SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (CICLO C) COMENTARIO BÍBLICO DE LA LITURGIA DE LA PALABRA El año litúrgico termina resumiendo el misterio de salvación, presentando a Cristo como clave del mundo y de la historia, rey universal. David, rey que reúne y conduce a su pueblo (1ª lect.), encarnaba y anticipaba la figura de Cristo que, en el misterio de la cruz, reúne a toda la humanidad y la guía a la salvación (Ev.). Su reino no se fundamenta en la fuerza, sino en la debilidad, reconciliando la tierra con el cielo, a Dios con los hombres a base de la propia sangre (2ª lect.). Es un reino de perdón y paz. La fiesta de hoy usa el lenguaje de la globalidad: Jesucristo, “rey del universo”. Con este domingo se cierra una etapa. Es momento de recapitular y de tomar perspectiva sobre el futuro. ¿Dónde encontrar la fuente que nos dé la clave de la vida, el líder que guíe nuestros pasos, el Mesías capaz de salvar nuestras vidas? Celebramos a Cristo como verdad y sentido último de todo, principio y fin de la creación. 1. “¿Dónde está el rey?” Es una de las preguntas que abren el evangelio. Unos magos, buscadores inquietos, preguntan al rey en persona. Ante un rey como Herodes, la estrella se ha ocultado; ante esa pregunta, Herodes, y con él toda la ciudad, se inquieta. No es a él a quien buscaban; pero hace una observación que les orienta y aclara el «sentido del reinado: Belén, de ti saldrá un caudillo que será pastor de mi pueblo Israel. El rey-pastor. La primera lectura de hoy orienta la función del rey David: Tú pastorearás a mi pueblo, Israel; tú serás el jefe de Israel. Pastorear no es tener poder o dominar por la fuerza; más bien alude al cuidado de guiar, orientar y preocuparse del rebaño. El rey-pastor atiende y se preocupa de los desvalidos, de las ovejas heridas y perdidas. El pueblo había pedido al profeta Samuel: Danos un rey para que nos juzgue. Y el salmo concreta: Un rey que defienda a los humildes del pueblo, socorra a los hijos del pobre y quebrante al explotador (Sal 72,4). El rey-juez no se limita a ejercer una actividad forense, sino a garantizar y administrar una verdadera justicia a favor de los más indefensos. “Rey-pastor” y “rey-juez” definen la función del rey que se espera y muestran que es el que se preocupa de los pobres y que la preocupación por la justicia social es la piedra de toque del verdadero rey. 2. “¿Tú eres rey?” Aplicado a Jesús el título de rey aparece en boca de los acusadores y como razón judicial de una condena a muerte: Hemos encontrado a éste alborotando…y diciendo que él es el Cristo Rey (Lc 23,2). Raro título que Jesús ha rehuido a lo largo de su vida y que sólo admite “de rebote” y con matices: “Sí, como dices, soy rey”. Pero un rey así no es motivo de preocupación. No tiene armas, ni cuadros militares, ni infraestructura política. Ciertamente Jesús ha hablado de “reino”. Más, el reino de Dios fue el tema central y casi obsesivo de su mensaje. Será rey porque proclama e inaugura el reino, porque ha venido a traer vida y vida en abundancia. 3. “Éste es el rey” La figura de Cristo en la cruz, despojado de todos los atributos reales, no representa al poder sino al anti-poder; no es la figura de alguien a quien se rinde pleitesía y es socialmente reconocido, sino la imagen de la descalificación y la burla. La escena es cruel. El pueblo asistía al espectáculo con curiosidad; los jefes se burlaban y reían de él; los soldados se mofan; un crucificado le insulta porque es alguien inútil; todo Israel se avergüenza del baldón que les ha echado encima el letrero irónico escrito por Pilato: No debes escribir…sino: Éste ha dicho: yo soy el rey de los judíos (Jn 19, 21). Escándalo para unos, necedad para otros. Tienen las expectativas religiosas “normales”; reducen la salvación a la liberación de la muerte: Sálvate a ti mismo y a nosotros. Sólo uno, un marginado, descubre la realidad, y suplica: Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Habla de futuro; pero Jesús le habla de presente: Hoy estarás conmigo en el paraíso. Este rey que no manda, ni oprime, ni se lucra de sus vasallos, es, con su libertad total desde la cruz, la garantía de la salvación y la promesa de un mundo nuevo. La cruz es el momento en que se nos revela con mayor claridad las actitudes fundamentales para construir el reino: el amor, la misericordia y el perdón. Al ser humano se le lava entregando la propia vida, derramando por él la propia sangre, no la de otros. Confesar a Cristo como rey y construir reino van unidos; será compartir su combate y su muerte. Es una sociedad que hace bandera de modernidad y progresismo, la religión y el creyente son considerados como ejemplos de inmadurez, atraso y necedad. Ya no conlleva el escándalo de antaño sino tal vez el descrédito, la frivolidad y la indiferencia. ¿Qué hacer? Reconocer, como el malhechor, la complicidad del mal, abrirse al mundo nuevo: Acuérdate…Más que rey Jesús fue mensajero y trabajador del reino. Él mismo es el signo y la presencia más viva de ese reino. No buscaba gente que le aclamaran, sino gentes que se decidieran a construir el reinado de Dios viviendo sus valores: el reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz”. Nadie tiene el amor mayor que el que da la vida. Esto es lo que vivió Jesús. Por eso es “Señor” y “rey”; el único que nos puede asegurar el paraíso hoy. Antonio L. García España