Las democracias cristianas han dejado de ser progresistas

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El Clarí-n de Chile
Las democracias cristianas han dejado de ser progresistas
autor Rafael Luis Gumucio Rivas
2010-12-26 14:32:32
El cóndor es ave inmensa que vuela blancas cumbres de la cordillera de Los Andes. La gallina es el más tonto de los
animales domésticos: tiene un cerebro minúsculo y sólo es buena para hacer parte de una cazuela, (todo esto lo digo
por mi fobia a las gallinas). No hubiera revivido estas zoologÃ-as sino fuera porque la Democracia Cristiana ha decidido
llamar a un congreso doctrinario.
Mi pregunta se centra saber si puede un partido polÃ-tico, del siglo XX, tener alguna ideologÃ-a, más allá de las
apariencias; pienso que el neoliberalismo es la única teologÃ-a, utopÃ-a, religión, derecho y economÃ-a, que puede
reinar en el capitalismo. Es similar al dios del dinero, que describÃ-a Marx en La cuestión judÃ-a que, como Jehová, no
puede compartir con otros dioses. En efecto, el neoliberalismo sólo cree que es perfecto el mercado, todo otro
pensamiento se convierte en su enemigo, que hay que poner de rodillas; asÃ- ocurre con Rousseau, con Keynes, con el
humanismo liberal, el Estado protector, la socialdemocracia, el marxismo, el anarquismo, la doctrina social de la iglesia,
el pensamiento de Maritain y de Manuel Mounier, por consiguiente, en el Chile neoliberal no hay ningún espacio para lo
que podemos llamar doctrinas progresistas. En el capitalismo actual no hay amarillo: o eres rojo o eres pardo – como los
fascistas- , un maniqueÃ-smo perfecto.
Mi amigo Jorge Vergara, filósofo serio y riguroso, ha aportado mucho para el conocimiento de la utopÃ-a y pensamiento
polÃ-tico de los clásicos del neoliberalismo, pero faltarÃ-a, como se lo he insinuado, aplicar las ideas de Misses y Hayek
a la contingencia polÃ-tica actual, es decir, identificar las raÃ-ces filosóficas y polÃ-ticas del modelo bipolico
transacccional; espero que Jorge algún dÃ-a hará realidad tan anhelado sueño. Pero volvamos a la Democracia y a su
aventuro congreso ideológico que, sospecho, no será más que una repartija de pegas, bajo el Ã-cono de León XIII,
PÃ-o XI y Juan XXIII, una especie de rito orgiástico donde el vicio le rinde culto a la virtud.
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Si consideramos la Democracia Cristiana durante la república chilena, (1938-1973), el partido demócrata cristiano fue
el más ideológico de todo el espectro polÃ-tico: heredó el profetismo y mesianismo de todos los partidos y
organizaciones de inspiración cristiana; sus dirigentes se sentÃ-an cercanos a la venida de Jesús en gloria majestad.
Norbert Lechner, en su La democracia en Chile, basado en la tipologÃ-a de Max Weber, compara los partidos del Frente
Popular – a los cuales llama partidos de patronazgo – con la Falange, predecesora de la Democracia Cristiana, que él
llama partido ideológico. Los partidos de patronazgo se caracterizan por: a) el predominio de los intereses particulares y
de grupo sobre el cambio social; b) el predominio de la organización partidaria frente a la realización de metas
ideológicas; c) mayor interés en el cambio de personalidades y en el cambio de sistemas, (calza perfectamente con
todos los partidos polÃ-ticos chilenos en la actualidad). El partido ideológico tiene su eje: a) en el predominio de la
ideologÃ-a sobre las soluciones pragmáticas , b) la búsqueda de un nuevo sistema de normas sociales. En pocas
palabras, el autor define las caracterÃ-sticas de los dos partidos de centro, que predominaron en la polÃ-tica chilena, de
1938 a 1970.
            Es cierto que hay algunos demócrata cristianos más decentes y solidarios que los socialistas y PPD
convertidos en valet del sistema; por ejemplo, el caso del senador Mariano Ruiz-Esquide y de algunos miembros de la
juventud, sin embargo, los actuales dirigentes no les llegan ni al codo a los fundadores en su mesianismo y espÃ-ritu de
solidaridad - hoy es impensable el abajismo del “hermano Bernardo― – actualmente, el arribismo es el modo de pase en
partido.
           Cuando era niño, no me podÃ-a explicar que mi padre viviera absorto en una cosa rara que se llamaba
polÃ-tica; para la mentalidad concreta infantil, esta actividad era imposible de clasificar. Poco a poco me fui dando cuenta
que hay dos actitudes centrales en la vida humana: vivir para sÃ- mismo, acumular dinero y lamentarse y justificarse ante
sus propios errores; esas actitudes son descritas, muy bien, por Moliere en El avaro, el enfermo imaginario, tartufo, y
Las preciosas ridÃ-culas; otra forma de vivir consiste en el servicio a los demás, en comprender y colaborar con el
prójimo: esa es la actitud de servicio a los pobres y marginados de la sociedad. Al fin entendÃ- que la polÃ-tica era eso. .
           Qué escándalo serÃ-a hoy dÃ-a releer la encÃ-clica Rerum Novarum, cuando habla de la apostasÃ-a
masas, y para qué decir que todas las encÃ-clicas sociales condenaron el liberalismo clásico; leer a Mounier y los
pequeños miedos de la burguesÃ-a, en el siglo XX, o buscar las relaciones con el marxismo, hoy parecerÃ-an obsoletas.
Para qué hablar del profetismo de Charles Péguy cuando escribÃ-a que “la revolución será moral o no será nada―,
desprecio del burgués que siempre anda en la cuerda floja, según Thomas Mann, por su miedo a caer en la
proletarización. Ya no hay poesÃ-a, ni sueños, ni vuelos del cóndor sobre el liberalismo y el colectivismo; hoy todo es
prosaico y vulgar; lo único que importa es lograr el poder y conservarlo; ya no interesa el servicio a los demás, lo valioso
es mantenerse entre la casta privilegiada,
Rafael Luis Gumucio Rivas       Â
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