Inclusión y equidad La escuela debe ser un espacio incluyente donde se valore la diversidad en el marco de una sociedad más justa y democrática. Asimismo, la escuela debe proveer una educación de calidad con equidad, independientemente de la región del país en que se encuentre. En materia de inclusión, es necesario crear las condiciones para garantizar un acceso efectivo a una educación de calidad y reconocer las distintas capacidades, ritmos y estilos de aprendizaje de los alumnos. En materia de equidad, es preciso redoblar esfuerzos para destinar mayores recursos educativos a la población en condiciones de vulnerabilidad o desventaja. La inclusión va más allá del ámbito de la educación especial o la inscripción de niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad en las escuelas. La educación inclusiva exige transformar el sistema educativo para eliminar las barreras que puedan enfrentar los alumnos, y promover una educación en y para los derechos humanos que propicie el desarrollo pleno e integral de todos los estudiantes. En cuanto a la formación docente, un elemento fundamental para la educación inclusiva es el maestro especialmente capacitado para orientar y acompañar el proceso de transformación hacia la conformación de escuelas inclusivas. En cuanto a la creación de una comunidad escolar más inclusiva e integrada, es fundamental lograr que los maestros conozcan mucho mejor a sus alumnos. En secundaria, las autoridades educativas estatales, con el apoyo de la Federación, deben reducir al máximo la fragmentación de horas para que los maestros tengan más tiempo asignado en la misma escuela, y así formen parte integral de una comunidad escolar. Asimismo, la coordinación entre niveles educativos debe ser parte de las prácticas cotidianas para favorecer el aumento de las tasas de transición de la secundaria a la Educación Media Superior, y de ésta a la Educación Superior. Es indispensable reforzar las estrategias para combatir el abandono escolar mediante la oferta de experiencias educativas más satisfactorias para los jóvenes. Esto puede lograrse por medio de tutorías y apoyos académicos, la orientación educativa y vocacional, así como la atención a sus necesidades socioemocionales y el otorgamiento de becas para quienes provienen de hogares y regiones en pobreza, que experimentan alguna discapacidad, o que se encuentran en riesgo de abandonar la escuela. Al mismo tiempo, el sistema educativo debe detectar oportunamente a los estudiantes que requieren apoyos para su permanencia en la escuela. Del mismo modo es importante revisar, ajustar y flexibilizar los manuales y reglamentos administrativos, de control escolar, de organización y técnico–pedagógicos para que la normatividad escolar responda a la diversidad de nuestro país. Ello evitará que estos instrumentos se constituyan en barreras o formas de discriminación para el acceso, la permanencia y el aprendizaje significativo de los alumnos en las escuelas. En materia de cobertura y escolarización es necesario seguir avanzando para ampliar el acceso a la Educación Media Superior, obligatoria desde 2012, hasta lograr la cobertura total en sus diversas modalidades, a más tardar en el ciclo escolar 2021-2022, según lo mandata la Constitución. Por último, es necesario acompañar todos estos esfuerzos con un combate frontal al rezago educativo, a través de su Modelo de Educación para la Vida y el Trabajo (MEVyT), sus programas regulares de alfabetización y de Educación Básica, así como proyectos innovadores como el Programa Especial de Certificación que reconoce los saberes adquiridos a lo largo de la vida, el INEA debe seguir avanzando de manera importante en esa dirección.