Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi ÁFRICA AL SUR DEL SAHARA Raffaela Cedraschi Mayo 2004 ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y CULTURALES Geológicamente, el continente africano es un zócalo macizo y estable, protegido de las penetraciones exteriores por un inmenso desierto y dos océanos. Las costas y el clima son por lo general inhóspitos. A un lado y otro del Ecuador, encontramos zonas que se podrían considerar simétricas: a partir del centro, la zona de clima ecuatorial y selvas con lluvias violentas, calor y humedad constantes, se extiende de oeste a este del continente, cuya anchura sin embargo, no es muy considerable. A medida que nos alejamos del Ecuador hacia el norte o el sur, el clima es cada vez menos húmedo y la media de lluvias anuales desciende, por lo que se suceden franjas de maleza espesa, de sabana arbórea y de sabana seca, hasta llegar a los desiertos -Sahara al norte y Kalahari al sur. Por último, más allá de las zonas desérticas, encontramos dos regiones de clima mediterráneo; África del Norte y la región del Cabo. No obstante, este esquema peculiar de zonas climáticas "simétricas" se rompe al este del continente, a causa de su particular relieve. Como consecuencia del plegamiento alpino, el borde oriental del continente se ha levantado produciendo una enorme falla a lo largo de 7,000 kilómetros. Las diferencias de relieve llevan consigo climas muy distintos de los que dependerían de la latitud; en efecto, todas las altiplanicies orientales, desde Etiopía hasta Mozambique, gozan de climas templados, independientemente de su cercanía con el Ecuador (Bertaux, 1972). A pesar de sus climas extremosos y zonas inhóspitas, África debe de considerarse como la cuna de la humanidad. Es el único continente donde se encuentran, escalonados sobre millones de años, los restos característicos de una evolución continua, desde los primates, hasta el hombre actual. Esto se debe precisamente al clima templado que gozaba el continente africano durante las cuatro grandes glaciaciones (Günz, Mindel, Riss y Würm). Además, las condiciones geológicas de ciertas partes del continente han favorecido la preservación, a relativamente poca profundidad, de una gran cantidad de restos fósiles, gracias a los cuales se ha podido comprobar que África ha estado ocupada por los ancestros del hombre desde el Mioceno (hace aproximadamente 26 millones de años). También a través del registro fósil, se pudo constatar que, justamente en África, el antepasado del hombre comenzó a diferenciarse de otros primates hace alrededor de 25 millones de años. Estos datos proporcionados por la prehistoria africana hacen suponer que, hace aproximadamente dos millones de años, empezaron las grandes migraciones de Homo erectus, MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 1 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi que se fue desplazando desde las regiones centrales del continente hacia África del Norte, Europa y Asia (Bertaux, 1972; Ki-Zerbo, 1980). Dos hechos caracterizan la prehistoria de África y marcan a su vez su historia: por una parte, el desecamiento progresivo del Sahara, y, por otra, el proceso de separación racial al interior del continente1. El Sahara, como parecen demostrar los restos de las culturas que han prosperado en él, no ha sido siempre un desierto; hace unos 10,000 años, gracias quizá al incremento de la pluviometría durante la última glaciación, el Sahara era una región verde y llena de ríos y lagos, donde prosperaba la caza, la cría de animales y el cultivo del trigo la cebada. La progresiva aridez de esta zona causó el comienzo de una serie de migraciones hacía el este y el sur que serán una constante en la historia de África. Por otro lado, la población de África comenzó a separarse racialmente hace alrededor de 8,000. Se piensa que el tipo físico dominante anterior al proceso de diferenciación haya sido un antepasado de los pigmeos y bosquimanos actuales. Hoy en día, encontramos ciertas diferencias morfológicas que permiten agrupar a la población de África subsahariana en cuatro grandes rubros: los grupos negros, cuyo hábitat original son las selvas y sabanas de África occidental; los nilo-saharianos, que habitan la región con el mismo nombre; los grupos de pigmeos, con una estatura promedio de un metro y medio2, que viven en las zonas selváticas más exuberantes de Camerún, Gabón y Congo; y los khoisan o "Hombres de los Arbustos" (bushmen, bosquimanos)3, que han sido confinados a lo largo del tiempo a las regiones más inhóspitas del desierto del Kalahari entre Sudáfrica, Namibia y Botswana. Las migraciones internas de África, denominadas generalmente bantúes, son fundamentales en la organización sociocultural de todo el continente. Como mencionábamos anteriormente, el continuo avance del Sahara provoca, a partir de hace alrededor de 5,000 años, una serie de grandes migraciones de población bantú y zande hacia el sur y este del continente en búsqueda de tierras y pastos. Al tiempo en que los bantúes avanzan hacia el sur, fueron orillando los pigmeos y más tarde, los khoisan en zonas muy reducidas y poco aptas para el cultivo o la cría de ganado. Estos desplazamientos durarán hasta aproximadamente el siglo XIII (McEvedy, 1983; Bertaux, 1972). Básicamente en la región conocida como Valle del Rift, cerca del Lago Victoria, entre Uganda, Kenia y Tanzania, donde se encuentra la famosa Garganta de Olduvai. 2 Hay diferentes grupos y subgrupos, pero los más conocidos son los mbuti, aka, baka, kola, bongo, tswa, cwa y twa. La palabra pigmeo deriva del griego, literalmente "un codo de altura", y estos pueblos eran conocidos en el mundo griego a través de los egipcios desde 2,250 a. C. 3 Junto con los hotentotes o khoi, son conocidos también como khoisan: en la lengua hotentote, khoi quiere decir hotentote mientras que san designa a los bosquimanos. "Todos los khoisan son conocidos por su baja estatura, el color rojizo de su piel, su pelo como 'granos de pimienta', y el peculiar sonido 'click' de las consonantes de sus varias lenguas" (Barnard, 1978: 2). Ver también nota en la página 11. MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS 1 MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 2 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi Hasta la expansión del Islam en África, el mundo occidental ignoraba casi por completo la parte del continente que se extiende al sur del Sahara. En el siglo VIII, los cronistas árabes citan el nombre de Ghana, como el país del otro lado del desierto para quienes conocen las rutas de las caravanas de sal, mercancías y esclavos a través del Sahara. Así sucesivamente, gracias a los relatos de cronistas, viajeros, religiosos y geógrafos árabes, se llega al conocimiento de otras ciudades y regiones africanas como Timbuctú, Kano, Zanzibar. En efecto, a pesar de que siempre se ha considerada aislada por los historiadores europeos, África era una zona de intenso comercio interno e intercambios de todo tipo a nivel externo. El desarrollo de grandes imperios o reinos parece atestiguarlo, a pesar de que han sido todavía muy poco estudiados, en parte porque, desde siempre, las civilizaciones africanas privilegiaron la palabra hablada en lugar de las técnicas de la escritura que llegaron de fuera. En todo caso, lo que nosotros conocemos como reino o imperio, no corresponde exactamente a la realidad africana. Lo que encontramos son organizaciones que se acercan más al término de hegemonías, las cuales, en ciertas épocas y en condiciones específicas, superponen a la organización de jefaturas, muy común en toda África, un sistema más vasto. Las hegemonías se extienden en territorios muy amplios y se apoyan generalmente en una jerarquía administrativa, fiscal y militar. Su constitución se da como respuesta a ciertas circunstancias: protección contra una corriente comercial, organización de una conquista o de una defensa contra la amenaza de una invasión. Estos tres factores, generalmente combinados, dan lugar a estructuras estatales con fuertes jerarquías étnicas, religiosas, militares o de castas, dependiendo de los casos (Bertaux, 1972; Maquet, 1962). Los imperios más antiguos de África occidental -Ghana4 (s. IV-XI), Mali (s. XI-XV) y Songhai (s. XV-XVII)-, se han fundado, los tres sucesivamente, en la desembocadura meridional de las principales rutas transaharianas, de cuya actividad dependían directamente la prosperidad de estos imperios; se intercambiaba sal por oro y esclavos, estos últimos indispensables a su vez para la explotación de las salinas del desierto. A lo largo de la historia africana, las hegemonías que se fueron conformando han sido muy numerosas y complejas, por lo que nada más mencionaremos algunas de las más importantes: además de Ghana, Mali y Songhai encontramos, siempre en la parte occidental del continente, los estados Mossi (s. XI), los reinos Yoruba (s. XI-XIX), el reino de Benin (s. XII-XVII), los reinos Bambara (s. XVII-XIX), los estados Haussa (s. X-XVIII), Kanem-Bornu (s. VIII-XIX) y las hegemonías Peules (s. X-XIX). Al sur del Ecuador, por otra parte, surgen Monomotapa (s. XVXVIII), los reinados Luba, Lunda y Kuba (s. X-XIX) y el reino del Congo (s. XV-XIX). Por último, no hay que olvidar el surgimiento de los reinos o las monarquías sagradas de la región de los Grandes Lagos, en la parte oriental de África: Buganda, Nyoro y Rwanda (s. XVIII-XIX), entre otras (Bertaux, 1972; Lifschitz, 1987). 4 En algunos autores se maneja como Gana (Ki-Zerbo, 1980), para diferenciarlo del actual Ghana. MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 3 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi A principios de 1400, los chinos visitaron al continente africano en la costa oriental, recolectaron algunas curiosidades, entre ellas una jirafa, y se fueron. Durante el siglo XV, se construyen en Europa, además de China, barcos capaces de cruzar los océanos puesto que se encuentran dotados de velas múltiples; entre ellos se destaca la carabela portuguesa. Entre 1420 y 1460 se dan inicio a los viajes en mar abierto hacia África, impulsados por el particular interés del príncipe Enrique de Portugal. Se descubre Madeira en 1420, poco después se alcanza la boca del Senegal, y en 1460 se llega hasta Sierra Leona. En 1481, la flota que deja Lisboa rumbo a Guinea es mucho más grande de la habitual; el nuevo rey, Juan II, ha decidido que es pertinente construir asentamientos permanentes en África. En 1482, el rey tenía su fuerte llamado San Jorge de Mina, nombre que posteriormente se modificará por Elmina. Los portugueses no obtuvieron beneficios directos de sus conquistas, sino que ampliaron, en este periodo, las regiones conocidas. En 1486 llegan hasta el reino del Congo, y en 1488 hasta el Cabo de Buena Esperanza. En 1497, Vasco de Gama emprenderá el viaje que, circunnavegando África, lo llevará hasta la India (Bertaux, 1972; McEvedy, 1983). No cabe duda que dos de los aspectos que más radicalmente transformaron África fueron el esclavismo y el colonialismo. El descubrimiento de África por parte de los europeos está íntimamente relacionado con dos cuestiones: en primer lugar, el deseo de encontrar nuevas rutas de comercio con la India y, en segundo lugar, la construcción de un nuevo tipo de nave, la carabela, capaz de recorrer grandes distancias, como mencionamos anteriormente. Con el descubrimiento de islas como Madeira, Cabo Verde, Santo Tomás y Príncipe, donde se podía sembrar caña de azúcar, los portugueses se enfrentan al problema de la falta de trabajadores que cultiven estos productos. A partir del siglo XVI, el incremento de la trata de esclavo en la región occidental resuelve este problema. El surgimiento de algunos reinos africanos a partir del siglo XVI, está directamente relacionado con el comercio de oro y de esclavos. Los efectos del esclavismo en el continente africano pueden englobarse en tres grandes rubros: en primer lugar, el continente fue objeto de un despojo masivo de fuerza de trabajo; en segundo lugar, algunos de sus grupos étnicos sustituyeron sus actividades de subsistencia cinegéticas y agrícolas por la práctica esclavista, y por último, se asistió a la destrucción de la organización social y económica de los grupos que sufrieron de manera directa los efectos del esclavismo (Maquet, 1962; Bertaux, 1972). Sobre el primer aspecto, podemos observar que los efectos demográficos del esclavismo sobre África fueron impresionantes; en el periodo que abarca de 1650 a 1850, la población africana no presenta ningún crecimiento, manteniéndose "estable" en 100 millones de habitantes. Por contraste, en el mismo periodo, la población europea se incrementó de 100 a 274 millones (MacEvedy, 1983). MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 4 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi Por lo que se refiere a los cambios provocados por la trata de esclavos en las actividades socioeconómicas de las etnias africanas, si bien en un principio fueron los árabes quienes se dedicaron predominantemente a las incursiones en busca de esclavos, grupos como los ashanti de Costa de Oro, actual Ghana, los yoruba, los edo y los grupos de la región del Río Cross entre Nigeria y Camerún, encontraron en el esclavismo la posibilidad de intercambiar hombres por mercancías que no se conocían y no eran producidas en África. Sin embargo, dicho negocio provocó cambios importantes en las actividades tradicionales de estos grupos. En el caso de los edo encontramos un ejemplo representativo de una organización estatal cuyas bases sociales se desestructuran a causa de las actividades esclavistas. Pueblo dedicado fundamentalmente a la agricultura y al comercio, en el siglo XVIII inicia el comercio esclavista, obteniendo su mercancía mediante incursiones militares dentro y fuera de su territorio. Muchos de los esclavos no eran vendidos, sino, por el contrario, se insertaban en la estructura social convirtiéndose en siervos dedicados a las labores agrícolas. No obstante, el alto costo de las campañas militares y, a la vez, la defensa de los grupos que eran el blanco de estas incursiones, obligó a los edo a la venta, en calidad de esclavos, de aquellos que se dedicaban al cultivo, con el fin de obtener medios para continuar las expediciones militares. Al socavar su propia base productiva, este grupo provocó el derrumbamiento económico de su reino (Maquet, 1962; Bertaux, 1972). El despojo de fuerza de trabajo de África resultó contradictorio con el intento de algunos colonizadores por incrementar las actividades productivas en el propio continente. En efecto, los esfuerzos de países como Inglaterra por aumentar la producción y el comercio del aceite de palma, hacían necesaria la existencia de trabajadores disponibles para ser empleados en dichas actividades, existencia que el esclavismo había puesto en peligro. El incremento de las actividades comerciales fue otro de los elementos que repercutieron en las sociedades africanas, teniendo como consecuencia tanto la eliminación y el desplazamiento de los productos africanos, como la expansión de productos propiamente comerciales, en detrimento de aquellos utilizados para la subsistencia. La explotación del algodón en África, y la compra de telas manufacturadas en Europa con ese mismo algodón, muestra la dinámica de las relaciones que se consolidaron entre los dos continentes. Al igual que el esclavismo, el mercado fue un factor de desplazamiento de las actividades económicas tradicionales; el comercio del marfil, por ejemplo, tuvo como efecto que las actividades ganaderas y agrícolas pasaran en segundo término frente a la cacería de elefantes, lo que, además del exterminio masivo de estos animales, aumentó la dependencia de los grupos étnicos a los centros comerciales controlados por los europeos. El esclavismo y el comercio fueron, como vimos, los aspectos más importantes de la destrucción de las sociedades tradicionales africanas. Sin embargo, sólo marcaron de manera profunda la estructura social de los grupos situados en las costas. Independientemente de las incursiones esclavistas y comerciales al interior del territorio africano, lo cierto es que los aspectos sociales, ideológicos y religiosos de muchos pueblos se mantuvieron relativamente estables, aun a pesar de las modificaciones de sus procesos productivos, ahí donde el comercio no esclavista MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 5 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi estableció relaciones constantes de intercambio. En estas circunstancias, el inicio del colonialismo estará marcado por el mantenimiento de las estructuras étnicas que sobrevivieron a la destrucción esclavista o comercial. En el largo proceso de abolición de la esclavitud, que se inicia en el último cuarto del siglo XVIII y se prolonga hasta la mitad del siglo XIX, son tres los países que lograron mantener su hegemonía en el continente africano, haciendo a un lado las naciones dedicadas exclusivamente a la trata de esclavos. De esta manera, Francia, Inglaterra y Alemania desplazan a los holandeses, daneses y suecos del contexto socioeconómico africano. Así, aunque la Conferencia de Berlín reúne a la mayoría de los países europeos -además de Estados Unidos y Turquía-, serán las tres potencias mencionadas las que obtendrán la mayoría de las colonias en África. En el periodo anterior a la Conferencia de Berlín, los embajadores y cónsules de las tres potencias en cuestión desarrollaron una febril actividad de concertación de acuerdos y tratados con los diferentes grupos sociales africanos, para llegar a la mesa de negociaciones en posición de fuerza. Sin embargo, al término del reparto colonial de 1885, se observa que la fiebre de colonización decrece rápidamente y las potencias no impulsan su dominio sobre los nuevos territorios hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de la frustrada expansión italiana en Eritrea (Bertaux, 1972; Ki-Zerbo, 1980). En 1985 se cumplió un siglo de que África fue objeto del reparto por parte de 14 países occidentales. Las transformaciones que las civilizaciones africanas sufrieron a partir del colonialismo, abarcaron el conjunto de la economía y la cultura de los distintos pueblos de este continente. A partir de los años '30 del siglo pasado, se inicia un proceso de defensa de la cultura y las costumbres de los pueblos africanos, aunada a la lucha por la descolonización y la constitución de naciones independientes. En tres hombres se expresaron principalmente las inquietudes de los pueblos africanos por una ruptura con el universo colonial: G. A. Nasser, K. N'Krumah y P. Lumumba. Entre los hombres de Estado del Tercer Mundo, Nasser es uno de los primeros (después de Cárdenas en México) que da un golpe decisivo al capital financiero imperialista; en 1956 nacionaliza el Canal de Suez y abre el camino a otras nacionalizaciones. N'Krumah representa probablemente el teórico más importante de la liberación continental y del panafricanismo; en 1957 hace de Ghana, antigua Costa de Oro, el primer territorio liberado de África subsahariana. En 1960, Lumumba arranca al dominio extranjero toda la inmensa cuenca congoleña. Después de estos hechos, 17 países africanos obtienen su independencia en 1960 y así sucesivamente. Es muy grato poder observar que, a partir de la victoria de Mandela en Sudáfrica en 1994, el colonialismo y la discriminación racial deberían de ser parte del pasado del continente africano. MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 6 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi AREAS CULTURALES 7 La clasificación de las áreas culturales africanas que seguiremos a continuación es el resultado de una serie de observaciones dirigidas a una mejor comprensión de ciertas culturas, de ninguna manera, sin embargo, se pretende dar por concluida una discusión tan vasta y compleja sobre área cultural, ni pretendemos en ningún momento proponer una nueva clasificación con base en elemento distintos a los empleados clásicamente. Nuestra propuesta se fundamente básicamente en las características socioculturales de los grupos en cuestión, lo que, en la mayoría de los casos, corresponde a una división geográfica evidente y a una clasificación lingüística a grandes rubros5. Culturas del Sudán occidental Esta amplia región se extiende en el noroeste a lo largo de buena parte del continente y que comprende desde Senegal, Mali, parte de Mauritania, Níger, Burkina Faso y Chad, incluyendo las regiones del norte de Sierra Leona, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benin y Nigeria. Las sociedades sudanesas se caracterizan por ser en cierto modo duales: por un lado la población rural, que vive de la agricultura en un círculo económico y social limitado a las aldeas y los grupos étnicos vecinos, que conservan una manera de vida muy tradicional y que han sido islamizados sólo de manera parcial o superficial; por el otro lado, nos encontramos con los reinos y las ciudades-estado orientadas hacia el exterior, que constituyen los centros de complicadas redes de comunicación y comercio, con una organización jerárquica, y cuyos gobernantes se convirtieron por completo al Islam. Los estados sudaneses debían su riqueza a la explotación de los recursos naturales y su comercio con el exterior, lo que los diferencia de los reinos-jefaturas de África del Sur o de las monarquías de la región de los Grandes Lagos, que estaban basados en el excedente agrícola o un capital en ganado. Esta diferencia básica tiene como resultado otras; en Sudán se agrupa una enorme cantidad de gente al servicio de los órganos de poder, concentrados en centros urbanos y administrativos, que serían los mismos centros de las rutas comerciales transaharianas y capitales religiosas islamizadas. Por las mismas condiciones que ofrece la urbanización y la acumulación de riquezas, encontramos el surgimiento de una enorme clase de ilustrados, artesanos, sacerdotes y un ejército profesional. Las descripciones de los elementos característicos o más relevantes de cada área cultural está basada en los datos generales de J. Maquet, 1962 y W. Schmalenbach, 1988. MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS 5 MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi Por lo que se refiere a la población rural de la sabana sudanesa, el elemento característico, común a la mayoría de los grupos étnicos, lo constituye la gran importancia de las sociedades secretas en la organización política y social. Todos los momentos más importantes de la comunidad están marcados por rituales en máscara que pertenecen a diferentes asociaciones más o menos secretas; algunas están relacionadas con las tareas agrícolas, otras al culto de determinados espíritus o divinidades y ciertas entre ellas cumplen el papel de control social y jurídico. Las actividades más importantes, sin embargo, se centran en los ritos de iniciación de los jóvenes, hombres y mujeres, y en los funerales de los grandes iniciados que, a su muerte, se convierten en antepasados. La estratificación social resultada de la pertenencia a ciertos linajes está matizada por la jerarquía adquirida a través de estas asociaciones; en la base se hallan los no iniciados y las mujeres, siguen los recién iniciados, los adultos en diferentes grados, y por último los ancianos que han alcanzado los grados más altos en conocimientos y sabiduría. Culturas de las selvas ecuatoriales Comparten esta cultura los pueblos que habitan las grandes extensiones de la selva ecuatorial africana que comprende los territorios del sur de Costa de Marfil, Ghana, Liberia y parte de Sierra Leona en la Costa de Guinea, mientras que en la Cuenca del Congo encontramos parte de Camerún, Gabón, Rep. Pop. del Congo y Rep. Democrática del Congo6. Dadas las peculiaridades del cultivo en las regiones de selva -roza, tumba y quema, rotación de cultivos y descanso obligatorio de la tierra por un tiempo considerable para su recuperación-, el nomadismo agrícola es una característica esencial de estos grupos. Este fenómeno lleva consigo que las comunidades sean numéricamente muy pequeñas y las aldeas bastante separadas entre sí, puesto que con ello logran un mejor aprovechamiento de los recursos del medio ambiente. Estos aspectos han favorecido su sobrevivencia a las más variadas invasiones, y han así podido mantener relativamente intactas sus formas culturales. Este condicionamiento ecológico, aunado a su respuesta socioeconómica, ha generado en los pueblos de selva africana un complicado sistema de parentesco en linajes exógamos. El sistema de linajes permite la unión y la solidaridad de los grupos a un nivel más amplio, por ejemplo entre aldeas distanciadas, a la vez que facilita la escisión de un grupo, demasiado numeroso para sobrevivir en la selva, en dos linajes diferentes aunque emparentados. De esta manera, el Las dos regiones selváticas están divididas por una franja en el Golfo de Benin, donde el río Níger desemboca en el Atlántico. MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS 6 MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 8 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi hombre de la selva es antes que nada el descendiente de un ancestro, y es a través de su parentesco, real o simbólico, que un hombre se coloca en la sociedad. 9 Culturas de las sabanas centrales Esta grande zona se extiende al sur de la Cuenca del Congo, ahí donde la selva húmeda desaparece progresivamente para dar lugar a la sabana arbolada y la sabana herbosa. Sus límites al este son la región de los grandes altiplanos, mientras que al suroeste la sabana se pierde en las enormes regiones desérticas de Namibia y del Kalahari. Tampoco aquí, como en la selva, el suelo es de los mejores; hay que dejar descansar la tierra, practicar la rotación de cultivos y remover el suelo sólo en la superficie. Se utiliza por lo tanto el mismo instrumento, la azada, puesto que el arado, desconocido por los agricultores africanos, se adapta muy mal al suelo de este continente dado que, al penetrar demasiado profundamente, pone al descubierto las capas estériles y favorece la erosión. Sin embargo, la producción agrícola de la sabana es más abundante que la de la selva y se centra más que nada en el cultivo de cereales. Aunque los problemas de nutrición (desbalanceo entre proteínas animales, casi inexistentes, y carbohidratos) son notables, las culturas de la sabana producen un excedente no despreciable, puesto que sus productos se pueden almacenar y conservar por una larga temporada: cereales como sorgo, maíz, arroz y diferentes tipos de mijo y leguminosas como chícharos, frijoles y habas. Por las características mencionadas, este tipo de excedente permite la acumulación de riqueza móvil. Los graneros más grandes pertenecen al jefe que recibe una parte de la cosecha de todos los habitantes del pueblo y concentra así en sus manos la gran parte del excedente producido por la comunidad. Esta acumulación permite al jefe consagrar toda su actividad al gobierno; con el excedente, además, se mantienen los artesanos especializados, el séquito de consejeros y los funcionarios ejecutivos del jefe; se utiliza también para las fiestas colectivas y los periodos de sequía u otra calamidad natural. Los procesos del surgimiento de las jefaturas son muy variados; algunas se limitan a unos cuantos pueblos, mientras que otras, la mayoría, se caracterizan por las constantes luchas por la dominación en las cuales no podían sino que someter o ser sometidos, pero no mantener la independencia. Así, se constituyeron los grandes reinos, centralizados o federados, cuyas historias apenas se empieza a reconstruir por medio de la rica tradición oral. En los grandes reinos, pero también en las pequeñas jefaturas, el poder del jefe aparece en toda su amplitud y sus fundamentos son muy diferentes a los de los patriarcas de linaje. El poder de MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi cada jefe descansa sobre una base cuádruple: su riqueza, su séquito, su jurisdicción y su papel sagrado. Su riqueza real consistía en el número de pueblos bajo su dominación de los cuales obtenía tributos, trabajadores y jóvenes para su ejército. Su séquito estaba compuesto de funcionarios, de miembros de su linaje, que gozaban de rangos particulares, y de otros cortesanos. Puesto que era el heredero directo del nombre y los espíritus tutelares de un jefe muerto, el jefe gozaba de una fuerza mágica considerable que le permitía influir sobre la prosperidad de su reino o jefatura. Su estado de salud afectaba directamente al bienestar de sus súbditos, su vida sexual recobraba una importancia colectiva relacionada con la fertilidad de la tierra y las mujeres, por lo cual la vida del rey estaba circunscrita dentro de los límites de numerosas prohibiciones y tabús. Culturas ganaderas orientales Esta constituye la más vasta área cultural de África, en un territorio que se extiende desde el Nilo Blanco, en el actual Sudán, -donde viven los dinka, shilluk y nuer-, hasta el Natal de Sudáfrica, región habitada por los zulú, a lo largo de toda la parte oriental del continente. La característica más sobresaliente y común a toda esta zona y que la conforma como un bloque cultural bastante homogéneo, es el elemento fundamental del ganado y su cría, alrededor del cual gira toda la vida social económica y cultural de estos pueblos. Hasta las guerras, otro elemento que destaca de estas culturas, no tenían otro objetivo que él de robar ganado; la guerra no era un factor desestabilizador de la sociedad, un fenómeno de crisis, sino un aspecto institucionalizado e integrado a la organización económica y social. La organización social de estos grupos ganaderos está basada fundamentalmente en cinco grupos de edad: el primero lo integran los niños y adolescentes hasta alrededor de dieciséis años, los cuales se dedican a cuidar el ganado de su padre y no pueden participar en ninguna actividad social fuera de la familia. Después de la iniciación, estos jóvenes forman el grupo generacional de los jóvenes guerreros; construyen su propia aldea, donde vivirán tres o cuatro años, durante los cuales serán instruidos sobre las costumbres y las leyes propias del grupo, así como en el arte de guerrear. Cuando tendrán más o menos veinticuatro años, esta clase de edad será iniciada a un grado superior, como guerreros adultos, cuya tarea principal serán las expediciones de saqueo de ganado. En esta clase de edad, los hombres se podrán casar pero sin tener hijos, a causa de los peligros de la guerra. Después de alrededor de doce años, los guerreros se convertirán en "jóvenes ancianos": depositarán los atuendos de guerreros y se dedicarán a formar una familia, a cuidar su ganado y a educar otra clase de jóvenes guerreros. A MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 10 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi partir de los cuarenta y cinco años, se convertirán en "ancianos", dedicados a dirigir todos los asuntos políticos y sociales de la comunidad7. En estas sociedades se fomentaban las virtudes individuales y la competencia, sobre todo entre los guerreros; a nivel grupal existía un sentido de la superioridad de su propio grupo étnico y un cierto desprecio hacia los demás. Este elemento se evidencia cuando se dan los casos de sociedades mixtas, es decir, cuando un grupo de pastores se establece en el territorio de agricultores; en la mayoría de los casos, los pastores-guerreros se convierten en la clase dominante y se forman las monarquías sagradas, divididas en castas hereditarias que dominan los pueblos agricultores constituyendo relaciones serviles de tipo feudal. Este es el caso de los reinos de los Grandes Lagos que florecieron entre el siglo XVIII y XIX. Dada la vida esencialmente nómada de los pueblos ganaderos, no se encuentra entre estos grupos una expresión artística material (como arquitectura, máscaras y esculturas) parecida a la de los pueblos agricultores y sedentarios. Sin embargo, la riqueza artística de los pueblos ganaderos encuentra otras vías de expresión, tan válidas como las anteriores. Baste mencionar la música y el arte de la narración en los cuentos, cantos y poemas épicos que se transmiten de padre a hijo, a veces tan antiguos que conservan lenguas arcaicas. Tampoco hay que olvidar el arte de la pintura facial y corporal, así como el atuendo entre hombres y mujeres que, con sus colores y formas, constituye un código de comunicación en sí mismo. Culturas de cazadores-recolectores Dentro de las múltiples respuestas dadas por el hombre al problema fundamental de la subsistencia, la caza, la pesca y la recolección son las más antiguas y las que más han perdurado en el tiempo. Esta duración se debe muy probablemente a un uso equilibrado de los recursos del medio ambiente, gracias a la baja tasa poblacional, los medios para la obtención de los alimentos y la misma organización sociocultural de este tipo de grupos. En esta última parte optamos por tratar en conjunto a los pueblos pigmeos, que viven en pequeñas regiones de las densas selvas de Gabón, Camerún y Rep. Dem del Congo, y los khoisan8, confinados en los territorios más áridos del desierto del Kalahari. Ambas son culturas de caza y recolección, a pesar de que correspondan a medios ambientes opuestos, no pertenezcan al mismo grupo lingüístico y constituyan dos grupos físicos muy particulares. Este resumen esquemático de las clases de edad se basa principalmente en la organización maasai; no pretendemos generalizarla a todos los pueblos de la región, sin embargo la consideramos representativa del sistema social al cual nos estamos refiriendo. 8 El nombre despectivo de "bushmen" -"hombre de los arbustos", de donde deriva bosquimano- está probablemente relacionado con la palabra "orangután" (Pongo pygmaeus) que en malayo significa literalmente "hombre de la selva" (Internet, Consejo Nac. De la Fauna A.C., 2002). MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS 7 MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 11 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi El foco central de la vida económica de estos pueblos consiste en las actividades cinegéticas y recolectoras; generalmente los hombres se dedican a la caza mayor, mientras que las mujeres al trabajo de recolección y a la caza o pesca menor. En este sentido, en cada región se han desarrollado técnicas específicas para cada actividad que reflejan la particularidad de las estrategias de subsistencia dictadas por el medio ambiente. Otra de las características importantes en este aspecto, es la relativa abundancia en la que viven los pigmeos, por supuesto, pero también los khoisan, no tan evidente debido a un hábitat mucho más riguroso. Efectivamente, estos grupos, considerados hasta hace poco como sociedades con una economía de escasez dada la falta de acumulación de bienes y su tecnología vista como rudimentaria, han desarrollado una tecnología y una organización socioeconómica de lo más apropiadas para la necesidad de consumo de su sociedad, puesto que de ninguna manera está basada en la producción de excedente. La organización social de los cazadores-recolectores se funda en una integración de bandas, lo que permite la delimitación del territorio correspondiente a cada una de ellas, así como el intercambio de mujeres, importante no sólo por los matrimonios en sí, sino sobre todo por el tipo de alianzas que proporcionan. Estos lazos de parentesco permiten las alianzas entre las diferentes bandas lo cual es fundamental, en determinados casos, para la sobrevivencia de los mismos grupos. La obtención de los alimentos condiciona el tamaño de estos grupos, a la vez que los obligan a un continuo desplazamiento. En efecto, la banda, al superar un cierto número de individuos (un promedio de 30-40), se divide en dos, puesto que el territorio no proporciona los recursos suficientes para la sobrevivencia de todos. Asimismo, el nomadismo evita el agotamiento de los recursos naturales de las áreas utilizadas e imposibilita a su vez la acumulación de bienes. Otro aspecto muy particular entre los khoisan, pero sobre todo entre los mbuti de la Rep. Dem. del Congo, es la falta casi total de autoridad. Las pautas de comportamiento, como el reparto de la caza entre todos los miembros de la comunidad, son a tal punto interiorizadas que no se necesitan sanciones impuestas para que se respeten. Así, de la misma manera que el sistema de parentesco reglamenta las alianzas entre bandas, el sistema de intercambio de bienes dentro de un mismo grupo impone una reciprocidad tácita pero ineludible, sin la cual el individuo ni el grupo podrían sobrevivir. A través de este pequeño resumen sobre la historia y los rasgos culturales más diferenciados de África nuestro único objetivo es dejar vislumbrar la complejidad y variedad de las culturas africanas, cuya riqueza se extiende y rebasa cualquier frontera, espacial, temporal o cultural. MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected] 12 Investigación y Textos: Raffaela Cedraschi BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA BARNARD, Alan, Bushmen, London, Museum of Mankind-British Museum Publications, 1978 13 BERTAUX, Pierre, África. Desde la prehistoria hasta los Estados actuales, México, Siglo XXI, Col. Historia Universal, 1972 FORDE, Daryll, (comp.), Mundos africanos, México, F.C.E., 1959 Historia general de África, varios vol., Madrid, Tecnos-UNESCO, 1982 KI-ZERBO, Joseph, Historia del África negra, 2 vol., Madrid, Alianza Ed., 1980 LIFSCHITZ, Edward, (dir.), The Art of West African Kingdoms, Washington D.C., Narional Museum of Art-Smithsonian Inst. Press, 1987 MAQUET, Jaques, Les civilizations noires, Bélgica, Marabout Université, 1966 McEVEDY, Colin, The Penguin Atlas of African History, London, Penguin Books, 1980 MURRAY, Jocelyn, (ed.), Cultural Atlas of Africa, New York, Equinox, 1989 SCHMALENBACH, Werner, (ed.), African Art from the Barbier-Mueller Collection, Geneva, Munich, Prestel, 1988 TENAILLE, Frank, Las 56 Africas, México, Siglo XXI, 1981 MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS MONEDA 13, CENTRO HISTÓRICO, C.P. 06060, MÉXICO, D.F. (+52 55) 5542 0422 • 5542 0165 • 5542 0187 [email protected]