1 El joropo como patrimonio lingüístico de los llanos Delfín Rivera

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XXVII Congreso Nacional y I Internacional de Lingüística,
Literatura y Semiótica
Homenaje a
Carlos Patiño Roselli, Rafael Humberto Moreno Durán
y Jairo Aníbal Niño
El joropo como patrimonio lingüístico de los llanos
Delfín Rivera Salcedo
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
Decía un sabio chino que si le fuera dado el poder de Dios, sólo haría el milagro de
devolverle el verdadero sentido a las palabras. Hoy aquí, he venido a mostrar el espíritu
indómito y libertario que encierran las palabras del habla de un pueblo que en las caniculares
sabanas de los llanos de Colombia y Venezuela supo sacudirse el yugo español, y que hoy
lucha por mantenerse como cultura propia como pueblo auto determinado, el pueblo de la
nación llanera colombo-venezolana.
La ganadería colocó su propio sello en los habitantes llaneros y estos se desempeñaron
tricentenariamente en ella, bien atentos al axioma de que la economía es el principal
determinador del uso y la costumbre. Entonces, el llanero ha llevado hasta las presentes datas
un género de vida pastoril, en el que los grandes espacios abiertos, el manejo de manadas de
rumiantes de los que deriva su sustento y el enderezamiento de todas las actividades
vivénciales, hacia dicha actividad, son sus principales características. De tal forma que en
tales condiciones, cobra desmedida devoción a sus expresiones y hacia ellas orienta sus
contenidos vivenciales; es decir todo lo referencia con el llano y su vida pastoril, de tal forma
que si se afectara la producción ganadera y su hábitat, se modificarían sus hábitos culturales,
su lenguaje y hasta su sensibilidad.
Desde la conquista hasta hoy, la ganadería ha sido la mayor fuente de riqueza de los
habitantes de la planicie. Durante este largo periodo se enraizó en el territorio una cultura
propia que tiene expresiones muy particulares en los modos de vida y las relaciones que
engendró valores de alta significación como el respeto a todo trance, la honradez, la valentía,
la solidaridad y el amor por el terruño y sus tradiciones. La expresión artística y cultural más
acabada del hombre llanero y la que lo ha representado con dignidad en los diferentes
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escenarios nacionales e internacionales, es su música, El Joropo, así, con mayúscula. Cuando
hablamos de Joropo hacemos referencia a un aire musical popular que identifica y distingue
al hombre ganadero de los llanos. En la constitución del Joropo se definen los aportes
culturales hechos por las distintas razas que campean en la subraza llanera. Está plenamente
establecido que el arpa entró al llano por el año de 1722 de la mano del jesuita que lo
aclimató, entre otras partes, en la reducción de San Regis, a orillas del río Guanapalo, que
fuera antes de la jurisdicción de La Parroquia de la Santísima Trinidad del Pauto y hoy del
municipio de San Luís de Palenque. El indio, vibráctil por naturaleza ejecutó en tal
instrumento música sacra pero lo abandonó cuando fue expulsado su mentor espiritual. En
Venezuela el arpa se incorporó a la organología y surgieron intérpretes de música llanera de
hondo calado como Joseito Romero y el mítico arpista Calendario Prieto o el cuatrista
Clorindo Lugo, que hacían llorar sus instrumentos. Sólo en 1953 entraron a Arauca el arpa y
el arpista que acompañaban al cantor venezolano Ángel Custodio Loyola y mucho más tarde
el arpa reingresa a Casanare. Desde 1722 hasta nuestros días llano colombiano supo formar
arpistas ya legendarios como David Parales, que se da el lujo de tocar dormido; Abdúl
Farfán, laureado por su musicalidad en la gran universidad que dejaron los jesuitas en
Colombia; Darío Robayo, circunspecto y preciso; Ramón Cedeño y un cuarto de centenar
más de prestigiosos intérpretes que se escuchan con respeto en todo el mundo. Y ni que decir
de compositores como Miguel Ángel Martín, Héctor Paúl Vanegas, Tirso Delgado, Cachi
Ortegón, Cholo Valderrama, Dumar Aljure, Elda Flórez o de Chispeantes copleros como
Lorgio Rodríguez, Joaquín Rico, Aries Vigoth, Jairo Parales, Alberto Curvelo, etc. Con todo,
es notorio que los araucanos se destacan especialmente por la ejecución del arpa, los
metenses por la del cuatro y los casanareños y vichadenses por las de la bandola y el requinto.
Como pueblo llanero sus compositores están atrapados en la mítica y usan literariamente al
mito, no solamente para modificar la insensibilidad social de la época haciendo surgir una
nueva poesía cantada y una nueva literatura, sino que busca la posibilidad de crear un hombre
nuevo. La antropología moderna contra lo que pensaba Frazer considera muy improbable la
existencia de una remota edad mágica, de las que por sucesivas revoluciones se habría
desprendido el pensamiento religioso el filosófico y el científico. En realidad, desde los
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orígenes hasta nuestros días las creencias mágicas se hallan inextricablemente ligadas a todas
las actividades humanas. Secreta o abiertamente, la magia circula por el arte de todas las
épocas, de modo que no es posible señalar los límites históricos del arte mágico ni tampoco
reducirlo a unos cuantos rasgos estilísticos. Lo específico de la magia consiste en concebir al
universo como un todo en el que las partes están unidas por una corriente de secreta simpatía.
De ahí que el objeto mágico sea siempre doble o triple y que alternativamente se cubra o
desnude ante nuestros ojos, ofreciéndose como lo nunca visto y lo ya visto. Todo tiene afán
de salir de sí mismo y transformase en su próximo y su contrario: Los delfines del río
Guanapalo, en Casanare, en noches de luna llena se transforman en hombres que fecundan a
las mujeres en la época menstrual. La mujer pecadora se transforma en la Sayona, la bola de
fuego solo se controla con insultos, el mal se transforma en el Tuy, el Silbón acecha a los
caminantes parranderos del llano, etc. Finalmente, el lenguaje de la comunicación humana en
los llanos a través de los siglos de historia y por mediación de distintos tipos de sociedades,
ha ido desarrollando un sistema de influencias que han afectado al lenguaje de ciertas
estructuras ideológicas. Es decir, el lenguaje no tiene una significación vacía, sino que está
acompañado de una connotación básica, representada en la racionalidad de un mundo que se
representa real y simbólicamente. La palabra medio español, medio Achagua vertida en
comunicación, permite las relaciones entre los llaneros, entre su propia realidad y el mundo
circundante humanizado.
Por ello, el mito en los llanos es una forma de comunicación y como tal cuenta, cómo gracias
a las hazañas de los seres naturales, una realidad ha venido a la existencia, sea esta la realidad
total, el cosmos, o solamente un fragmento. Es pues siempre el relato de una creación. Se
narra cómo algo ha sido producido. Pero el mismo hecho de relatar el mito las gestas de los
seres sobrenaturales y la manifestación de sus poderes sagrados se convierte en el modelo
ejemplar de todas las actividades humanas significativas. Es así como al hablar en los llanos,
no hablamos únicamente con lo que tenemos cerca: hablamos también con los muertos y con
los que aún no nacen, con los árboles y las ciudades, los ríos y las ruinas, los animales y las
cosas, hablamos con el mundo animado y con el inanimado, con lo visible y con lo invisible.
Hablamos con nosotros mismos. Hablar en la Orinoquía Colombo-venezolana es convivir,
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vivir en un mundo que es éste y sus trasmundos, este tiempo y los otros: una civilización
medio español-medio Achagua.
En cuanto al Habla, diremos que arcaísmos de bella
construcción, indigenismos, y expresiones negroides son las tres influencias que condensaron
el lenguaje llanero puro (Rivera, D, 1991). Que la adopción de neologismos y aireamientos
dialectales no fue posible por la incomunicación producto del aislamiento llanero durante
centurias. Los nombres de ríos y accidentes naturales, fueron tomados de la lengua indígena
por el español adaptándolos a su pronunciación. Las lenguas Sáliva, Guahiba, Tuneba, Betoy,
y Achagua, por su estructura morfológica resultaron más asequibles al europeo invasor.
Dentro de nuestra riqueza cultural más ancestral está el hidroléxico terminado en are y mena,
que siendo de origen Achagua, como Casanare, Carare, Sarare, Purare, Siare o Surimena,
Iximena, Patimena, Tauramena, Chitamena o las de lengua Tuneba, Tocaría, Nunchía,
Guachiría, Upía, Calabalía, con implicación de agua, se encuentran diseminadas por toda la
geografía llanera. Frente a la Leyenda, somos un emporio cultural, y son particularmente
famosas la de “Florentino y el Diablo”, “El Tesoro Jesuita”, “La Bola de Fuego”, “El
Silbón”, “El Duende”, “Coco Pelao”, etc.. El fabulario se encuentra sincretizado en los
“cuentos de Tío Conejo”, “El Corrío de la Ardita”, “El Contrapunteo de las mentiras”, “Los
Animales en Fiesta”, “Las Artimañas de Pedro Rimalas” y los “Cuentos de Camino”. Pero la
Reina del alma del llanero es la copla que sin las ataduras del hilo argumental o el
encadenamiento de la rima y la medida se hizo dueña de los golpes y los pasajes. Es así,
como por la copla, hicimos del contrapunteo un remedo de las faenas juglaresca de los
tiempos medievales en el que se derrocha la copla y campea el individualismo, la inventiva
repentista, la autosuficiencia y la mordacidad; en esta modalidad el contrapunteo insignia es
“Florentino y el Diablo” del maestro Alberto Arvelo Torrealba:
“Catire quitapesares,
Contéstame esta pregunta
¿Cuál es el gallo que siempre
Lleva ventaja en la lucha
Y aunque le tumben el pico
Tiene picada segura?
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Tiene picada segura
El gallo que se rebate
Y no se atraviese nunca
Bueno si tira de pie
Mejor si agarra en la pluma
Si indagamos en el campo de la demosofía, es grande y prolijo el saber que está implícito en
el pueblo llanero y qué forma parte de su idiosincrasia. El llanero emplea el poder de su
palabra en ensalmos de origen chamánico para conjurar males a distancia, y sortilegios y
hechizos para doblegar la voluntad de las personas, utilizamos el rezo de los gusanos y el de
los toros bravos, el de la culebras y el rezo para conjurar a los espantos o sino, pregúntenle a
Héctor Paúl sobre el poema de “El Caporal y el Espanto”. La riqueza demosófica del llano
está implícita en los nombres de sus pueblos, en las sustancias alucinógenas que desde
tiempos inmemoriales emplearon sus indios Guahibos y Sálivas para entablar relación con los
dioses, en los medicamentos naturistas acompañados de ritualidades mágicas.
Y para
protección del hechizo utilizamos aún en pleno siglo XXI, la fruta conocida como el ojo de
buey y el colmillo del caimán (Rivera, Salcedo, 1991). En Casanare al compositor triniteño
Juan Ely Pérez se le dio por embarazar al espanto de La Bola de Fuego y hacerle parir la bola
de fuego pichona.
Un corrido cantado por los llaneros que iban de pueblo en pueblo y de festival en festival por
los años cuarenta del pasado siglo, revela tentadoramente la cultura del festejo en el pueblo
casanareño:
“Ocho de diciembre en Támara
y nochebuena en Nunchía;
el seis de enero en Manare
y el veinte en la cofradía;
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candelaria en Orocué
o en Santa Helena de Upía;
luego a Pore, a San José,
patrón de la pobrería.
Veinte de julio a Moreno
con buenos gallos de cría,
y en agosto a Trinidad
a calmar tanta sequía.
Doce de octubre a la Chapa,
a colear con valentía,
y luego a la soledad,
a Chire o a la Vigía.
Después pa´ los angelitos,
con baile hasta el otro día,
a Maní o a Veladero,
Maporal o a la porfía. (Díaz, G, año1980, p 34.)
Hoy en día los festejos populares se han multiplicado, ya que en cada región se celebran
festejos patronales separadamente de los festivales folclóricos de música llanera, y en cada
corregimiento o vereda se replican estas festividades, que pueden ser religiosas o profanas.
Entre las fiestas más nombradas está la de la virgen de manare patrona de los casanareños y
que se celebra el seis de enero en paz de Ariporo, siendo éste el de más larga y venerada
tradición en el llano. Hasta allí llegaban caravanas de llaneros salidos de todos los puntos de
Colombia y Venezuela a pagar sus promesas a la madona. Este episodio de religiosidad
podría equipararse con el cristo de mármol que trajo de Italia y empotró el poeta y ganadero
José Natalio Estrada en un camino sabanero del Apure para que el fervor de los caminantes
repitiera siempre al pasar los hermosos versos de Julio César Sánchez Olivo, el poeta de
Guachara:
“Sólo el poeta realiza
lo que no hace el hombre práctico,
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porque sabe poner toda
el alma en la acción del brazo.
Milagros hace el poeta
y se los hace a los santos,
como este que al buen Jesús
le hace de llevarlo al llano”.
Igualmente, se celebran festejos de la virgen de la candelaria, el dos de febrero en Orocué, el
festival de la bandola Pedro Flórez del cuatro al seis de enero en Maní, el festival de la soga
en Hatocorozal, el del topocho en Trinidad, el festival internacional del contrapunteo
“Cimarrón de Oro” en Yopal, el festival de la canción llanera en Villavicencio, el Florentino
de Oro y del silbón en Venezuela, El Festival del Corrío en Puerto Carreño y por su
originalidad no podemos dejar de mencionar Las Cuadrillas de san Martín erigidas hace
siglos en San Martín, Meta, la más antigua y noble ciudad del llano; en todas ellas, se
derrocha llaneridad y autenticidad cultural.
Por haber oficiado durante mucho tiempo en las planicies de Venezuela los Capuchinos
Andaluces y los Observantes de Granada, depositarios de la más rica y chispeante tradición
española, y por haber evangelizado en los llanos colombianos los jesuitas que tenían
procedencias bien distintas a España, considero que el joropo se formó primeramente y con
mayor fuerza en las planicies Venezolanas.
Pero lo indisputable es que el joropo es el más depurado símbolo de unos mestizos hechos del
barro del pastoreo; mestizos que edifican la casa en el punto más alto del médano para ver
salir el sol; que hablan fuerte para vencer la distancias y la soledad; que tocan y bailan para
concitar el espíritu de la raza, para defender los principios, para trazar rumbos ciertos hacia la
autosuficiencia; el joropo, por ser el alma de la tierra, es el alma del llanero, su identidad
manifiesta.
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Pero nos preguntamos entonces, ¿que será la identidad?
La identidad según el diccionario de la Real Academia de la Lengua española, es la cualidad
de lo idéntico, la relación entre cosas distintas y la circunstancia de ser efectivamente la
persona que se dice ser. En esta definición se observan por un lado lo idéntico, lo que parece
ser y, por el otro, implícitamente, lo diferente, pues lo idéntico existe por su opuesto, la
diferencia; un individuo se identifica con una cultura determinada por que es consciente de
sus diferencias con otras culturas. El problema de la identidad cultural está cruzada por el
imaginario de un pueblo, de allí la dificultad de disociar los diversos procesos de identidad,
pues todos se encuentran interrelacionados como en una red. Al reclamar su condición de
llanero, el poeta venezolano nos dice en la canción “Llanero Soy”:
“Llanero soy con orgullo
Hombre de soga y caballo
Hijo de llano y rodeo,
Y hermano del toro bravo”.
Cuando se lee algunos de los procesos, necesariamente se referencian otros aspectos del
proceso, es por ello que se habla de identidad cultural, social, religiosa, sicológica, política.
Este complejo concepto tiene realizaciones comparables con la diferenciación que la
lingüística hace de la lengua, el habla y el idioléctico. Si recurriéramos a SAUSSURE (1960),
en su Curso De Lingüística General, se definiría La Lengua, como un principio de
clasificación o un evento social que existe naturalmente; el Habla como un evento individual
en el que interviene la voluntad del individuo para realizar las combinaciones que considere
pertinentes y a la realización del habla en el entorno más íntimo, el hogar, como el Idiolecto1.
La identidad sólo puede realizarse social y culturalmente, y se pudiera clasificar así: la
identidad dada por la nacionalidad, como Identidad Nacional; la identidad regional y la
Identidad individual, como la dada por los nexos de familia y en la que incluimos la
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identidad sexual. Se hace necesario igualmente tener en cuenta los aspectos culturales,
geográficos e históricos en el estudio de la identidad de un pueblo.
En el joropo como identidad de los llaneros se encuentran implícitas: La Lengua, la
concepción del tiempo y el espacio, las relaciones simbólicas del individuo y las relaciones del
ser humano con el medio ambiente, Así: Malek Chebel, Afirma, que, “La lengua es un
vehículo. Ella tiene sus lógicas de transmisión, sus propias estructuras y sus impregnaciones
afectivas y emocionales. Comprender la lengua de un pueblo es poseer el hilo de Ariana que
conduce a su alma. Desconocerla, es el mejor medio de efectuar, de él, un conocimiento sólo
superficial” (Chebel, M, 1970, p 14.), por lo que la Lengua es uno de los primordiales tópicos
en la construcción de la identidad. Las diferencias sean nacionales o regionales son vistas a
través de la lengua.
En los llanos se habla el castellano y un sinnúmero lenguas indígenas, lo que hace que
nuestro español sea producto del mestizaje lingüístico. Pero por medio de este se comunican y
se transmiten las diferencias y a través de él se tejen leyendas, creencias y mitos que nos
identifican y nos hacen diferentes incluso con los llaneros del Arauca, del Meta, del Apure, del
Vichada, de Barinas, etc., y es así, como en los poblados llaneros, el habla y la interacción
individual y cotidiana, como los variados idiolectos, son diferentes a las expresiones
lingüísticas, a la interrelación personal y a la comunicación hogareña de los llaneros de la
sabana. Así como la praxis de la lengua es lo que la llena de contenido semántico, la identidad
cultural toma su sentido a partir de la práctica y de la internalización de los valores que la
constituye. Sin el conocimiento de las diferentes realizaciones de la lengua en una cultura no
podremos profundizar en los dispositivos más importantes que dan origen a la expresión de
una identidad cultural.
Los orígenes del canto criollo al igual que las canciones populares de España y Alemania se
remontan a la construcción de cantos populares y más específicamente a los cantos de ordeño y
vaquería cuando el llanero con el objeto de arrear y/o tranquilizar el ganado en el ordeño le
cantaba así:
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“la vaquita mensajera,
Que es una vaca lechera,
Que da la camaza llena
Y le queda p´a su ternera”
Y en los cantos de vaquería:
“mañanita, mañanita
Que viene junto a la aurora
Con tu brisa pura y fresca
Con tu brisa pura y fresca
meciendo a palma y mapora”.
La concepción del tiempo y el espacio, es otro componente que fortalece la creación en el
joropo y así, podríamos decir que, los límites de la identidad de un pueblo comienzan con el
conocimiento de las medidas que le permiten asimilar su entorno inmediato, puesto que estas
llevan al individuo a centrase en un determinado universo. Exigiendo la pertenencia de la
tierra y el arraigo a ésta, Cahi, escribe en “Yo no le vendo mi fundo”, canción dedicada por
Cholo al presidente Chávez para que se la cantara a los gringos
“Ofrezca lo que me ofrezca,
Porque la pena me mata,
Yo no le vendo mi fundo;
Aunque tenga mucha plata
Y por más que haya juntado
Todos los reales del mundo”
Y nostálgico el llanero, añora su trabajo de llano, en la composición “Volveré a trabajar
llano” de Carlos Ortegón, cuando dice:
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“Volveré a trabajar llano
Pues no trabajo hace rato
Y ahorita es que tengo ganas
De jinetear un potranco,
Antojo e´jalar un rabo
Deseos de quebrar un cacho
Ilusión de saca´ un lance
Nostalgia ´e zumbar un lazo”.
La relación individuo- espacio es también un gran diferenciador cultural. El espacio personal
varía de cultura a cultura –no es lo mismo el espacio personal necesario para un
cundinamarqués que el de un llanero sabanero. El primero necesita un espacio mínimo. El
segundo toda una inmensidad. La distribución del hábitat obedece a procesos simbólicos
conscientes o inconscientes que ha interiorizado una cultura a través del tiempo, sufriendo
alteraciones de acuerdo a las prioridades de la época, del clima y de los materiales con que se
cuente. Cada cultura se relaciona particularmente con las medidas del tiempo y estas
obedecen a patrones dados por ella misma, como sucede con la puntualidad de los alemanes y
la impuntualidad de los colombianos.
También en el joropo las
Relaciones Simbólicas del individuo, juegan un papel
preponderante puesto que la cultura llanera tiene una forma particular que las diferencia de
las demás, para organizar el entorno. Los espacios privados y públicos, los políticos, los
sagrados, los internos y los externos, tiene formas de realización muy diferentes a las de
otras culturas. Es decir que las relaciones simbólicas que el individuo mantiene en su entorno
inmediato marcan definitivamente la identidad de un pueblo. En los llanos la relación
simbólica del espacio y el tiempo con las creencias, leyendas y mitos, está básicamente
marcada por los periodos de lluvias y de sequía o verano. Porque estos son los meses y
especialmente el mes de mayo cuando surgen los espantos y aparecidos. En el poema de
Héctor Paúl titulado “El Caporal y el espanto se dice:
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“Y fue una noche sin luna
inviernos del mes de mayo
corría una brisa de espanto
de esas que hielan al llano”.
En cuanto a la variable, las relaciones del llanero con el medio ambiente, en el joropo, ésta
determina varios aspectos del imaginario como el espacio y su distribución, los símbolos
alrededor de los cuales se crean los mitos, las creencias y las leyendas. El llanero creativo por
naturaleza incursiona a través de su cantar en la construcción de fabulas de las cuales se
destaca el contrapunteo de las mentiras:
“Ahora que estamos aquí
vamos a cantar mentiras
yo mire volar un buey
con cien carretas encima”
“Y si ust´e vio volar un buey
yo también mire un conejo
maniando trescientos toros
con una cuarta de rejo”
“Y si ust´e miro un gavilán
yo también mire una araña
que en las costillas llevaba
cuarenta cargas de caña”
“Esa araña poco hizo
lo que si hizo un zancudo
que montó en un perro flaco
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y le dio la vuelta al mundo”
Al hablar de la identidad cultural llanera tenemos que hablar de los grupos de poblaciones
asentados en los llanos que son los indígenas, los llaneros y los colonos. Sin embargo existen
otros grupos que han influenciado los cambios culturales y de valores de las poblaciones con
quienes han tenido contacto como son los narcos, los paramilitares y los guerrilleros.
Podemos catalogar a los cuatro últimos y a los colonos como grupos móviles que aparecen y
desaparecen en la región, según los vaivenes del negocio, pero que van dejando detrás su
idiolecto, sus costumbres, sus creencias. Los Llaneros y los indígenas son grupos fijos,
aunque dentro de ellos exista alguna movilidad. Los indígenas y los llaneros, algunos de ellos
semisedentarios, tienen terrenos establecidos de movilidad, con un espacio definido, que
forma parte importante de la identidad de estos grupos. Dentro del grupo de los llaneros y de
los cuatro que llamamos móviles existe una diferenciación interna dada por la contradicción
campo-ciudad, contradicción que señala la frontera entre lo tradicional y lo conservador
frente a lo moderno y evolucionado. Frente a éste aspecto, las contiendas bélicas también han
sido objeto de las miradas del joropo. En Casanare la tradición popular hace de la canción “El
negro José María”, el himno de la guerra de los mil días y aunque aparece como de autoría de
Gil Arialdo Rey, seguimos creyendo que es del haber popular. En ella se dice:
“Ay caramba,
por esta sabana abajo
donde llaman la vigía
me encontré con un negrito
llamado José María.
Ay caramba,
me invito a jugar espadas,
le dije que no sabía,
me dijo que me enseñaba
le dije que aprendería”.
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La confrontación del cuarenta y ocho ocasionada por la muerte de Gaitán igualmente tuvo en
el joropo el acompañante leal de sus batallas, veamos en ritmo de Zumba que Zumba, “La
muerte de Gaitán” de la versión de Ramón Gualdrón y la recopilación del Cholo Valderrama:
“Fue el día nueve de abril
que el mundo estalló en violencia
porque una gente asesina
pagada con la indulgencia
mato al poder de mi pueblo
que iba pa´ la presidencia
don Jorge Eliécer Gaitán
un hombre de gran potencia”
“Ojalá que desde el cielo
veas en la llanura inmensa
a un jinete acompañado
por fusil y bayoneta
es Guadalupe Salcedo
que desde la costa ´el Meta
viene matando chulavos
vengando tu sangre fresca”
Y se preguntaran ustedes ¿por qué he dado en llamar esta conferencia cabalgando joropos
libertarios?
Pues bien. Porque en el joropo se encuentran implicititos el patrimonio lingüístico de los
llanos que encierra sentimientos de identidad, de patria y libertad, de autodeterminación y
pervivencia, de amor y lealtad, de lucha por el terruño. Es el joropo la expresión lingüística
de una raza libertaria que por centurias ha librado las más grandes batallas de la historia.
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Muchas gracias.
BIBLIOGRAFIA
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Rivera, D. (1991). La Literatura Llanera después de José Eustasio Rivera. Yopal.
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Saussure, de F. (1960). Curso de Lingüística General. Madrid. Editorial Barcelona.
-
Chebel, M. (1970). Conferencia.
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