EL SER HUMANO Y LA MORAL PROVISIONAL CARTESIANA En el hombre se da un dualismo antropológico porque se dan cita dos sustancias: la mente o alma y el cuerpo. Descartes, nos presenta el argumento para mostrar la radical diferencia entre ambos en la sexta meditación: → Aquello que podemos concebir con claridad correspondiendo a una cosa, le pertenece realmente. y distinción como → Tengo claridad y distinción de que nada pertenece a mi esencia excepto que soy una cosa pensante e inextensa. → Tengo una idea clara y distinta del cuerpo como una cosa extensa y nopensante. → Así, mi alma es distinta de mi cuerpo y puede existir sin él. Sin embargo, existe una relación muy estrecha entre nuestra alma y cuerpo, ya que permanecen unidos e interaccionan entre sí: el cuerpo obedece las órdenes que la mente le da, pero todo lo que afecta a nuestro cuerpo repercute también sobre el alma. Nos dice que el alma se extiende a lo largo de todo el cuerpo, aunque exista también un lugar privilegiado en donde parece concentrarse y en donde propiamente conecta el alma y el cuerpo: el cerebro, a través de la glándula pineal. En cuanto a su moral provisional (ya que no pudo desarrollar un sistema ético completo) Descartes distingue en el alma «acciones» y «pasiones»: las acciones dependen de la voluntad; las pasiones son involuntarias y están causadas por las fuerzas mecánicas que actúan en el cuerpo. El hombre debe dejarse guiar no por las pasiones, sino por la experiencia y por la razón, y sólo así podrá distinguir en su justo valor el bien y el mal y evitar los excesos. En este progresivo dominio de la razón, que hace al hombre dueño de su voluntad y libre, está la característica de la moral cartesiana. Además, mientras en el análisis teórico sólo se aceptará como verdadero lo evidente, porque mientras se llega a esa verdad se puede vivir en la duda, en el terreno de la moral eso no es posible, pues se ha de vivir cada día, tomar decisiones y actuar, y esto no admite dilaciones. De ahí que la moral de Descartes sea una moral provisional basada en estas reglas: 1) La primera regla era obedecer a las leyes y a las costumbres del país, conservando la religión tradicional y ateniéndose en todo a las opiniones más moderadas y más alejadas de los excesos. Así expresa su respeto hacia la tradición religiosa y política. Distinguía dos dominios diferentes: el uso de la vida y la contemplación de la verdad. En el plano teórico no es aceptable lo verosímil ni lo probable, pero en el plano moral sí, pues no existen opiniones evidentes, y de ahí que como primera máxima recomendara moderación. 2) La segunda máxima era la de ser lo más firme y resuelto posible en mis acciones y seguir con constancia la opinión u opción adoptada, imitando en esto a los caminantes que, extraviados en algún bosque, no deben andar errantes dando vueltas por una y otra parte, ni menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más derechos que puedan hacia un sitio fijo, sin cambiar de dirección por leves razones, pues de ese modo, si no llegan donde quieren ir, por lo menos acabarán por llegar a alguna parte, en donde estarán mejor que en medio del bosque. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y vacilantes que, sin constancia, se dejan arrastrar a practicar como buenas las cosas que luego juzgan malas. En suma, hemos hecho lo mejor que podíamos en las circunstancias en que nos encontrábamos, los arrepentimientos y remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo. La paz de conciencia consiste en la certeza sobre la bondad de las propias acciones, y se consigue considerando que nuestras decisiones han sido tomadas basándonos en las mejores razones que teníamos en el momento, debiéndose perseverar en ese obrar dictado por la razón. 3) La tercera regla era procurar vencerse más bien a sí mismo que a la fortuna y esforzarse en cambiar los pensamientos propios más que el orden del mundo. Nada está enteramente en nuestro poder, excepto nuestros pensamientos, y el mérito y la dignidad del hombre está en el uso que sabe hacer de sus facultades. Esta regla expresa el espíritu del cartesianismo, el cual exige que el hombre se deje conducir únicamente por la propia razón. La felicidad puede conseguirse amoldándonos a las circunstancias y procurando cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos y pensamientos, antes que intentar cambiar el mundo, lo cual resulta mucho más difícil o imposible. Por último, como conclusión de esta moral, se le ocurrió intentar elegir la mejor ocupación en la vida, que en su caso no era otra que aplicarse por entero al cultivo de la razón y adelantar cuanto pudiera en el conocimiento de la verdad según su método.