bebé El biberón perfecto Los pequeños y de cristal se utilizan en mayor medida con los recién nacidos, mientras que los más grandes y de plástico son preferibles cuando el bebé crece L os biberones siempre son útiles y necesarios durante la crianza de un bebé. Aunque se opte por amamantar, pueden surgir situaciones que obliguen a utilizarlos: la ingesta de un medicamento incompatible con la lactancia materna, la necesidad de conservar la leche para dársela al niño durante una ausencia de la madre, etc. Pero ¿cuál es el que más le conviene al bebé? Hoy en día, se comercializan tantos tipos de biberones, que comprar uno se convierte en una tarea muy compleja. No hay un biberón igual a otro y los padres y las madres se preguntan qué criterios deben tener en cuenta a la hora de escoger uno. Los biberones se pueden clasificar según su tamaño, el material con el que se fabrican, la forma y el tipo de tetina. En función de estos aspectos, cada modelo posee características que los hacen más o menos fáciles de limpiar, seguros, resistentes, apropiados de acuerdo a la edad del niño, etc. Pero conviene tener en cuenta que cada uno tiene sus ventajas y elegir uno u otro dependerá de la edad y de los gustos del niño. Tamaños En general, los biberones más pequeños pueden abarcar unos 100 mililitros (ml), aunque también los hay incluso de 50 ml. Estos tamaños se recomiendan para los recién nacidos, que todavía consumen muy poco alimento -se estima que un bebé de 3 kilos debe ingerir medio litro de leche diario, distribuido entre cinco y diez tomas-. Los biberones más grandes suelen rondar los 350 ml de capacidad, aunque es raro que incluso los niños mayores hagan tomas tan largas. Entre las opciones de tamaños intermedios están los más apropiados para los bebés a medida que crecen y se desarrollan. Material El cuerpo de los biberones (es decir, el vaso, no la tetina) se fabrica en dos tipos de materiales: vidrio o cristal por un lado y plástico o policarbonato por el otro. Cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes. Los de cristal son más fáciles de limpiar y esterilizar, y no absorben los olores de los alimentos. Por su parte, los beneficios de los biberones de plástico radican, sobre todo, en que son más ligeros y resisten- tes, por lo que se pueden transportar más fácilmente y no se rompen si se caen al suelo. Muchos padres los eligen a partir del segundo semestre de vida, cuando los niños comienzan a sujetar el biberón por sí solos, después de haber utilizado biberones de cristal en la primera etapa (para dar prioridad a la higiene y la limpieza). Formas En este aspecto, la variedad de biberones es muy amplia y todos los modelos tienen algunas ventajas con respecto a los demás. Los modelos clásicos son cilíndricos, que se adaptan bien a todos los usos. También los hay de forma triangular, que favorecen el agarre y tienen mayor estabilidad. Otros tienen un formato más ancho, lo que los hace más estables y facilitan tanto el proceso de verter la leche en su interior (líquida o en polvo), como la limpieza. Existen, además, biberones ergonómicos, diseñados de manera específica para que el bebé los sujete con mayor facilidad. Muchos de ellos incluyen asas que forman parte del cuerpo del propio biberón. El aspecto negativo de estos modelos radica en lo costosa que resulta su limpieza. También se comercializan los biberones anticólicos y los antirreflujo que, al tener una forma curva, facilitan la tarea de los padres y procuran reducir la cantidad de aire ingerida por el pequeño durante la toma. Tetinas para gustos y necesidades Las tetinas se fabrican generalmente de caucho o de silicona. Las primeras son más blandas y, por lo tanto, más cómodas al principio para los bebés; pero también se reblandecen con mayor velocidad y se deben cambiar con mayor frecuencia. Las de silicona, en cambio, son más duras, lo que genera que el niño tarde más en adaptarla a su boca; la ventaja es que se pueden usar durante más tiempo. Las formas de las tetinas son muy variadas y, sobre este asunto, la decisión final la tiene siempre el pequeño. El modelo clásico es el de tetinas redondeadas, también llamadas “de cereza”. También hay tetinas anatómicas (que intentan simular la forma del pezón), fisiológicas y con forma de gota. Por último, está la cuestión de los orificios. Para los recién nacidos, se recomiendan las tetinas de un solo orificio, para que el flujo de leche sea reducido. A medida que el niño crece, el consejo es optar por tetinas de varios agujeros, que aumentan el caudal de leche. Cuando el alimento se hace más espeso, debido a la mezcla con papillas, cereales u otros sólidos, hay que pasar a tetinas con un orificio de mayor tamaño, a menudo una ranura, con el fin de que las tomas no sean dificultosas para el bebé. www.consumer.es 46 47