Descartes_antropología

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antropología
Descartes
La antropología de Descartes es dualista. En efecto, acepta que el ser humano es el compuesto de dos
sustancias, el alma y el cuerpo. De esas dos sustancias, la más importante es el alma, libre, espontánea y eterna,
cuyo atributo esencial es el pensamiento. El alma es una res cogitans, es decir, una sustancia que siente, imagina,
razona, quiere, etc.; es una, pudiendo existir sin el cuerpo. El cuerpo, por el contrario, es extenso y no es libre,
sino que está sujeto a las leyes necesarias de la mecánica, es un puro mecanismo. Así lo mantiene en la sexta de
las Meditaciones Metafísicas.
Este dualismo entraña un problema: explicar cuál es la relación entre el cuerpo y el alma, el problema
psicofísico. Descartes no piensa, como Platón, que el alma es como el piloto de una nave (que sería el cuerpo), sino
que la unión alma-cuerpo es más íntima, como lo revela que no podemos sentir o experimental placer (fenómenos
anímicos) sin el cuerpo (sin los órganos de los sentidos). Esa íntima unión tiene lugar en la glándula pineal, en el
interior del cerebro. Ésa es la sede en la que el alma controla los humores, nervios y sangre de la máquina
corporal. No es que el alma mueva, por contacto, el cuerpo, cosa imposible, porque el alma es inextensa. Pero
reconoce que, de alguna manera, el alma, a través de la glándula pineal, controla el paso de los humores por los
distintos conductos corporales y la intensidad de ese paso.
Estudio del alma: El alma racional en el hombre establece la diferencia radical entre éste y las bestias, que
son puro cuerpo, pura máquina. Por eso, la antropología de Descartes describe el alma humana. En efecto, en el
tratado Las Pasiones del Alma, Descartes distingue en el alma acciones y pasiones: las acciones dependen de la
voluntad, pero las pasiones son involuntarias y están constituidas por percepciones, sentimientos o emociones
causadas en el alma por los espíritus vitales, esto es, las fuerzas mecánicas que actúan en el cuerpo.
Evidentemente, la fuerza del alma consiste en vencer las pasiones y detener los movimientos del cuerpo; mientras
que su debilidad consiste en dejarse dominar por las pasiones presentes. Esto no quiere decir que la pasiones sean
dañosas; todas se relacionan con el cuerpo, pero se dan en el alma; de modo que tienen la función natural de
incitar al alma a consentir y contribuir a las acciones que sirven para conservar al cuerpo y hacerlo más perfecto.
En este sentido, la tristeza y la alegría son las dos pasiones fundamentales. Por la primera, el alma se da cuenta
de las cosas que dañan al cuerpo y por eso siente odio hacia lo que le causa tristeza y el deseo de librarse de ello.
En cambio la alegría, advierte al alma sobre las cosas útiles al cuerpo, y de esta manera siente amor por ellas y el
deseo de adquirirlas o conservarlas. El hombre debe dejarse guiar, no por las pasiones, sino por la experiencia y
por la razón, y sólo así podrá distinguir en su justo valor el bien y el mal y evitar los excesos. En este dominio
sobre las pasiones consiste la prudencia, extendiendo, así, el dominio del pensamiento claro y distinto,
separándolo, en cuanto es posible, de los movimientos de la sangre y de los espíritus vitales de los que dependen
las pasiones y con los cuales habitualmente está unido.
Por otro lado, y también referido al alma humana, Descartes distingue en ella dos operaciones: El
entendimiento y la voluntad. El entendimiento tiene como función la de representarme ideas, comprender juicios.
La voluntad, además de esto, lleva a cabo una acción suplementaria, que consiste en afirmar o negar el juicio
pensado, o en querer o rechazar el objeto del deseo. Evidentemente, cuando el entendimiento comprende con
evidencia, es decir, con claridad y distinción algo, la voluntad, necesariamente, lo afirma o lo niega, lo quiere o lo
rechaza.
Descartes, además, distingue entre dos tipos de conductas o acciones. Las
acciones reflejas o involuntarias en las que el cerebro responde mecánicamente
ante los estímulos externos, sin que en ningún momento intervenga la mente o el
alma humana. En estos casos el ser humano se comporta como el resto de los
animales, como una máquina. Por otro lado, están las acciones voluntarias. En éstas
es la mente o el alma la que manda la orden al cerebro para que ponga en marcha
alguna otra parte del cuerpo. Ésto es lo específico del ser humano y lo que le
otorga libertad frente al determinismo de las leyes mécanicas.
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