4º domingo de cuaresma - Parroquia Santa Catalina

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CUARTO DOMINGO DE CUARESMA – CICLO B
Autor: Antonio Campillo
Sagrada Escritura:
1ª lectura: 2 Cro 36,14-16.19-23
Salmo: 136
2ª lectura: Ef 2,4-10
Evangelio: Jn 3,14-21
MENSAJE DOCTRINAL “SOMOS OBRA DE DIOS, LIBERADOS POR
CRISTO DE LAS TINIEBLAS, SALVADOS EN SU NOMBRE”
1. El que se vuelva y mire…
Celebramos el 4º domingo de cuaresma, y durante estos domingos venimos diciendo
que la Cuaresma es como un camino de 40 días - en recuerdo los 40 días que estuvo el
Señor en el desierto, y cuya imagen estaba ya proféticamente prefigurada en los cuarenta
años del éxodo del pueblo de Israel, camino de la tierra prometida, y especialmente para
nosotros…camino que tenemos que recorrer de purificación interior, para llegar, con el
perdón de nuestros pecados y con la limpieza de corazón, a celebrar el Misterio Pascual:
La Muerte y Resurrección del Señor. Así tenemos que entender este tiempo de Cuaresma, tiempo fuerte de la liturgia-, como una especial vivencia de fe para el cristiano, pues
necesitamos adecuar nuestra vida más y más a las exigencias de Jesús y de nuestro
bautismo.
El evangelio de hoy, en aquel diálogo nocturno de Jesús con Nicodemo,-el fariseo
que acudía de noche a hablar con Jesús y al que el Maestro decía que, a pesar de ser viejo,
tenía que nacer de nuevo-, nos habla de este camino cuaresmal, evocando el episodio de
las serpientes venenosas...hecho que debió ocurrir en el territorio de Moab, camino de los
israelitas por el desierto en la actual Jordania, antes de llegar al Monte Nebo, desde donde
se contemplan ya las fértiles tierras del valle de Jericó, la Tierra Prometida.
Precisamente los peregrinos que recorren la ruta del éxodo por los desiertos de
Jordania a Tierra Santa, contemplan con emoción esta hermosa panorámica desde una
cruz y serpiente de bronce a ella enroscada, levantada sobre la cumbre del monte Nebo, en
recuerdo de la serpiente que había hecho Moisés y había colocado en lo alto de un
estandarte. Los israelitas quedaban curados de las mordeduras de las serpientes
venenosas, que por aquella región, aún hoy en día, abundan y...alacranes cuya mordedura
es mortal. Es interesante el comentario que de este pasaje leemos en el libro de la Sabiduría
(16, 6-7), dice: “el que se vuelva y mira a este estandarte, cuando perecían mordidos por
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serpientes tortuosas, sanaba, no en virtud de la serpiente que veía, sino gracias a ti,
salvador de todos”
No era, por tanto, la serpiente de bronce la que curaba mágicamente, sino que era
ocasión para que el pueblo levantara la cabeza y se acordara de Dios, que es el que cura.
Esta es la tradición que recoge San Juan y hemos leído en el evangelio de hoy, la figura de
la serpiente levantada será una realidad en Cristo: “Lo mismo que Moisés elevó la
serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que
cree en él tenga vida eterna”, “Cuando yo, dice Jesús, me levante sobre la tierra, atraeré a
todos hacia mí”
Precisamente en la celebración del Viernes Santo la liturgia ordena presentar la cruz
solemnemente mientras el diácono canta por tres veces: “Mirad el árbol de la cruz, en que
estuvo clavada la salvación del mundo”. Y otras tantas veces se nos exhorta a levantar los
ojos para mirar, no al amuleto mágico de la serpiente de bronce, sino para fijarnos en el
“salvador de todos”, según el texto del libro de la Sabiduría.
2. Tanto amó Dios al mundo
Y, en este domingo cuarto de Cuaresma, -que tiene un tono más festivo, como el tercero
de adviento-, se nos pone delante esa cruz de Cristo, la muestra suprema del amor de Dios
a los hombres.
El libro de las Crónicas, que hemos leído como primera lectura, recoge la historia de
pecado del hombre de ayer y de hoy: “Multiplicaron sus infidelidades, según las
costumbres abominables...”. Pues desde la historia personal de cada uno, que como la
historia de todo hombre, es historia de egoísmo, de infidelidad y de miseria, hoy la
liturgia nos invita a mirar a “Cristo puesto en la cruz, como dice San Ignacio en sus
ejercicios espirituales, que es venido a hacerse hombre...y así morir por mis pecados”.
La segunda lectura de hoy, tomada de la carta a los efesios, amontona expresiones
que nos hablan del amor de Dios: “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos
amó, estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho vivir en Cristo”, Y añade: “por
pura gracia estáis salvados”, Dios “muestra en todos los tiempos..., su bondad con
nosotros en Cristo Jesús”. “Estáis salvados por su gracia...Y no se debe a nosotros, sino
que es un don de Dios”.
Y San Juan, mirando al que será elevado en la cruz, dirá lo que se ha considerado
un mensaje fundamental de su evangelio: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su
Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él”.
Ojalá hoy, ante Cristo en la cruz, levantando los ojos a él, en un mundo lleno de
infidelidades y abominaciones, “...la luz vino al mundo, dice San Juan, y los hombres
prefirieron la tiniebla a la luz”, y junto al dolor de nuestras propias infidelidades,
sintamos una “ráfaga de esa luz”, y la voz que nos dice en nuestro interior: “Me amó y se
entregó a la muerte por mí”
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Eso sería como nacer de nuevo. Lo que nos salva no son nuestros méritos, sino la
pura gracias de Dios. Es preciso que sintamos esa voz de Dios que me dice al corazón, a
pesar de las peripecias de mi historia personal, que él me ama, que Dios me sigue
queriendo.
Y que ese bendito Cristo que preside nuestras Iglesias, es la prueba suprema del
amor de Dios, que no ha venido a condenarnos, sino a salvarnos “por pura gracia”, y
desde esa experiencia del amor de Dios debemos seguir por la vida, como dice San Pablo,
dedicados “a las buenas obras, que él determinó que practicásemos”
O como dice San Ignacio: “¿Qué he hecho por Cristo, qué hago por Cristo, qué voy a
hacer por ese Cristo? Y elevando nuestros ojos a Cristo así clavado en la cruz sentir la
ternura del abrazo y del perdón generoso de Dios.
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