in itinere, ¿accidente

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> JURISPRUDENCIA
FICHA TÉCNICA
AUTOR: TOSCANI GIMÉNEZ, Daniel.
TÍTULO: El infarto de miocardio in itinere, ¿accidente de trabajo o no?
FUENTE: Gestión Práctica de Riesgos
Laborales, nº 47, pág. 20, marzo 2008.
RESUMEN: El infarto de miocardio
parece a priori una enfermedad común
y, de hecho, no está regulado en la lista
de enfermedades profesionales como
tal. Sin embargo, es una patología en
cuyo desenlace pueden incidir diversos
factores, incluidos algunos del ambiente profesional como el estrés, ansiedad,
fatiga, etc. Desde la propia jurisprudencia se plantea la posibilidad de considerarlo como accidente laboral, aunque
no resulta sencillo encontrar su causa
directa y única en el propio trabajo. De
ahí la importancia de poder aplicar la
presunción legal de accidente de trabajo a toda lesión que sufra el trabajador
en tiempo y lugar de trabajo, lo que
invierte la carga de la prueba y hace que
la empresa, o la mutua, tenga que probar que el trabajo no ha influido en lo
más mínimo en la causa del infarto.
DESCRIPTORES:
• Normativa.
• Accidente de trabajo.
• Enfermedad profesional.
• Accidente in itinere.
• Ley General de la Seguridad Social.
• Jurisprudencia.
El infarto de miocardio
in itinere, ¿accidente
de trabajo o no?
La jurisprudencia ha empezado a contemplar la posibilidad de que una
patología cardiaca como el infarto llegue a calificarse en ocasiones como
accidente laboral. Sin embargo, existe una dificultad para el trabajador:
probar que el desempeño de sus funciones ha sido la causa exclusiva. En
este sentido, el trayecto de ida y vuelta del trabajo se convierte en una
vuelta de tuerca más para la jurisprudencia.
Daniel Toscani Giménez, doctor en Derecho y profesor titular de la Universidad
de Valencia.
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l artículo 117 de la Ley General de la
Seguridad Social (LGSS) define las enfermedades comunes por defecto; es
decir, se describe así toda la que no
esté contemplada en el cuadro o lista legal que
enumera las profesionales. Por lo tanto, en principio cualquier patología que contraiga un individuo, aun cuando sea en el propio trabajo, tendrá
la consideración de común si no está recogida
en la citada lista legal. No obstante, el artículo
115.1 recoge que un accidente de trabajo es:
“toda lesión corporal que el trabajador sufra con
ocasión, o por consecuencia, de la labor que
ejecute por cuenta ajena”.
E
Ya en sentencias del Tribunal Supremo que
datan de 1903 se entiende que el concepto de
accidente laboral no sólo comprende las lesiones
externas causadas por incidentes, sino también
las internas provocadas por enfermedades cuando tengan su origen en el propio trabajo. Además, la jurisprudencia amplió el concepto para
no dejar desprotegidos a los trabajadores ante
enfermedades contraídas en el puesto de trabajo, debido a que no se había configurado todavía
la noción de enfermedad profesional. Todavía en
la actualidad, y aun cuando ya están listadas, se
mantiene esta amplia concepción de accidente
de trabajo para incluir también a las enfermedades que no aparecen en el cuadro legal como profesionales, pero que se pruebe que están causadas por el trabajo.
Ahora bien, para poder calificar una enfermedad no profesional como accidente de trabajo, la
LGSS exige en su artículo 115 que se demuestre
que tuvo por causa exclusiva la ejecución del trabajo, aunque no siempre es fácil probar esto. Así
ocurre, por ejemplo, en el supuesto que se va a
analizar en este artículo, el de los infartos de miocardio, donde muchas veces no hay una causa
exclusiva sino varias: hereditarias, alimentación,
otras sustancias presentes en el medio ambiente,
etc., y donde las circunstancias y factores presentes en el ambiente laboral, en su caso, sólo han sido un elemento más que, sumados a los demás,
han provocado la enfermedad.
En un primer momento, la jurisprudencia
estimaba que el infarto de miocardio era en todo caso una enfermedad de etiología común y,
por lo tanto, no se sufría como consecuencia del
desempeño del trabajo, sino que por mero azar
se podía manifestar en éste. No obstante, en los
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años 70 comienza a plantearse su consideración
como accidente de trabajo.
En la década
de los 70, la
jurisprudencia
comienza a
plantearse que
el infarto de
miocardio
puede tener su
origen en el
ámbito laboral
Se contesta a la postura inicial argumentando que es posible una vinculación notable con
las situaciones de esfuerzo, tensión, responsabilidad y estrés que pueden estar presentes en
el ambiente laboral. Aunque no se consideraba
que el infarto guardase relación de causa-efecto
con el trabajo cuando ya existían en el individuo
antecedentes de patologías cardiacas.
La presunción de laboralidad
en tiempo y lugar de trabajo
En la actualidad, la jurisprudencia aplica de
una forma un tanto radical la presunción del art.
115 de la LGSS. Argumenta que como el infarto es
una enfermedad de etiología desconocida en cuyo origen pueden influir varias causas, siempre y
cuando se manifieste en tiempo y lugar de trabajo
se presumirá, en virtud del principio pro-operario y
del art. 115 de la LGSS, que ha tenido su causa en
el desempeño del trabajo o profesión.
Por lo tanto, el que tenga interés deberá probar la falta de cualquier tipo de relación de la lesión con el trabajo, es decir, que ha sido una patología común que no guarda ningún vínculo, ni
siquiera remoto, con la prestación de los servicios.
De esta forma, es fácilmente observable que, en
caso de haber coincidencia de lugar y tiempo de
trabajo y, por lo tanto, aplicación de la presunción
legal, se modificará sustancialmente el alcance
del nexo de causalidad, pues ya no se plantearía
si el trabajo ha sido la única causa de la lesión, sino sólo si ofrece una relación en algún grado, sin
necesidad de precisar su significado.
Esta modificación llevará consigo la consecuencia de convertir la prueba en contra en algo
casi imposible en la práctica y, por lo tanto, incluso si la ley admite la posibilidad de destruir la
presunción, aportando pruebas fehacientes en
contra –una presunción iuris tantum– la realidad
la ha convertido más bien en el tipo iuris et de
iure, es decir, en una prueba diabólica donde es
imposible probar que el trabajador no haya influido de alguna forma en el desenlace del infarto.
Esta práctica jurisprudencial aboca inevitablemente a la conclusión de calificar como accidente
laboral todo infarto que se manifieste en tiempo y
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lugar de trabajo, no porque se haya demostrado
que ésta haya sido efectivamente la causa, sino
únicamente por el sólo hecho de concurrir las dos
circunstancias de tiempo y lugar, a pesar de que
éstas podrían estar presentes por mero azar.
A mi modo de ver, tiene sentido aplicar la citada presunción legal a las lesiones ocurridas en
tiempo y lugar que tengan su estricta causa de
accidente en factores externos (golpe, quemadura, caída), pues si un trabajador sufre este tipo de
lesiones mientras desempeña su actividad profesional, lo habitual será que tenga efectivamente
su causa en ella.
Por ello, si bien es cierto que alguno de estos factores puede estar presente en el ambiente
laboral (estrés, tensión, ansiedad, etc.), no es tan
viable, sin embargo, la aplicación automática de
la presunción, pues el mero hecho de que el infarto se manifieste en tiempo y lugar de trabajo
no será, a diferencia del accidente en términos
estrictos, un indicio altamente fiable de que la
patología tenga una causa laboral. Por ello, y por
la exigencia legal del art. 115 de la LGSS, en estos supuestos parecería más lógico que fuera el
trabajador el encargado de probar que el infarto
tuvo como causa exclusiva el trabajo.
Existencia de precedentes patológicos
Muchas veces la jurisprudencia descarta automáticamente la consideración como accidente
laboral del infarto cuando el trabajador ya padecía
con anterioridad precedentes de alguna patología
cardiaca. Sin embargo, cabe recordar que el art.
115.2 de la LGSS también otorga la calificación
de accidente de trabajo a aquellas enfermedades
o defectos padecidos con anterioridad y que se
agravan por el desempeño del trabajo.
Parece más razonable, por tanto, distinguir
dos supuestos. El primero, en el caso de que la
persona no padeciera antecedentes o precedentes patológicos, debería probar la causalidad ex-
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Sin embargo, esta lógica se quiebra cuando
las lesiones están provocadas por una enfermedad, como el infarto de miocardio, cuya etiología
precisa y cierta es desconocida, en la que pueden
concurrir una variedad de factores, pudiendo ser
el causante uno aislado o, de forma más habitual,
la conjunción de varios.
Muchas veces la jurisprudencia descarta automáticamente la consideración
como accidente laboral del infarto cuando el trabajador ya padecía con
anterioridad precedentes de alguna patología cardiaca.
clusiva del trabajo en el desenlace del infarto.
Mientras que de haber un historial patológico, deberá probar que sus tareas han agravado su patología preexistente.
Así, si se admite, como hace alguna sentencia, que esto puede ocurrir por causas como
atención intelectual, preocupación por obtener
un resultado o superación de dificultades, todo
ello en abstracto, se trata de factores implícitos
en cualquier trabajo que debilitan en grado sumo la exigencia legal de prueba, hasta el punto
de tener que calificar cualquier patología cardiaca que se manifieste durante la jornada laboral
como profesional. En definitiva, esto sería lo mismo que aplicar la presunción legal del art. 115
de la LGSS.
Por otra parte, tampoco parece razonable interpretar la exigencia como que el trabajador deba probar el acaecimiento de un accidente en
sentido estricto que hubiera provocado el infarto.
A mi juicio, por todo ello, tal vez lo más razonable
sería trasladar al trabajador la carga de la prueba
de la existencia de determinados agentes externos específicos y objetivos; en definitiva, tiene
que haber un suceso desencadenante, pero no
ya en abstracto, sino concreto y aislado, claramente identificable e individualizado (por ejemplo, la
pelea que tuvo el trabajador con su encargado el
día x, falleciendo al día siguiente de un infarto; la
obligación que pesaba sobre el empleado de entregar un informe preceptivo y esencial para la
empresa, sufriendo un infarto días antes de la fecha límite). No basta que se quiera achacar el infarto a un ambiente de estrés, tensión y ansiedad
en abstracto bajo los que desempeñaba sus funciones el trabajador, ya que esto podría describir
prácticamente cualquier ambiente laboral.
No obstante, lo cierto es que el legislador ha
realizado una redacción más benevolente en el supuesto de agravación de patología en el caso de
una cardiaca sufrida por el trabajador por primera
vez, al no introducir la exigencia de la causalidad
exclusiva del trabajo. Este dato dificulta gravemente la justificación de la no aplicación de la presunción de tiempo y lugar y llevará en la práctica a que
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lesiones congénitas o degenerativas acaben adquiriendo la consideración de accidente de trabajo.
do iniciado ya su jornada, se le aplicaría la presunción de laboralidad del art. 115 de la LGSS.
El infarto sufrido en el trayecto de
ida o vuelta del trabajo
Como se sabe, el accidente in itinere es el
sufrido por el trabajador en el obligado desplazamiento desde su domicilio al centro de trabajo y,
una vez finalizada la jornada, desde el lugar de
prestación de servicios de regreso a su domicilio
habitual. Está considerado laboral, también de
forma expresa, por el artículo 115 de la LGSS.
Sin embargo, este tipo de accidentes está sometido al cumplimiento de ciertas exigencias por
parte de la jurisprudencia:
> Debe ocurrir en un tiempo razonablemente próximo a las horas de entrada y
salida de casa, sin que el desplazamiento
se dilate por motivos personales (para realizar la compra, tomar una consumición en un
bar, visitar algún familiar o amigo, etc.), pero
sí por causas inevitables. Por ejemplo, si el
desplazamiento se alarga mucho más de lo
habitual debido a retenciones en el tráfico o
averías. Algunos convenios colectivos llegan
incluso a fijar el tiempo máximo que puede
emplearse en el recorrido.
> El trayecto debe ser el habitual o usual,
pero no necesariamente el más corto. El trabajador puede, sin embargo, desviarse del
camino obligado por circunstancias justificadas, como coger una vía alternativa para evitar un atasco, pero nunca por motivos personales, como ya se ha visto.
> El medio de transporte debe ser racional o adecuado. Así, si el trabajador se desplaza en coche particular, éste debe tener la
ITV pasada. Además, si la empresa facilita
transporte gratuito a sus trabajadores, éstos
deben disponer de autorización de la empresa, expresa o tácita, para poder desplazarse
en vehículos particulares.
> El trayecto comienza una vez el trabajador ha salido de la puerta de su casa hasta que llegue al recinto de su centro de trabajo, y viceversa. Si le ocurre en su domicilio, se
trataría de un accidente común, y si le acaece
una vez llegado al centro de trabajo y habien-
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Algunos
convenios
colectivos llegan
incluso a fijar el
tiempo máximo
que puede
emplearse en
los trayectos in
itinere
De este modo, la presunción legal de que
toda lesión que sufra el trabajador tiene la consideración de accidente de trabajo, únicamente
alcanza a lo ocurrido dentro de lo entendido estrictamente como jornada laboral y del espacio físico
del recinto de la empresa. En consecuencia, la
jurisprudencia ha mantenido, por ejemplo, que no
se aplica la presunción cuando el trabajador está
en el garaje o aparcamiento de su domicilio o de
la empresa, ni tampoco, durante todo el trayecto
de ida o vuelta a casa del trabajo, precisamente
por no tratarse de tiempo y lugar de trabajo.
Así, el accidente in itinere es una ampliación
legal y jurisprudencial de la noción de accidente
de trabajo, precisamente para dar cobertura y protección a los accidentes que sufre el empleado
en este trayecto de ida y vuelta, por no constituir
propiamente tiempo ni lugar de trabajo.
No obstante, es cierto que la noción de accidente de trabajo que contiene el art. 115 de la
LGSS es muy amplia, teniendo tal consideración
el que sufre un individuo tanto con ocasión como
por consecuencia del trabajo. Es decir, se admite
una causalidad directa o inmediata y una mediata
o remota.
Precisamente, de esta última forma se presentaría la causalidad en el accidente in itinere, es
decir, de una forma mediata o remota. No es el
ejercicio o desempeño de la profesión el detonante directo de los daños sufridos por el trabajador,
sino algún otro factor o agente externo incidente
en el desplazamiento hasta o desde el lugar de
trabajo. Este recorrido se conceptúa como un acto
imprescindible para el cumplimiento de la prestación de servicios, de modo que el siniestro no se
hubiera producido de no pesar sobre el trabajador
la obligación de realizar dicho desplazamiento.
De este modo, se podría pensar que no es
necesaria la aplicación de la presunción legal de
accidente del art. 115 de la LGSS, ya que cualquier incidente (golpe, contusión, quemadura,
fractura, etc.) que sufra el individuo en el trayecto de ida y vuelta a casa del trabajo, salvo por imprudencia temeraria, siempre tendrá la consideración de accidente laboral. Esto es así porque
no es necesario probar la relación con el trabajo,
ya que, de lo contrario, si la persona no hubiera
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tenido que desplazarse y se hubiera quedado en
casa, no habría habido trayecto y, por lo tanto, no
hubiera sufrido el accidente.
metros del lugar habitual de trabajo al aceptar
que existe una relación de causalidad de estrés profesional.
De ahí que la lesión siempre tendrá su causa
en el hecho de recorrer el trayecto estrictamente
necesario de ida al trabajo y de vuelta a casa. Precisamente por ello se imponen otros condicionantes como no desviarse por motivos personales, emplear el tiempo necesario, etc.
> El infarto sufrido por un individuo con sobrepeso que corre detrás del autobús para ir
al trabajo.
Sin embargo, este fundamento del accidente
in itinere como laboral no es válido para los que
tengan su causa en factores endógenos, es decir,
en lesiones internas del trabajador. Se puede señalar por antonomasia el infarto de miocardio al
ser, y con creces, el supuesto más reproducido
en las sentencias laborales.
En estos casos, lo que causa el accidente no
son agentes externos o exógenos presentes durante el trayecto, de manera que se pueda afirmar
categóricamente que de no haber realizado el trabajador este camino el accidente se habría evitado,
sino que hay factores internos que se manifiestan
con independencia del recorrido, pudiendo haber
ocurrido éste en cualquier lugar.
En consecuencia, es imposible establecer la
misma relación directa o incluso remota en estos
supuestos. No se puede saber con certeza si el
trabajador hubiera sufrido el infarto igualmente
aunque se hubiera quedado en su casa. Aquí cobra toda su relevancia la citada presunción legal de
laboralidad del accidente del art. 115 de la LGSS,
ya que si el infarto lo sufre el trabajador en la empresa habiendo iniciado ya su jornada, se presume
automáticamente que es un accidente laboral y la
empresa o la mutua tendrá que probar que el trabajo no ha tenido nada que ver con él. Mientras
que si ocurre en el desplazamiento de ida o vuelta, será el trabajador el que deberá probar que está relacionado con el desempeño de sus funciones para que se califique como accidente laboral.
Por su parte, la jurisprudencia es bastante
contradictoria y se pueden encontrar supuestos
que califican el infarto sufrido en el trayecto de ida
o vuelta como laboral, y pronunciamientos que lo
niegan categóricamente:
> Se estima accidente de trabajo el infarto de
miocardio sufrido en el desplazamiento desde el centro de trabajo al aeropuerto, a 100
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> El infarto acaecido en la parada del autobús al
ir a la empresa, pese a quedar probado que el
trabajador había tenido síntomas la noche anterior en su casa.
> El sufrido en el metro al ir a trabajar. Se estima
accidente laboral al no haber antecedentes
cardiacos previos.
> El padecido por un director de sucursal bancaria en el trayecto al trabajo en su coche
particular, a pesar de que había parado en el
quiosco a comprar el periódico. Se probó que
era una época de mayor trabajo y estaba sometido a un estrés cualificado.
> El trabajador al que se le avería el coche y sufre un infarto tratando de llevarlo al taller más
próximo. Existían antecedentes patológicos.
> El caso de una persona que se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada.
> Un trabajador que sufre infarto en su coche
en el trayecto al trabajo argumentando el estrés y la excitación padecida por las dificultades para encontrar aparcamiento y por exceder el horario de entrada al trabajo.
> Se calificó de accidente laboral un infarto aun
cuando sucedió en el propio domicilio, al quedar probada la situación de tensión excesiva
derivada del trabajo –por ser el único encargado– y la falta de antecedentes patológicos.
> El infarto sufrido en un gimnasio por un vigilante de seguridad que acude a él por indicación de la empresa.
> En la mayoría de los casos en que el trabajador se desplaza o está en misión: por ejemplo, en los hoteles donde pernocta.
> No se consideró accidente laboral el infarto sufrido por un trabajador en la parada del autobús, ni otro subiendo al vehículo, debido a los
antecedentes cardiacos de ambos individuos.
> Tampoco el caso del empleado de una empresa constructora que sufre un infarto en su
coche volviendo desde el ayuntamiento donde había estado gestionando la concesión de
licencia de obra a la empresa.
> Sí se consideró un infarto sufrido en el coche al regresar del trabajo esperando en un
semáforo.
> No el caso de un trabajador que se siente indispuesto en el trayecto al trabajo en su coche particular y, por ello, se desvía al hospital,
sufriendo el infarto poco antes de llegar.
> El infarto que se manifiesta en el trabajo,
cuando esa misma mañana en su casa ya
nota dificultad para hablar, torpeza, mareo y
pérdida de fuerza. De este modo, de conformidad con la argumentación del tribunal, la
sintomatología de la enfermedad se manifestó por primera vez en el domicilio del trabajador, cinco horas antes de su incorporación
a su puesto de trabajo. Éste se sintió indispuesto a los pocos minutos de iniciar su relación laboral sin que conste que en ese escaso lapso hubiera habido tiempo para que se
generase alguna situación de sobrecarga o
estrés desencadenante de la enfermedad.
Conclusiones
Como regla general, se puede decir que la
jurisprudencia suele exigir la constatación del preceptivo nexo causal entre el trabajo y la lesión producida por el infarto en el trayecto, negando la existencia de accidente de trabajo in itinere por el sólo
hecho de exteriorizarse el trastorno funcional durante el desplazamiento. Esto es, exige que el trabajador demuestre fehacientemente que el infarto tiene
su causa en algún hecho o circunstancia relacionada directamente con el trabajo y no se aplica, en
consecuencia, la presunción legal por no tratarse
estrictamente de tiempo y lugar de trabajo.
Es cierto, sin embargo, que la gran mayoría
de los pronunciamientos califica de accidente de
trabajo los infartos cuyos primeros síntomas se
han manifestado en el trabajo, aun cuando luego el desenlace se produce extramuros de éste,
en el domicilio del trabajador o en el hospital,
por ejemplo.
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Sin embargo, es tajante y pone el límite para
excluir la presunción cuando el infarto ocurre en
el trayecto de ida o vuelta del trabajo. No hay
que olvidar que el infarto de miocardio es una
enfermedad cuyo origen es de difícil precisión,
pero se admite, en principio, que pueden influir
en su desenlace factores que pueden estar presentes en el ambiente laboral. Todos ellos, por la
naturaleza de la enfermedad y su forma de actuar y manifestarse, pueden desencadenar el infarto en cualquier momento, siendo el mero azar
lo que determinará donde se encuentre el trabajador cuando esto ocurra.
La gran mayoría de los pronunciamientos califica de accidente de trabajo los
infartos cuyos primeros síntomas se han manifestado en el trabajo.
Esta diferenciación difícilmente puede encontrar explicación al acoger la definición de accidente de trabajo, como se ha podido ver, tanto
una relación de causalidad directa como indirecta o remota. Precisamente por ello, el ámbito del
accidente de trabajo se ha ido ampliando sucesivamente tanto por el legislador como por la jurisprudencia, dado que la interpretación que corresponde a su normativa reguladora no puede ser
literal o restrictiva.
De esta manera, en función de su propia naturaleza se ha de tender a su máxima eficacia
amparadora hasta admitirse como accidente de
trabajo todo acaecimiento que tenga conexión
con el trabajo o del que no se acredite suficientemente que deja de tenerla. Máxime cuando se
trata de enfermedades de difícil precisión en orden a su causa como el infarto de miocardio. Precisamente por ello no guarda una correspondencia lógica y es absolutamente contradictoria una
práctica jurisprudencial que viene flexibilizando
los conceptos de tiempo y lugar de trabajo más
allá de los estrictamente legales para admitir el
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juego de la presunción cuando el infarto ocurre
por ejemplo, en las siguientes circunstancias:
• En los vestuarios, antes de incorporarse al
trabajo.
• Acabada ya la jornada, en el parking de la
empresa.
• Fuera del horario, en una gran superficie,
pero la trabajadora estaba todavía en el centro realizando su compra particular antes de
irse a casa.
• En un restaurante próximo a la empresa en
el descanso para comer.
• En actos o reuniones a los que se asiste por
encargo de la empresa.
• Incluso en los supuestos en que el trabajador haya sufrido síntomas en tiempo de trabajo, aunque el infarto en sí acaezca días
después en el domicilio particular.
Es evidente que la jurisprudencia lo que intenta es cerrar la puerta al juego de la presunción legal en las enfermedades, pues ha querido
aplicarla a las que, en principio, se pueden manifestar en el trabajo por simple casualidad, en
virtud del principio pro-operario. Para ello, ha extendido los conceptos de tiempo y lugar de trabajo para que la presunción pueda seguir activa
en tiempo y lugares que estrictamente no son
tales y ahora se encuentra con que dicha ampliación se les escapa de las manos. No obstante, se debe ser consecuente, y para ello, una vez
abierta esa puerta, y tras las sucesivas ampliaciones de tiempo y lugar, la presunción debería regir también durante todo el tiempo del trayecto
de ida o vuelta del trabajo.
En este sentido, una línea jurisprudencial
minoritaria ha realizado una interpretación mucho más flexible del presupuesto de causalidad,
declarando la profesionalidad del siniestro cuando el trabajador sufre la lesión cardiovascular
desplazándose, siempre y cuando concurra de
alguna manera y ofrezca alguna conexión con el
trabajo. Basta con que el nexo causal se dé en
algún grado, sin necesidad de precisar su significación, mayor o menor, próxima o remota, concausal o coadyuvante.
Debe otorgarse dicha calificación cuando no
aparezca acreditada la ruptura de la relación de
causalidad, excepto cuando hayan ocurrido hechos de tal relieve que sea evidente la absoluta
carencia de aquella relación de causalidad entre
trabajo y enfermedad. Esto en la práctica es tanto
como decir que ocurrido el infarto al ir o volver
del trabajo se presume su laboralidad. Es decir,
se entiende que sí se aplica la presunción legal,
debiendo destruirla quienes tuvieran interés en
declarar el infarto como enfermedad común.
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