La decadencia de la Democracia Cristiana

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El Clarí-n de Chile
La decadencia de la Democracia Cristiana
autor Rafael Luís Gumucio Rivas
2010-12-05 00:55:16
Las Democracias Cristianas, en el perÃ-odo post Segunda Guerra Mundial, fueron actores principales de la construcción
de la unidad europea; sus lÃ-deres Amintore Fanfany, Conrad Adenauer, Julius Andreoti y Aldo Moro, entre otros eran
las figuras  de la reconstrucción de la Europa de posguerra - recuerdo que sus gigantografÃ-as presidÃ-an todos los
actos de masas de las Democracia Cristiana en Chile-.
En América Latina habÃ-a dos grandes partidos demócrata cristianos: el chileno y el venezolano – el COPEI – los lÃ-dere
de ambos eran Eduardo Frei Montalva y Rafael Caldera, respectivamente; el primero murió envenenado por los
militares, en la ClÃ-nica SantamarÃ-a; el segundo, abandonó su partido, a los 80 años y, como presidente de la
república, entregó la Banda presidencial a Hugo Chávez FrÃ-as, sellando asÃ- la defunción del sistema polÃ-tico
venezolano, que estaba corrompido desde sus cimientos.
¿Qué resta de esta época de auge de las Democracias Cristianas en América Latina y en el mundo? Nada, o casi nada:
constituyen una pieza arqueológica, al igual que los partidos liberales y el radicalismo. La Democracia Cristiana italiana,
tan cercana al Vaticano, que se dividÃ-a en múltiples fracciones, desde la derecha a la izquierda, desapareció producto
de la corrupción y de la valentÃ-a de los jueces para reprimirla, hoy sólo quedan restos de los poderosos partidos
italianos de otrora: ya no hay demócrata cristianos, ni socialistas, ni comunistas; todos ellos han formado el Partido
Democrático, que ha sido derrotado por el empresario Berlusconi, una especie de Piñera a la italiana.
El único partido demócrata cristiana que ha resistido la decadencia y el derrumbe es el alemán que hoy gobierna
Õngela Merkel, en alianza con los social demócratas.
En América Latina, casi todos los partidos demócrata cristianos han desaparecido y, el chileno, aunque participa del
gobierno, muestra sÃ-ntomas de agonÃ-a.
Es difÃ-cil explicarse la evolución de las democracias cristianas sin relacionarlas con el catolicismo: en la época de
auge, en los años 60, incluso las democracias cristianas se ubicaban en la retaguardia respecto a las posiciones de la
iglesia católica, en la crÃ-tica al capitalismo y al individualismo liberal. Los papados de Juan XXIII y Paulo VI, las
EncÃ-clicas sociales – publicados por ambos Mater et magistra y Populorum Progressio- eran mucho más abiertos al
socialismo y al mundo moderno que los Papas posteriores y los partidos demócrata cristianos.
A partir de las condenaciones a la teologÃ-a de la liberación, promovidas por los cardenales integristas y el Papa Juan
Pablo II, la iglesia hizo un viraje radical: abandonó la opción por los pobres, el profetismo de la denuncia y el anuncio, y
se encerró en una ideologÃ-a no muy distinta del Syllabus, fundamentalmente centrada en temas que se refieren a la
vida sexual y reduciendo los valores sólo a ese campo.
Con el triunfo del neoliberalismo, la teologÃ-a del mercado vino a reemplazar a la de la liberación – de la iglesia
progresista: Cristo fue entregado a los mercaderes del templo y sólo faltó convertirlo en un broker- ¿Qué sentido tiene
el personalismo de E. Mounier en una sociedad donde el mercado es un dios idolátrico, antropófago, que se come a los
ciudadanos y, sobretodo, a los derrotados del mercado? ¿Puede haber una valoración de la persona humana cuando
se transforman sólo en consumidores? ¿Qué valor pueden tener las minorÃ-as abrahámicas, de las que hablaba J.
Maritain, cuando en estos Partidos predomina el pragmatismo, el conformismo, el individualismo y la búsqueda del
poder por el poder, sin sueños, sin proyectos, sin esperanzas, sobretodo para los más desprotegidos?
Es cierto que restan algunos sacerdotes comprometidos, que aún viven la experiencia de compartir la suerte de los
pobladores – como es el caso de Mariano Puga, Ronaldo Muñoz, José Aldunate, el fallecido Esteban Gumucio, entre
otros tantos, que viven la verdadera vocación profética y las enseñanzas de Cristo-. Incluso, San Alberto Hurtado ha
sido cooptado por los Legionarios de Cristo, convirtiéndolo en un “santurrón― que nunca criticó a los ricachones de su
tiempo. ¿Qué tiene en común este santo revolucionario con Escrivá de Balaguer, o con San Expedito, que hace
milagros para los millonarios?
Si alguien leyera, por casualidad, las EncÃ-clicas sociales encontrarÃ-a que en muchos de estos textos hay elementos de
denuncia muy válidos para el Chile neoliberal, que la Democracia Cristiana ha gestionado durante estos años de
democracia “transaccional―; baste sólo citar la EncÃ-clica Rerum Novarum, (1891), cuando León XIII escribe sobre el
salario justo, fuente de la idea del “salario ético― – de nuestros obispos chilenos-. ¿Cuántos trabajadores chilenos re
un salario justo, en este marasmo concertacionista?
Desde fines del gobierno de Eduardo Frei Montalva, la Democracia Cristiana comenzó a optar por la vÃ-a de la eficacia,
por las soluciones técnicas, por el pragmatismo, posponiendo el ideal de la sociedad comunitaria o de la revolución
cristiana, olvidando la frase de Charles Peguy en que expresa que “la revolución será moral o no será nada―. La tarea
polÃ-tica perdió su dimensión ética transformándose en mero juego de poder.
La Democracia Cristiana dejó de ser un partido ideológico para transformarse en uno de patronazgo, al igual que los
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radicales; de ahÃ- al oportunismo sólo hay un paso. Es cierto que en la Democracia Cristiana siempre han existido
fracciones, que vienen desde el “congreso de los peluqueros―, en los años 40, incluso, rupturas importantes en 1969 y
1971, que dieron paso al Mapu y a Izquierda Cristiana; en ambos casos, abandonaron el Partido tanto senadores, como
diputados – en 1969, Rafael AgustÃ-n Gumucio y Alberto Jerez y, en 1971, 9 diputados, encabezados por LuÃ-s Maira -.
Tanto el Mapu, como la Izquierda Cristiana tuvieron un importante papel en el gobierno de la Unidad Popular, sin
embargo, la votación de ambos Partidos, en las elecciones parlamentarias de 1973, fue bastante magra: el Mapu, un
2% - un diputado, Oscar Guillermo Carretón – la Iquierda Cristina, un 1% - un diputado, LuÃ-s Maira -
En la actualidad, la Democracia Cristiana no tiene un cuerpo ideológico, ningún proyecto polÃ-tico – que no sea la
conservación del poder- y prácticamente, ninguna relación con la ciudadanÃ-a; sus dirigentes son tecnócratas y
burócratas y no faltan los operadores polÃ-ticos, razón por la cual el debate fraccional deja de ser una lucha de ideas,
convirtiéndose en un canibalismo – unos dirigentes se comen a los otros- . Este fenómeno no es nuevo en la
Democracia Cristiana, donde “duques y condes― se pelean por la posesión de un feudo, que consideran de su propiedad
AsÃ- ocurrió entre Patricio Aylwin y Gabriel Valdés y, posteriormente, con Eduardo Frei Ruiz-Tagle en disputa con los
“prÃ-ncipes― del partido que fundara su padre..
En las épocas de esplendor de la Democracia Cristiana, los dirigentes renunciaban permanentemente a sus cargos
pretextando no tener competencia para la tarea asignada; habÃ-a sentido de la decencia y del trabajo en equipoBernardo Leighton no dudó ni un segundo al renunciar al Ministerio del Trabajo cuando don Arturo Alessandri atropelló
la libertad de expresión; Eduardo Frei Montalva hizo lo mismo, con ocasión de la masacre de la Plaza Bulnes-. ¡Qué
distinta era la moral de los “abajistas― de la Falange, a la de los arribistas de la Democracia Cristiana actual!
¿Para cuándo estará previsto el funeral de la Democracia Cristiana chilena? Los partidos polÃ-ticos demoran mucho
más en morir que las personas, a veces tienen una larga vejez, muy alejados del favor popular; consideremos que el
Partido Demócrata Chileno vivió desde 1889 hasta 1964, en plena corrupción y traición a los ideales de democracia
popular, que le dieron nacimiento. Los liberales, desde mediados del siglo XIX hasta 1965. Los radicales perviven hasta
hoy. La existencia crepuscular de los partidos polÃ-ticos es mucho larga en el tiempo que los perÃ-odos de auge.
Rafael LuÃ-s Gumucio Rivas
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