Llamados a Vivir con Dios F. Javier Orozco (1 Cuaresma) Durante esta primera semana de Cuaresma, las lecturas nos señalan la importancia de una vida con Dios. Si bien el mensaje de las lecturas es claro y, hasta cierto punto, dramático, la realidad y experiencia humana es a veces otra. Como comúnmente decimos: “del dicho al hecho hay mucho trecho.” Para nosotros los cristianos, el trecho o espacio que vivimos está repleto de opciones, tentaciones y vicios. A veces nos es más fácil dejarnos llevar por la gratificación inmediata que muchas de nuestras tentaciones nos brindan. Esta tendencia humana de buscar la gratificación ligera se refleja en la dinámica del jardín del Edén. Ahí vemos al hombre y a la mujer dejarse arrastrar por el falso deseo de autonomía; en forma simbólica, vemos que la serpiente solo los puede guiar a un camino de duda y ambición personal. Sabiendo bien lo que Dios les había dicho, el hombre y la mujer prefieren dudar de Dios y atender a la palabra de la serpiente la cual les dice que ellos no morirán al desobedecer a Dios (Gén 3:45). Esta misma dinámica de tentación se vuelve a reflejar en el Evangelio de hoy. Si bien el lugar a cambiado del jardín con flores a un desierto árido, la mentira del la serpiente permanece viva. En tres maneras diferentes, las palabras del diablo resuenan la falsa promesa de una vida plena o feliz sin la necesidad de Dios. A diferencia de nuestro primer cuento en el Edén, Jesús en el desierto confronta estas tres tentaciones de vivir sin Dios en una forma definitiva y completa. En Jesús descubrimos nuestra verdadera vocación y, sobre todo, descubrimos el camino que nos conduce y restaura de nuevo a una vida completa en Dios. Como los mencionan sus propias palabras: nuestra tendencia a dudar de Dios y buscar nuestras ambiciones personales solo encuentran alivio cuando vivimos de la Palabra de Dios (Mt 4: 4). Es precisamente esta Palabra de Dios hecha carne en Jesús la cual puede liberarnos de toda tentación física y espiritual. Durante este tiempo de Cuaresma, entonces, tenemos que estar conscientes de la “palabra de la serpiente” y la “Palabra de Dios.” Como ya hemos visto, estas dos palabras—si bien nunca son iguales—nos conmueven a vivir una vida de ilusión o una vida autentica en Dios, respectivamente. Tanto la tentación diabólica como Jesús permanecen siempre presente en nuestras vidas, la elección es nuestra. Busquemos entonces a Jesús, y juntos con el salmo digamos: “Aparta tu semblante de mis faltas, borra en mí todo rastro de malicia. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu” (Salmo 51: 12-13).