Sala se ha ocupado de precisar el alcance de la protección constitucional
de las embarcaciones.
Así, en la STS 1009/2006, 18 de octubre , estimó que "...ningún problema se plantea para reconocer
la condición de domicilio al camarote de un barco como un lugar separado donde uno de sus tripulantes o
viajeros se independiza de los demás que comparten las zonas comunes para desarrollar su privacidad en
la medida que lo desee. La Sentencia 624/2002, de 10 de abril, citada por la STS núm. 919/2004, de 12 de
julio , declara que resulta del todo evidente que una embarcación puede constituir, en efecto, la morada de
una o varias personas cuando la utilicen como reducto de su vida privada, pues sin duda están construidas
tales embarcaciones de forma que algunas de sus dependencias, como los camarotes, resultan aptas para
que en las mismas se desarrollen conductas o actividades propias de áreas de privacidad, aunque resulte
dificultoso extender el concepto de domicilio en todo caso a otras zonas de aquélla, como puede ocurrir con
la cubierta, utilizada en las maniobras náuticas o como lugar de esparcimiento, o las bodegas, utilizadas
exclusivamente para la carga, o la zona de máquinas, que no pueden entenderse aptas, con carácter
general, para la vida privada. Como se reconoce en la STS núm. 1200/1998, de 9 de octubre , en el barco
existen áreas propias y reservadas al ejercicio de la intimidad personal, que son precisamente las únicas
protegidas por el derecho fundamental consagrado en el artículo 18.2 de la Constitución. Las demás zonas
de la embarcación, destinadas a otras finalidades, no gozan de la protección que la Constitución dispensa al
domicilio, aunque se trate de lugares respecto de los cuales su titular pueda excluir válidamente la presencia
de terceros
La STS 343/2007, 20 de abril , descartó la alegación del recurrente considerando que "...respecto del
hallazgo de los paquetes encontrados en los referidos armarios o taquillas, no se aprecia, tampoco,
vulneración de derecho fundamental alguno, toda vez que no se trataba de dependencias de carácter
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privado o íntimo, tanto por la ya mencionada ubicación, en un lugar de utilización común como el comedor
de la nave, cuanto porque ninguno de los tripulantes del barco hayan afirmado su uso exclusivo"
La STS 151/2006, 20 de febrero , recuerda que "...no cabe hablar de vulneración del derecho a la
inviolabilidad del domicilio del art. 18.2 CE , simplemente porque las embarcaciones no constituyen domicilio
a estos efectos constitucionales, salvo en aquellas partes destinadas específicamente a los camarotes,
dormitorios de las tripulación o pasajeros, u otros lugares reservados para una persona o grupo de
personas. Y ello aunque se tratare de un yate o embarcación de recreo (...), en el que podría predominar el
aspecto de lugar destinado a la vida personal o familiar, íntima en todo caso, que es lo que constituye la
razón de ser de esta inviolabilidad proclamada en el art. 18.2 CE ; porque en el presente caso este tipo de
embarcación se estaba utilizando, no para tal finalidad de convivencia con la familia o amistades, sino sólo
para el transporte de mercancía, en este caso ilícita, ya que se trataba de hachís en cantidades elevadas"
Similar idea proclamó la STS 1108/1999, 6 de septiembre , cuando afirmó que del concepto
constitucional de domicilio "...está muy alejado el pañol de proa donde apareció el hachís, ya que éste era
un lugar en el que nadie ejercitaba su privacidad y, por tanto, quedaba fuera de la protección del art. 18.2 de
la Constitución Española". Con igual claridad, la STS 1534/1999, 16 de diciembre , estimó que "...dadas las
características del barco y su uso exclusivo para la pesca, no podía tratarse de forma alguna de lo que el
precepto constitucional considera como domicilio, siendo equiparable su naturaleza a la de un simple
automóvil que, según constante jurisprudencia, no requiere mandamiento judicial para su registro por no
suponer un reducto de la intimidad personal o familiar", mientras que la STS 1776/2000, 15 de noviembre ,
rechazó que la protección constitucional "...sea extensible a otros objetos o bienes como vehículos o
pequeñas embarcaciones deportivas (la de este caso tenía 8,36 metros de eslora y 2,7 metros de manga)
que en general, no constituyen domicilio constitucionalmente protegido en cuanto no son morada de las
personas físicas, reducto íntimo y último de su intimidad personal y familiar, y han de ser considerados
como objeto de investigación y la acreditación de lo encontrado en los mismos se obtiene al introducirse en
el plenario mediante los oportunos testimonios bajo los principios de inmediación y contradicción"
También la jurisprudencia constitucional, recalcando la significación funcional del concepto de
domicilio, ha rechazado la afirmación de que la entrada y registro en toda embarcación, por el solo hecho de
serlo, requiera autorización judicial (cfr. STC 228/1997, 16 diciembre y ATC 103/2002, 17 de junio )
En el caso que es objeto del presente recurso, la cuestión consiste en dilucidar si el registro del
buque El Mago, llevado a cabo por el Servicio de Vigilancia Aduanera sin autorización judicial, implicó
vulneración del derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio.
La sentencia dictada en la instancia, excesivamente lacónica a la hora de responder a la alegación
del recurrente, no dedica razonamiento alguno a precisar si esa ausencia de autorización podía estar
justificada por alguna de las causas a que se refiere el art. 553 de la LECrim . Sí lo hace, en cambio, el
Ministerio Fiscal que, en su dictamen de impugnación, sugiere la posibilidad de excluir la autorización
judicial con fundamento, tanto en la cuasi-flagrancia del delito, como en la concurrencia del consentimiento
del imputado.
El Tribunal a quo se limita a razonar escuetamente en el FJ 1º la innecesariedad de autorización
judicial a la vista de que el derecho constitucional previsto en el art. 18.2 de la CE no dispensa protección
alguna en casos como el presente: "...las embarcaciones no constituyen domicilio (...), salvo en aquellas
partes que estuviesen destinadas específicamente a camarotes, dormitorios de la tripulación o de los
pasajeros u otros lugares reservados para una persona o grupo de personas. Ello puede predicarse de las
embarcaciones que constituyen yates o, en general, embarcaciones de recreo si están destinadas a la vida
personal o familiar, íntima en todo caso, que es lo que constituye la razón de ser de la protección
dispensada al domicilio. Mas si, como aquí ocurre, la embarcación no se utiliza con esa finalidad sino para
el transporte de hachís en grandes cantidades no puede pretenderse que la normativa aplicable a la entrada
y registro del domicilio sea extensible a lo que no lo es".
Más allá de la conveniencia de que en la resolución recurrida fueran abordados todos estos temas, lo
cierto es que si negamos a las dependencias en las que fue encontrada la droga la condición de espacio
susceptible de afirmar en él la soberanía de la privacidad del recurrente, resultaría irrelevante el debate
acerca de la validez del consentimiento o de la flagrancia del hecho denunciado.
Pues bien, en la causa existen datos (art. 899 LECrim ) que impiden calificar la deducción del Tribunal
a quo como irrazonable o arbitraria. Acaso convenga aclarar con carácter previo que la cuestión relativa a la
legitimidad del acto de injerencia de las Fuerzas de Seguridad en el interior de un buque no es susceptible
de resolverse conforme a una regla general válida para todos los casos. En aquellos supuestos en los que
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el habitáculo del buque sirva como recinto para el desarrollo de las funciones propias de la vida doméstica,
la entrada y ulterior registro exigirá, en todo caso, autorización judicial. La jurisprudencia constitucional y de
esta propia Sala, a la que hemos aludido supra, se construye sobre la idea inicial de que el concepto
constitucional de domicilio no se identifica con una noción formal, sino material. Domicilio puede ser
cualquier espacio físico que sirva de referencia para el ejercicio de las funciones vitales más características
de la intimidad. Y está fuera de dudas que un buque de recreo puede convertirse en un lugar excluyente
frente a terceros, cuya entrada y registro por la Policía requiera la preceptiva autorización judicial. Nada de
esto acontece en el caso de El Mago.
El examen de las fotos incorporadas a la causa -folios 68 a 81-, en las que se capta el momento de la
intervención de la droga, pone de manifiesto la ausencia absoluta de cualquier dato que autorice la
conclusión de que allí, en el interior de esa embarcación, se desarrollaban los actos propios de la vida
privada de quien aparece como único tripulante. Esta conclusión se obtiene, no ya por la falta de todo
vestigio que evoque el desarrollo de una rutina doméstica, sino por la imposibilidad material de que así
suceda. Los 128 fardos de arpillera y las bolsas de viaje que contenían las más de tres toneladas y media
de hachís, abarcan todo el espacio físico que inicialmente podía considerarse destinado al desarrollo de la
privacidad. Tales fardos y bolsas no se encuentran distribuidas en el interior de la cabina, sino que ocupan
todo el espacio que define aquélla. De modo singular, las fotografías de los folios 73 y 74 evidencian que El
Mago no era, en modo alguno, un buque de recreo en el que, de forma permanente o meramente ocasional,
su tripulante ejerciera actos privados necesitados de protección constitucional. La embarcación alquilada por
el acusado a su verdadero titular -CVK Boatcompany SL-, no tenía otra finalidad que servir de transporte a
una importante cantidad de estupefaciente. Funcionalmente, ese buque no era susceptible de servir como
recinto doméstico. Su cometido no era otro que el de ofrecer un espacio clandestino de almacenaje de
droga.
Está fuera de toda controversia que los recintos privados que sirven de alojamiento a los efectos e
instrumentos de cualquier delito, no por ello pierden la salvaguarda constitucional que dispensa el art. 18.2
de la CE . En el presente caso, sin embargo, el modo en el que se agolpan los fardos de droga
-amontonados hasta el punto de que la apertura de la puerta de la cabina hacia el interior hace
prácticamente imposible la entrada-, neutraliza cualquier funcionalidad alternativa o complementaria
relacionada con la vida privada
Tiene razón el Ministerio Fiscal cuando pone el acento en la distribución de la carga, así como en la
contratación ad hoc del buque para servir, no de domicilio, sino de barco de carga para el transporte de la
mercancía desde Marruecos. La localización de los fardos en zonas no destinadas imposibilitadas- para el
uso privado, descartan la protección constitucional. Aun admitiendo la existencia de algún camarote que
hubiera servido para el desarrollo de la vida privada, no fue en éste en el que se intervino la droga
No existió, pues, vulneración del derecho constitucional a la inviolabilidad del domicilio y procede la
desestimación del motivo por su notoria falta de fundamento (art. 885.1 LECrim )
II.- Tampoco ha existido infracción del derecho constitucional a la presunción de inocencia. Como ya
recordamos en nuestra sentencia 485/2007, 28 de mayo , el derecho a la presunción de inocencia, tal y
como lo ha venido interpretando la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y esta misma Sala -conforme
recuerda el recurrente en su prolija cita de precedentes sobre esta materia-, no se agota con la constatación
de la existencia de prueba de cargo. Ésta ha de ser bastante y su apreciación ha de acomodarse a los
principios racionales impuestos por la lógica valorativa. La STS 497/2005, 20 de abril, evoca la doctrina de
la Sala acerca del control sobre la racional valoración de la prueba, que se cimenta en las siguientes
conclusiones: a) Si la prueba en que se sustenta la condena se ha valorado de manera irracional o absurda,
se infringe el derecho de interdicción de la arbitrariedad y, por tanto, el de presunción de inocencia. b) No es
suficiente la existencia de prueba de cargo si ésta se ha valorado de manera irracional. c) La prueba
practicada en juicio es inmune a la revisión casacional en lo que depende de la inmediación, pero es
revisable en lo que concierne a la estructura racional del discurso valorativo. d) Incluso en la valoración de
los testimonios cabe distinguir un primer nivel de apreciación, dependiente de la captación sensorial y, por
tanto, de la inmediación, ajeno a la revisión por un Tribunal superior que no ha visto la prueba, y un segundo
nivel que depende de la estructura del discurso valorativo, que sí es revisable en casación
La formulación del juicio de autoría por el Tribunal a quo se apoya en la objetiva intervención de más
de tres toneladas y media de hachís, distribuidas en 128 arpilleras y bolsos de viaje, en el análisis químico
pericial de esa sustancia, que arrojó su condición de estupefaciente (THC 2,68%), en la declaración de los
miembros del servicio de Vigilancia Aduanera que intervinieron en la aprehensión y en la documentación
que fue ocupada al recurrente, singularmente, carta de navegación y contrato de alquiler de la embarcación
empleada para el traslado de la droga
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No existió, en consecuencia, vacío probatorio alguno. El verdadero origen de la discrepancia del
recurrente hay que situarlo, no tanto en la ausencia de pruebas, cuanto en la valoración que a las mismas
ha atribuido el Tribunal a quo. La sentencia exterioriza el razonamiento que ha llevado a concluir la condena
de Roberto o y lo hace de forma congruente, sin aferrarse a ningún argumento extravagante o insostenible a
la luz del canon constitucional exigido para debilitar la presunción de inocencia.
En definitiva, la Sala sentenciadora contó con prueba de cargo válida y llevó a cabo un proceso de
valoración probatoria inobjetable, con la entidad constitucional necesaria para desvirtuar la presunción de
inocencia que ampara al acusado. Los argumentos del recurrente propugnan una valoración alternativa, tan
legítima como inatendible, en la medida en que invaden el ámbito decisorio que en exclusiva se reserva al
órgano jurisdiccional
Procede la desestimación del motivo (art. 885.1 LECrim )
SEGUNDO.- El tercero de los motivos del recurrente se articula al amparo del art. 849.2 de la LECrim
, error de hecho en la apreciación de la prueba. Los documentos que demostrarían la equivocación del
Juzgador están representados por la declaración del propio recurrente y el testimonio de los agentes
El motivo no es viable
Como ya hemos declarado en innumerables ocasiones -de la que la STS 546/2007, 12 de junio y
795/2007, 3 de octubre , son buena muestra-, ni las diligencias policiales, ni la declaración judicial del
condenado ni, por supuesto, el acta del juicio oral, son documentos a efectos casacionales, conforme viene
reiterando la jurisprudencia del Tribunal Supremo (por todas, cfr. STS 480/2003, 4 de abril ). Tampoco tiene
el carácter de documento y por tanto carece de virtualidad impugnatoria, el soporte auditivo o audiovisual en
el que se ha grabado el juicio. (Cfr. STS de 196/2006, 14 de febrero y 284/2003, 24 de febrero )
De ahí que el esfuerzo argumental encaminado a acreditar la pretendida equivocación del órgano
decisorio esté condenado de antemano a ser inatendido
TERCERO.- La desestimación del recurso conlleva la condena en costas del recurso, en los términos
establecidos en el art. 901 de la LECrim
III. FALL
Que debemos declarar y declaramos no haber lugar al recurso de casación, interpuesto por la
representación legal de Roberto o contra la sentencia de fecha 27 de febrero de 2007, dictada por la
Sección Primera de la Audiencia Provincial de Granada , en la causa seguida por el delito contra la salud
pública y condenamos al recurrente al pago de las costas causadas en la tramitación de sus respectivos
recursos
Comuníquese esta resolución a la Audiencia mencionada a los efectos legales procedentes, con
devolución de la causa que en su día remitió, interesando acuse de recibo
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo pronunciamos,
mandamos y firmamos D.Carlos Granados Pérez D. Manuel Marchena Gómez D. Siro Francisco García
Pérez
PUBLICACION.- Leida y publicada ha sido la anterior sentencia por el Magistrado Ponente Excmo.
Sr. D Manuel Marchena Gómez , estando celebrando audiencia pública en el día de su fecha la Sala
Segunda del Tribunal Supremo, de lo que como Secretario certifico
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