Contrato de trabajo. Riesgos del trabajo. Deber de seguridad e higiene. Incumplimiento. Condiciones “estresantes” de trabajo: largas jornadas de trabajo,

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Contrato de trabajo. Riesgos del trabajo. Deber de seguridad e higiene.
Incumplimiento. Condiciones “estresantes” de trabajo: largas jornadas de trabajo,
permanente presión, amenaza de despido. Incapacidad. Fobias. Indemnización.
Báez Elizabeth Etel c/Orígenes A.F.J.P. S.A. s/accidente acción civil, C.N.A.T., Sala
VI, 30/9/04.
El doctor Rodolfo Ernesto Capon Filas dijo:
I. La sentencia de primera instancia viene apelada por la parte demandada.
II. La parte actora interpuso la demanda apoyando su reclamo en la propia Ley
24.557 y reclamando la prestación dineraria prevista por la propia ley. No obstante
ello plantea la inconstitucionalidad de diversos artículos de esta misma. La
sentencia, analiza el conflicto desde el incumplimiento de las normas de higiene y
seguridad en el trabajo y condena a la demandada apoyado sobre la acción de
R.C.T., art. 75. El monto de la indemnización equivale a lo que hubiera
correspondido a la trabajadora de acuerdo con su incapacidad, salario y edad,
conforme el cálculo del art. 14 de la Ley de Riesgos del Trabajo.
III. La demanda deja en claro que las condiciones estresantes de trabajo
provocaron el cuadro de neurosis depresiva, con síndrome persecutorio y fobias
varias. En particular se describe que el horario era desde las 8.30 hasta terminar –
generalmente a las 20hs–, que se trabajaba muchísimas más horas que las
convenidas ejerciendo la empresa demandada una gran presión sobre los
promotores/asesores al fin del cumplimiento de objetivos, que era entre otros para
la empresa “vender a toda costa”. Dice claramente que con ello “se violaban todas
las normativas sobre jornada, descanso y de seguridad e higiene contenidas en la
L.C.T.”.
IV. El presente caso, ha de analizarse desde el principio de indemnidad, que impide
que el trabajador sufra daños a raíz de las labores que realiza. Este principio
captado normativamente en R.C.T., art. 75, y en la Ley 19.587, obliga a la
prevención eficaz de los riesgos del trabajo; cuando ella no (...) es eficaz, o bien
cuando el empleador, como en el caso, no sólo no ha prevenido sino por la manera
de organizar y dirigir el trabajo, ha contribuido a causar el dano, la reparación del
mismo es la respuesta. Cómo si no ha de reaccionar el derecho frente al
incumplimiento del empleador a su deber de adoptar y poner en práctica las
medidas adecuadas de higiene y seguridad para proteger la vida y la integridad de
los trabajadores en lo relativo a –entre otros factores– a las operaciones y procesos
de trabajo (art. 8, Ley 19.587). En especial debe tenerse en cuenta los “datos” que
surgen de las declaraciones testimoniales: largas jornadas de trabajo, escasos
descansos, permanente presión y amenazas de despido. Estos son los factores
reales que junto a una personalidad de base lábil y al agravamiento de los síntomas
por la situación de desempleo han generado la incapacidad de la trabajadora.
V. La apelación ha formulado una serie de consideraciones respecto de la
causalidad entre la incapacidad y las tareas que cabe desechar. En primer término,
dice que a aquellos que trabajan a comisión no debe aplicarse él régimen de
jornada, pero descuida que lo que aquí ha provocado el dano no es en concreto el
incumplimiento del régimen legal, sino la situación de hecho –entre otros las
jornadas prolongadas sin descanso–. Luego afirma que “la presión laboral” no es
producida por la demandada sino por la propia actora que luego de reportarse al
supervisor “quedaban en total libertad” de administrar su tiempo en procura de
obtener el mayor número de afiliaciones posibles lo cual redundaría en directo
beneficio a través del más alto ingreso por comisiones, esta afirmación por demás
falaz desnuda la relación bajos salarios y necesidad de trabajar en demasía para
obtener una remuneración que permita un nivel compatible con la existencia
humana, pero por otro lado, contradice la realidad demostrada en la causa por
medio de las declaraciones testimoniales, de las que surge las continuas presiones
a las que se sometía a los trabajadores para lograr el objetivo de la empresa, aun
bajo frecuentes amenazas de despido.
VI. Sin perjuicio de las discordancias del escrito inicial, que funda su reclamo en la
propia ley de riesgos del trabajo, y plantea la inconstitucionalidad de diversas
disposiciones de la misma, sin relacionar en concreto de que manera en la situación
de hecho que se discute en la causa, se vulneran los derechos constitucionales de
la trabajadora, lo cierto es que coincido con el juez de primera instancia en torno a
que R.C.T., art. 75, ilumina la solución del caso y que la enfermedad, debida en
parte a las tareas, al desempleo y a la predisposición de la trabajadora no
encontraría respuesta en la misma ley –se trataría de una contingencia no
alcanzada por el sistema– y en esa inteligencia el empleador que ha contribuido a
causar el dano, vulnerando primordialmente el deber genérico de no danar (art. 19,
de la Constitución nacional) debe responder por ello.
VII. Como lo sostuviera en mi voto en la causa, “Viñas Amalia c/Alpargatas S.A.
s/acción cont., art. 75, L.C.T.”, sentencia definitiva Ns 52631, del 20 de marzo de
2000 para proteger el mundo del trabajo, directiva constitucional del art. 14 bis y
de varias constituciones provinciales, el ordenamiento jurídico discurre por dos
canales, preventivo el primero, reparador el segundo. En el canal preventivo la
regla estatal 19.587 funciona como norma básica respecto de la higiene y
seguridad laboral y el art. 75, R.C.T., estructura el deber de seguridad, abriéndolo a
los nuevos requerimientos científico/tecnológicos y a la experiencia. En el canal
reparador, entre otros el trabajador dispone de la posibilidad de solicitar la
reparación por incumplimiento del deber de seguridad (R.C.T., art. 75). La acción
buscando reparar un daño por incumplimiento del deber de seguridad
(técnicamente es una obligación contractual) surge del negocio jurídico laboral y
debe discurrir ante los jueces laborales. Su estructura es idéntica a la de un
reclamo por salarios, por indemnizaciones o similares. La conducta transformadora
de los jueces del trabajo consiste no sólo en asumir la competencia cuando se
reclama indemnización por in/cumplimiento contractual de la obligación de
seguridad (R.C.T., art. 75) sino también en explorar los nuevos senderos que los
estudiosos del tema reparador están abriendo en todas las ramas del sistema
jurídico, sin encerrarse en esquemas tradicionales.
Ubicado en el terreno de las obligaciones, el deber de seguridad es contractual. Si
el empleador lo incumple, los trabajadores pueden retener tareas, sin pérdida
salarial, utilizando la “exceptio non adimpleti contractus” (Código Civil, art. 1201).
Si causa daños, pueden, como en este caso, buscar la correspondiente reparación.
VIII. En el caso, la reparación es adecuada porque en el marco del reclamo
formulado modula sobre lo que hubiera correspondido a la trabajadora de acuerdo
con el régimen de la propia Ley de Riesgos del Trabajo.
IX. La imposición de costas es acertada porque la demandada ha sido vencida. La
mayor o menor proporción entre la valuación del dano efectuado en la demanda y
la que surge de la sentencia se explica porque la trabajadora tiene una incapacidad
menor; la propia trabajadora sujetó su reclamo a la prueba de la efectiva
incapacidad.
X. Los honorarios regulados a los letrados de la actora, así como su distribución, en
atención al mérito, la importancia y extensión de los trabajos realizados lucen
razonables por lo que se los confirma.
XI. Por lo expuesto corresponde:
1. Confirmar la sentencia apelada.
2. Imponer las costas de Alzada a la demandada.
3. Regular los honorarios de Alzada sobre los de primera instancia en el treinta y
cinco por ciento (35%) para el letrado de la actora y en el veinticinco por ciento
(25%) para el letrado de la demandada.
El doctor Juan Carlos Fernández Madrid dijo:
Que adhiere al voto que antecede.
En atención al resultado del presente acuerdo;
EL TRIBUNAL RESUELVE:
I. Confirmar la sentencia apelada.
II. Imponer las costas de Alzada a la demandada.
III. Regular los honorarios de segunda instancia en el treinta y cinco por ciento
(35%) para el letrado de la actora y en el veinticinco por ciento (25%) para el
letrado de la demandada respectivamente sobre lo regulado en la anterior etapa.
Regístrese, notifíquese y vuelvan.
Capon Filas y Fernández Madrid
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