PRONTA Y CUMPLIDA JUSTICIA Palabras del Presidente Betancur para responder el saludo que le presentaron la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de Estado y el Tribunal Disciplinario: agosto 23 de 1982. A lo largo de los últimos 50 años la función pública de la Administración de Justicia, ha sido permanentemente cuestionada. Hemos hecho numerosos ensayos para purificarla, mejorarla y modernizarla, en la medida que han Ido apareciendo mayores requerimientos al Poder Judicial; pero cada esfuerzo ha sido rápidamente desbordado porque las modificaciones en la estructura social, en las relaciones económicas, en la vida rural y urbana, generan mayores demandas a la Rama Jurisdiccional y acumulación de procesos de toda índole que deben ventilarse cumpliendo siempre los trámites señalados por la Constitución, y que se condenan en la observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio. Ahora mismo en esta época estamos en crisis, porque a los tradicionales defectos de las leyes procesales, no obstante los esfuerzos periódicos por su modernización, se han ido acumulando fenómenos de hecho que generan más requerimiento al Poder Jurisdiccional, sin que el Estado haya sido bastante a modernizar, los medios y arbitrar los recursos indispensables para que haya, como dice la Constitución, pronta y cumplida justicia. Todo lo cual significa Honorables Magistrados y Consejeros, que estamos ante un formidable reto, frente al cual debemos obrar con decisión y espíritu abierto, hacia el encuentro de soluciones que doten al Estado de la capacidad necesaria para que en lo Civil, en lo Penal, en lo Laboral, en lo Administrativo, las gentes encuentren solución a sus conflictos; y la seguridad ciudadana se vea protegida por una pronta y eficaz investigación y represión del delito. Dije en mi campaña presidencial que “una de las crisis que nos duele y conturba es la de la Rama Jurisdiccional y del Ministerio Público porque la seguridad ciudadana reposa en la capacidad del Estado para prevenir, investigar y sancionar las actividades delictivas”. A pesar de que el Ministerio de Justicia fue, por mucho tiempo, una especie de cenicienta del poder ejecutivo, ha recibido en los últimos años Inyección de fondos que han permitido a los excelentes ministros intensificar sus programas de inversión y agilizar la operación de la rama jurisdiccional. A esta situación presupuestal se suman factores legales, como la Ley 22 de 1980, de emergencia judicial, que han hecho posible una mayor eficacia en la administración de la justicia. El país ve, sin embargo, con suma preocupación la ineficiencia global del sistema judicial, lo cual repercute directamente en la moral de la colectividad. La impunidad es, sin duda, uno de los factores primarios de la inseguridad ciudadana, convertida en la mayor preocupación de la opinión tanto urbana como rural. Lamentablemente no existe un sistema de vigilancia judicial, ni los jueces poseen los medios físicos para un ejercicio dinámico de gestión; algunos códigos están resueltos como es el caso del de Procedimiento Penal; y como norma general los juzgados y tribunales están atiborrados de negocios cuya resolución toma largo tiempo por simple sobrecarga de trabajo en los jueces; al tiempo que el Fondo Rotatorio es claramente ineficaz y apenas atiende un porcentaje mínimo de los requerimientos. Para solucionar estas situaciones el gobierno se propone: a) Estudiar y apoyar las propuestas de reforma constitucional de la justicia presentadas al congreso; b) Mejorar la vigilancia judicial y sancionar implacablemente todo caso de inmoralidad; c) Estudiar la conveniencia de una emergencia judicial que dé tranquilidad al país en cuanto al mantenimiento del orden, sin que sea necesario acudir al estado de sitio; d) Sistematizar la justicia y emplear medios de Información computarizados que permitan mayor agilidad y faciliten la supervisión y control de trabajo de los jueces; e) Revisar la Institución de la “detención preventiva” a fin de que a los detenidos preventivamente se les resuelva en oportunidad. Espero que en estos cuatro años logremos recuperar para la justicia la confianza ciudadana, base del funcionamiento de la sociedad. Estoy seguro de que en ese propósito, los principales aliados del gobierno son los propios jueces, cuya inmensa mayoría siguen siendo hombres de bien y servidores desinteresados del interés común. En ello está comprometida, además, la pulcritud de todos los funcionarlos y de los abogados. La función jurisdiccional para que sea pura, como debe ser requiere el concurso de la actividad honesta de quienes litigan; por eso sin vacilaciones, también hay que ejercer a plenitud el control ético de la abogacía. Tenemos que poner a tono con el tiempo las leyes procesales, para que facilite en todos los campos el trámite judicial; y como es obvio darle al Poder Jurisdiccional los medios para que disponga, dentro de la austeridad indispensable, de capacidad de acción y de la dignidad objetiva que demanda su altísima misión. El Poder, Ejecutivo respeta y afirma la independencia plena del órgano jurisdiccional del poder público; obedecerá y cumplirá fielmente sus determinaciones; apoyará su gestión en cuanto a sus obligaciones administrativas. Como supremo rector del Ministerio Público realizará tarea de control, para que la moralidad de la justicia no sea empañada. Felizmente los máximos Tribunales del Poder Jurisdiccional representados aquí por tan ilustres colombianos, a muchos de los cuales tuve el honor de ver sentados ante mis cátedras jurídicas y con no pocos de los cuales alterné en las arduas calistenias del derecho, garantizan que la filosofía de este Gobierno que es hacer de Colombia una Patria grande, justa y honesta, será una bella, una hermosa realidad.